Por qué la inteligencia artificial mejorará el periodismo

Mathias Döpfner, presidente y CEO de Axel Springer.
Mathias Döpfner, presidente y CEO de Axel Springer.

Axel Springer

  • Que la inteligencia artificial generativa nos potencie y fortalezca a los periodistas o nos convierta en elementos superfluos depende únicamente de si sacamos las conclusiones correctas de los avances tecnológicos y las oportunidades que tenemos delante. 
  • El cambio de época que supone la IA generativa es una oportunidad histórica. Para la sociedad y para el periodismo. Si lo hacemos bien, el periodismo resurgirá como un ave fénix. Si defendemos las viejas estructuras, pronto sólo quedarán cenizas.
  • Estás leyendo una columna de opinión. Los pensamientos expresados aquí corresponden únicamente a su autor.
Opinión

La digitalización se ha materializado para mí en tres momentos clave. En 1995, utilicé por primera vez la página web de un periódico —creo que era el Taz— y enseguida lo tuve claro: el periódico tal y como lo conocíamos era un modelo caduco. ¿Qué sentido tienen los cierres en los periódicos, las imprentas, el transporte en camiones? Era evidente: la idea del periódico debía emanciparse del papel. 

En 2007, tuve un iPhone por primera vez en mi mano y pensé: este será el dispositivo de lectura del futuro. Tan móvil como un periódico, sólo que mucho más práctico. Sin dedos negros, escrito en cualquier tamaño, sin desperdicio de papel. Y además: de aquí surge el futuro de las suscripciones digitales, así que esto puede volver a ser un negocio viable.

Luego, a finales de 2022, ChatGPT. Tecleé las primeras preguntas, leí las respuestas y lo tuve claro: la mayor parte de lo que hemos hecho en periodismo en las últimas décadas lo harán estas máquinas en el futuro. Eso nos hará redundantes o mejores. Lo que realmente importa ahora vuelve a estar en el punto de mira: las noticias, en alemán antiguo: die Zeitung

La inteligencia artificial generativa (IA) es la mayor revolución desde la invención de internet. Desarrollos como Bard (Google) o ChatGPT (OpenAI/ Microsoft) se antojan una ola tecnológica monstruosa que, o bien arrasa a los editores y los destruye, o bien fortalece el periodismo y lo eleva a un nivel completamente nuevo. Un nuevo nivel de calidad, relevancia y atractivo comercial. O la ruina. 

Es todo o nada. 

Las grandes innovaciones tecnológicas suelen desencadenar olas aún mayores de pesimismo cultural. Cuando se inventó el ferrocarril, la gente temía que el alma se quedara en el camino. Cuando se inventó el automóvil, el emperador alemán siguió confiando en el caballo. Cuando las fotografías pudieron imprimirse, algunos temieron por el futuro de la palabra escrita. Cuando los ordenadores entraron en las redacciones, muchos periodistas estaban seguros de que la calidad de los textos se resentiría. Serían capaces de corregir más rápidamente y, por tanto, de redactar de forma más descuidada y superficial. 

Lo mismo ocurre ahora: la IA ha provocado un verdadero pánico. En Hollywood, actores y guionistas están en huelga porque temen ser sustituidos por la IA. Y también en algunas redacciones hay más escepticismo ante el progreso y se quiere frenar las innovaciones. Pero eso nunca funciona. Y siempre ha sido la señal más segura hacia la ruina. La mirada burlona ante los resultados banales, ridículos o simplemente erróneos de los bots evidencia tanto la pérdida de realidad y la inseguridad como la desafiante seguridad en uno mismo: los humanos siempre lo haremos mejor. No lo haremos. 

ChatGPT o Bard son contestadores automáticos. Tienen respuestas impresionantemente inteligentes para casi todo. Por supuesto, la información proporcionada debe ser ante todo veraz. Y sigue siendo tarea de los periodistas señalar dónde intervienen las máquinas y cuándo se equivocan. Pero los algoritmos aprenden rápido. Y cada usuario mejora su calidad. Sus escasos errores son fenómenos transitorios. Pronto, las máquinas de todo el mundo contestarán basándose en datos en tiempo real, en formatos de texto, audio y vídeo. Estos nuevos contestadores tienen el potencial de crear o destruir no sólo los motores de búsqueda, sino los medios de comunicación tal como los conocemos. ¿Por qué seguir leyendo un periódico o una aplicación cuando los contestadores automáticos te ofrecen al instante lo que quieres saber? Toda la información disponible es agregada por los llamados "grandes modelos lingüísticos" en fracciones de segundo y procesada según las necesidades. 

