Por qué la inflación es como un partido de fútbol, según el premio Nobel de Economía Paul Krugman

Partido de fútbol en España
  • La inflación es como un partido de fútbol "en el que todo el mundo se levanta para ver mejor la acción, lo que colectivamente es contraproducente", explica el premio Nobel de Economía, Paul Krugman.
  • Una posible solución sería parar el partido hasta que el público decida sentarse. Es el equivalente a subir los tipos y parar la actividad: funciona, pero tiene un coste.

Imagina un partido de fútbol. Es la final de una competición importante, pongamos, la Champions. En un momento dado, toda la grada se levanta para ver mejor el partido, con el resultado contraproducente de que aquello solo empeora las cosas para el público en general.

Así funciona, a grandes rasgos, la inflación. Lo explicaba hace unos días el premio Nobel de Economía, Paul Krugman, en un hilo de Twitter: "Creo que esto lo dijo Martin Baily en los años 70. Una forma de ver la inflación es como un acontecimiento deportivo en el que todo el mundo se levanta para ver mejor la acción, lo que colectivamente es contraproducente".

"La inflación es fundamentalmente el resultado del conflicto distributivo entre empresas, trabajadores y contribuyentes. Sólo se detiene cuando los distintos actores se ven obligados a aceptar el resultado  (en la metáfora del partido: cuando aceptan sentarse)", explica el economista francés y ex jefe del Fondo Monetario Internacional, Olivier Blanchard, en este otro hilo de Twitter.

En el caso de Europa, el origen del conflicto está en el alto precio de productos básicos, como la energía o los alimentos (la llamada inflación de oferta), que a su vez han ido contagiando al resto de la cesta de la compra. 

Con este panorama, continúa Krugman, "todo el mundo quiere adelantarse a los demás (es decir, conseguir una subida mayor para minimizar la inflación)".

Pero, una vez el público está en pie, ¿cómo conseguir que miles de personas se sienten para regresar a la situación anterior? La misma pregunta, en una crisis de precios, sería algo así como: ¿cómo lograr que las empresas dejen de subir precios y los empleados no pidan aumentos salariales para controlar la inflación?

Los acomodadores podrían repartir prismáticos o taburetes para aliviar el hartazgo de los asistentes. Esa sería la política fiscal: el Estado aprobando medidas para paliar el impacto de la crisis de precios en el bolsillo de los hogares. Pero, lamentablemente, esta solución no ataja la causa del problema, y la única forma de lograr que el público no esté de pie es... consiguiendo que se siente

Christine Lagarde

Opción 1: parar el partido hasta que el público se siente

Una opción, explica Krugman, sería "detener la acción en el campo hasta que todo el mundo vuelva a sentarse". Esto sería el equivalente a controlar la inflación induciendo la economía a una recesión: funciona, pero tiene un coste.  

Esta ha venido a ser precisamente la respuesta de los bancos centrales: subir a tope los tipos de interés. Al encarecer el precio del dinero, paras la inflación, pero también la actividad (el partido). Algo parecido a verter un jarro de agua fría sobre el consumo: consigues congelar precios, pero a costa de dejar la economía varios grados bajo cero.

"Obligar a los actores a aceptar el resultado, y estabilizar así la inflación, suele dejarse en manos del banco central", coincide Blanchard. Al ralentizar la economía, puede obligar a las empresas a aceptar no subir precios, y a los trabajadores a aceptar salarios más bajos en función de los precios. Esta, sin embargo, "es una forma muy ineficaz de abordar los conflictos distributivos", matiza.

El premio Nobel Joseph Stiglitz también critica esta opción. Stiglitz opina que subir tipos solo agravará la recesión y no tendrán un gran impacto sobre una inflación que viene del lado de la oferta. Es más, el economista ha llegado a advertir que, si siguen subiendo los tipos, la inflación aumentará todavía más.

Opción 2: un acuerdo colectivo para sentarse

"Sería mucho mejor si pudiéramos conseguir el acuerdo colectivo de todos para sentarse sin parar el juego", propone Krugman. Es una opción difícil de conseguir, reconoce, "pero no imposible".

El equivalente, en la crisis actual, es el famoso pacto de rentas, repetido hasta la saciedad por economistas, organismos, el Banco de España y hasta el Gobierno, pero para el que no parece existir voluntad política suficiente.

"Se puede y se debe soñar con una negociación entre los trabajadores, las empresas y el Estado, en la que el resultado se alcance sin disparar la inflación y sin requerir una dolorosa ralentización", coincide Blanchard.

El pacto, a ojos de Krugman, podría consistir en una fijación gradual de salarios (no habría una subida simultánea para todos). Lo contrario sería una subida generalizada y sincronizada.

En eso consistió, básicamente, el llamado milagro israelí de 1985. A principios de los 80, Israel estaba al borde del colapso: la crisis del petróleo de los 70, sumada a las guerras de 1967 y 1973 dejaron la economía israelí en recesión, con altos niveles de paro, y una inflación rozando el 500%.

Hizo falta un gran pacto de Estado, político y económico, que congeló precios (aunque también incluyó recortes de gasto público y programas de bienestar). Entonces, explica Krugman, todos los actores interesados acordaron dejar de intentar adelantarse unos a otros (vía precios-salarios), y la inflación bajó de inmediato.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno

Pero no es necesario irse tan lejos para encontrar ejemplos en la historia. La onda expansiva de la crisis del petróleo de los años 70 también llegó hasta España. Y aunque los efectos tardaron en notarse, cuando llegaron, fueron devastadores: para 1977, la inflación llegó a superar el 26%. 

Ese mismo año, en plena transición a la democracia, se firmaron los Pactos de la Moncloa, que buscaban dar estabilidad política, pero también emprender una profunda reforma económica que contuviera la inflación.

"Hace falta un acuerdo entre empresarios, trabajadores y con la colaboración de las Administraciones Públicas, para tratar de repartir los costes económicos que esta guerra va a implicar, pero tratando de reducir al máximo sus efectos negativos, que serán notables", señala Pedro Aznar, profesor de Economía, Finanzas y Contabilidad de Esade.

Los economistas llevan meses pidiendo este pacto, presentándolo como la solución más justa y menos dolorosa para la mayoría. En 2022, el Gobierno trató de impulsar un pacto de rentas entre empresarios y sindicatos, pero las negociaciones llevan meses encalladas, y por lo pronto no hay visos de acuerdo. 

Por desgracia, dice Blanchard, "esto requiere más confianza de la que cabe esperar y simplemente no ocurre".

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