Mis genes dicen que soy empático y que respondo bien al estrés, pero que soy solo moderadamente inteligente: así funciona el test de Mendel Brain, la empresa que quiere leer la mente en la saliva

Psicología genética

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  • La empresa española Mendel Brain ofrece un test de psicología genética que analiza más de medio centenar de características de cada persona.
  • Su trabajo es el resultado de casi 5 años de investigación en un campo, el de la psicología genética, en el que todavía hay mucho camino por recorrer.

Reconozco que necesité unos minutos para procesarlo. ¿Era aquello todo lo que soy? ¿Pueden 54 características dar cuenta de mi vida? 

Algunos resultados parecían responder a cosas que me han pasado toda la vida sin que yo haya sabido nunca muy bien por qué. Otros, en cambio, me resultaban más dudosos. Un tercer grupo contradicen directamente rasgos de mi personalidad que tengo bastante claros. ¿Qué significan para mí en realidad todos esos resultados?

Han pasado unos días desde aquello y, si te digo la verdad, aún no tengo muy clara la respuesta. Sí tengo el razonable convencimiento de que, en no mucho tiempo, los test de psicología genética serán algo relativamente habitual. 

Esto quiere decir que, en mucho menos de lo que creemos, no habrá en el mundo psiquiatra o psicólogo que no encargue un test de psicología genética sobre sus pacientes para observar en ellos ciertas tendencias.

Serán datos extraordinariamente valiosos para unos profesionales de la salud. Por otro lado, espero que estos datos queden siempre lejos de las manos de las empresas. 

No soy capaz de imaginar la ingente cantidad de soterrados prejuicios que puede traer consigo el que una entidad del tipo que sea tenga acceso, por ejemplo, a la tendencia genética de sus candidatos a lidiar con el estrés. Eso, por no hablar de que las aseguradoras puedan saber, por ejemplo, lo sensibles que somos genéticamente al estrés postraumático tras un accidente, por ejemplo. Una verdadera distopía.

Así es el test de Mendel Brain

Caja de Mendel Brain

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Pero vayamos por partes y no nos adelantemos a los acontecimientos. Hace unas semanas me sometí al test de Mendel Brain, una startup española que aspira a crecer en el ámbito de la psicología genética. 

Para ello, tienen planes de levantar prontamente una ronda de financiación de entre 1,5 y 2 millones de euros con los que buscarán sobre todo mejorar su producto. Actualmente, el test completo, que se puede adquirir en su web, tiene un coste de 149 euros.

El proceso no pudo ser más sencillo. Tras registrar el kit de Mendel Brain que llegó a mi casa, lo único que tuve que hacer fue proporcionar una pequeña muestra de mi saliva en un tubo de cristal. Así de fácil, así de rápido: mi identidad en bastantes menos mililitros de los que lleva el esputo promedio.

Muestra Mendel Brain

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Concluida la parte del proceso en la que tuve que dar más de mí, lo único que tuve que hacer fue cerrar el tubo con fuerza y empaquetarlo conforme a las instrucciones que vienen en la propia caja de Mendel Brain. 

Ellos mismos proporcionan la pegatina con el destino que debe tener la muestra, así que en Correos no tuve ningún problema. En cosa de 5 minutos, mi paquete ya estaba viajando.

Interior de caja de Mendel Brain

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Paquete a Mendel Brain

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Pasadas unas semanas, un correo electrónico me sobresalta: los resultados de mi test con Mendel Brain están disponibles. Para verlos, solo necesito acceder a la web de la empresa e introducir el usuario y la contraseña que usé cuando registré el kit. 

En segundos, ahí están. Mejor dicho, ahí estoy: 54 rasgos genéticos que influyen en mi personalidad y, de alguna manera, condicionan lo que soy (aunque en ningún caso lo determinan: a eso llegaremos más adelante).

Te presento a mí mismo:

Test de Mendel Brain

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Segunda parte de test de Mendel Brain

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De entre los resultados que me ofrece Mendel Brain, algunos llaman de inmediato mi atención. Por ejemplo, soy menos extrovertido y tengo más ansiedad social que la media. Esto cuadra con algo que me ha pasado siempre: me dan cierta angustia los contextos en los que hay mucha gente, como las fiestas de cumpleaños o las reuniones familiares.

Sí, también me pasa en las ruedas de prensa. 

De hecho, siempre he tenido la sospecha de que parte, en parte, convertirme en periodista siempre ha sido mi manera de luchar contra una timidez no siempre bien disimulada. Los resultados de Mendel Brain refuerzan mi hipótesis.

El segundo motivo por el que trabajo de lo que trabajo lo recoge también el test de Mendel Brain. Según mis resultados, tengo bastante más capacidad de responder al estrés que la media. De nuevo, me cuadra: desde pequeño, siento que mi mente tiene cierta facilidad para funcionar con rapidez en mitad del estrés.

Es posible que, precisamente por eso, la primera vez que pisé la redacción de un periódico, con gente corriendo y gritando de aquí para allá para dar lo antes posible la última hora, de inmediato supe que aquel era el lugar en el que quería trabajar. 