Así que lo que importa a los periodistas en el futuro es la información que aún no está disponible. Los ganadores serán quienes se dedican a destapar lo que no debería salir a la luz. Serán quienes ven lo que nadie ha visto todavía. La competición para conseguir exactamente eso, que siempre ha sido la esencia del periodismo, está abierta de nuevo. 

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Que la IA generativa nos potencie y fortalezca a los periodistas o nos convierta en elementos superfluos depende únicamente de si sacamos las conclusiones correctas de los avances tecnológicos y las oportunidades. 

Una cosa está clara: tenemos que entender, abrazar y dar forma a las oportunidades de la inteligencia artificial en lugar de dejarlo sólo en manos de las plataformas. La actitud criticona y escéptica respecto al progreso y la tecnología como primera reacción refleja es errónea.

Pero debemos ser realistas: si no garantizamos al mismo tiempo y rápidamente un marco jurídico seguro que ofrezca a los creadores de propiedad intelectual una compensación justa, no habrá modelo de negocio. Y, sin modelo de negocio, no hay competencia. Y, sin competencia, no hay independencia ni calidad. 

No obstante, me gustaría centrarme exclusivamente en las oportunidades. 

Nadie sabe exactamente cómo evolucionarán las cosas, cómo cambiarán los hábitos y los productos. Probablemente pronto habrá redactores jefe basados en IA como avatares y presentadores de vídeo como bots. Lo que es evidente es que la IA apoyará muchos elementos de los procesos editoriales tradicionales y los sustituirá paso a paso. La agregación de textos, es decir, la recopilación de la información existente, la comprobación de hechos, la corrección de errores ortográficos, la traducción, la maquetación, la selección de imágenes, la edición de textos y la producción en el sentido clásico: todo esto lo harán las máquinas en perspectiva, y antes de lo que se piensa. Si tratamos de bloquear este desarrollo para proteger los puestos de trabajo, estaremos cabalgando un caballo muerto y nos estaremos llevando a nosotros mismos, la industria de los medios de comunicación, a la ruina. 

Los resultados deportivos, electorales, las cotizaciones bursátiles o los datos del mercado laboral, por ejemplo, ya se crean y analizan automáticamente de forma excelente. Pronto la IA se implantará más profundamente en nuestros procesos. Hace unos meses, ya construimos un periódico impreso mediante IA sin necesidad de recurrir al inventario de artículos digitales. De digital a impreso en cuestión de minutos. Esto puede ayudar a producir periódicos y revistas de forma rentable durante algo más de tiempo que sin IA. 

Pero estas mejoras en la eficiencia pueden ayudar sobre todo a afinar los verdaderos factores de venta exclusivos de las marcas periodísticas digitales. No se trata de abaratar nuestra oferta, sino de mejorarla. Tenemos que reasignar los recursos financieros. O mejor: invertir dinero en contenido. 

Todo lo que tiene que ver con la agregación y la producción de contenidos será sustituido gradualmente por la IA. Todo lo que tenga que ver con la creación de contenidos originales seguirá siendo dominio de los periodistas. 

Cuando casi todo cambia, siempre es especialmente importante definir lo que con toda probabilidad no cambiará, es decir, aquello en lo que hay que seguir centrándose en el futuro. Yo veo tres cosas por encima de todo: 

Una buena historia sigue siendo una buena historia. El resultado de una investigación o las observaciones de un reportero no pierden relevancia o interés porque no se lean en papel, sino en la pantalla de un smartphone. Una buena historia no empeora porque hayas utilizado ChatGPT al investigar o comprobar hechos históricos. El poder de una buena historia reside en su relevancia, su intensidad emocional, su naturaleza entretenida y la tensión que crea. 

