Los motivos por los que EEUU no logrará nada en la guerra comercial de Trump en el automóvil, incluso aunque gane

El Presidente Donald Trump sentado en un camión.
El Presidente Donald Trump sentado en un camión.White House/Benjamin Applebaum
  • Trump ha llevado a la industria del automóvil a una guerra comercial que nadie quiere.
  • En el pasado, Detroit ha estado dispuesta a tratar con Trump, pero ahora se encuentra en una posición incómoda.
  • El mejor resultado podría ser que Trump gnara su guerra comercial y deckarara la victoria, mientras que esencialmente nada cambiará en el sector.

Unos meses después de que Donald Trump fuera elegido presidente en 2016, en el siguiente Salón de Detroit, las reacciones en la industria del automóvil eran palpables. 

Los tres grandes fabricantes norteamericanos, Ford, GM y FCA, estaban encantados, pero las marcas extranjeras estaban confundidas.

En poco tiempo, los fabricantes de automóviles de Detroit lanzaron un esfuerzo para obtener estándares de consumo más asequibles, que los establecidos por la EPA —Ministerio de Medio Ambiente de EEUU— de finales de la era Obama. Estos fueron revisados con el objetivo de mantener altas las ventas de los pick-up y los SUV. En ese caso, Detroit obtuvo una victoria rápida.

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En cuanto al recorte del impuesto a las empresas, que según la industria compensaría cualquier tipo de impuesto fronterizo sobre los vehículos fabricados en México y las piezas que General Motors, Ford y Fiat Chrysler Automobiles necesitaban importar. Detroit también logró lo que quería. Trump estaba básicamente en el saco. Pero entonces llegó la guerra comercial.

La guerra comercial que Trump siempre quiso

El presidente Donald Trump arroja su carpeta sobre la mesa antes del comienzo de una reunión con los líderes del automóvil.
El presidente Donald Trump arroja su carpeta sobre la mesa antes del comienzo de una reunión con los líderes del automóvil.Associated Press/Pablo Martinez Monsivais

El presidente obviamente ha querido una guerra comercial todo el tiempo, no porque tuviera un propósito económico válido, sino porque no había habido un conflicto comercial importante entre los EEUU y sus socios desde Japón en la década de 1980. Entonces, Trump se giró a lo que ahora puede ser llamado su objetivo principal. No hay que subestimar el entusiasmo de Trump.


La industria del automóvil era mucho más importante en aquel entonces e, irónicamente, la disputa llevó a las compañías japonesas de automóviles a establecerse en el sur de los Estados Unidos, empleando a un gran número de estadounidenses y otorgando a los republicanos prosperidad económica en Alabama, Tennessee y Carolina del Sur. Se hubiera podido luchar contra ello, si entonces los fabricantes des EEUU hubieran tratado de expandirse también o los conductores se hubieran negado a comprar de coches de Hondas o Nissan fabricados localmente.
        
Detroit mantuvo un perfil bajo con Trump en 2017 y aceptó que el presidente atacaría periódicamente, mientras también elogiaba a la industria, especialmente cuando anunciaba contratación o inversiones en los EEUU. Así se puso frenó a la expansión de las operaciones en México.

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El Departamento de Comercio de EEUU ahora ha abierto una investigación, supuestamente para determinar si los vehículos importados por los EEUU representan una amenaza de seguridad nacional (¡Cuidado con los BMW alemanes!), pero en realidad esto aviva el drama y pone a Detroit en una posición incómoda al tener que construir más fábricas o al menos contratar más trabajadores estadounidenses. O más exactamente, basta con que digan que harán estas cosas para que Trump pueda obtener votos en el campo de batalla de los estados del medio oeste, donde se concentran los tres grandes.

En general, la industria del automóvil ha criticado el movimiento, insistiendo correctamente en que será malo para los negocios y malo para los consumidores.

La UAW —el sindicato de los trabajadores del automóvil en EEUU—, sintiendo que Detroit puede terminar echando dinero al problema haciendo algunas contrataciones marginales, ha hecho declaraciones positivas sobre la investigación.

El mercado del automóvil en EEUU no tiene espacio para crecer

Fábrica de pick-up en EEUU.
Fábrica de pick-up en EEUU.Ford

Podría decirse que el el objetivo final de la guerra comercial es que como pasó a principios de la década de 1980, los fabricantes de automóviles alemanes, japoneses y tal vez chinos decidan mover más producción a los Estados Unidos, como lo han hecho en el pasado. BMW, por ejemplo, fabrica SUV en Carolina del Sur. Y a los estadounidenses les gustan los SUV de BMW, así que tiene sentido.

