El legendario inversor Ray Dalio presionó a una empleada embarazada hasta hacerla llorar, según narra un reportero en su nuevo libro

Rob Copeland
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Un nuevo libro revela que Ray Dalio no se portaba bien con sus empleados.
Un nuevo libro revela que Ray Dalio no se portaba bien con sus empleados.

Taylor Hill/Getty Images; Rebecca Zisser/Insider

  • Ray Dalio es una figura muy conocida en el mundo financiero. Fundador del hedge fund Bridgewater Associates, se trata de un inversor legendario.
  • Aunque su fama como gestor le avala, según ha publicado un reportero del Wall Street Journal, Dalio no es tan bueno como jefe: al parecer, una vez presionó a una empleada embarazada en una reunión hasta hacerla llorar.

Era una de las empleadas favoritas de Ray Dalio. Pero en aquel momento se echó a llorar, no con un llanto normal, sino con un ataque de nervios, con el pecho agitado, jadeos y sollozos.

Hasta ese día, Katina Stefanova era conocida como la Reina de Hielo de Bridgewater Associates, el mayor hedge fund del mundo. Treintañera y con una melena rubia hasta los hombros, no le asustaban los conflictos, sobre todo si le pagaban bien por gestionarlos.

Era discípula y amiga de Dalio, y a medida que ascendía en la empresa, él comentaba con el resto: "Katina es una de los míos", lo que casi la hacía sonrojarse de felicidad. Algunos en Bridgewater incluso empezaron a decir que algún día podría ser candidata a suceder a Dalio.

A principios del otoño de 2009, en uno de esos días en los que el tiempo estaba un poco raro, con un calor inusual para la fecha, el estado de ánimo de Ray Dalio estaba igual de raro. A sus 60 años, el multimillonario empezaba a plantearse la necesidad de ceder algunas de sus responsabilidades como la contratación a subordinados como Stefanova. Sin embargo, ella no podía seguir el ritmo de encargarse de la incorporación de nuevo personal. 

Entonces, Dalio le dijo a Stefanova que quería llegar al fondo del problema, y que quería hacerlo delante de todos.

Stefanova entró en una sala de conferencias de la sede central de Bridgewater en Westport, Connecticut, ante todos los altos cargos de la empres. Dalio se sentó frente a ella y empezó a despotricar, como ella ya sabía que solía hacer.

Dalio dijo a toda la sala que primero "sondearía" el problema y después daría un "diagnóstico". En el sondeo le pidió a Stefanova la confirmación de no haber sido capaz de asumir la responsabilidad que le pedía. El diagnóstico fue tratarla de idiota, algo que repitió una y otra vez.

"¡Eres un idiota de mierda! Ni siquiera sabes cuáles son tus fallos", le espetó Dalio.

Nadie dijo nada.

"Trabajaba muy duro. Hice todo lo que pude. ¿Qué habrías hecho tú?", respondió Stefanova.

Si él le había pedido algo imposible de cumplir, respondió, entonces era culpa de ella por no decirle que estaba equivocado. Después, la llamó idiota de nuevo. Los presentes recuerdan que le gritó, esperando a que a ella le temblara el labio y volviendo a gritarle por no haber sabido controlar sus emociones mientras él le gritaba.

'Varios de los presentes se obligaron a apartar la mirada, por miedo a derrumbarse también ellos'

El rímel, mezclado con las lágrimas, corría por el rostro de Katina. Varios de los presentes se obligaron a apartar la mirada por miedo a derrumbarse también ellos.

Stefanova apartó la silla de la mesa y, sin dejar de llorar, salió corriendo de la sala

Ray Dalio.

Ray Dalio, que más tarde se definió a si mismo como experto en comportamiento humano, aparentemente no se inmutó por las circunstancias que rodearon la crisis de Stefanova, pese a que ella misma le había dado la noticia días atrás.

No perdió la compostura solo por los gritos de Dalio, o porque temiera por su trabajo. 

