Por qué subir salarios es bueno para tu empresa: la teoría del Nobel de Economía que desmiente mitos urbanos

Ilustración de un empleado buscando su salario

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  • Hay una leyenda urbana que dice que, cuanto más suban los salarios las empresas, peor, y una teoría de economistas con el premio Nobel que la desmiente.
  • El salario de eficiencia es un incentivo para primar a que los trabajadores se esfuercen más, y eso evita costes de rotación para las empresas.

El imaginario colectivo está plagado de leyendas urbanas: la de la autopista fantasma, la de la sonrisa del payaso… O la de que subir salarios es malo para las empresas. También a la economía le crecen los mitos.

"Se dice que los economistas siempre se quejan por las subidas del salario mínimo interprofesional (SMI), que no lo ven bien, pero esto es una falsedad", comentaba el catedrático de Economía aplicada de la Universidad Pompeu Fabra, José García Montalvo, durante un debate organizado por el Consejo General de Economistas, a finales de 2023.

Durante aquella conversación entre economistas se dejó claro que lo de que subir el salario mínimo destruya empleo es un mito urbano, aunque también avisaron de que seguir aplicando grandes incrementos del SMI puede ser contraproducente. Lo curioso es que ambas afirmaciones, aparentemente contradictorias, tienen que ver con lo mismo: la teoría de los salarios de eficiencia.

Subir salarios tiene una relación positiva con la productividad de las empresas. Esta idea, posiblemente rompedora en algunos círculos, no es nueva: se remonta a los años 80 y constituye la teoría de los salarios de eficiencia, divulgada por premios Nobel de Economía como George Akerlof, Joseph Stiglitz o Carl Shapiro.

Ilustración trabajador estresado buscando objetivos

Lo que dice la teoría es que, en el mercado laboral, los salarios no solo dependen de la oferta y la demanda (lo que los empleados quieren cobrar y lo que los empresarios están dispuestos a pagar):

"El empleador debe tener en cuenta cómo repercute un sueldo bajo en la moral y la eficiencia del trabajador. Como el empleador no se beneficia cuando baja el sueldo del personal, al terminar este resentido y desganado, ofrece un sueldo superior al que equilibraría la oferta y la demanda. Para Akerlof y Yellen, ese es el salario eficiente, que mediante un sueldo más alto motiva a los trabajadores a ser más eficaces o eficientes", resume el Fondo Monetario Internacional.

"Es una teoría interesante que viene de los años 80. En su momento sonaba a chino, pero ha ido demostrándose conforme las economías se hacían más sofisticadas", explica Matilde Mas, catedrática de Análisis Económico de la Universidad de Valencia y directora de Proyectos Internacionales del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie).

La teoría de los salarios de eficiencia decía lo contrario a lo que se solía decir en su momento (y todavía ahora): que cuanto menor sea el salario, mayor será el beneficio. Pero se ha demostrado que esto no es así.

"La filosofía de 'cuanto más ahorre en salarios, mejor', no funciona. Si no innovas, no inviertes, ni compites, lo más probable es que te vayas a la calle", avisa Mas. 

"El salario de eficiencia es un incentivo para primar a que los trabajadores se esfuercen más, y eso evita costes de rotación para las empresas: si tienes a trabajadores en los que confías y que pueden dar de sí, prefieres tenerlos contentos que andar probando", apunta Jesús Ruiz Huerta, director del Laboratorio de la Fundación Alternativas. 

"Las empresas que se hacen este tipo de planteamientos son más eficientes. Saben que los empleados no son de usar y tirar, hay una voluntad de permanencia y de competir con trabajadores que se sientan parte de la empresa. Las empresas que siguen estas prácticas suelen estar presentes en mercados internacionales y son más competitivas", afirma Mas.

Empleada del hogar, limpieza, trabajadora

El salario de eficiencia busca el máximo esfuerzo por parte de los trabajadores, que derivará en una mejora de la productividad, añade Ruiz Huerta. En otras palabras, es el dinero que una empresa puede pagar y por el que un trabajador estaría dispuesto a levantarse y esforzarse. 

En el lado opuesto estaría el salario de reserva, que es el ingreso por el cual un trabajador no está dispuesto a moverse del sofá (en sentido figurado). Por eso, si el SMI es lo más parecido al salario de reserva (por ser el ingreso más bajo), cuanto más suba, mayor será la diferencia que el empleado cobre respecto a la prestación por desempleo.

Por eso para Mas la subida del SMI podría jugar un papel similar (aunque no igual) a los salarios de eficiencia: "Si subes el salario mínimo, eso redundará en un mayor bienestar de los trabajadores, lo cual se traduce en menores costes de supervisión. Por otro lado, el SMI actuaría como salario de reserva: si el empleado cobra más, estará dispuesto a trabajar mejor porque se arriesga a perder su empleo y, con él, un salario que tiene como referente".

El problema es que, cuando subes el salario mínimo, ese incremento nace por motivos regulatorios: es el Gobierno el que aprueba la subida sobre la base de criterios que nada tienen que ver con la productividad. "Si la retribución mínima se incrementa, los trabajadores pueden elegir un salario de eficiencia mayor. Es lo que estamos viendo en Estados Unidos", avisa María Romero, socia directora de Economía de Analistas Financieros Internacionales (Afi).

Eso supone una mayor presión de costes donde la productividad no aumenta. "Es normal que los empresarios sean reacios a esa subida, sobre todo cuando ese tipo de incrementos vienen explicados por razones que no tienen que ver con la aportación de los trabajadores", añade Romero, y advierte que, para que la dinámica sea positiva, hace falta que la mejora salarial esté justificada por una mayor productividad.

Pero, ¿qué ocurre en una economía como la española, donde tanto la productividad como los salarios reales han estado años estancados? 

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