'Sadomasoquismo económico': ¿hace falta infligir dolor para solucionar los problemas de la economía?

La presidenta del BCE, Christine Lagarde.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde.

Reuters / Getty / Business Insider

  • En tiempos de crisis, domina el sadomasoquismo económico. Los bancos centrales llevan meses avisando de que el dolor es inevitable. Pero, ¿lo es?
  • En la crisis de 2012 también se presentó el sufrimiento como inevitable. Ahora, queda patente que las cosas podrían haberse resuelto de otra manera. 

El sufrimiento es inevitable. El clásico mantra esgrimido en tiempos de crisis ha regresado en 2022, esta vez de la mano de las autoridades monetarias, a la vista de la deriva inflacionaria y la emergencia de una posible recesión.

Es difícil imaginar a la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, con una fusta. Pero la experiencia enseña que, cada vez que la cosa se pone fea, domina el sadomasoquismo económico.

Primero fue el presidente de la Reserva Federal (Fed). Jerome Powell recuperó el mantra para justificar su viraje radical hacia una política monetaria agresiva basada en subidas históricas de tipos de interés

"Reducir la inflación requerirá un periodo sostenido de crecimiento por debajo de tendencia. Además, muy probablemente haya una relajación de las condiciones del mercado laboral. Y, aunque los tipos de interés más altos rebajen la inflación, también infligirán algo de dolor a hogares y empresas", dijo Powell a finales de agosto.

A este lado del Atlántico, Lagarde no tardó en recoger el testigo para hacer lo mismo en Europa, aunque fue más eufemística en el tono: dijo que hacía falta "un equilibrio entre el dolor de la inflación y una recesión".

Echando la vista atrás, también en la crisis financiera de 2008-2012 se presentó el sufrimiento como algo inevitable. Ahora, queda patente que las cosas podrían haberse resuelto de otra forma. La población está acostumbrada a que, cuando el horizonte se nubla, toca hacer penitencia. El dolor es irremediable. Pero, ¿de verdad lo es?

"No comparto la concepción de la política que causa dolor, las buenas medidas no deben provocar dolor a la ciudadanía", decía la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, hace unos días, aludiendo a la frase de Powell. 

El 'histórico error' del BCE

La recuperación económica tras la crisis de Lehman Brothers

Era junio de 2008, cuando el entonces presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, cometió lo que se ha calificado como el mayor error en la historia del BCE: subió los tipos de interés. Trichet tomó la decisión porque la inflación estaba alcanzado cotas históricas en el Viejo Continente, y contenerla, además de ser el gran objetivo, se había convertido en un desafío. 

3 meses después, quebró Lehman Brothers, pistoletazo de salida para la gran crisis financiera y de la deuda que arrasó con las economías europeas durante un lustro. 

Resultó que el movimiento del BCE soslayó un factor importante: la subida descontrolada de precios no venía de un consumo al rojo vivo, sino de un alza de costes. Subir tipos fue como echar un jarro de agua fría sobre una economía aparentemente caliente, pero cuyo motor (la demanda) ya estaba tiritando bajo cero

El principio de la historia recuerda un poco al punto de partida actual: unas economías ardiendo por la inflación, pero no una inflación derivada del consumo (demanda), al menos en Europa, sino por una escalada de costes provocada por la crisis de suministros (oferta) que precisamente ahoga a quienes consumen y producen: hogares y empresas.

A diferencia de Estados Unidos, donde el origen de la elevada inflación sí está en una demanda recalentada, en Europa "se originó por un choque de oferta (cuellos de botella, conflicto bélico) pero que ha ido permeando hacia toda la economía", explica Luciana Taft, economista jefe de Analistas Financieros Internacionales (Afi).

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La solución forzosa de los bancos centrales ha sido criticada por economistas como el premio Nobel Joseph Stiglitz, que opina que subir tipos solo agravará la recesión y no tendrán un gran impacto sobre una inflación que viene del lado de la oferta. Es más, Stiglitz ha llegado a decir que, si siguen subiendo los tipos, la inflación aumentará todavía más.

Demasiado tarde...¿otra vez?

Pero no es tan fácil. "Existen ciertas narrativas que introducen en la agenda pública la idea de unas instituciones económicas supranacionales cuya finalidad es 'infringir dolor a los ciudadanos'. Una de las claves pasa por reenmarcar de forma objetiva este discurso antes de que se vuelva mainstream", advierte Fernando Castelló Sirvent, profesor e investigador en ESIC Business & Marketing School.

Los economistas consultados por Business Insider España coinciden en que, una vez la inflación se ha instalado en la economía y amenaza con arrastrarla a una espiral de precios-salarios, no queda otra que subir tipos. 

"Un choque de inflación por causa externa como el que sufre la economía europea debe ser reducido lo antes posible porque, de otra manera, el daño futuro puede ser muy elevado. Hay que huir de posiciones simplistas e infantiles. Valorar solo el corto plazo es un error que puede costar muy caro en el futuro", advierte Miguel Ángel García, investigador asociado en Fedea.

Mientras no se logre atacar al origen de la inflación (para lo que se necesita conseguir autonomía energética), añade García, la política monetaria ayuda a evitar que la economía siga recalentándose hasta niveles alarmantes. 

