El coronavirus como oportunidad laboral: la historia de un cajero de supermercado y una auxiliar de enfermería

El coronavirus como oportunidad laboral
  • Frente a los ERTE o los cierres de empresa, existe la otra cara (laboral) de la moneda: personas que, por su perfil, encuentran ocupación en este contexto excepcional.
  • Una auxiliar de enfermería y un empleado de supermercado que estaban en paro antes de la Covid-19 relatan su experiencia a Business Insider.
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Lo reconocen con cierto malestar, con pudor. Como si, de alguna manera, tuviesen que sentirse culpables. Aunque, como es lógico, no lo son. Pero lo admiten sin ambages porque es real. Ambos son conscientes de que han encontrado trabajo por las especiales circunstancias que ha traído consigo el coronavirus

El drama del coronavirus

El motivo de esa sensación agridulce resulta obvio. Por un lado, se alegran de tener trabajo de nuevo tras pasar ciertas vicisitudes, cada cual las suyas.

Por otro, son conscientes de que la demanda que los ha devuelto a la actividad laboral surgió de un drama humano, vital y sanitario sin precedentes. Al menos, no con el mismo carácter global que éste.

Además de los efectos económicos, laborales y sociales que están aún por venir.

Una auxiliar de enfermería y un trabajador de supermercado

Ella, sanitaria, proveniente de un expediente de regulación temporal de empleo -declarado en 2019- que le impulsó a enviar su currículum aquí y allá sin recibir contestación.

Él, empleado de supermercado, salido directamente de las listas del paro. Ambos cuentan a Business Insider España cómo y por qué volvieron a tener ocupación tras irrumpir la COVID-19 en la vida de los humanos. 

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Jon tiene 27 años, vive en Getxo -una localidad vizcaína situada a escasos 15 kilómetros de Bilbao- y, aunque evita entrar en materia, carece de formación superior. “No fui a la universidad, qué va, nunca fui buen estudiante”, concede con humor. “Llevaba meses sin trabajar y se me había acabado el paro”, rememora cambiando el tono. 

De pronto, allá por el mes de abril, una llamada inesperada. “Había mandado el currículum varias veces a todos los supermercados, pero nada”. La sorpresa para Jon fue mayúscula. Casi tanta como la que le produjo comprobar que el proceso -incluida la entrevista de trabajo- transcurrió a toda velocidad y que, tras un breve periodo de formación, se descubrió a sí mismo trabajando. “Empecé como reponedor porque la gente dejaba las estanterías vacías”, recuerda con perplejidad.

“El coronavirus me ha dado la oportunidad de trabajar”

Al ser cuestionado sobre el extremo de que sin la aparición de la COVID-19 probablemente seguiría desempleado, se queda callado, reflexionando su respuesta. “Al principio, ni se me ocurrió pensarlo así. La verdad es que fue mi aita -padre, en euskera- quien me lo hizo ver. Es verdad, el coronavirus me ha dado la oportunidad de trabajar”. 

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Como un resorte que se le activa en su interior, Jon quiere matizar su respuesta con celeridad. Demasiados muertos por el virus, un número ingente de infectados y personas que sufren en todas partes. No acierta a dar con las palabras, sólo pretende explicar que, a pesar de que a él le ha favorecido, siente mucho lo que está sucediendo. “Tú me entiendes, ¿a que sí?”, pregunta a quien escribe estas líneas. El asentimiento resulta inevitable. “Que no quiero que parezca que yo me alegro de que haya pasado esto para poder encontrar curro”, zanja.

Jon sigue trabajando. “Por ahora”, enfatiza. “La jefa está contenta, dice que igual puedo quedarme; ya veremos”. Lo cual lleva a una pregunta inevitable, cuya contestación es clara. “¿Que si tengo miedo? A ver, lo piensas, pero yo estoy tranquilo. Ningún compañero se ha contagiado. Si tienes cuidado y sigues las normas, no tiene por qué pasar nada”, razona. 

“Tenía miedo al principio, pero es el campo que yo elegí”

La otra protagonista de esta historia conoce todavía con mayor profundidad la diferencia entre respetar los protocolos o no hacerlo. Martha tiene 39 años, se formó como auxiliar de enfermería y venía de una situación laboral previa inestable. “No me llamaban”, lamenta. Al igual que en el caso de Jon, la propuesta que recibió fue un tanto inesperada. Aunque, dado el panorama que atravesaba sobre todo Europa en el mes de marzo, con esa profesión, tenía plena sentido. “Se pusieron en contacto conmigo desde una clínica en la que yo había hecho prácticas”, aclara.

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“Nunca nos ha faltado un EPI”

Para Martha, como ocurre con el resto de sanitarios, las medidas de seguridad están presentes cada día y se aplican a rajatabla. A pesar de lo cual, “dos compañeras se infectaron; por fortuna; ya están recuperadas”. En ese sentido, no tiene reparo en admitir que, en los primeros momentos, sintió vértigo. “Tenía miedo al principio”, reconoce. “Sin embargo, al ver que iba completamente forrada, que estábamos protegidos y que contábamos con material, fui adaptándome. Además, es el campo que yo elegí”, agrega. 

Conocedora de los problemas de abastecimiento surgidos en otros centros, Martha asegura: “En la clínica en la que yo trabajo jamás nos ha faltado un EPI (equipos de protección individual). Nunca estás 100% tranquila, pero te vas desenvolviendo e intentas hacerlo lo mejor posible”, añade.  

“Lo peor es ver morir a los pacientes solos”

No obstante, el miedo al contagio no es, en su opinión, el aspecto más complicado de sobrellevar. “Lo peor es ver morir a los pacientes solos. Ves que no evolucionan a mejor, que fallecen y que ni siquiera pueden despedirse de sus familiares”, relata con un nudo en la garganta.

También ha sido duro para ella en cuanto a sus relaciones privadas. “He sido prudente con las personas de mi entorno. Suerte que he podido contar con mi pareja, él siempre me ha apoyado”, alaba con rotundidad.

“Puede abrirme puertas en el futuro”

Martha desconoce si seguirá a largo plazo en la misma clínica. Con el mismo extraño pesar que Jon, con un puñado de recuerdos acechantes que ha atesorado en los últimos meses y sobre los que evita explayarse, acepta con transparencia que el coronavirus ha supuesto para ella una oportunidad laboral. Así como que le ha dado “un tiempo de experiencia que vale por tres en una situación normal y que puede abrirme puertas en el futuro”.

Aunque prudente, Martha se siente preparada. Ella y otros sanitarios seguirán en su puesto. Todo un alivio saberlo para tantos. Por lo que pueda pasar, por lo que quizá esté por regresar en otoño. Cabe la posibilidad de que la sociedad vuelva a necesitarlos a pleno rendimiento y más allá. Todo dependerá de si hemos aprendido la lección... o no.

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