Soy economista de Wall Street desde hace 15 años: la avalancha de análisis cutres vertidos por los llamados "expertos" nunca ha sido tan terrible

Ilustración Wall Street

iStock; Robyn Phelps/Business Insider

  • Si un "experto" de Wall Street te advierte de que la bolsa está a punto de desplomarse o de que la economía va a entrar en recesión, comprueba sus cálculos.
  • Un nuevo ecosistema de analistas alarmistas está utilizando datos de baja calidad para impulsar una narrativa de pesimismo bursátil y recesión.

Más allá de aparecer como tertulianos en las cadenas de televisión, los analistas y economistas de Wall Street cumplen una importante función ayudando a orientar las decisiones financieras de una amplia gama de inversores, desde el ciudadano medio preocupado por su jubilación hasta las grandes instituciones que deciden dónde invertir miles de millones de dólares. En el mejor de los casos, se supone que este grupo de expertos de Wall Street traduce las arenas movedizas de la economía en una visión convincente y útil de la inversión.

Llevo más de 15 años trabajando como economista de mercado, ayudando a clientes y al público en general a entender la evolución de la economía y lo que significa para los mercados. Siempre he intentado ser claro y dejar que los datos moldearan mis pensamientos, en lugar de adaptarlos a mis nociones preconcebidas. Pero en los últimos años, y especialmente desde el inicio de la pandemia del coronavirus, he observado que cada vez más analistas se basan en discursos preconcebidos de baja calidad para infundir miedo sobre la dirección de la economía y el mercado bursátil. 

Es cierto que las acciones no han ido bien en el último año, pero en lugar de ofrecer a los clientes y al público en general puntos de vista claros, un nuevo ecosistema de analistas trillados y alarmistas se basa en datos de baja calidad para alejar a la gente de las inversiones estables y llevarla a un ecosistema alternativo de productos de dudosa calidad.

Mentiras, falsedades y estadísticas

Los datos están en el centro del trabajo de cualquier economista; proporcionan información crucial sobre el estado de la economía y pueden ser útiles para ayudar a calibrar lo que sucederá a continuación en los mercados. Pero hay algunos tipos de datos que los inversores deben tener en cuenta a la hora de identificar análisis poco fiables. En muchos casos, estos puntos de datos parecen sofisticados o un cajón de sastre perfecto, pero en realidad pintan una imagen engañosa o excesivamente simplista de la economía.

Un tipo de dato del que hay que desconfiar son los instrumentos de confirmación, que utilizan datos antiguos para confirmar lo que un analista ya cree. Es el caso del popular Índice Económico Líder (LEI). La idea en la que se basa el LEI es sencilla: Agrupa una serie de datos económicos dispares y comprueba si están mejorando o empeorando, con la promesa de señalar los próximos giros en el ciclo económico. Pero toda la información del índice ya está obsoleta. Los datos que componen el índice se publican días o semanas antes de que se publique el índice compuesto. 

Por ejemplo, el último índice LEI fue una suma de datos de diciembre, que un analista podría señalar como señal de una recesión inminente. Pero si nos fijamos en los datos de enero, ya hemos visto señales positivas, por lo que hay buenas razones para esperar que el LEI rebote este mes, confirmando lo que ya sabemos.

El índice también se renueva después de cada recesión, con nuevas ponderaciones y componentes, de modo que el nuevo índice señala perfectamente la recesión que acaba de producirse. Pero si volvemos atrás y observamos el índice LEI antes de cada recesión, normalmente no señala un repunte claro. En lugar de ser una medida útil para calibrar la salud futura de la economía, el índice LEI es simplemente un índice construido en torno a la última recesión que proporciona señales aterradoras basadas en datos antiguos.

Payasos de Wall Street

Otros datos muy manidos son deliberadamente ambiguos o exagerados hasta la abstracción. Otro indicador popular: los agregados monetarios, una medida de la cantidad de dinero, como efectivo y depósitos bancarios, que flota en la economía. El agregado se presenta como un resumen perfecto de la economía: ¿qué mejor manera de seguir su salud que midiendo todo el dinero que cambia de manos entre el gobierno, las empresas y los hogares?

Sin embargo, la correlación entre el crecimiento monetario y la salud de la economía se ha ido rompiendo a lo largo de los años, y los alarmistas han sido capaces de encajar cualquier cambio en la cantidad de dinero en la narrativa que más les convenía. Un débil crecimiento monetario es un problema, argumentan, porque tener menos dólares (o euros) circulando por la economía podría indicar que el sistema se está colapsando. 

Por otra parte, un rápido crecimiento de la oferta monetaria ha sido utilizado por los agoreros como señal de que lo único que sostiene la economía es la Reserva Federal (o el BCE) repartiendo nuevos dólares. Cuando una medida es tan amplia que se convierte en una aventura a elegir, difícilmente resulta útil para un análisis de calidad.

El tercer tipo de herramienta, muy apreciada y a menudo dudosa, es el indicador demasiado voluble. Estos puntos de datos son propensos a grandes oscilaciones que producen muchas señales falsas, pero facilitan a los analistas la elaboración de una advertencia de catástrofe inminente. 

