Hollywood no tiene intención de abandonar la zona de confort de las historias conocidas, y el boom de pujas por propiedades intelectuales es el mejor ejemplo

Timothée Chalamet interpreta a Willy Wonka en 'Wonka' (2023).
Timothée Chalamet interpreta a Willy Wonka en 'Wonka' (2023).

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  • La entrada masiva de productoras centradas en plataformas de 'streaming' ha elevado las pujas por las nuevas licencias.
  • En mitad de esta guerra, Hollywood se decanta por sagas literarias ya conocidas por el gran público, apuestas más o menos seguras, aunque con ello proporcionan un panorama cada vez menos variado y original.

Timothée Chalamet fue uno de los primeros actores en reanudar su actividad promocional tras firmarse el acuerdo que ponía fin a la huelga de actores de Hollywood

El actor, que encarna a Willy Wonka en la precuela de Charlie y la fábrica de chocolate que se estrena el próximo diciembre, fue el anfitrión del célebre Saturday Night Live norteamericano. Presentar este programa es la meca de cualquier actor o actriz, en especial si tiene proyectos a punto de estrenarse, ya que les brinda una proyección y notoriedad evidentes. 

Chalamet en esta ocasión lo tiene un poco más fácil. Está vendiendo algo que la gente en gran medida conoce. Los productos basados en propiedades intelectuales sólidas (y Wonka lo es) se han convertido en una pieza esencial en el plan maestro de las majors para los próximos años. 

En el caso de las obras literarias, la práctica parece inagotable y moviliza cifras de escándalo. La pregunta que planea es si este fenómeno no se está llevando al extremo, reduciendo las oportunidades de las historias originales y la disposición del espectador a ser sorprendido. 

La apuesta segura 

La presión financiera que está sufriendo Hollywood parece haber aumentado su obsesión por asegurar obras literarias sobre las que construir una próspera explotación audiovisual. 

Como apuntaban en The Economist, “el legado de Dahl representa un giro nuevo en la historia. Las grandes sumas desembolsadas en 2021 por Netflix a los herederos de su patrimonio han impulsado una fiebre del oro para explotar los patrimonios de autores ya fallecidos”. 

En esos casos el acuerdo se reduce a una cuestión económica, sin que el desarrollo de la adaptación tenga que lidiar con el creador. El nieto de Dahl, que dirigía la Roald Dahl Story Company, vendió el catálogo del escritor a Netflix por un estimado de 700 millones de euros, a lo que habría que sumar el trato al que llegó con Warner Bros que le dio al estudio el derecho de hacer la precuela Wonka

El escenario todavía es mejor cuanto se adaptan obras de más de 70 años. Una vez entran en dominio público, los herederos ya no tienen ni voz ni voto.

El mercado literario de novelas recientes sigue vivo y tiene más novios que nunca, en especial plataformas de streaming. Lecciones de química (Salamandra) la novela de Bonnie Garmus en la que se basa la serie de AppleTV+ protagonizada por Brie Larsson, se publicó en 2022. 

Se trata de una historia que marida muy bien con el tipo de producto que está haciendo la compañía de Cupertino: personajes ingeniosos y amables, una producción impecable y un tema de gran resonancia, como es la igualdad de género y la lucha por la propia identidad. 

Los cambios, omisiones o ajustes son moneda de uso corriente en el mundo de las adaptaciones, y en el caso de Cocina con química (la serie) son evidentes. Esto es algo que los autores tienen cada vez más asumido.

“Quería mantener todo intacto. Y por eso tuve que apartarme (en alusión a la producción de la serie)” aseguraba Garmus en una entrevista en LA Times. Esto es algo de lo que, en última instancia, suele beneficiarse la novela. Además de ampliar el público objetivo, acostumbra a salir más beneficiada en la comparación.

Nueva IP y nuevos compradores 

No solo las obras literarias están siendo objeto de una auténtica batalla de pujas. Otro tipo de contenidos, como artículos y podcast, están viviendo un momento alcista dentro del mercado de las licencias

Hollywood, de nuevo, está sediento de historias que tengan un poco de camino recorrido, y todo aquello que haya experimentado cierta viralidad o notoriedad puede ser un diamante en bruto. Si a ello le sumamos los problemas que ha originado el desequilibrio en la explotación económica de ideas originales, que provocó en gran medida la huelga de guionistas, estos movimientos son fáciles de entender.

El tipo de propiedad intelectual demandada no es el único cambio que ha experimentado el sector. Como explica Lacey Rose en The Hollywood Reporter, durante años el mercado de propiedad intelectual fue impulsado por los mismos estudios de Hollywood y un puñado de productores, como Scott Rudin o Harvey Weinstein. 

En general se adquirían derechos de libros que luego se adaptaban al cine, que acaparaba en torno al 70% de la venta de propiedad intelectual, frente al 30% de la televisión. 

Hoy en día estos porcentajes se han invertido. Como explica la periodista, “el mercado actual está impulsado cada vez más por plataformas de streaming, empresas lideradas por celebridades como LuckyChap de Margot Robbie, y productores independientes como A24, Tomorrow Studios, MRC y Fifth Season”. También han aumentado muchísimo los precios. Ahora las seis cifras son cada vez más habituales.

Muchos aseguran que Hollywood ha entrado en una zona de confort peligrosa, que prefiere una audiencia familiarizada con la historia a construir el relato desde cero. Esta complacencia con el fan a través de productos orientados a su satisfacción no está exenta de riesgos. 

Estrecha el espacio que queda para explotar las historias originales y reduce sus ambiciones, alimentando un bucle de familiaridad en el que parece no haber sitio para nada más. Esa propiedad intelectual, ahora tan cotizada, también fue una obra nueva y original en algún momento y encontró su público. 

Pero otras muchas no lo lograron, y ese riesgo para Hollywood es motivo suficiente para decantarse por lo conocido. 

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