¿Veremos pronto un CatGPT? La IA puede descifrar el código de los animales, pero es posible que jamás hablemos con ellos

Animales por habitante

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  • En un reciente artículo publicado en Current Biology, dos neurobiólogos discuten qué hace falta para que la inteligencia artificial hable con los animales. 
  • Sería necesario superar los tres obstáculos del test de Turing, pero aun así creen que podría resultar imposible llegar a "hablar" realmente con tu gato en un futuro. 

La inteligencia artificial se ha convertido en una aliada para disciplinas tan diversas como la medicina, la ingeniería de datos o la conservación de la biodiversidad: los algoritmos pueden ayudar al desarrollo de nuevos fármacos, al rastreo de especies en peligro de extinción, al diagnóstico de enfermedades o a predecir y gestionar los riesgos del cambio climático.

Otra de las posibles aplicaciones de la IA generativa, tan en boga en los tiempos que corren, es intentar comprender mejor el lenguaje de los animales e incluso posibilitar la comunicación con ellos. En un reciente artículo publicado en Current Biology, dos neurobiólogos discuten qué hace falta para que la inteligencia artificial hable con los animales. 

Tal y como recoge Science Alert,  Yossi Yovel y Oded Rechavi, de la Universidad de Tel Aviv (Israel), rinden homenaje al test de Turing, que establece un umbral de inteligencia humana en las máquinas.

Un gran modelo de lenguaje basado en IA debería superar estos tres obstáculos para poder comunicarse con un animal: 

  • Usar las señales comunicativas propias del animal, sin que este aprenda señales nuevas -como el caso de un perro que aprende órdenes de un humano-. 
  • El animal debe utilizar dichas señales en diversos contextos de comportamiento, no únicamente durante el cortejo propio del apareamiento o en situaciones de amenaza o peligro, como sucede con las alarmas aviares provocadas por científicos. 
  • Se debe producir una respuesta medible como si el animal se estuviera comunicando con un congénere y no con una máquina.

Un ejemplo de uno de estos obstáculos es el lenguaje de la abeja melífera, la cual realiza una danza de contoneo para comunicarse con la colonia sobre la ubicación de la comida. Los científicos han conseguido "piratear" este conocimiento y crear una abeja robótica que puede reclutar a otras abejas con sus movimientos y conducirlas a un lugar concreto.

Aunque este proyecto cumple con el primer y el tercer punto del test de Turing, no lo hace con el segundo, puesto que el baile solamente funciona en ese contexto de comportamiento determinado. Dicho de otro modo, la ciencia no ha podido preguntarle a una abeja cómo se siente o qué quiere.

Si se cumpliesen estos tres requisitos necesarios, hay que tener en cuenta que no siempre sería posible comprender a los animales desde la perspectiva de los humanos, incluso aunque un algoritmo pueda en un día lejano revelar que tu gato o perro está expresando frustración o amor.

 

Se cita una frase del filósofo Ludwig Wittgenstein: "aunque un león pudiera hablar, no podríamos entenderlo". Si tiene razón "nunca podremos preguntarle [a un gato] 'cómo se siente' o explicarle que ChatGPT ya significa CatGPT en francés (y que puede ser gracioso)", escriben Yove y Rechavi en este interesante artículo. 

Tampoco está claro qué tipo de datos habría que registrar para que la IA pudiese descifrar el código de cada especie. 

La comunicación de los primates, la más similar a la humana, podría ser la más fácil para comenzar, pero requeriría una enorme vigilancia a largo plazo de los primates en libertad, y haría falta poder medir su respuesta natural para indicar que comprenden el intento de una máquina de comunicarse con ellos.

Aunque las grabaciones neuronales podrían resultar útiles, demostrar una comprensión objetiva puede ser francamente imposible, según estos investigadores.

Ambos neurobiólogos creen que, aunque la potencia de la inteligencia artificial se multiplicase por un millón, estos obstáculos perdurarán. Sin embargo, aunque nunca podamos hablar con los animales, la IA sí que podría ayudar a comprender la complejidad de la comunicación animal, la cual describen como “una tarea científica fascinante”. 

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