Estaba embarazada.

Dalio debía saber que había aplastado a uno de los perros alfa de la empresa, uno que él había ayudado a construir. Lo siguiente, era asegurarse de que nadie pudiera olvidarlo.

Y la tarea fue fácil.

Aquel día, en el centro de la mesa había una caja negra gruesa, del tamaño aproximado de una cinta de vídeo. Se trataba de un dispositivo de grabación que captaba cada gemido, gruñido y quejido mientras Dalio gritaba y Stefanova se desmoronaba. Más tarde, un grupo de subordinados de Dalio la escucharían una y otra vez, marcando sus partes favoritas.

Dalio dejó claro que quería que todos lo oyeran. La grabación se añadió a la Biblioteca de Transparencia de Bridgewater, una memoria electrónica con decenas de miles de horas de reuniones internas, que llegó tenía archivos tanto de audio como de vídeo, y que mostraba desde debates entre el comité de dirección hasta aburridas charlas económicas entre expertos.

Había tantas cintas que algunas nunca se volvieron a reproducir, pero Dalio exigió que se escuchara ésta. Incluso ordenó a su equipo de editores que creara una versión corta de la grabación. En ella, él era el héroe. En su versión de los hechos, que se centraba sobre todo en los aullidos de angustia de Stefanova, Dalio aparecía como un interrogador amable pero firme. Finalmente, el momento se redujo a unos pocos minutos en los que Dalio hablaba más calmado, lo que hizo que la reacción de Stefanova pareciera extrema e inapropiada.

"Parecía estar siempre alterado y quizá era el más implacable con las tareas más simples de la empresa"

Nunca sutil, Dalio también escribió el título, Dolor + Reflexión = Progreso. Después de enviarla a los cerca de 1.000 empleados de Bridgewater, ordenó que se reprodujera una versión de la cinta para los nuevos candidatos, convirtiéndola en una de sus primeras impresiones de la empresa.

El interrogatorio de Stefanova reflejó una pauta cada vez más habitual en Dalio. Parecía estar siempre alterado y quizá era el más implacable con las tareas más simples de la empresa. Tenía la mecha corta cuando veía problemas rutinarios que podían solucionarse fácilmente aplicando cuidadosamente los Principios de la compañía.

Por lo tanto, los empleados encargados de la custodia, secretaría y otras tareas similares en el hedge fund se encontraban en una zona de peligro. Sus responsabilidades no eran evidentemente diferentes de las de cualquier otra empresa, ya que apilar papel junto a las impresoras o patrullar un aparcamiento son tareas que se hacen prácticamente igual en todas partes. Pero Bridgewater pagaba muy bien: más de 200.000 dólares al año a las secretarias (más de 186.000 euros), según recordaba una de ellas. 

A cambio, se esperaba de ellas que se atuvieran a los Principios de la compañía (y fueran calificadas según ellos) como todo el mundo.

Sus vidas profesionales estaban constantemente bajo vigilancia. Solía investigarse a los conductores de autobús por mantener sus vehículos demasiado cálidos o demasiado fríos (a veces las 2 cosas a la vez). Después, se produjo un suceso conocido como el caso de la pizarra blanca

Durante una reunión, Dalio se levantó de su asiento y cogió un rotulador para dibujar en la pizarra blanca de la sala. A mitad de trazar un diagrama de flujo, fue a escribir sobre parte del trabajo, cogiendo un borrador fijado a la pizarra. Durante unos segundos frotó el borrador contra la pizarra y luego se queda inmóvil. Se volvió hacia el grupo y señaló hacia atrás.

El borrador no había eliminado por completo la marca, sino que había esparcido, de forma casi imperceptible, ligeros restos de tinta por toda la pizarra.

Esto es malo, anunció Dalio. ¿Quién es el responsable? 

