Ni el hielo más remoto se libra: los nanoplásticos ya han llegado a ambas regiones polares del planeta

Polo

 Roxanne Desgagnés/Unsplash

  • Minúsculas partículas de plástico cuyo tamaño oscila entre 1 y 100 nanómetros están conquistando todo el planeta. El último hallazgo los sitúa presentes en los dos polos, confirmando que han llegado a los últimos confines de la Tierra.
  • Se cree que los nanoplásticos llegan a Groenlandia por los vientos de las ciudades de América del Norte y Asia, mientras que los hallados en la Antártida son transportados por las corrientes oceánicas a este remoto continente. 
  • Estas piezas son más pequeñas y tóxicas que los microplásticos, pero se desconoce todavía su impacto a largo plazo en la salud humana. 
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Piensa mal y acertarás en lo tocante a la presencia de nanoplásticos en casi cualquier lugar: toda clase de animales sufren esta plaga, desde pescados y mariscos a aves y mamíferos. Las contaminantes partículas se han detectado en placentas, células humanas, en la cima del monte Everest o la abisal fosa de las Marianas, el sitio más profundo del planeta. 

La extensión de los microplásticos más diminutos es tal, que se ha confirmado por primera vez su presencia en ambas regiones polares. El nuevo estudio, publicado en la revista Environmental Research, detectó 13 nanogramos de nanoplásticos por mililitro de hielo derretido en Groenlandia, pero 4 veces más en el hielo de la Antártida. 

Nanoplásticos: llegan al Polo Norte por el viento y al Polo Sur por las corrientes oceánicas

Según explicaThe Guardian, sorprende el dato extraído del estudio sobre los años que llevan los nanoplásticos contaminando Groenlandia: medio siglo por lo menos. Además, una cuarta parte de las partículas provenían de neumáticos de vehículos, un dato que ya se plasmó en anteriores estudios como este, publicado en Nature. 

La hipótesis de los investigadores destaca que estos ligeros fragmentos llegarían a Groenlandia impulsados por los vientos de las ciudades de América del Norte y Asia, mientras que los nanoplásticos encontrados en el hielo marino de la Antártida podrían haber sido transportados por las corrientes oceánicas.

Maria-Luiza Pedrotti, bióloga marina del CNRS especializada en microplásticos, observa una muestra de mar tomada del mar Mediterráneo en 2018.
Maria-Luiza Pedrotti, bióloga marina del CNRS especializada en microplásticos, observa una muestra de mar tomada del mar Mediterráneo en 2018.

Reuters

En comparación con los microplásticos "los nanoplásticos son muy activos desde el punto de vista toxicológico", alerta Dušan Materić, de la Universidad de Utrecht en los Países Bajos, director de la nueva investigación. 

Una de sus principales sorpresas fue encontrar partículas en todo en núcleo de hielo de Groenlandia, que cuenta con 14 metros de profundidad, una señal de su presencia durante décadas. Anteriormente se habían hallado microplásticos, pero se precisó desarrollar nuevas técnicas para encontrar las partículas más pequeñas. 

El estudio revela que la mitad de los nanoplásticos encontrados en Groenlandia eran polietileno (PE), el material más común para bolsas y envases de plástico de un solo uso. Una cuarta parte eran partículas de neumáticos y una quinta parte, tereftalato de polietileno (PET), presente en tejidos de prendas y botellas de plástico

En el caso de la Antártida, el polietileno también supuso la mitad, pero el siguiente más hallado fue el polipropileno, común en tuberías y contenedores de alimentos. Otra de las principales diferenicias es que, a excepción de Groenlandia, en la Antártida no se hallaron partículas de neumáticos, probablemente por su carácter más remoto y alejado de zonas pobladas. 

Los investigadores asumen que los puntos críticos son las zonas con mayor densidad de población. Otros informes previos alertaron de la presencia de nanoplásticos en ríos británicos, agua de mar del Atlántico Norte y lagos en Siberia, y nieve en los Alpes austriacos.

Queda mucha investigación por delante, máxime teniendo en cuenta que potencialmente cada persona inhala o traga hasta 1,8 millones de microplásticos cada año. Varios proyectos estudian sus consecuencias para el organismo, entre las que destacan la inflamación, la neurotoxicidad o la posible contribución a enfermedades crónicas.

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