'Muchas empresas van a evaporarse': los titanes tecnológicos de Silicon Valley tienen graves problemas, y van a arrastrar al resto del mercado

Desde Facebook y Twitter a Tesla y Uber, los fundadores de empresas tecnológicas dominaron el mundo de los negocios y cultivaron una reputación de genios

Burhaan Kinu/Hindustan Times vía Getty Images; Justin Sullivan/Getty Images; Johnny Nunez/WireImage; NDZ/Star Max/GC Images; Abdulhamid Hosbas/Anadolu Agency vía Getty Images; Rebecca Zisser/ Business Insider

Estamos a punto de asistir a una verdadera criba.

Las mentes más brillantes de Estados Unidos se han ido asentando en Silicon Valley en los últimos 20 años. No para enriquecerse, según dicen, sino para resolver problemas urgentes y hacer cosas que resulten útiles a la sociedad. Todo lo que necesitábamos era suficiente capital inicial y ellos podrían desarrollar la tecnología correcta para solucionarlo todo, desde la movilidad hasta el cambio climático y la desigualdad. Con esta idealista fiebre del oro algunos se han hecho multimillonarios, gigantes tecnológicos que han cautivado a los inversores y embelesado al público con promesas de un mañana mejor.

Pero ahora, estos genios de la tecnología están viendo cómo sus imperios se desmoronan ante los cambiantes vientos económicos. Los tipos de interés están subiendo desde mínimos históricos, y se ha hecho evidente que un amplio abanico de empresas tecnológicas (desde las más encumbradas hasta las más pequeñas) no pueden sobrevivir sin dinero fácil. La incapacidad de Silicon Valley para capear este inevitable cambio es a la vez sorprendente y decepcionante. No es la primera vez que vemos cómo una burbuja tecnológica crece y estalla: lo mismo sucedió entre el final de la década de 1990 y el comienzo de la de 2000, pero lo que hace que esta vez sea tan diferente es la magnitud de la destrucción que dejará a su paso.

Jim Chanos, fundador de Kynikos Associates, se hizo un nombre con su fondo de inversión especializado en ventas en corto al denunciar los excesos del último boom tecnológico, lo que le valió un puesto para siempre en el panteón de Wall Street de "gente que lo vio venir". Esta vez, según afirma, las empresas que podrían desmoronarse son aún mayores, y constituyen una porción más grande de la economía.

"A principios del año 2000, la compañía típica en la que nos centrábamos era una empresa de entre 2.000 y 3.000 millones de dólares que iba a desaparecer. En esta ocasión se trata de una empresa de entre 20.000 y 30.000 millones. Por eso nos referimos a este momento como la era de las puntocom dopadas. Creo que van a desaparecer muchas compañías. Muchas de ellas se irán a cero", explica Chanos.

Durante las 2 últimas décadas, las más destacadas de Silicon Valley nos han convencido de que el dinero era solo el combustible para su innovación. Sin embargo, lo que el mercado nos está mostrando ahora es que el dinero era también el motor, el capitán y el destino. En los próximos años, muchas de las innovaciones tecnológicas de este ciclo de mercado desaparecerán. Puede considerarse este momento como una extinción.

Fueron buenos tiempos

Retrocede en el tiempo hasta 2012. Fue un momento increíble para la tecnología. Facebook (ahora Meta) salió a bolsa y alcanzó los 1.000 millones de usuarios en todo el mundo. Facebook y Twitter fueron herramientas cruciales que ayudaron a los ciudadanos a luchar por la democracia durante la Primavera Árabe. La promesa de Mark Zuckerberg de conectar el mundo no parecía amenazante. Elon Musk recogía grandes subvenciones del Gobierno de Estados Unidos para iniciar una revolución de coches eléctricos, y eso era algo bueno. Uber y Lyft empezaban a competir en EEUU para ver quién ofrecía los trayectos más baratos. Las criptomonedas parecían un juguete divertido para aficionados.

