He vendido mi coche tras 20 años y me he pasado al carsharing: ¿crisis de los 40 o pragmatismo aplicado a la movilidad?

Gabriel Jiménez
Una unidad de Wible y otra de Emov, dos operadores de car sharing en Madrid.
Una unidad de Wible y otra de Emov, dos operadores de car sharing en Madrid.
  • En Madrid operan cuatro compañías de coche compartido.
  • La opción de 'pausa' permite mantener la reserva del coche más tiempo.
  • El carsharing es una gran solución para moverte por una ciudad como Madrid, pero tiene sus contras.

Cuando superas la barrera psicológica de las cuarenta primaveras –me acerco a la 43ª–, surge de forma espontánea la necesidad de replantearte tu mundo. A algunos les da por aprender a tocar la guitarra, o comprarse una moto o un Porsche 911. A mí, en cambio me ha llevado a analizar lo que necesito y lo que no; lo que es imprescindible y lo que no.

Así que a finales del año pasado tomé una decisión trascendental: vender mi coche. Mi pequeño mundo rodante –ese que me había acompañado en los últimos 12 años, llevándome del punto A al punto B, de este al C, al D…– pasaba a mejor vida.

Los motivos estaban tan claros que casi me sentí obligado a hacerlo: un coche tirando a vetusto (12 años conmigo, más otros dos con otro propietario), motor diésel (ese demonio para algunos) y, para colmo, a pesar de ser buen conductor, mi compañía de seguros –una que se vanagloria en sus anuncios de televisión de que no sube los precios– va y me sube 60 eurazos la póliza del seguro, hasta rozar los 1.000 euros. ¡Apaga y vámonos!

Decidí echar cuentas, una medida muy recomendable para todos los ámbitos. Y resulta que el año pasado utilicé mi coche menos de 40 veces de las 365 ocasiones de las que consta un año. Tengo que aclarar que esta cifra tiene truco: trabajo desde hace 20 años precisamente en el sector de la información de motor, por lo que en muchas ocasiones –no siempre, que quede claro– tengo acceso a unidades de pruebas que las marcas de automóviles ceden para que medios de comunicación como AUTOBILD.ES (para el que trabajo) los probemos. A ello hay que añadir que, además, cuento con el coche de mi mujer –en propiedad–, lo que siempre es un colchón de tranquilidad. Por tanto, juego con ventaja.

Carsharing: es hora de echar cuentas

Sea como fuere, eché cuentas: 989 euros de seguro+ 129 euros del Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica (Impuesto de Circulación) + unos 60 euros de la ITV, y entre 150 y 200 euros de revisión anual me salían un resultado de casi 1.400 euros de costes, y eso sin contar gastos de combustible, el posible cambio de neumáticos y de la batería, que ya estaba ‘mira, a mí no me toques’. Es decir, cada una de esas casi 40 ocasiones que utilicé el coche en 2018 me saldría en 2019 por un mínimo de unos 35 euros, teniendo en cuenta, además, que mis recorridos mayoritariamente en Madrid no superaban los 20 km.

Así que me lié la manta a la cabeza y decidí vender mi coche. Era consciente de que precisamente, al tratarse mi coche de un diésel, era como intentar vender un frigorífico en el Polo Norte, con el añadido de que en ciudades como Madrid, el vehículo diésel ha sido demonizado hasta niveles insospechados, tanto que a uno le daba hasta cosa comentar que poseía un coche de gasóleo, no fuera que le llamaran “asesino” o algo parecido.

Varios conocidos me habían hablado de una empresa alemana cuyo nombre apela precisamente a la compra del coche de uno. Pedí cita y allí me presenté. Durante los 12 inolvidables años que mi excoche pasó conmigo, lo cuidé como a un hijo, y así lo tuvo en cuenta el comercial, pero el hecho de que fuera diésel y con 12 años devaluaron lamentablemente la valoración. En un principio me ofrecieron 1.000 euros, y me sentí casi estafado, pero a las 48 horas me enviaron un correo electrónico en que me contraofertaban con 200 euros adicionales, a lo que se unía la asunción de todos los costes de baja del automóvil, la transmisión y otros trámites de cara a Tráfico, lo cual suponía un valor añadido.

Cerrada la operación, con cierta tristeza en el cuerpo por dejar atrás a un fiel compañero, comencé una nueva etapa de mi vida. ¿Y ahora qué?

La oferta de coche compartido

Pues lo primero que hice, siguiendo las sabias recomendaciones de millenials compañeros de trabajo fue darme de alta en varias compañías de carsharing o coche compartido.

