Trump está más aislado que nunca en los últimos días de su Gobierno, pero los engranajes de la democracia que él quiso destruir siguen funcionando

President Donald Trump.
President Donald Trump.Alex Wong/Getty Images

Uno de los pilares centrales sobre los que descansa la democracia estadounidense resistió un devastador golpe el miércoles cuando una turba de iracundos seguidores de Trump se dieron cita en el edificio del Capitolio en Washington DC y en un relativo corto periodo de tiempo levantaron barricadas, destrozaron ventanas e irrumpieron en él

La violencia y los destrozos que se produjeron no se habían visto nunca en la historia moderna de EE.UU.: multitudes de personas desplegándose y adentrándose por los pasillos del Congreso, ondeando banderas de Trump, saqueando oficinas de los congresistas y poniendo gorras con el logo trumpista de Make America Great Again (que se traduciría en español como "Hagamos América grande de nuevo") en las históricas estatuas del edificio. 

Uno de los asaltantes se sentó en el lugar desde donde el vicepresidente Mike Pence y la portavoz de la Cámara Nacy Pelosi habían estado dirigiendo la sesión para certificar los votos electorales que habían llevado a Joe Biden a ser el presidente electo y a Kamala Harris la vicepresidenta, en una votación en la que se iba a certificar que serán ellos quienes dirigirán el siguiente Gobierno en la Casa Blanca. Se puso de pie con el puño en alto, en una postura que se ha vuelto representativa de los acólitos más incondicionales de Trump. 

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Los disturbios se produjeron tras una manifestación donde miles de seguidores de Trump y de su cruzada para deslegitimizar la victoria de Biden escucharon el discurso del todavía presidente. Trump sigue negando la realidad de que ha perdido las elecciones frente a Biden y él mantuvo esta retórica el miércoles por la mañana antes del asalto, incluso mientras en el Congreso y el Senado se preparaban para ejecutar la ley solo unos metros más allá. 

El asalto frena la sesión para ratificar a Biden

Los legisladores encargados del recuento electoral en la sesión del Congreso para ratificar a Biden solo habían logrado pasar por dos estados, Alabama y Alaska, antes de que un puñado de republicanos manifestaran sus objeciones a los estados que ganó Biden. Pero la digresión no duró mucho antes de que el Capitolio tuviera que cerrarse. Los agentes del Servicio Secreto sacaron a Pence de la sala; mientras Pelosi, otros legisladores y asistentes del Congreso fueron trasladados a lugares seguros.

Al menos cuarto personas han muerto, entre ellas una mujer a la que dispararon dentro del Congreso. En los barrios residenciales de los alrededores de las revueltas se impuso el toque de queda. Un artefacto sospechoso de ser una bomba fue encontrado en los alrededores de un edificio ocupado por el Comité Nacional Republicano. La Guardia Nacional se desplegó en Washington, y la las tropas del estado de Virginia fueron enviadas para ayudar.  

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Lo ocurrido en estas horas ha sido el culmen de cuatro años de Gobierno de Trump. Años de ataques sin complejos contra las instituciones democráticas y de Gobierno se manifestaron de forma explícita con las acciones destructivas de sus seguidores. 

Los colegas republicanos de Trump han permitido y minimizado sus salidas de tono en nombre de la unidad del partido, pero después de la revuelta del miércoles las fuertes críticas recibidas por miembros de su propio partido pueden ser una señal de que su poder ha llegado a su fin. 

La respuesta de las fuerzas del orden

El enfrentamiento entre los manifestantes a favor de Trump y la policía se prolongó durante la noche en el Distrito de Columbia. Incluso después de las 6 de la tarde se impuso un toque de queda. Los manifestantes gritaban a la policía mientras esta trataba de desplazar a las multitudes fuera del edificio del Capitolio. 

La policía arrestó por lo menos a 30 personas, según las cifras de Associated Press. Algo que choca con la respuesta que se produjo tras las protestas de hace unos meses alrededor del movimiento "Las Vidas Negras Importan" (conocido en inglés como Black Lives Matter) cuando tras manifestaciones pacíficas a los manifestantes la policía les lanzó gases lacrimógenos y se produjeron un gran número de detenciones. 

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Al final del día, la imagen es clara.  La ilusión que llevan años los aliados de Trump tratando de crear, al insistir en que sus palabras se tomaran en serio, pero no literalmente y el argumento de que sus seguidores son patriotas que simplemente sienten pasión por Estados Unidos, se rompió. La policía no parecía estar preparada o ansiosa por apagar las llamas.  