Todo este entusiasmo estaba impulsado por una economía creada para ayudar a las empresas de rápido crecimiento de Silicon Valley. La crisis de 2008 había quedado atrás y los bancos centrales de todo el mundo se concentraban en asegurarse de que hubiera suficiente efectivo. Mantuvieron los tipos de interés a cero para facilitar el endeudamiento de las compañías. El dinero entraba a raudales en la bolsa y las promesas de Silicon Valley atraían no solo a los inversores que buscaban rendimientos positivos, sino a una sociedad que buscaba salir de una catástrofe económica.

El sueño de Mark Zuckerberg de conectar el mundo parecía una utopía en 2012, y ahora suena más como una amenaza.
El sueño de Mark Zuckerberg de conectar el mundo parecía una utopía en 2012, y ahora suena más como una amenaza.

Liu Jie/Xinhua via Getty

Diez años después, nuestro mundo es totalmente diferente. Empezamos a preguntarnos si estaremos demasiado conectados. Las redes sociales se han utilizado para empañar elecciones, envenenar relaciones y planear una insurrección. Nadie, ni los clientes, ni los conductores, ni siquiera las empresas, parece haber salido ganando en la guerra de los vehículos VTC. Las criptomonedas se han convertido en una religión. Elon Musk sigue tuiteando.

Mientras que las promesas de Silicon Valley de proporcionar un bien común han ido perdiendo credibilidad, ahora su compromiso de proporcionar rendimientos financieros también ha comenzado a marchitarse. Esos bajos tipos de interés que hacían que las startups y empresas tecnológicas de alto crecimiento parecieran atractivas han desaparecido. Las tecnológicas lo están sufriendo. Y las mayores empresas de capital riesgo, como SoftBank, planean reducir las inversiones a la mitad o más. Los salarios, incluso en las empresas más grandes (Roku, Pinterest, Uber), parecen completamente insostenibles mientras el mercado se hunde.

Este es el momento en el que toda la palabrería sobre el bien común se evapora, y los inversores aceptan el hecho de que los modelos de negocio de Silicon Valley están rodeados de mucho bombo. Chanos indica que se trata de la misma situación que cuando estalló la última burbuja. En aquellos tiempos, "puntocom" era una palabra mágica, se podía vender cualquier cosa siempre que hubiera una puntocom asociada a ella. En este nuevo ciclo las palabras mágicas son "blockchain", "machine learning", "inteligencia artificial" y "algoritmo".

"Ese es el gran paralelismo, se financiaron planes de negocio que no tenían sentido. Y la gente se lanzaba a por cualquier cosa relacionada con la tecnología", señala Chanos.

Ahora que ha llegado la crisis, solo el dinero en efectivo y un balance limpio salvarán a las empresas. Ni el software de moda, ni la cadena de bloques. Desgraciadamente, esos fundamentos empresariales básicos no son los que han servido a Silicon Valley en los últimos 10 años, ni mucho menos.

Si las finanzas no funcionan, no las uses

Un fundador de una startup de Silicon Valley, vinculado a Y Combinator, dice que en su mundo siempre ha estado mal visto hablar de las métricas financieras de una empresa tecnológica. Es como preguntar a una mujer si está embarazada, o preguntar a un neoyorquino dónde está el Empire State Building. Demuestra que no eres de Silicon Valley y que no entiendes cómo se mide el valor allí.

"Si te centras en una tontería como los ingresos es que los árboles no te dejan ver el bosque", me han llegado a decir. Según este fundador, la respuesta más habitual a las preguntas sobre la rentabilidad durante la última década ha sido: "Amazon no fue rentable durante décadas... bla, bla, bla".

Esta estrategia funciona cuando los mercados están en un periodo alcista y tienen liquidez suficiente, los precios de los activos suben y siguen llegando nuevos clientes. Pero eso ya no sucede, así que los directores de las empresas que no son rentables defienden ahora la sostenibilidad. Dara Khosrowshahi, de Uber, dice a los empleados que recortará costes y contrataciones para convencer a los inversores de que hay dinero. Snapchat (que solo ha obtenido beneficios trimestrales una vez en sus 10 años de vida) ha provocado el hundimiento de las acciones tecnológicas tras advertir de la debilidad del mercado de ventas y anunciar una ralentización de las contrataciones. Coinbase (la mayor plataforma de criptomonedas de Estados Unidos) tiene que explicar a los inversores que no corre riesgo de quiebra... pero que si quebrara, bueno, sí, sus clientes podrían perder todos sus activos. 