Quienquiera que fuese, no estaba en la sala. Uno de los empleados de Dalio se apresuró a buscar al responsable, pero no se sabía quién había elegido las pizarras.

La ausencia de responsable significaba que la responsabilidad era del departamento al completo. Durante aproximadamente las 6 semanas siguientes, Dalio se dedicó con fervor a investigar al equipo. Con las cámaras encendidas, los convocó a todos y empezó a hacer pruebas de escribir y borrar en la pizarra. ¿Cómo pudo ser el primero en darse cuenta?

'The Fund: Ray Dalio, Bridgewater Associates, and the Unraveling of a Wall Street Legend' de Rob Copeland.
'The Fund: Ray Dalio, Bridgewater Associates, and the Unraveling of a Wall Street Legend' de Rob Copeland.

St. Martin's Press

El personal del departamento se volcó en la búsqueda de la pizarra perfecta, como si su trabajo dependiera de ello, lo cual era cierto. Primero hicieron maquetas de cartón y le pidieron a Dalio que las colocara allí donde quería que fueran las pizarras. Después, encargaron todos los modelos del mercado para probarlos. 

Incluso probaron con pizarras electrónicas, que no tenían que borrarse manualmente. Las desecharon porque, según una norma estatal poco conocida sobre discapacidades, esas pizarras debían colocarse a una altura relativamente baja del suelo para facilitar el acceso de las sillas de ruedas, y a Dalio no le gustaba la altura. Y tampoco le gustaba que se tardase tanto en resolver el problema de la pizarra.

"¡Os estáis chocando unos con otros!", recriminó Dalio.

El caso de la pizarra dio para varios vídeos que después se editaron y guardaron bajo el título: "¿Cuántas personas hacen falta para poner una pizarra blanca?". Esto ofendió a muchos miembros del departamento, que sintieron que Dalio se burlaba de ellos.

Además de los vídeos, en Bridgewater se popularizó una nueva frase. En los años siguientes, cada vez que los empleados se sentían frustrados por los servicios del personal de instalaciones de la empresa, alguien podía intervenir con un diagnóstico rápido: "Os estáis chocando unos con otros".

La intensa concentración con la que Dalio abordaba incluso los problemas más mundanos le valió un apodo entre algunos de los miembros de la plantilla. Le llamaban Ray-man, por la interpretación de Dustin Hoffman en la película Rain Man de un autista en la película ganadora de un Oscar.

Texto extraído de de THE FUND: Ray Dalio, Bridgewater Associates, and the Unraveling of a Wall Street Legend por Rob Copeland. Copyright © 2023 del autor y reimpreso con permiso de St. Martin's Publishing Group.

Un portavoz de Ray Dalio declaró esto a Business Insider: "Este libro no es más que otro de esos clásicos libros sensacionalistas, escrito por alguien que solicitó un puesto en Bridgewater y fue rechazado hace más de una década. Luego se convirtió en reportero de investigación e hizo carrera escribiendo historias distorsionadas sobre Bridgewater y Ray Dalio, al principio en artículos y ahora en este libro. Lo hizo hablando con exempleados que habían sido despedidos, buscando rumores negativos e inventando historias que quería que encajaran en su narrativa porque él no estuvo allí en los acontecimientos que describe. De hecho, el autor afirma en el prólogo que el libro está lleno de diálogos inventados y las notas a pie de página del libro están llenas de declaraciones de personas que contradicen directamente lo que se escribe sobre ellas. La imagen que pinta el libro es obviamente inverosímil dado el largo historial de resultados de inversión de Bridgewater y su alto porcentaje de empleados con muchos años de antigüedad. El Sr. Dalio no quiere desviar su atención de cosas más importantes para hablar de este libro trivial de cotilleos".

Rob Copeland es periodista financiero en The New York Times. Anteriormente fue durante mucho tiempo reportero de hedge funds en The Wall Street Journal, y también ha cubierto Silicon Valley y los mundos ocultos de los ricos y poderosos.

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