Lo que nos lleva al segundo criterio de calidad atemporal: una buena historia debe estar bien contada. Por muy importante y conmovedora que sea la esencia de una historia, si no está bien contada —es decir, de manera viva, concreta y reflexionada en términos del lenguaje dramático—, aburrirá. El lenguaje es la herramienta decisiva. Quienes aman el lenguaje, lo manejan con pasión y cuidado, lo tratan con respeto y, sin embargo, lo desafían siempre de forma lúdica, tienen una ventaja competitiva eterna. Exagerando, se podría recurrir a la anécdota del matrimonio de ancianos en la cafetería: los dos están sentados en la mesa, bebiendo un licor, y cada pocos minutos uno de ellos dice un número en voz alta, con lo que ambos estallan en carcajadas. En un momento dado, un joven se une a ellos y les pregunta amablemente qué están haciendo. Es muy sencillo, le explican. Nos conocemos desde hace décadas, vamos al café todos los domingos y siempre nos contamos los mismos chistes. En algún momento empezamos a dar un número a cada chiste en lugar de repetirlo tediosamente. Ya veo, dice el joven, y sigue observándolos a los dos. 26. risas. 35. carcajadas sonoras. En algún momento el observador se anima y lo intenta a su vez: 17. Nadie se ríe. Silencio sepulcral. ¿No fue gracioso el chiste? Lo era, dice la mujer, pero hay que saber contarlo bien. 

Lo que nos lleva a la tercera regla. Reír en lugar de aburrir. Una buena historia no sólo debe conmover a sus lectores, entristecerlos o hacerlos reflexionar, debe entretenerlos lo más a menudo posible. No hay vínculo mejor y más profundo entre un texto o una película y la risa del lector o espectador. 

La IA no puede hacer todo eso por sí sola, pero puede ayudar en casi todo. Y, cuando se trata de definir los límites de la IA en el proceso, debemos desconfiar de las certezas precipitadas. Yo, por ejemplo, he tenido que corregir paradigmas desafiantes de este tipo con demasiada frecuencia en los últimos años. Algunos ejemplos: 

¿La IA no tiene sentimientos? No es cierto. En todo caso, hace tiempo que la IA es capaz de simular sentimientos bastante bien e incluso en situaciones concretas. Y, en cuanto a la autenticidad, por favor, no seamos arrogantes: los sentimientos a veces son simulados tan mecánicamente por los humanos como por las máquinas. 

¿La IA no tiene creatividad? No es cierto. Cualquiera que haya tratado con música hecha por máquinas y poemas o imágenes creados algorítmicamente confirmará lo contrario. Algunos de los resultados siguen siendo chapuceros, pero otros ya son increíblemente inspiradores. 

Y por último: ¿la IA no tiene sentido del humor? Tampoco es cierto. Incluso en la más recóndita esfera de los matices y la ironía, los "grandes modelos lingüísticos" debidamente entrenados pueden estar a la altura ocasionalmente. Ya sea en forma de texto o de voz, la conversación con el bot no sólo ofrece acceso a un fondo inagotable de chistes, sino también a muchos chascarrillos espontáneos. 

Así que, en lugar de enfrentar al buen humano con una mala máquina, sería más sensato utilizar la IA para mejorar el periodismo humano. El bot como proveedor de servicios. Como asistente de los periodistas haciéndonos más rápidos y mejores en el pensamiento creativo, en el desarrollo de temas y formas de presentación originales y relevantes, en artículos de opinión inconformistas y análisis inteligentes, en reportajes basados en experiencias reales. Ya se trate de conocimientos especializados transmitidos de forma comprensible, de entretenimiento o de experiencias en directo: la IA está en todas partes y permite centrarse en lo esencial. 

Lo más importante sigue siendo el periodismo de investigación: la investigación exhaustiva durante días, semanas y meses que saca a la luz nuevos hechos y perspectivas. Aunque la IA hace más eficientes los aspectos materiales y cuantitativos de la profesión, puede ayudar a centrarse en la esencia intelectual intangible y sustantiva del periodismo. 