Incluso Tesla, una empresa fundada hace 20 años, parece estar pasando apuros en este mercado. La compañía de coches eléctricos de Musk comenzó a ganar dinero en 2020, pero incluso sus mayores fans en Wall Street están empezando a rehuirla a medida que los problemas se acumulan: la nueva competencia de los principales fabricantes de automóviles, los problemas en China o el extraño intento de Musk de hacerse con Twitter son algunos ejemplos. Chanos, que lleva varios años apostando en corto contra Tesla, se refiere a ella como "la America Online, la Cisco de este ciclo" (compañías estadounidenses cuyas acciones ascendieron y cayeron casi en vertical).

El legendario inversor Jim Chanos está corto en Tesla y afirma que es 'la America Online, la Cisco de este ciclo'.
El legendario inversor Jim Chanos está corto en Tesla y afirma que es 'la America Online, la Cisco de este ciclo'.

Andrew Kelly/Reuters

Durante las 2 últimas décadas, el mercado ha recompensado el crecimiento por encima de la estabilidad, y las grandes tecnológicas se han beneficiado de ello. Al no poder demostrar mediante las finanzas tradicionales que sus empresas eran rentables, inventaron nuevas métricas. La más infame de todas fue el "ebitda ajustado", un cálculo inventado que pretendía sorprender a los inversores demostrando el impresionante crecimiento de la empresa. Uber, al igual que todas las redes sociales, hacen hincapié en el crecimiento de los usuarios. Francine McKenna, autora deThe Dig y profesora de contabilidad en la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania, explica que, por supuesto, todos estos cálculos son internos y pueden tener o no conexión con el rendimiento financiero.

"Se asumen como un santo grial entre la gente de las redes sociales, pero son completamente inválidos. Si inviertes en la compañía basándote en una métrica que se inventa ella misma, como los usuarios activos diarios, eres un completo idiota", sentencia McKenna.

Estas tecnológicas no solo captaron a los inversores con promesas de futuro, sino que también convencieron a sus propios empleados. Al pagarles en acciones en lugar de dinero, las empresas tecnológicas compensaban a los trabajadores con la promesa de que estaban construyendo algo grande, algo rentable. Sin embargo, había algo más que buena voluntad. La compensación basada en acciones evita que los costes laborales afecten a la cuenta de resultados de la empresa, convirtiendo las pérdidas en ganancias sobre el papel. Silicon Valley ha sido especialmente agresiva con esta ingeniosa herramienta durante toda esta etapa. Empresas como Tesla, Twitter y Square la han utilizado con un efecto espectacular durante años. El problema, tanto para las empresas como para los empleados que confiaban en que esas acciones fueran valiosas, es que estas pueden bajar, y mucho. 

"Pagas generosamente a todo el mundo en acciones y no cuenta como gasto hasta que se desploman. Entonces tienes que emitir un millón más de acciones o pagar a la gente en dinero", aclara Chanos. La liquidez es algo que muchas de estas empresas no tienen, y la emisión de acciones no hace más que empujarlas a la baja. Para Chanos, por mucho que las acciones tecnológicas hayan caído este año, todavía tienen una gran distancia que recorrer antes de que sus precios reflejen con exactitud sus verdaderas métricas financieras.

Los dioses deben ser perezosos

Cuanto más tiempo esté cayendo el mercado, más difícil será aceptar la narrativa de que invertir más dinero en Silicon Valley es la solución. Por ejemplo, las fintech del compra ahora y pagan después. Poner las cosas a plazos no es una nueva revolución, pero empresas como Klarna y Affirm prometieron un algoritmo capaz de predecir quién puede pagar de forma fiable qué y cuándo (la cuestión más importante en las finanzas), ayudando a los consumidores a obtener los bienes que necesitan mientras evitan que las empresas persigan pagos atrasados. Sonaba tan mágico que convirtió a algunas de estas compañías en unicornios. Pero ahora, varias de ellas están despidiendo a trabajadores y viendo cómo sus valoraciones se reducen a la tercera parte a medida que el mercado se da cuenta de que la magia no da beneficios. 

