Del laboratorio a la startup: así emprenden los científicos españoles

Ilustración sobre mujer científica

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  • Los científicos emprendedores subrayan la importancia de unir el mundo de la ciencia y de las startups mientras reclaman algo más de apoyo del Gobierno.
  • “Abandoné la tesis para crear la compañía. Es una decisión que ha marcado y va a marcar toda mi vida”, explica Rubén Molina, CEO de Innitius.

La capacidad de generar conocimiento es la base de la innovación. Lo primero, en teoría, nace sobre todo en las universidades; lo segundo, supuestamente, en la empresa. Pero la realidad casi nunca es tan sencilla. 

Tras décadas peleadas la una con la otra, cada vez son más las universidades que entienden que el conocimiento en sí mismo no basta para mejorar la sociedad y que buscar una aplicación práctica a sus investigaciones no solo no estorba el conocimiento, sino que lo mejora.

Por otra parte, también son cada vez más las empresas que saben que sin el conocimiento de las expertas y los expertos no son nada. O lo que es lo mismo: que la innovación sin el sustento de una buena teoría no es más que fuegos artificiales, trucos de magia baratos.

En los últimos años, dicen muchos expertos, los hospitales y centros de investigación españoles han demostrado que no tienen mucho que envidiar a la élite en cuanto a patentes y publicaciones en revistas de alto impacto. 

"Aunque tenemos lo más importante, nos enfrentamos a un área de mejora clara, trasladar ese conocimiento a las empresas que cuentan con las capacidades para convertirlo en productos y servicios", subraya Rocío Arroyo, CEO de Amadix.

Dar el salto del laboratorio a la startup no es nada fácil. Sin embargo, sí es cada vez más frecuente. Por ello, Business Insider España ha hablado con algunos científicos e investigadores que ahora encabezan emprendimientos y compañías de éxito. ¿Cómo lo hicieron?

Biotecnología para la detección temprana del cáncer: Amadix

Rocío Arroyo tiene 49 años, es licenciada en farmacia por la Universidad Complutense de Madrid y tiene un MBA por el Instituto de Empresa. Además de su faceta investigadora, es mentora en programas de apoyo a investigadores y emprendedores, así como miembro de la Junta Directiva de AseBio (Asociación Española de Bioempresas), donde coordina el Grupo Nacional de Diagnóstico Molecular y Medicina Personalizada.

Arroyo ha sido galardonada con el premio Nacional de Innovación por el Ministerio de Ciencia (2022) y el premio Mujer Innovadora UE (2022). Actualmente es CEO de Amadix, una empresa biotecnológica dedicada a la detección temprana del cáncer a través de un análisis de sangre.

Según explica a Business Insider España, su trayectoria profesional ha estado desde el principio orientada a la prevención del cáncer a través de la innovación. Ahora, en Amadix trabajan en medicina de precisión para detectar en un análisis de sangre las señales moleculares del cáncer de colon, páncreas y pulmón antes de que aparezcan los primeros síntomas de la enfermedad. "Queremos adelantarnos al tumor para alargar la vida de los pacientes”.

"Especialmente en salud, los investigadores son los primeros que quieren ver cómo sus avances científicos llegan finalmente a trasladarse a los pacientes. Por ello la transferencia de tecnología se incentiva cada vez más desde las oficinas de transferencia de nuestros hospitales y centros de investigación”. 

De hecho, como indica la emprendedora, en los últimos años se han puesto en marcha varios programas de formación dirigidos a científicos que quieren emprender y adquirir capacidades de dirección y gestión de empresas basadas en las tecnologías que ellos mismos desarrollan, para conseguir que finalmente lleguen al mercado.

Para la CEO de Amadix, una de las claves para conseguir que la investigación y los avances lleguen al paciente es “reforzar y profesionalizar las oficinas de transferencia de tecnología de los hospitales y centros de investigación, dotándolas de recursos humanos suficientes para dar apoyo y herramientas a los investigadores”.

"Sería muy positivo incentivar y dar más peso en la carrera académica a los resultados aplicados, incluyendo los retornos económicos para el investigador. Establecer desde el centro de investigación un sistema de incentivos para la cooperación entre las empresas y los grupos de investigación”, añade la emprendedora.

Profesor

Dispositivo médico para diagnóstico de parto prematuro: Innitius

Rubén Molina tiene 30 años, natural de Martos, Jaén. Estudió Ingeniería de Edificación y Máster en Ingeniería de Estructuras en la Universidad de Granada, donde empezó la tesis doctoral sobre el dispositivo que dio lugar a su emprendimiento.

“La tesis no la terminé, la abandoné para crear la compañía. Es una decisión que ha marcado y va a marcar toda mi vida, aunque no puedo estar más seguro de haber hecho lo correcto”, explica Molina.

“Desde que creamos Innitius y abandoné la universidad, mi trabajo se ha basado en generar valor clínico y comercial a partir de nuestra base científica, además, por supuesto, de conseguir fondos para que podamos seguir creciendo y avanzando”.

Con Innitius, Molina desarrolla un dispositivo médico para diagnóstico de parto prematuro. Consiste en una parte de hardware que mide la consistencia del tejido del cuello de útero de la paciente embarazada, y una parte de software, que combina ese parámetro mecánico con otras variables del historial clínico de la paciente para dar el diagnóstico.

Como añade el emprendedor andaluz, “el parto pretérmino es la primera patología que vamos a abordar, pero podemos y vamos a aplicar la tecnología a otros campos como inducción al parto, fertilización in vitro, etc”.

Para Rubén Molina es importante destacar que un excepcional científico no tiene por qué ser necesariamente un excepcional emprendedor. “Siempre digo que cada uno tiene que focalizar su trabajo en lo que de verdad aporta valor”.