Son buenas noticias para cualquier periodista apasionado. La creación de contenidos exclusivos es cada vez más crucial para el éxito de los editores. Y esto se traduce en términos concretos: los primeros en la jerarquía de un medio de comunicación son, por tanto, los autores. 

Esta evolución exige una redistribución fundamental de los recursos y del dinero. Un cambio de la producción a la creación. El talento intelectual, creativo y periodístico es, una vez más, el factor de éxito más importante de una empresa de medios. Esto se ha olvidado aquí y allá, pero siempre ha sido así. 

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La novedad es una mayor atención a la tecnología. La tecnología no es un elemento secundario de nuestro negocio. Forma parte del núcleo. Los editores sólo conseguirán sus objetivos con los mejores desarrolladores de tecnología y productos y los expertos en inteligencia artificial más experimentados. Los técnicos deben estar a la altura de los editores. Deben ser una pieza temprana e integral de cualquier forma de desarrollo de productos. 

Y algo más cambiará: el cociente intelectual será menos importante, el cociente emocional lo será más. 

Mientras que la cantidad de conocimientos ha crecido exponencialmente en las últimas décadas, la tecnología digital nos ha ayudado a acceder y procesar cantidades cada vez mayores y más difíciles de manejar. Nos hemos acostumbrado a externalizar gran parte de nuestros conocimientos. Ya no necesitamos tenerlo todo al alcance de la mano. Los recuerdos ampliados de nuestra memoria se llaman Google o Wikipedia. ¿Por qué memorizarlo todo cuando puedes buscarlo y encontrarlo rápidamente? 

Esta tendencia será reforzada, acelerada y ampliada por la IA generativa. Incluso las conclusiones del conocimiento acumulado pueden delegarse con éxito hasta cierto punto. ¿Por qué analizarlo uno mismo cuando ChatGPT puede hacerlo más rápido y mejor? Pero, si las máquinas se hacen cargo cada vez con más frecuencia y éxito de las funciones que definen parte de nuestro cociente intelectual —por ejemplo, la capacidad de análisis—, la sabiduría pura del cociente intelectual de una persona será cada vez menos una ventaja competitiva. Porque cualquiera puede hacer uso de ella. El cociente intelectual se podrá comprar en el futuro. 

No ocurre lo mismo con lo que llamamos inteligencia emocional, inteligencia social, intuición y creatividad. La inteligencia emocional es cada vez más importante. Cuanto más precisas se vuelven las máquinas perfectas, más relevante se vuelve el carisma del ser humano imperfecto. El liderazgo emocional y la motivación, la creatividad intuitiva y el trabajo en red marcan la diferencia. Aquí es donde sobresaldrá la inteligencia humana. Aquí es donde surgirán las ventajas competitivas y la creación de valor del futuro. Esto se aplica tanto a la investigación y la ciencia como al arte y la cultura, al espíritu empresarial en general y al periodismo en particular. 

El cambio de época que supone la IA generativa es una oportunidad histórica. Para la sociedad y para el periodismo. Si lo hacemos bien, el periodismo resurgirá de sus cenizas como el ave fénix. Si defendemos las viejas estructuras, pronto sólo quedarán cenizas. 

Si lo hacemos bien, las máquinas estarán al servicio de las personas. No las personas al servicio de las máquinas. 

Lo ideal sería que las empresas editoriales volvieran a su esencia en cuanto a los contenidos. La transformación de la industria de la música tiende a repetirse en el periodismo: el producto, primero un disco, luego un CD, finalmente un chip; aquí primero el papel, luego una pantalla, luego un chip y por último tu propia retina, es decir, el soporte, se hace cada vez más pequeño, cada vez menos importante, finalmente invisible. Gracias a la digitalización y a la IA, el periódico y su producción se desmaterializan. 

En definitiva: puro contenido. La noticia. En alemán antiguo: die Zeitung. La inteligencia artificial promueve entonces algo así como el renacimiento de la idea original del periodismo. O el renacimiento de los periódicos. 

Mathias Döpfner es presidente del consejo de administración de Axel Springer, editora de Business Insider. Este artículo ha sido publicado en Welt am Sonntag, propiedad de Axel Springer.

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