Así viví la inauguración de Taberna Garibaldi, la incursión de Pablo Iglesias en la hostelería: cuadros soviéticos, ambiente "viejuno" y el motivo por el que me quedé sin comer

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Taberna Garibaldi, el negocio hostelero de Pablo Iglesias

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  • Soy testigo del ambiente en el primer día de apertura del local de Pablo Iglesias.
  • Los nombres de ciertas bebidas y platos de la carta han dado mucho que hablar, pero no se pudieron probar. 

Seguramente ya lo sepas gracias a los diversos memes que inundan las redes sociales: Pablo Iglesias ha hecho una incursión en la hostelería con la Taberna Garibaldi, en el número 8 de la calle Ave María del barrio de Lavapiés (Madrid). Él mismo define este lugar como un local "solo para rojos, donde podamos ir nosotros a tomar cervezas".  

La inauguración ha sido este 19 de marzo, Día del Padre, y había que ver la puesta de largo. Aunque comer, lo que se dice comer, no pudo ser

Acudo por la tarde previendo que será difícil encontrar mesa para probar la controvertida carta, que ya había provocado el día antes que un colectivo anarquista realizara una pintada en la fachada exigiendo la retirada del llamado cóctel Durruti. Hay otros nombres que llaman la atención, como Fidel Mojito, Che Daiquiri, Salmorejo Partisano o el más polémico de todos, el apartado vegano No me llame Ternera.

Desgraciadamente, no pude probar ninguno de los platos de la carta. Pero antes de contarte qué pasó con mi cena frustrada, te muestro cómo fue la primera impresión.

Mucha gente, pero sin abarrotamiento: la media de edad me sorprendió

Uno de los cuadros de Taberna Garibaldi

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Enfilo la calle Ave María y ya desde lejos intuyo dónde se encuentra la Taberna Garibaldi. Hay mucha gente fuera, son las 19:30 horas de la tarde. Los clientes ocupan buena parte de la estrecha acera alrededor del local, también se agolpan entre los coches. 

El aspecto desde fuera es de una taberna muy antigua, con su fachada de azulejos y estilo castizo de finales del siglo XIX o principios del XX. Me adentro con mi acompañante en el local y la primera impresión es la de una cantina que no se acaba de inaugurar, sino que lleva muchos años en funcionamiento: mobiliario antiguo, paredes casi vacías, pocos detalles salvo una bandera palestina y cuadros de estética soviética. 

Me acerco a la pequeña barra y pido algo de beber. También pregunto sobre la posibilidad de cenar, pero me dan largas.

Sigo fijándome en el local y en los clientes: la segunda sorpresa es la media de edad. Esperaba un ambiente juvenil de cerveceo, y esto último sí es tangible (los botellines y cañas son mayoritarios, con el tercio a tres euros), pero hay sobre todo gente de 40 años, e incluso una buena parte mayores de 50.

El local está lleno, pero no resulta agobiante. Desde luego encaja con la declarada intención de Pablo Iglesias de que fuera una "cosa viejuna", pero de la segunda parte del discurso "donde podamos hacer los guisos que a nosotros nos gustan", nada de nada, aunque en la cuenta de X de la taberna se hayan visto fotos de ese tapeo.  

Habrá que cenar en otro sitio

Carta de Taberna Garibaldi

Al poco de alternar en la barra vemos al fondo una mesa que queda libre. El local está dividido en dos zonas: la de la barra con alguna mesa alta alrededor con taburetes y otra sala comedor de pequeño tamaño con mesas y sillas. Todo muy minimalista y apariencia de bar de los años 70-80. El ambiente es distendido y más tranquilo de lo que esperaba.

Las mesas se ocupan y desocupan con rapidez, puesto que se usan simplemente para tomar unas cervezas. Nada parece indicar que eso sea una taberna en la que se pueda comer. Sin embargo, en el extremo de la barra hay apiladas unas cartas. Vamos a ello, porque tampoco parece que quieran seguir la tradición tan tabernera y española de la tapa, ni siquiera unas patatitas o unas aceitunas.  

La carta de la discordia

Es una carta sencilla y breve, con mezcla de platos y conceptos españoles, italianos, argentinos y mexicanos. El típico local para picoteo y charla con los amigos. Los precios no muy caros si lo comparamos con la media de la zona, pero no tanto con el tipo de local que es (entre 5 y 15 euros), aunque no me fue posible comprobar el ratio calidad-precio. 

Tras echar un vistazo para elegir y viendo que al ser casi las 21 horas ya abrirían la cocina, pregunto. Una encargada que retira de mesas, copas y botellines me dice que solo está para eso, que no sabe; finalmente me dirijo a otro camarero y me confiesa la realidad pidiendo disculpas: tienen problemas con los fuegos, no funcionan y deberían haber ido a repararlos ese día, pero por algún motivo no lo hicieron; en principio irían a la mañana siguiente. El gozo en un pozo.

Solo dos mesas más habían tomado la carta para pedir; el resto, o sabía que no había cocina o no pensaban ir más allá del cerveceo y copeo.

Así acaba la aventura en la Taberna Garibaldi. Sin poder comer y con la desilusión de no poder ejercer por una vez de crítico gastronómico. Abandono el local con la misma afluencia de gente que al principio.

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