Me despidieron tras 25 años ascendiendo en el sector de los seguros, y fue lo mejor que me pudo pasar

Melissa Drake
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La autora fue despedida al cabo de 25 años.
La autora fue despedida al cabo de 25 años.Nadia_Bormotova/Getty Images
  • Tenía 20 años cuando empecé a trabajar en el sector de los seguros.
  • Veinticinco años más tarde, era directora bajo las órdenes del CEO cuando se suprimió mi puesto.
  • La pérdida de mi empleo fue una bendición porque me permitió perseguir mis sueños. 

Crecí en Des Moines (Iowa, Estados Unidos) centro mundial de las aseguradoras, con una madre que trabajaba en seguros, así que no es de extrañar que mi carrera empezara en ese sector.

Impaciente por empezar a trabajar como agente de seguros, dejé la universidad para mejorar mi salario con la venta al por menor, y disfrutar de las prestaciones que me ofrecían en la empresa. Era 1990, época de empresas paternalistas que daban al trabajador mucha cobertura en planes de pensión privados, inversiones para planes de pensiones, participación en los beneficios y casi cualquier otra ventaja que te pudieras imaginar. Agradecí la oportunidad y me entusiasmó ver hasta dónde podía llegar en mi primer puesto.

Inmediatamente, me fijé objetivos: duplicar mi salario en cinco años, triplicarlo en diez y cuadruplicarlo en quince. A medida que avanzaba en los distintos puestos, iba superando esos objetivos. Como solo cambié de empresa dos veces, era una empleada leal que evolucionó gracias a compras, fusiones y adquisiciones. Muchos de mis ascensos fueron a puestos de nueva creación, adaptados a mis aptitudes específicas, que crecían en torno a la comunicación, el marketing, el análisis empresarial y el servicio al cliente.

Pero todo cambió cuando de repente se eliminó mi puesto.

Disfruté de la mayor parte de mi carrera, y se me daba bastante bien

Por glorioso que fuera tener un empleador con las mejores prestaciones del mercado, a veces me sentía asfixiada y enjaulada. La burocracia, el papeleo y el politiqueo interno eran un reto constante para mí.

Recuerdo una conversación con mi mejor amiga Sue, que trabajó conmigo en las tres empresas, en la que me sugería que me lanzara a la aventura y me convirtiera en empresaria. Me quedé boquiabierta. No podía renunciar a las ventajas, el prestigio y el sueldo fijo. Ni siquiera podía plantearme semejante paso, sobre todo siendo madre soltera, así que decidí aprovechar al máximo mis días en la oficina.

En 2012, mi hijo de 16 años y yo, viajamos a Los Ángeles. Mi hijo dijo que quería vivir en California a los pocos días de nuestra llegada. "De ninguna manera viviría aquí", respondí. Me sentía cómoda en mi trabajo y tenía una casa que me encantaba. No podía imaginarme dejando mi "nido". Además, California me parecía agotadora.

Pero, sinceramente, al margen del trabajo, estaba muy deprimida por aquel entonces, y de luto por la muerte de mis padres, sin energía para explorar nada nuevo.

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He tenido que retarme a mí misma para poder encontrar la felicidad

Un par de años después de nuestro viaje a California, mi hijo se fue a estudiar fuera del estado. Dos enfermedades crónicas concurrentes amplificaron el vacío de mi nido vacío. No tuve más remedio que empezar a cuidarme mejor y crear una vida fuera del trabajo y la maternidad. Me uní a Facebook y amplié mi círculo de confianza. Empecé a bailar con un grupo de madres de nidos vacíos, empecé a vivir y a hacer cosas que me hacían feliz.

Justo cuando estaba cogiendo ritmo, cuidando de mi salud, y recuperándome del episodio depresivo más acuciante y prolongado que me llevó a la cama nada menos que siete años, me despidieron de mi puesto en la empresa como directora bajo las órdenes del CEO.

Aunque la noticia me sacudió, no me preocupó. No tenía ni idea de lo que iba a hacer, pero sabía que mi tiempo en el sector de los seguros había expirado.

Perder mi trabajo se sintió como el permiso para ir tras mi destino

Como alguien que casi siempre ha lidiado con la salud mental, quería escribir para concienciar y normalizar las conversaciones en torno a la depresión, la ansiedad y las transiciones más duras de la vida, como las enfermedades crónicas, el divorcio, ser madre soltera, la muerte de seres queridos y los sucesos traumáticos, en los cuales he tenido experiencia directa. La pérdida de empleo era una nueva transición que podía añadir a mi cinturón de herramientas. 

Mi destino no se limitaba a una nueva carrera, sino a una forma de vida totalmente nueva. Sin la comodidad de un trabajo estable, un hogar seguro y prestaciones en abundancia, California se convirtió en el lugar donde de repente me sentía más viva, más conectada y más impulsada a seguir persiguiendo mis sueños. 

Sin la inesperada pérdida de trabajo y el gran codazo del universo, no creo que nunca hubiera salido del mundo empresarial en el que crecí. Afortunadamente, las habilidades y la licenciatura que obtuve eran transferibles, y el espíritu empresarial me dio la libertad y la flexibilidad que mi amiga Sue me aconsejó emplear. Además, la mudanza acabó siendo lo mejor para mi familia.

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