Sobre la transferencia del conocimiento en España, el emprendedor tiene una impresión bastante positiva, aunque afirma que “haría más hincapié en analizar y potenciar no solo la propiedad industrial, sino también la necesidad a cubrir y si esa tecnología o ciencia puede hacer un impacto real en la sociedad”. 

Ha habido un cambio muy drástico en cuanto a soporte por parte de las instituciones públicas. Ya sean universidades, sistemas sanitarios o gobiernos regionales. Se está apostando por el emprendimiento y se está invirtiendo mucho en provocarlo desde las universidades y centros de investigación, además de ayudar a las startups en sus estadios iniciales”.

Ilustración sobre asignaturas y educación

 Empresa y ciencia, mundos cada vez más cercanos

Una impresión parecida tiene Eva Martín Becerra, una bióloga que en su día soñó con llevar una carrera más o menos canónica en el ámbito de las ciencias de la salud pero que, tras toparse con las barreras con que encuentran todos los investigadores en España, viró hacia un mundo que la terminó fascinando aún más: el de conectar ciencia y empresa,

"No hay color con respecto a lo que pasaba hace 10 o 15 años. Aún falta camino por recorrer en cuanto a apoyo de las instituciones y supresión de trabas burocráticas, pero se ha producido un cambio de mentalidad".

Hace años, relata, conceptos como spin-off, que aluden en el mundo de las startups y la investigación a los proyectos que nacen de otros proyectos hasta el punto de tomar entidad propia, ni se contemplaban. 

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Hoy, explica la CEO y fundadoras de Kinrel, empresa especializada en la transferencia tecnológica, hay universidades que se animan incluso a entrar en el accionariado de empresas surgidas como spin-off de sus propios proyectos de investigación. No quedan lejos los tiempos en que esto era poco menos que una herejía.

Es una unión que ha caído por su propio peso, resume la emprendedora e investigadora: "Si lo piensas bien, dirigir un proyecto científico no es tan distinto de dirigir una empresa. Al final, a partir de cierto nivel, los científicos tocan cada vez menos el laboratorio y andan más pendientes de cuestiones como el presupuesto de su investigación".

Martín Becerra subraya esto justamente en los cursos que imparte a jóvenes investigadores: "Les enseño a pensar en cosas que hasta que no salen de la universidad no preocupan como qué quieren desarrollar, si eso tiene salida comercial, cómo quieren venderlo, a qué público... Muchos me dicen que pensaban que iba a ser un rollo pero que al final se han divertido".

No obstante, si hay alguien que ha sido testigo en los últimos años de cómo ha cambiado la relación entre ciencia y startups ese es Manuel Pérez, presidente de la Asociación Española de Emprendedores Científicos.

No contento con haber alcanzado el rango de catedrático de Genética en la Universidad de Valencia, Pérez ha encontrado tiempo además para ejercer como jefe de la revista Genética Médica News y para trabajar de un modo más o menos estrecho en más de una decena de proyectos empresariales. El primero de ellos data de 1998, cuando en España ni se contemplaba la palabra startup.

"Muchos investigadores en España somos funcionarios, lo que quiere decir que nuestro sueldo lo paga la gente. Por eso, forma parte de mi responsabilidad asegurarme de que lo que hago no se queda en las revistas científicas, sino que llega a la sociedad. Los libros son geniales, pero no curan enfermedades, eso se consigue con productos diagnósticos y medicinas", expone Pérez.

 

Para él, la colaboración entre empresa y ciencia no es simplemente una cuestión de crear sinergias, no es algo opcional: una da sentido a la otra y viceversa.

"Empecé a fundar empresas porque hay un punto en que la universidad no puede ir más lejos dado que su misión es crear conocimiento, no venderlo. Muchas veces, la única manera de lograrlo es crear una empresa, transferir conocimientos y que sea ella la que explote la idea comercialmente", relata Pérez.

Fue lo que ocurrió, por ejemplo, con la primera empresa que cofundó Pérez, Sistemas Genómicos, una biotecnológica que ha crecido notablemente en sus más de 20 años de vida y que hoy forma parte de la alemana Synalab Group. 

La idea de Pérez cuando ayudó a crearla, sin embargo, no era tanto crear una empresa exitosa como tener algo que le permitiera llevar más allá la tecnología de diagnóstico de enfermedades apoyado en análisis de ADN que estaba investigando por aquel entonces. 

Lo logró. Sistemas Genómicos cuenta a día de hoy, entre otras muchas herramientas de análisis genético, hasta con kits de autoanálisis (para los cuales hay que contar con laboratorio propio).

"Gracias a Sistemas Genómicos pudimos secuenciar los primeros genomas en el mundo y presentar los resultados en Nature. Investigar da la oportunidad de conocer la tecnología en profundidad, pero las empresas punteras en tecnología dan el espacio para ir más allá. Por eso, ya no está tan mal visto que un científico quiera además emprender", cuenta Pérez.

El catedrático no echa de menos más dinero, aunque sí más pasos al frente tanto de la universidad como de los fondos de inversión.

"Por una parte, creo que hay que seguir caminando en la cultura de no quedarnos solo en las publicaciones científicas. Por otro, los fondos tienen que entender que una buena investigación es un proyecto a medio y largo plazo. Aún me encuentro a muchos que, sin tener demasiado idea, quieren invertir y sacar rendimiento demasiado rápido".

Mientras empresarios y científicos aprenden a hablar el mismo idioma, Pérez reclama más apoyo por parte del Gobierno.

"Todos, los de un lado y los de otro, nos han dado más o menos la espalda. A los congresos anuales de científicos emprendedores los asistentes y ponentes vienen pagándoselo de su bolsillo. Cuando de verdad nos ayuden, algo que creo que ocurrirá, cambiaremos de verdad la tendencia".

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