El problema es que aunque algunas marcas extranjeras, como Volvo, que es propiedad de China, han seguido ese guión y han construido una planta en EEUU, pocas más habrá que quieran hacerlo porque el mercado del automóvil estadounidense ha estado en niveles de ventas máximos durante tres años seguidos. Esto no aconseja invertir en más capacidad de fabricación de EEUU puesto que es posible que haya un descenso de las ventas. 

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¿Y qué tal exportar vehículos? Es evidente que no es lógico que, por ejemplo, Toyota fabrique coches en EEUU y los envíe desde allí a otro lugar. Y en lo que respecta a Detroit, los tres grandes quieren  fabricar en sus mercados locales, y el mercado en el que todos tienen puestos los ojos es China, donde estará todo el crecimiento significativo en el futuro.

Lo difícil de esta disputa es que, a diferencia de los ataques anteriores de Trump a la industria del automóvil, la situación puede verse solo de blanco y negro. Cuando Trump exigía inversiones y contrataciones de los tres grandes, podía ver sus movimientos y llamarlos a capítulo, pero dada la realidad del mercado en los EEUU, Trump no logró un pico de producción o de empleos al mismo tiempo en esta industria.

La guerra comercial de poses y gestos

El secretario de Comercio Wilbur Ross.
El secretario de Comercio Wilbur Ross.Joe Raedle/Getty Images

El frente automovilístico de la guerra comercial encaja en la teatralidad de Trump porque un votante que no sabe nada sobre el negocio automovilístico o la Unión Europea o los mercados japoneses o chinos podría creer que los fuertes aranceles sobre los vehículos importados podrían conducir de alguna manera a mejorar las condiciones en los Estados Unidos con acceso a nuevos clientes. La UE podría, por ejemplo, reducir su arancel del 10% a los automóviles fabricados en EEUU, y América gana.

Excepto que los fabricantes de automóviles estadounidenses han estado luchando con un mercado europeo desafiante durante más de una década; GM acaba de vender su división Opel a Peugeot después de 15 años de pérdidas. El mercado de vehículos en Europa —coches pequeños y muchos diésel—  es completamente diferente de la que construye Detroit. La producción en EEUU también se está polarizando hacia los grandes coches familiares y camionetas y SUV. Los automóviles que les gustan a los europeos tienden a tener márgenes de beneficio cortos o inexistentes.

El único argumento posible a favor de proteger el coche estadounidense ante la competencia extranjera es que el arancel del 25% que se aplicaba a los automóviles de lujo alemanes podría hacer que los estadounidenses compraran Cadillacs en su lugar. Excepto por un detalle: esas marcas de lujo alemanas son tan populares entre los conductores acomodados que probablemente pagarán la diferencia.

Detroit no puede ganar porque Trump tiene que

Los picos de ventas de automóviles en EEUU.
Los picos de ventas de automóviles en EEUU.Business Insider

Detroit está en una posición bastante incómoda aquí. No puede hacer nada para apoyar una guerra comercial de Trump porque dada la naturaleza global de las cadenas de suministro de la industria, las tarifas adicionales de los EEUU siempre serán malas para el negocio. Las contrataciones y la expansión de la capacidad de fabricar no se van a dar. Pero Trump quiere una victoria, y no le importa si perjudica a la industria, en general. Él siempre podrá decir que consiguió lo que estaba buscando y recortará los impuestos. 

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Cuanto más pienso en ello, más creo que Trump hará todo lo que tenga que hacer para ganar su guerra comercial, ahora que comenzó. Así que qué pasaría si la UE cede y deja caer su arancel del 10% —sin  entrar en China y su 25% de arancel porque los fabricantes de automóviles occidentales ya están la mayoría fabricando coches allí—.

Lo que pasaría es prácticamente nada. Las compuertas estadounidenses de la exportación de coches a Europa no se abrirían repentinamente. Ford no va a construir una nueva fábrica en Michigan para producir compactos con motor diésel, porque no va a poder venderlos con un margen del 2%.

El mejor resultado en realidad podría ser si Trump obtiene la victoria que desea, con aranceles que caen fuera de los EEUU. Luego podría celebrar la victoria, y la industria automotriz en sí misma no estaría expuesta a que su estructura de costes se desborde. Trump podría decir que él solo hizo esto por Detroit y así esperar a mantener sus bolsas de votos en el Medio Oeste, pero los fabricantes de automóviles no van a emprender un aumento de las contrataciones.

Una persona razonable podría preguntar por qué, entonces, estamos siendo sometidos a todo esto. Creo que si tienes preguntas, simplemente, es que no conoces a Trump.

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