China perderá la mitad de su población a finales de siglo, y las consecuencias serán catastróficas

Chris Forman,
Andrew Flowers,
Sebastian Dettmers
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China perderá a la mitad de su población a finales de siglo, lo que no es bueno para Estados Unidos y Europa.

Alyssa Powell/Insider

  • Menos niños = menos trabajadores = una economía en contracción. La disminución de la población china tendrá efectos catastróficos en la economía mundial.
  •  Además, también es un presagio para EEUU y Europa: si no recuperan sus tasas de natalidad, se enfrentarán al mismo destino económico que China.

La población de China está disminuyendo. Aunque el enorme país sigue contando con 1.400 millones de personas (casi uno de cada 5 habitantes del planeta), la Oficina Nacional de Estadística de China anunció que su población se redujo en 2022, en aproximadamente 850.000 personas. 

Esta impactante estadística no es más el principio del declive demográfico de China. Este mismo año, India la superará en población, y en pocos años superará a la población china en edad de trabajar: personas de 20 a 69 años. Las Naciones Unidas han calculado que si la tasa de natalidad de China se mantiene en los niveles actuales y el país no consigue posicionarse como un destino atractivo para los emigrantes, perderá casi la mitad de su población a finales de este siglo, una contracción de unos 700 millones de personas

El fuerte crecimiento de su población en edad de trabajar en las últimas décadas ha permitido a China convertirse en la fábrica del mundo: más del 70% de los paneles solares, el 60% de la maquinaria agrícola y el 25% de los robots se construyen con componentes de proveedores chinos. 

Pero debido a su destreza manufacturera y a su importancia para las cadenas de suministro, la disminución de la población en edad de trabajar no solo afecta al país, sino que tiene consecuencias directas en la economía mundial. Además, también es un presagio para EEUU y Europa: si no recuperan sus tasas de natalidad, se enfrentarán al mismo destino económico que China.

Menos niños, menos trabajadores

Durante décadas, la tasa de fertilidad de China (el número de nacidos vivos por mujer) ha disminuido, provocando un freno en el crecimiento demográfico del país. En 2022, alcanzó el nivel más bajo registrado, 1,1 hijos por mujer. En los principales centros de población, Pekín y Shanghái, la tasa de fertilidad se redujo a 0,7 hijos por mujer. 

La política china del hijo único, que restringía a las parejas a tener un solo hijo, no es la única culpable (aunque sí ha desempeñado un pequeño papel). Cuando se implantó esta norma en todo el país en 1980, la tasa de fertilidad ya había descendido a 2,6 desde los más de 6 hijos por mujer de 1970. 

Más tarde, en 1991, cayó por debajo de 2,1 hijos por mujer, el nivel necesario para mantener la población estable a lo largo del tiempo. En ese momento se puso en marcha un temporizador demográfico, y ahora la alarma está sonando.

La disminución de la población lleva años preocupando al Gobierno chino, lo que llevó al país a relajar su restrictiva política del hijo único en 2016. El Gobierno empezó a animar a sus ciudadanos a tener hasta 3 hijos ofreciéndoles incentivos en metálico, descuentos inmobiliarios y permisos de maternidad ampliados. Pero parece que esos esfuerzos han sido en gran medida infructuosos.

A diferencia de muchas economías desarrolladas de Occidente, China y otras grandes potencias económicas de Asia no están recurriendo a la inmigración para compensar el descenso de la fecundidad. En lugar de eso, se están cerrando en banda. 

La proporción de inmigrantes respecto a la población total en Japón en 2020 era solo del 2%. En la India era del 0,3%, y en China únicamente del 0,1%. Para los extranjeros, obtener la ciudadanía china es prácticamente imposible

En comparación con un ejemplo europeo, el 17% de las personas que vivían en Alemania en 2021 habían nacido en el extranjero, y un tercio de ellas había obtenido la ciudadanía alemana.

 

Menos niños y menos inmigrantes implica menos trabajadores a largo plazo. Las previsiones de la ONU sugieren que la población activa de China se reducirá más en los próximos años que en casi cualquier otro país, y la disminución de población sentará las bases para una inversión de sus décadas de fuerte crecimiento económico, es decir, el nivel de vida no mejorará tan rápidamente. 

Se trata de un reto gigantesco para la economía del país asiático y para los ambiciosos planes de Xi Jinping de convertir a China en la mayor economía del mundo y en la superpotencia dominante.

La disminución de la mano de obra ya ha provocado que el Gobierno cambie su enfoque económico. Tras décadas de crecimiento manufacturero intensivo en mano de obra y basado en las exportaciones, el 14º plan quinquenal del gobierno (el último conjunto de objetivos de crecimiento y reformas económicas establecido por el Partido Comunista Chino, en 2021) se centraba en orientar la economía hacia su mercado interno e invertir en productos de mayor valor añadido

En lugar de ser un paso intermedio en la cadena de suministro mundial (importar materias primas y piezas, utilizar mano de obra barata para fabricar productos acabados y luego enviar esa mercancía al extranjero), Pekín quiere que sus propios trabajadores produzcan esos bienes finales y los vendan a los compradores de su propio país.