Los líderes mundiales rechazan las revueltas y Trump se enroca

Las reacciones a los disturbios fueron rápidas y llegaron más allá de la burbuja política de Washington. Los líderes republicanos y demócratas rechazaron el vandalismo. "Condenamos la violencia que se ha producido hoy de la forma más rotunda ... Lamentamos la pérdida de vidas en estos salones sagrados y las heridas sufridas por aquellos que han defendido el Capitolio hoy", dijo el vicepresidente Mike Pence. 

Por su parte, el que fuera un fuerte aliado de Trump el senador Mitch McConnel fue más lejos. "El Senado de Estados Unidos no debe ser intimidado. No nos dejaran fuera de esta cámara matones, turbas o amenazas". 

El expresidente Barack Obama aseguró que la violencia en el Capitolio fue "incitada por un presidente que ha continuado mintiendo sobre el resultado de una elección legal". Obama calificó las acciones de Trump como "un gran deshonor y una vergüenza para nuestra nación". El expresidente George W. Bush dijo que la insurrección era "repugnante y desalentadora". "Así es cómo los resultados se discuten en una república bananera", añadió. 

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El antiguo secretario de Defensa de Trump Jim Mattis vaticinó un futuro sombrío para el que será próximamente expresidente: "Trump se quedará merecidamente como un hombre sin país". 

Los líderes mundiales también lamentaron lo ocurrido. El primer ministro de Reino Unido Boris Johnson lo calificó como "vergonzosos". El primer ministro de Canadá Justin Trudeau aseguró que consideraba que las instituciones estadounidenses eran fuertes y que esperaba que todo volviera a la normalidad enseguida. 

El ministro irlandés de defensa y asuntos exteriores, Simon Coveney, dijo que debemos llamar a las cosas como lo que son "un asalto deliberado a la democracia por un presidente y sus seguidores tratando de derribar unas elecciones libres y justas".  

Por el contrario, Trump tuiteó huecas palabras para llamar a la calma a sus 88 millones de seguidores pidiéndoles que se "mantuvieran en calma" y "respetaran la ley". El mensaje fue visto como tibio dado que Trump lo entretejió con piropos para sus acólitos como "os queremos" o "vosotros sois especiales". 

Los miembros del propio círculo de Trump le urgieron a que fuera más duro, pero se resistió, manteniendo la actitud de rechazo a hacer una condena más dura para sus seguidores, que ha seguido teniendo incluso en los episodios de violencia y de derramamiento de sangre. Uno de los primeros ejemplos de esto se produjo en 2017, en medio de las revueltas de Charlottesville.

El exjefe de personal de Trump Mick Mulvaney lo suplicó en Twitter en medio del caos del miércoles. "El tuit del presidente no es suficiente. Él puede pararlo ahora y tiene que hacer exactamente eso. Diles a tus seguidores que se vayan a casa". 

No funcionó. Trump siguió con sus declaraciones en la red social publicando un vídeo en el que se reafirmaba en sus mentiras de que él ganó las elecciones de 2020. Twitter, Facebook, Instagram y YouTube eliminaron el vídeo del presidente y  cerraron temporalmente sus cuentas.

Los engranajes del Gobierno siguen funcionando aunque el futuro de Trump es incierto

A pesar del implacable debilitamiento de las reglas democráticas durante la presidencia de Trump, los engranajes del Gobierno de Estados Unidos siguen en marcha, los congresistas reconvocados el miércoles por la noche continuaron con el recuento de votos electorales que inevitablemente confirmará a Biden como claro ganador de las elecciones

Pero las dos últimas semanas de la presidencia de Trump están menos claras. Múltiples informaciones se publicaron en las horas posteriores al intento de golpe en las que se habla de deliberaciones internas sobre cómo lidiar con el presidente saliente. 

La representante demócrata Ilhan Omar dijo que presentaría nuevos argumentos para una moción de censura. La republicana Cori Bush pidió a la Cámara de los Representantes que investigue si los congresistas han "violado su juramento a la Constitución" y si deben sufrir una sanción o ser expulsados.

El espectro de invocar la enmienda 25 para echar a Trump de su cargo está más presente que nunca, un signo claro de que cada vez se ve más al todavía presidente como una amenaza inminente para el país.

En una presidencia que se enorgullece de su apetito por el caos, Trump está logrando lo que quería, pero a largo plazo el daño hecho a la posición de Estados Unidos en el mundo puede ser más costoso de lo que nadie puede cuantificar. 

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