Las razones de China a favor y en contra para la guerra comercial con Estados Unidos

Tropas del Ejército de Liberación Popular de China.
Tropas del Ejército de Liberación Popular de China.
  • ¿Quién ganaría en una guerra comercial entre Estados Unidos y China?
  • La economía estadounidense es más estable, pero la china también tiene algunas ventajas.
  • Cuando estás a punto de provocar sufrimiento en tus ciudadanos, el autoritarismo tiene sus beneficios.

Estados Unidos acaba de aplicar aranceles a productos chinos valorados en 50.000 millones de dólares (unos 41.000 millones de euros) en un esfuerzo por castigar a China por haberle robado su propiedad intelectual.

China asegura que tomará represalias en la guerra comercial con la imposición de fuertes aranceles sobre una gran cantidad de productos estadounidenses, incluyendo la soja. Hay que tener en cuenta que el país asiático es el mayor importador de soja estadounidense del mundo.

Así que mientras el presidente Donald Trump se muestra confuso sobre la existencia de la guerra comercial que él mismo comenzó, Wall Street no tiene ninguna duda. Los precios de la soja se desplomaron en Chicago el miércoles, y en Nueva York el mercado de valores se está desangrando, tal y como muestra el índice industrial del Dow Jones, que ha caído 500 puntos.

Es probable que los agricultores y comerciantes de soja en los EE.UU. —o simplemente un ciudadano preocupado por la situación— se hagan estas dos preguntas: ¿cuánto tiempo durará esto? y ¿qué razones podría tener China a favor de una guerra comercial?

Para responder a la primera pregunta, hay que tener en consideración el hecho de que Trump no puede dar marcha atrás en su estrategia hasta las elecciones al Senado de Estados Unidos de finales de año, y que China es una economía estatal. Cuando las cosas van mal, su gobierno suele intervenir en los negocios, públicos y privados.

Además, debido a que los EE.UU. y China comerciaron entre sí con bienes valorados en poco menos de 650.000 millones de dólares (unos 530.000 millones de euros) en 2016, las cifras que estamos viendo aquí son relativamente bajas.

En cuanto a la segunda pregunta, es más complicada. Esta guerra comercial llega en un momento en que la economía china parece ser muy estable. Pero eso es sólo en la superficie.

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Estado de la nación

Este año, por primera vez en mucho tiempo, ni la bolsa ni la moneda china comenzaron el año con turbulencias. Los economistas y políticos del Foro Económico Mundial de Davos (Suiza) no se mostraron preocupados con respecto a la posibilidad de que la enorme burbuja de la deuda del país —que se está acercando al 300% de su producto interno bruto y sigue creciendo— estalle.

Gracias a todo ello, los funcionarios chinos han estado vendiendo con éxito la narrativa de que todo está bajo control, de que el plan del gobierno central para desinflar lentamente la burbuja de la deuda a través de reformas de la oferta está funcionando. Las aguas están calmadas.

Pero los analistas creen que la situación cambiará pronto.

"El impulso de crecimiento de China fue innegablemente sólido a principios de año, aunque no tan sólido como sugieren los titulares", explicó Wei Yao, analista de la Société Générale, el mes pasado en una carta dirigida a sus clientes. "Sin embargo, la mayoría de los indicadores principales apuntan al menos a un debilitamiento en dicho crecimiento y la postura política, como se señaló en el Congreso Nacional Popular, sigue siendo agresiva en su conjunto".

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Esto significa que la economía, que durante años ha vivido de la creación incesable de más crédito, probablemente se desacelerará. Y a pesar de una posible desaceleración, el gobierno está dejando entrever que endurecerá las condiciones políticas.

Algunos indicadores ya reflejan esta situación. Uno de los más importantes del país, el volumen de transacciones inmobiliarias, cayó estrepitosamente el mes pasado. En términos interanuales, el total de operaciones se redujeron un 33,6%.

En las ciudades más grandes del llamado Nivel 1, el volumen cayó un 20,9%. En las ciudades medianas de Nivel 2, cayó un 44%, y en las ciudades más pequeñas de Nivel 3, cayó un 29%.

En marzo, el índice de gerentes de compras (PMI, por su sigla en inglés) del sector manufacturero elaborado por Caixin/Markit se situó en los 51 puntos, por debajo de los 51,6 de febrero. (Una lectura por debajo de los 50 puntos indica una contracción en el gasto.)

Los observadores independientes de China todavía insisten en que las reformas prometidas por el gobierno aún no han llegado. El mes pasado, la firma de análisis de datos China Beige Book informó que todavía no se había producido un desapalancamiento y que las empresas todavía estaban absorbiendo crédito para sobrevivir.

