Tengo 25 años y he sufrido 2 abortos espontáneos: me dio pánico contárselo a mis jefes porque sigue siendo un tema tabú, pero hacerlo ha sido clave en mi recuperación emocional

1 de cada 4 mujeres sufre un aborto espontáneo.

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  • Sufrí mi primer aborto espontáneo con 23 años y, justo antes de cumplir los 25, llegó el segundo. 
  • El tabú que rodea a la pérdida gestacional me ha llevado a luchar por mí y por todas las mujeres —1 de cada 4— que sufren el indescriptible dolor de la pérdida de un hijo. 
  • Una de las metas del feminismo debe ser romper el silencio que rodea a este tema y que las empresas creen espacios de confianza para empatizar con las trabajadoras mientras les garantizan la reincorporación laboral. 

No sabría cómo empezar este artículo si no fuera porque tengo la plena convicción de que aún queda mucho camino que recorrer para que las mujeres alcancemos la igualdad real. 

La educación y la concienciación siguen siendo fundamentales contra el maltrato hacia las mujeres, los techos de cristal, el reconocimiento del trabajo en el hogar, la corresponsabilidad junto a los hombres del cuidado de los hijos y los ancianos, y sí, también la eliminación del miedo a decirles a tus jefes "estoy intentando quedarme embarazada". 

E incluso un paso más: la eliminación del tabú del aborto, especialmente el que llega sin previo aviso y te rompe los esquemas, los planes de futuro y, también, el corazón. El denominado aborto espontáneo. 

A mis 25 años, han sido 2 las ocasiones en las que he tenido que afrontar la pérdida gestacional y la vuelta al trabajo como si no hubiese pasado nada. En ambos casos, tener la confianza con mis jefes para contárselo ha sido una de las claves de mi recuperación emocional. 

La búsqueda de embarazo suele llevarse en secreto pero, en mi caso, sentía que era necesario que mis jefes lo supiesen a pesar de que sé que en algunas empresas existe el riesgo de que te despidan antes de cargar con una baja laboral o de quedarse sin manos ante una situación de mucho trabajo. 

Existe muy poco material que relacione los abortos, ya sean voluntarios o espontáneos, con las implicaciones laborales para las mujeres. Sin embargo, y por desgracia, existen muchos casos de denuncia por despidos improcedentes a empleadas que estaban embarazadas o acababan de tener un hijo.

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Sin embargo, en un informe de 2009 sobre la duración de la incapacidad temporal asociada a diferentes patologías en trabajadores españoles, encargado por el entonces Ministerio de Trabajo e Inmigración, se reconoce que "el embarazo debe considerarse, en principio, como una situación fisiológica durante la cual la mujer puede realizar toda su actividad sin cortapisa alguna". 

El embarazo es un estado natural y forma parte del proceso de toda mujer que decide abrazar la maternidad y las compañías deberían respetarlo sin prejuicios ni perjuicios en la libertad individual y con todas las garantías de la reincorporación laboral. 

"Es un mal momento para tener un bebé, perdemos dinero" fue la respuesta de una empresa a una de sus trabajadoras por haber sido madre. El miedo a una contestación similar, a un despido o simplemente a no avanzar en tu carrera profesional por el hecho de querer compaginar tu vida laboral con la maternidad es otra de las metas que el feminismo tiene y debe perseguir. 

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La norma social impuesta y asumida por todas nosotras es esperar a estar fuera de los 3 primeros meses de riesgo de pérdida para dar la noticia ya que, si el embarazo no sigue adelante, no tienes que darle explicaciones a nadie, especialmente a tus jefes, que quizás se puedan alarmar por el hecho de que estés intentando quedarte embarazada. 

Sin embargo, en el informe de 2009, los investigadores apuntaban que existen complicaciones psicológicas, como ansiedad o depresión, detectándose "un aumento del riesgo de trastornos psicológicos en mujeres durante más de un año tras la experiencia de sufrir un aborto espontáneo". 

En otras palabras: el silencio y la presión de "seguir tu vida como si nada" solo ahonda en la depresión que se sufre tras la pérdida de un hijo. Y, al igual que el apoyo de la pareja, la familia y los amigos es fundamental, el respaldo de la empresa es un factor clave para una recuperación progresiva y efectiva de la salud física y mental de las mujeres.

La primera vez que perdí a mi bebé ya le había contado a mi jefa que estaba embarazada. Cuando todo sucedió, trabajaba en una pequeña farmacia en un pueblo de Inglaterra y mi manager se había convertido en mi mejor amiga en un país que me acogía en plena pandemia. Éramos uña y carne y eso me lo puso fácil para poder darle la buena noticia. 

A las semanas de contárselo, un día fui al baño estando en el trabajo y vi una pequeña mancha de sangre. Ese fue el principio del fin. 