Por ejemplo, el ISM manufacturero, que goza de una reputación casi mitológica en Wall Street. Resulta cómodo utilizar: se publica a principios del ciclo mensual de datos, sigue de cerca las oscilaciones de la economía y es fácil de entender. El ISM es una encuesta a 300 directores de compras de una amplia variedad de empresas manufactureras a los que se pregunta si las condiciones son mejores o peores en relación con el mes anterior. ¿Los clientes hacen más o menos pedidos? ¿Es más fácil o más difícil encontrar trabajadores? ¿Los precios de las piezas son más altos o más bajos? Si el índice se sitúa por debajo de 50, las cosas están empeorando; por encima de 50, las cosas están mejorando. 

Supongamos que el ISM señala un punto de inflexión en el ciclo empresarial cuando se sitúa por debajo de 50 durante tres meses consecutivos. Incluso con esa medida, el ISM tiende a enviar más señales falsas que correctas. Por ejemplo, en la década de 1990 el ISM tuvo varias caídas por debajo de 50 que duraron más de tres meses y no se produjo ninguna recesión. 

De hecho, es tres veces más probable que el ISM señale tarde un mínimo que pronto un máximo. No es un indicador de predicción de recesión. Además, el ISM sólo nos habla del impulso de la economía. Si el crecimiento del PIB es del 4% en enero y del 4% en febrero, el ISM sería de 50 porque las cosas siguen exactamente igual. ¿Es eso malo? No, un crecimiento del 4% es bastante bueno. Pero algunos interpretarían que el ISM significa que la economía está al borde de una desaceleración importante.

Las grandes predicciones de Wall Street para 2023 no parecen muy acertadas.

Preparados para el fin del mundo

En el fondo, las estadísticas son tan buenas como los analistas y economistas que las utilizan. Examinar los cientos de índices, encuestas y medidas económicas requiere una mirada perspicaz y la voluntad de ser humilde ante las incógnitas. 

Uno de los principios más básicos de la estadística es que correlación no es causalidad. La mayoría de las cosas en la macroeconomía están correlacionadas. Cuando la gente consigue más trabajo, las empresas suelen vender más productos. Que dos líneas de un gráfico se muevan en la misma dirección no significa que expliquen todo lo que ocurre en el mundo. 

No puedo contar el número de analistas de este sector que creen haber descubierto algo revolucionario al publicar un gráfico de la producción industrial —una medida del nivel de actividad de las fábricas— comparado con el ISM —que, a su vez, es una medida de la opinión de los directivos de las fábricas sobre la economía—. En muchos casos, la gente que desglosa todo en una o dos explicaciones "sencillas" tiende a tener primero una conclusión en mente.

Muchas de estas investigaciones de baja calidad también se inclinan hacia un sesgo negativo: la economía está empeorando, los mercados están a punto de hundirse, una recesión está a la vuelta de la esquina. Los estudios demuestran que los seres humanos estamos predispuestos a pensar que la negatividad suena más inteligente, y los medios de comunicación financieros también se inclinan hacia el lado negativo.

Esto supone un incentivo perverso para que los analistas perezosos toquen constantemente el tambor del pesimismo. También hace que sea difícil descartarlos. En un mercado alcista, cuando la subida de las acciones eleva todos los barcos, estos analistas siguen ganando dinero mientras argumentan que las caídas "aún no se han producido". Y cuando el mercado cambia y las acciones se hunden, pueden alardear: "¡Te lo dije!". Cara, yo gano; cruz, tú pierdes.

Al final, los más perjudicados son los inversores de a pie. Las personas que simplemente intentan ahorrar para la jubilación o guardar algo de su sueldo se ven disuadidas de hacer inversiones sólidas y estables y se ven empujadas a posiciones más defensivas o, en los casos más extremos, a dejar de invertir por completo. Las personas que caen presas de estos analistas de baja calidad acaban dejando ganancias sobre la mesa y terminan con un ahorro estable más pequeño.

 

En mi opinión, lo que hace que merezca la pena escuchar a alguien es si su proceso de pensamiento tiene sentido. No basta con señalar este indicador o aquel otro. Más bien, ¿está el analista exponiendo una secuencia de acontecimientos que siga una lógica? 

Por ejemplo, si las ventas al por menor se desplomaran en un mes, pero los precios del gas bajaran, el empleo aumentara y la confianza repuntara, ¿tendría sentido que las ventas se hundieran? No, es más probable que se trate de una anomalía, ya que todos los indicadores apuntan a que los ciudadanos tienen más dinero en el bolsillo. Un buen analista se fijaría en esas otras tendencias e intentaría explicar la discrepancia; un analista barato declararía que se avecina una recesión.

En este negocio, es importante adoptar un enfoque global. 

No hay una sola estadística que nos dé la "respuesta" correcta: si suena demasiado fácil para ser cierto, es porque probablemente lo sea. Ningún dato puede sustituir al buen juicio, que es el mejor indicador adelantado de todos.

Neil Dutta es director de Economía de Renaissance Macro Research.

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