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Otras reformas que China había prometido tampoco han llegado. El Gobierno aún no ha tomado medidas enérgicas contra los sectores de productos básicos como el acero, que durante años han sufrido un exceso en su capacidad.

Uno podría pensar que en un país controlado únicamente por un hombre, el presidente Xi Jinping, las cosas suceden con solo chasquear los dedos. En la realidad no sucede así.

Hace unas semanas, me senté a comer con Dinny McMahon, ex corresponsal del Wall Street Journal en China que escribió el libro China's Great Wall of Debt. Me explicó que, a pesar de todas las consignas de Pekín, la reforma había sido lenta.

McMahon me comentó que en China hay un dicho que dice que "las montañas son altas y el emperador está lejos". Es decir: los edictos del gobierno central no siempre se respetan a nivel local o regional.

Los gobiernos regionales no siempre quieren cerrar fábricas y tener que lidiar con ciudadanos enojados y desempleados. Los gobiernos locales no siempre quieren dejar de emitir nuevos medios de financiación.

En un país tan vasto como China, incluso cuando se trata de un Estado central autoritario, puede ser muy necesario que todos se pongan de acuerdo. Una gran ventaja, sin embargo, es que estamos ante un país que todavía depende mucho de las exportaciones para sanear su economía.

El reciente informe del China Beige Book pone el énfasis en:

"Si bien los ingresos del primer trimestre parecían sólidos, en este momento todos los sectores, excepto el manufacturero, observaron cómo el crecimiento de las ganancias se debilitó a partir del cuarto trimestre de 2017... La debilidad del sector de la venta al pormenor es un motivo de especial preocupación. Si las exportaciones de China se ven afectadas por la guerra comercial del presidente Trump, y por cualquier arancel impuesto por otro país, el consumo interno no parece ser lo suficientemente sólido como para generar crecimiento.

"Las tendencias del crédito y la inversión también son motivo de preocupación. Si bien nuestros indicadores de endeudamiento y de inversiones se mantienen estables a nivel nacional, una economía verdaderamente sana y en reajuste no permitiría que las empresas minoristas y de servicios pidieran prestado más dinero del que luego invierten, mientras que las empresas de materias primas lideran de nuevo a nivel nacional tanto en contratación como en endeudamiento".

Los beneficios del autoritarismo en la guerra comercial

A largo plazo, la economía china no es tan estable como la estadounidense. Pero esta batalla podría no prolongarse por mucho tiempo y, en ese caso, tenemos que considerar otras características de la economía china que podrían funcionar a su favor. El autoritarismo tiene ciertos beneficios.

El gobierno central chino tiene la capacidad de transformar a una velocidad vertiginosa todo aquello que puede controlar. Por ejemplo, puede obligar a las empresas saludables del sector privado a comprar acciones de empresas estatales cargadas de deuda para ayudarlas a hacer frente al colapso. Ya lo ha hecho con anterioridad cuando su economía se ha visto amenazada. 

El año pasado, China Unicom, una empresa estatal de telecomunicaciones, anunció que recaudaría alrededor de 10.000 millones de dólares (aproximadamente 8.000 euros) en efectivo de inversionistas privados como Alibaba, Baidu, JD.com, China Life Insurance Company y Tencent, entre otros. Juntos, tendrán una participación del 35% en la empresa.

Dicha operación no se produjo porque las compañías de tecnología quisieran adentrarse en el negocio de las telecomunicaciones de repente, sino porque el gobierno les obligó.

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Cuando sea necesario, China puede reunir todos sus recursos para hacer frente a un problema. Las cosas no funcionan del mismo modo en EE.UU., no hay más que recordar el trastorno y la carnicería del mercado de valores que supuso el rescate que estabilizó el sistema bancario tras la crisis iniciada en 2008.

Otra ventaja que tienen los chinos en una guerra comercial es su tolerancia al dolor económico, debido a que están acostumbrados a que su gobierno no siempre responda por ellos.

Los estadounidenses pueden expresar su deseo de cambio ante una recesión económica en las urnas. Las personas que viven bajo gobiernos autoritarios, sin embargo, no tienen opción.

Sus líderes no van a abandonar su posición de poder, y ellos controlan los medios de comunicación. Tienen la capacidad de convencer a los ciudadanos de que Estados Unidos es el enemigo, en muchos aspectos, ya lo han hecho.

En una guerra comercial, eso puede suponer una ventaja, ya que significa que el gobierno tiene vía libre para hacer lo que quiera. China podría hacer precisamente eso.

Ya se publicó una versión anterior de este artículo en la edición americana de Business Insider el 2 de abril de 2018.

Esta columna no refleja necesariamente la opinión de Business Insider.

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