"Para un grupo de personas de Silicon Valley decir: 'Hemos descubierto esto cuando nadie más lo ha hecho', es el colmo de la arrogancia financiera", afirma Chanos.

Sin embargo, cabe destacar que al menos esta gente del "compra ahora y paga después" buscaba una solución a un problema real. Las criptomonedas, y sus mayores defensores en el mundo del capital riesgo, todavía están buscando un problema que resolver. Los criptoactivos son un impresionante despilfarro de capital y la prueba más clara hasta ahora de que mucho dinero de la tecnología se ha quedado sin ideas útiles que perseguir. Se ha demostrado que no es una reserva de valor segura ni una red de pagos viable. Hay robos constantes de criptomonedas sin consecuencias, y es obvio que seguir integrando este dinero de fantasía en nuestro sistema financiero sería un error. Es un esquema Ponzi, como admitió básicamente el fundador de FTX, Sam Bankman-Fried, en un episodio del podcast Odd Lots de Bloomberg: una caja que solo es valiosa si más gente sigue poniendo valor en ella.

En 2011, el inversor de capital de riesgo Marc Andreeseen (cofundador de Andreeseen Horowitz) escribió que el software se comería el mundo. Avancemos hasta 2022, y su empresa acaba de recaudar 4.500 millones de dólares para otro fondo de criptomonedas. No se trata de que el software se coma al mundo, sino del software por el software. En su ensayo, dice que la gente debería dejar de "cuestionar constantemente sus valoraciones" y ensalza las virtudes de una "nueva generación de empresas tecnológicas" como Groupon, FourSquare y Twitter. Es un divertido juego de "dónde están ahora".

Al final, Andreeseen consiguió lo que quería, y la desconfianza de Wall Street se convirtió en vítores. Pero en lugar de utilizar este periodo de dinero fácil y credulidad para resolver problemas reales, estos "dioses tecnológicos" tan autocomplacientes y su "nueva generación" de empresas están volviendo  a estrellarse contra la tierra con un golpe que suena muy estúpido.

Todo el mundo habla de Elon Musk porque es el más rico (sobre el papel) y el más quejica (en Twitter) de todos estos multimillonarios CEO tecnológicos. Pero el que quizás encarna más esta descripción es Mark Zuckerberg, de Meta. La empresa, creada en un dormitorio de Harvard, se considera ahora un refugio para el racismo, las teorías conspiranoicas y la negatividad. Ha apostado por las adquisiciones y la imitación en lugar de la innovación. Así, Zuckerberg decidió apostar por el metaverso. Hay pocos indicios de que el resto del mundo vaya a seguirle en esta enorme aventura de quemar dinero, y no está claro qué problemas resolverá realmente la tecnología.

Tenemos startups de coches voladores, entregas ultrarrápidas de comida y viajes al espacio para los ricos, pero no parece que ese sea el cambio que se nos prometió. Se trata de grandes ideas, sin duda, pero no se trata de una revolución, y una revolución es lo que se nos vendió.

Hay un precio a pagar por todo este exceso que vale más que el dinero. Explotar burbujas en mercados alcistas desbocados (que siempre están plagados de corrupción y conducen a una enorme inestabilidad) empieza a parecer normal. "Hemos creado esta enorme tolerancia a las grandes pérdidas y al mal comportamiento, y hay mucho de ello en esta era. Nos estamos adormeciendo ante la destrucción significativa", reflexiona McKenna.

¿Y qué tenemos para demostrarlo? Estamos más conectados que nunca, pero más divididos que nunca. Estamos más solos. La desigualdad sigue creciendo, la crisis de la vivienda se ha agravado y el cambio climático hace estragos. Les dimos a los dioses de la tecnología 20 años de capital sin restricciones para que resolvieran estos problemas por nosotros y ni siquiera se han acercado a la solución. Habrá nuevos dioses (el mercado no puede evitar crearlos) y esperemos que sean personas que puedan aportar soluciones reales a los problemas de nuestras vidas, en lugar del viejo panteón de seguidores de tendencias cuyo tiempo está llegando a su fin.

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