Un último rasgo que puede explicar mi oficio viene también contenido en el test, que señala que tengo muchas más empatía que la media. Esto quiere decir que, según mis resultados, genéticamente tengo cierta facilidad para ponerme en los pies de los demás.

Ciertamente, es una parte del oficio periodístico que siempre me ha atraído: contar lo que le pasa a la gente y, por unos instantes, jugar a ser mentalmente los protagonistas de las historias. Pocas cosas me interesan más.

Otros resultados del test no cuadran tanto, pero tampoco me extrañan. Por ejemplo, la prueba me da más tendencia que la media a presentar una inteligencia media, pero menos tendencia que la media a presentar una inteligencia extrema (más de 160 de cociente intelectual).

Vamos, que soy más o menos listo, pero sin pasarnos. Estos resultados vienen a negar lo que siempre me dijeron mis abuelas: que soy el chico más inteligente del mundo. 

El test también me da poca tendencia a fumar, pero mucha a fumar muchos cigarrillos al día. Esto quiere decir que, de haberme enganchado al tabaquismo, hubiese tenido más posibilidades que la media de convertirme en un fumador empedernido. 

Lo cierto es que ha sucedido justo lo contrario. Soy algo menos que un fumador ocasional: apenas lo hago en bodas, bautizos, comuniones y fiestas de guardar. Sin embargo, jamás he sentido la tentación de engancharme. Ni siquiera he experimentado nunca un mono leve. Puedo fumar sin parar una noche y olvidarme del tabaco los siguientes meses o años.

Mi zurdera oculta, mi poca predisposición genética al dulce y mi supuesto lado violento: algunos expedientes X de mi test

En último lugar, mi test también contiene resultados que suponen para mí un verdadero expediente X, misterios difíciles de resolver.

Por ejemplo, el test me da poca predisposición genética al dulce. La verdad es que me encanta el dulce. Tanto es así que, como me recuerda mi madre en cada cumpleaños, la primera palabra que pronuncié fue "bombón". Ni papá, ni mamá, ni cursiladas por el estilo. Porque en la vida es importante manifestar con claridad lo que uno quiere, y cuanto antes se haga, mejor.

Otro rasgo extraño es que el test me da cierta predisposición genética a ser zurdo. No ambidiestro (para lo que, de hecho, tengo menos predisposición que la media), sino zurdo. Es verdad que una de mis abuelas era zurda, pero yo la mano y el pie izquierdos los conservo solo por una cuestión de simetría. Vamos, que no los he usado nunca para nada.

El test me da también cierta predisposición genética a ser violento. La realidad es que presumo de no haberme pegado nunca a nadie. De hecho, en las discotecas soy de los que de inmediato tomo del hombro e invito a una copa a quienes tienden a ponerse nerviosos cuando alguien da un codazo o un pisotón de más. 

¿Existe dentro de mí un David violento que anhela salir? ¿Es esto precisamente lo que ha contribuido a subrayar mi lado más pacífico? Quién sabe.

A lo que sí que no encuentro explicación alguna es a mi predisposición genética para el razonamiento matemático: yo, que cursé el Bachillerato de Humanidades harto de suspender Matemáticas año tras año.

Puede que influyera el no haber tenido a los mejores profesores del mundo, pero también tengo claro que a mí aquel lenguaje plagado de algoritmos, senos y cosenos me parecían una cosa de otro planeta. 

También me extrañó mi predisposición genética a la dislexia. Leía ya con cierta soltura a los 6 años, y los libros siempre han sido mi refugio, unos aliados de incalculable valor para mí. Me gradué en Filología Hispánica (con mención en Literatura) sin el menor problema. 

"Los genes condicionan, pero no determinan": la psicología genética, una disciplina con pecado original

La explicación a todas estas inquietudes es en realidad bien sencilla. Me la da Manuel Pérez-Alonso, catedrático de genética por la Universidad de Valencia: "Los genes nos condicionan, pero no determinan quiénes somos", afirma categórico al otro lado del teléfono. 

Esto quiere decir que tener predisposición genética a la dislexia o a ser zurdo no significa serlo. De igual manera, que yo no tenga predisposición genética a que me guste el dulce no significa que no pueda deleitarme con un buen postre.

Y sí, la predisposición genética a ser violento tampoco significa serlo. Mi supuesto Hullk interior puede seguir durmiendo.

Es un mensaje en el que también insiste Mendel Brain. Por ejemplo, mi test me da una predisposición genética muy por debajo de la media a padecer lo que se conoce como Síndrome de Piernas Inquietas, una afección que genera la incontrolable necesidad de mover las piernas, especialmente durante la tarde y la noche.

A pesar de mi aparente resistencia genética a este síndrome, en la parte de mi test dedicada a explicar estos resultados Mendel Brain recomienda sin ambages: "Si crees que padeces síntomas, ve al médico". 

En general, los profesionales de la empresa recomiendan a sus clientes recibir al menos una sesión de asesoría psicológica para entender de verdad que el test solo indica tendencias, no realidades indiscutibles.