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Estaba de 2 meses, aún no había pasado la etapa de riesgo y mi jefa no dudó recomendarme que me fuese a urgencias de inmediato. El trabajo no importaba. Importaba lo importante. 

En el hospital, me mandaron a casa porque aún seguía danto positivo en la hormona del embarazo, así que llamé a una amiga doctora que me aconsejó encarecidamente que me quedase en casa en reposo y no fuese a trabajar al día siguiente. Llamé a mi jefa y le expliqué lo que me habían dicho.

A la mañana siguiente me desperté y el pequeño sangrado se había convertido en un río rojo por el que sentía que literalmente se me estaba escapando la vida. Otra vez en urgencias, un doctor me confirmó lo que yo ya había visto en el retrete del hospital. 

En ocasiones, es en en una cita rutinaria, al pronunciarse las palabras "no hay latido", cuando se desencandena uno de los peores momentos de la vida de una mujer. En otras, ves irse con tus propios ojos la vida que estaba dentro de ti. A mí me tocó lo segundo y es una imagen que jamás podré borrar de mis recuerdos.

Si no le hubiese contado a mi jefa que estaba embarazada, tendría que haber inventado cualquier excusa para salir corriendo del trabajo en el momento que todo empezó. Si no se lo hubiese contado, el propio dueño de la farmacia no me hubiese dicho que me quedase en casa 2 semanas y el tiempo que necesitase sin preocuparme por el trabajo. 

En ese momento mi contrato era indefinido, pero cobraba por horas, por lo que mi salario de ese febrero de 2021 incluyó una disminución considerable de mis ingresos. 

"Hola Miriam, espero que te estés recuperando y sintiendo mejor. Tu nómina está adjunta. Febrero ha sido un mes difícil para ti y esto obviamente se ha visto reflejado en tu sueldo. Sé que no es tu culpa, tú y yo hablaremos cuando estés de vuelta. Por ahora cuídate, ponte mejor e intenta no preocuparte". Este fue el correo que recibí de mi jefe y dueño de la farmacia. 

Las empresas deben apoyar a sus trabajadoras cuando quieran abrazar la maternidad.
Las empresas deben apoyar a sus trabajadoras cuando quieran abrazar la maternidad.

Miriam Pérez

Su apoyo fue fundamental para no tener que preocuparme por el trabajo en medio de una vorágine de emociones que hacían que apenas pudiese salir de la cama.

De vuelta en España, me callé mi segunda pérdida por miedo, pero pronto mis nuevos jefes me dieron la confianza para contarles que estaba intentando quedarme embarazada otra vez

Ya de vuelta en España y tras un periodo de pausa, mi pareja y yo decidimos volver a intentarlo. Empecé a trabajar como periodista y a los 5 meses llegó el positivo, las 2 rayitas, la felicidad de por fin cumplir uno de mis sueños y convertirme en madre. 

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No pasó mucho tiempo hasta que empecé a sangrar de nuevo y se confirmó mi peor pesadilla. Por entonces, llevaba muy poco en mi nueva empresa y teletrabajaba la mayor parte del tiempo. Había coincidido poco con mis jefes y pensaba que contarles cómo estaba podía repercutirme más que ayudarme.

Al día siguiente del primer manchado me quedé en casa, teletrabajando desde la cama como pude, yendo al baño cada 2 por 3, desgarrada, otra vez. Los días se sucedieron y, cuando pensaba que estaba bien, volvía ese dolor inexplicable en forma de nubarrón negro que no me dejaba pensar en nada más.

Me preocupaba seriamente mi productividad y que notasen que mi rendimiento había caído, así que, aprovechando una reunión con mis jefes, me atreví a contarles mi situación unos meses después. Fueron comprensivos y respetaron el timing de mi vida personal porque, después de 2 años y 2 pérdidas, aún sigo esperando que el milagro de la vida se produzca. 

Deshacernos de todos estos miedos debe seguir siendo una de las metas del feminismo

Nosotras somos las que nos quedamos embarazadas, por lo tanto, somos nosotras y no los hombres las que tenemos que vivir este tipo de situaciones en el trabajo. Ya no solo son los cambios o las complicaciones físicas que puede conllevar un aborto, es la depresión y la tristeza ligadas a él. 

De nuevo, la maternidad es para toda aquella mujer que decida convertirse en madre, pero es responsabilidad de todos, incluyendo especialmente a las empresas: que quedarse embarazada deje de dar miedo por las diferentes implicaciones y que, si se sufre una pérdida, no se añada dolor al dolor. 

Los abortos y la infertilidad en general son un duro golpe para las parejas que desean convertirse en padres y, como condición médica, afecta a todas las áreas de tu vida, en lo personal y en lo profesional.

El feminismo, por tanto, debe seguir luchando para que se creen ambientes de confianza entre jefes y trabajadoras: es un factor esencial en la recuperación de las mujeres y para que vuelvan a su actividad laboral sin ninguna carga extra.

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