"La inflación ya está teniendo un impacto sobre las rentas, ya está deteriorando el poder adquisitivo. Eso ya produce sufrimiento, sobre todo en los hogares de rentas más bajas, y ha venido por la inflación, no por el BCE. Además, ante tal presión inflacionista ¿qué otra alternativa le quedaba al BCE más que subir los tipos?", cuestiona Inma Ordiales, colaboradora de la Fundación Alternativas.

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Pero el mandato de mantener precios en el objetivo del 2%, que el BCE esgrime ahora para justificar una política súper agresiva de tipos, es el mismo que tenía hace un año, cuando decía que no había que exagerar ante lo que calificaba de inflación transitoria y tardó meses en ponerse en su papel de garante de la estabilidad monetaria.

El problema de actuar tarde (en caso de que sea tarde) es que ahora las economías ya están deprimidas (algunas, incluso, rumbo a una recesión) y que la inflación empieza a moderarse por sí misma en algunos países (como España). En cambio, los efectos de las subidas históricas de tipos no los veremos hasta dentro de unos meses.

"Siempre hay un retardo entre la aplicación de una política monetaria y su efecto. Se corre el riesgo de sobrerreacción: apretar demasiado, y que luego su impacto sea mayor y la recuperación más lenta", reconoce Ordiales.

Una venda para el dolor 

Nadia Calviño, vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, y Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE).
Nadia Calviño, vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, y Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE).

Reuters

Asumiendo entonces que el sufrimiento derivado de la subida de tipos sea inevitable, ¿no hay alguna forma de que no duela tanto?

En la última crisis de 2008-2012, el Gobierno aplicó la normativa de desahucios a rajatabla. La postal dejó a cientos de miles de hogares desahuciados por impagos hipotecarios en España. 

Aún así, la factura de la crisis todavía salió cara: el salvavidas lanzado a la banca para salir del atolladero engordó el déficit de la UE en 73.261 millones de euros, según datos de Eurostat. 

Fue precisamente Lagarde la que, en 2013, entonces como directora del FMI, salió a decir que basta de hablar de austeridad, sinónimo de sufrimiento

Hoy, 10 años después, se ha aprendido la lección y Europa ha basculado de la ortodoxia de 2012 al keynesianismo de 2022. 

La prueba está en la respuesta durante la pandemia. A diferencia de la crisis financiera, a la Comisión Europea y a los gobiernos comunitarios no les tembló la mano en 2020 para suspender reglas fiscales, dejar la ortodoxia a un lado y sacar toda la artillería fiscal para evitar el descalabro de la economía y el sufrimiento de millones de hogares y empresas.

El viraje de Bruselas también tiene que ver con el miedo al populismo, comenta Pedro Aznar, profesor del Departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad en Esade: "La UE entiende que algunas políticas que pueden ser necesarias pero negativas para muchos no son populares y luego tienen consecuencias en los periodos electorales, por lo que creo que ahora se valoran más los pros y contras".

Con la crisis de precios, España es otro ejemplo de soluciones expansivas para vendar la herida. Si en 2012 reinó la ortodoxia, ahora ya no se concibe el sufrimiento como plenamente inevitable

En el plano hipotecario, por ejemplo, se ha llegado a un acuerdo para aliviar las cargas, permitiendo rebajas de hasta el 50% de las cuotas de las hipotecas y aplazamientos de las mismas en 5 años, y en los próximos meses se prorrogarán medidas como el límite del 2% a las subidas de los alquileres o las ayudas al transporte público.

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"Las subidas de tipos de interés se pueden combinar con una política fiscal de ayuda a los más desfavorecidos. En concreto, eso ha recomendado la Unión Europea", añade Aznar. 

A diferencia de la política monetaria, que no tiene más remedio que servirse como un café para todos, la política fiscal sí permite aplicar medidas de forma quirúrgica, dirigidas a los colectivos más perjudicados por la situación.

Un pacto de salarios.... pero al alza

Pero, ¿cómo de quirúrgico se puede ser en un país donde la renta media apenas supera los 18.100 euros brutos anuales? La crisis de precios ha golpeado de forma generalizada a unos hogares que ya partían con rentas bajas y los salarios no están llenando ni la mitad del agujero abierto por la inflación.

Los expertos coinciden en que, para mitigar la potencial espiral inflacionista, hace falta un pacto de rentas. Pero ese pacto de rentas debería en cuenta la pérdida de poder adquisitivo de las familias.

"En términos reales, la renta disponible de los hogares hoy se sitúa cerca de un 7% por debajo del nivel previo a la pandemia", avisa Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de Funcas. Y matiza que ahora "la caída sería mayor, descontando el plus de ingresos asociados al empleo generado durante la etapa de recuperación, que ahora se trunca con la crisis energética".   

Ahora mismo en España no hay riesgo de caer en esa espiral de precios, según indica el deflactor del PIB. Eso no significa que ese riesgo no pueda existir en el futuro, pero lo cierto es que la economía española cuenta con unas características que la hacen menos susceptible a tal espiral. En cambio, el deterioro del poder adquisitivo sí es real.

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