Este cambio es imperativo porque gran parte de la economía china depende de una población en constante crecimiento. Como ejemplo, se puede citar la demanda inmobiliaria: en las 2 últimas décadas, los chinos han invertido el 70% de su riqueza en bienes inmuebles. En Estados Unidos, ese porcentaje es del 35%. 

El sector de la construcción e inmobiliario representa aproximadamente una cuarta parte de la producción económica total de China. El país construye como ningún otro: ha levantado ciudades enteras desde cero y consume la mitad del hormigón que se produce en el mundo. Y, según parece, China planea un mayor crecimiento: en 2017, 65 millones de pisos vacíos —suficientes para albergar a la población de Francia o California— aguardaban a familias jóvenes.

Pero, ¿cuánto durará la demanda inmobiliaria? ¿Quién se mudará a los apartamentos vacíos cuando disminuya la población? ¿Qué ocurrirá con esta enorme industria cuando caiga el número de consumidores y haya menos inversores? ¿Y qué ocurrirá con los ancianos chinos que han inmovilizado gran parte de su riqueza en sus casas?

Xi Jinping

La reducción de la población activa no solo perjudicaría a la economía china, sino que tendría efectos indirectos en Estados Unidos y Europa. El sector manufacturero chino, por ejemplo, probablemente tendría dificultades para mantener su reciente racha de crecimiento. 

En las próximas décadas, la economía china no impulsará las tasas de crecimiento mundial como lo ha hecho en el pasado. El crecimiento de la productividad en el país también podría estancarse

Los economistas llevan mucho tiempo estudiando la correlación entre densidad de población e innovación (más ciudadanos significa más emprendimiento), por lo que la disminución de la población también podría mermar la capacidad de China para alterar los mercados. 

En conjunto, la ralentización de la economía china tendría graves repercusiones en el resto del mundo. 

El problema de cerrar fronteras

El declive demográfico de China es también un presagio para los países con tasas de natalidad iguales o inferiores al nivel de reemplazo, como Estados Unidos y muchos lugares de Europa, como España. Europa se enfrenta al mismo punto de inflexión demográfico que China: se prevé que la población del continente disminuya un 21%, o 157 millones de personas, a finales de siglo

De hecho, Nigeria superará a Europa como tercera fuerza laboral a finales de este siglo.

Entre las mayores economías actuales, solo EEUU tiene una proyección de crecimiento demográfico positivo, aunque a niveles muy bajos. No obstante, el crecimiento previsto no se debe al aumento de la fecundidad, sino a la inmigración. 

El Pew Research Center ha calculado que en la segunda mitad del siglo, un tercio de la población estadounidense (más de 100 millones de personas) serán inmigrantes y sus hijos nacidos en Estados Unidos.

Más del 40% de las 500 mayores empresas estadounidenses fueron fundadas por inmigrantes o por sus hijos, desde gigantes tecnológicos como Google a la cadena de venta al por mayor Costco o la marca de vaqueros Levi's. 

Pero la influencia de los inmigrantes en la prosperidad estadounidense no queda relegada a la escena de las startups; la historia del millonario de la miseria a la riqueza (o al menos del éxito de la clase media) se repite con frecuencia. 

Así lo demuestra de manera impresionante un reciente estudio que ha seguido a millones de padres y a sus hijos y descubierto que los hijos de inmigrantes de casi todas las nacionalidades lograban ascender socialmente al menos con la misma frecuencia que sus coetáneos de familias no inmigrantes. Al menos para los inmigrantes, el sueño americano sigue vivo.

Dicho esto, la inmigración es muy difícil de predecir y está cada vez más politizada. Pero sin ella, es probable que la población en edad de trabajar en Estados Unidos disminuya, perjudicando a la economía del país. 

Ahora bien, si los responsables políticos estadounidenses consiguen mantener la puerta abierta a nuevos residentes, Estados Unidos será una de las pocas naciones industrializadas que no tendrá que enfrentarse a un descenso de población, lo que podría resultar un factor decisivo en su carrera contra China por el dominio de la economía mundial.

La gran escasez de mano de obra no es una amenaza abstracta: tiene consecuencias muy reales. 

Muchas empresas se enfrentan ya a grandes dificultades para cubrir sus puestos vacantes, especialmente en sectores como la sanidad y la educación. En los próximos años, tanto en China como en Occidente, habrá otros muchos sectores con dificultades para encontrar trabajadores. 

La falta de maquinistas, profesores, ingenieros, médicos, bomberos, enfermeros y programadores tendrá consecuencias de mayor alcance en el futuro. Con menos empleados, las empresas producirán o rendirán menos, lo que se traducirá en menos ventas, menos crecimiento económico y, en definitiva, menos prosperidad para todos

Y en China, el problema existe a una escala mucho más dramática. A menos que las naciones consigan dar la vuelta a la situación, el problema no hará sino acelerarse, y podría suponer un desastre para la economía.

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