Dos de las que están activas las descarté de entrada: car2go porque aunque han ampliado su radio de operaciones a los barrios del sur y el este de Madrid –incluso por el distrito de Hortaleza–, aún no llegan a donde y resido; eMov, porque exigen un pago de 9 euros para darse de alta. Así, pues, me registré en Zity, la joint venture de Renault y Ferrovial, que opera con Renault Zoe, modelo eléctrico puro con más de 300 km de autonomía y cuatro plazas bastante amplias; y en Wible, la unión de empresas de Kia y Repsol, y que ofrece servicios de carsharing con Kia Niro, modelo híbrido, con un maletero de 421 litros y cinco plazas en la que 5 adultos pueden viajar con absoluta comodidad.

Darse de alta en ambas plataformas es gratis y muy sencillo de hacer: te bajas la app, introduces tus datos personales y el número de tarjeta de crédito o débito, y listo: a conducir.

Jóvenes entrando en un coche compartido de Zity

Una vez que ya estás registrado, y si necesitas recurrir a un servicio de coche compartido, basta con abrir la aplicación y ésta indicará si unidades disponibles en un radio de uno o dos kilómetros, con información de la autonomía (fundamental). Si hay uno cerca, lo reservas (dispones de 20 minutos de reserva), y una vez que llegas a la unidad aparcada, revisas que no haya ningún desperfecto adicional con respecto a lo reportado por el último usuario (todo ello aparece reflejado en la app) y se procede a abrir el vehículo… y a circular. 

Tras llevar más de dos meses utilizando los servicios de carsharing, puedo concluir que estoy encantado. He pasado de la propiedad a la posesión por minutos u horas –porque una ventaja añadida es que durante el tiempo que lo estoy utilizando puedo parar e irme a comprar o e incluso viajar a Segovia y pasar el día allí, pues para ello solo tengo que pulsar pausa (o 'stand-by' en el caso de Zity) y en vez de estar cobrando el minuto a 0,26 euros se cobra a 0,09 (tarifas de Zity)–, puedo utilizar el coche y olvidarme de él una vez que lo he utilizado, tras aparcarlo en zona azul o verde gratuitamente, o incluso acceder a Madrid Central sin riesgo ninguno a multa.

Mapa de Madrid Central
Mapa de Madrid CentralAyuntamiento de Madrid

Los inconvenientes del carsharing

Ahora bien, también tiene sus inconvenientes: no siempre hay unidades disponibles, y si surge una urgencia –tengo un hijo de corta edad– puedes tener suerte o estar literalmente vendido. Y si a eso se le une que llevo a mi hijo al colegio todos los días, el coche en propiedad se convierte en un fiel e imprescindible compañero, al que el carsharing no puede hacer sombra. Otro aspecto negativo es el estado en que están muchas unidades de estas empresas de carsharing, y me consta que algunas unidades de Emov tienen los bajos destrozados, con el consiguiente posible peligro para los ocupantes. Sin olvidar que si me quiero ir de viaje a mi destino de veraneo, o de escapada de fin de semana, o bien me alquilo un coche u opto por BlaBlaCar o bus o tren. Pero es infinitamente mejor viajar solo o en familia en tu propio coche, tu particular paraíso rodante; un automóvil del que sabes cómo se comporta y le tienes tomado sus medidas físicas... y su propia física. Al menos es lo que siempre me gustó de mi ya excoche. 

Conclusión

El coche compartido es una solución genial para moverse por ciudades como Madrid, donde el uso del vehículo privado está cada vez más penalizado –e irá a más– a pesar de los pingües ingresos que obtienen las arcas municipales, pero una vez dejas a un lado los inconvenientes que plantea una gran ciudad como la capital de España, el coche privado es imprescindible, por comodidad y sobre todo por seguridad.

Y es que, como decía al principio, tengo la suerte de contar con un coche en propiedad –el de mi mujer–, lo cual implica jugar con ventaja.

Por último y no por ello menos importante: me encanta conducir, me apasiona la sensación de libertad –y no sólo de movimientos– que aporta el automóvil. Me fascinan los coches potentes, los deportivos y, la verdad, ojalá me tocara la lotería para comprarme un 911...

Estas sensaciones, tan humanas, jamás jamás te las proporcionará un coche compartido. Insisto en que el carsharing es una gran solución para moverte por una ciudad como Madrid, pero seguiré defendiendo el automóvil en propiedad y a poder ser coche nuevo. Y la oferta actual de automóviles nuevos y seminuevos en el mercado español es sin duda la mejor de la historia. ¡Y para todos los gustos y públicos!

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