Al fin y al cabo, lo contrario, es decir, pensar que los genes contienen todas y cada una de las claves de lo que es cada persona, conduce a caminos peligrosos como los que recorrieron a principios del siglo XX hombres tan crueles como Josef Mengele, médico de referencia del nazismo. 

Conocido como El ángel de la muerte, Mengele torturó hasta la muerte a infinidad de presos de los campos de concentración nazis en busca de demostrar por ejemplo la existencia del gen de la homosexualidad. En España, sus macabros experimentos encontraron la continuación a través del doctor Juan Antonio Vallejo-Nájera, que vivió obsesionado con la existencia de lo que él llamaba "el gen rojo".

Mendel Brain se encuentra en las antípodas de esto. Aitor García Anaya, CEO de la empresa, huye del determinismo genético como quien se aleja de un mal augurio: "En Mendel Brain todos tenemos muy claro que los resultados del test no bastan para decir quiénes somos. Los genes influyen, pero hay infinidad de condicionantes ambientales y vitales que construyen nuestra personalidad", explica a Business Insider España.

Con todo y con eso, los excesos de hace un siglo frenan los avances de una disciplina, la psicología genética, que todavía tiene mucho camino por recorrer: "Es curioso. Estamos mucho más dispuestos a aceptar que los genes tienen que ver con que tengamos los ojos marrones o azules que a aceptar que también tienen que ver con que nos guste o no nos guste el azúcar", resume Pérez-Alonso.

Y eso que cada vez hay más artículos científicos que sustentan este conocimiento. Todos ellos son también la base sobre la que Mendel Brain quiere construir su proyecto empresarial.

Es por esto que, desde que se fundó en 2018, Mendel Brain ha tardado más de 4 años en lanzar una primera versión de su test. Han empleado este tiempo casi en exclusiva en desarrollar su departamento de I+D, lo que equivale casi a decir que se han dedicado a estudiar toda publicación existente que hable sobre el vínculo entre genética y psicología.

Finalmente, su test vio la luz a finales del año pasado, y es reflejo de lo aprendido durante estos años. Así, la primera versión del test analiza 54 variantes psicológicas. La idea es que en algunos años sean muchas más, explica Diana Abad, directora de investigación y desarrollo de Mendel Brain.

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Abad espera además que en un futuro el test sea capaz de proporcionar datos sobre las posibilidades de sufrir determinados trastornos psicológicos. Se trata de una información que puede ser útil por ejemplo para psicólogos o psiquiatras que estén tratando a un determinado paciente. 

También, piensa, puede que en un futuro el test pueda medir la resistencia genética a determinados medicamentos empleados en el ámbito de la psiquiatría. 

"La mayoría de los compañeros psicólogos con los que hablo me comentan que es un proyecto muy interesante. Nadie siente que nos metamos en su terreno, porque de hecho ven que en un futuro podemos resultar útiles en terapia", explica Abad.

Antes, Mendel Brain aspira sobre todo a ser útil a los usuarios de su test. "Desde que me hice el test y vi que tengo cierta predisposición genética al estrés, entendí algunas de las cosas que me han pasado siempre y me empecé a perdonar un poco más. Desde entonces, procuro evitar ciertas situaciones o tomármelas de otra manera", relata el CEO de Mendel Brain, García Anaya.

Una herramienta con mucho camino por recorrer

Tras probarlo en primera persona, tengo pocas dudas de que los test de psicología genética se generalizarán tarde o temprano, y de que Mendel Brain es una empresa que está bien posicionada para explotar una vez esto ocurra.

No obstante, reconozco por otra parte que su test tiene todavía camino por recorrer. Principalmente, echo de menos algo más de discusión científica. En un ejercicio de transparencia que por otra parte honra a Mendel Brain, en cada una de las variantes psicológicas analizadas hay una referencia al artículo científico en que se basan.

Esto es precisamente lo que indica que hay muchos años de desarrollo por delante. En la mayoría de los rasgos genéticos, solo hay un artículo referenciado. Cualquiera que haya leído más de un artículo científico en su vida sabe que la ciencia rara vez funciona así.

Los papers que aparecen en las revistas científicas más prestigiosas casi nunca son tajantes. Más bien al contrario, están llenos de verbos en condicional y de expresiones que aluden a que se requiere más investigación para poder decir sin lugar a dudas aquello que el propio artículo afirma. Por cada uno que dice una cosa, 3 o 4 aparecen meses o años después diciendo lo contrario. Así avanza la ciencia, así ha avanzado siempre.

En este sentido, creo que a Mendel Brain le falta mucha literatura científica. 

Se trata de una carencia que no solo cabe atribuir a la joven empresa, que por otra parte lleva en funcionamiento apenas algo menos de un lustro. No hay que olvidar que la psicología genética ha sido una disciplina casi olvidada durante muchas décadas. La ciencia tiene mucho camino por recorrer, y Mendel Brain deberá estar ahí para recoger sus hallazgos.

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