El drama de no valer lo que has costado a la compañía: la cancelación de 'Mindhunter' y la obsesión de Netflix con la eficiencia de sus contenidos

Anna Torv en 'Mindhunter'

Netflix

  • Que una serie aclamada por público y crítica como Mindhunter no haya pasado el corte ilustra hasta qué punto la máxima que guía la continuidad de un programa no es tanto la calidad o el prestigio sino algo bastante más pragmático.
  • Todo contenido que se estrena en Netflix tiene un valor directamente conectado al número de horas de visionado que es capaz de generar. Pero la programación de calidad y la programación eficiente tomaron caminos separados hace tiempo

Los peores temores se han confirmado. Mindhunter, la aclamada serie de Netflix sobre las investigaciones de dos agentes de la Unidad de Ciencias del comportamiento del FBI, no tendrá una tercera temporada. 

Lo ha confirmado David Fincher, su director, en una entrevista al periódico Le Journal du Dimanche. Los fans llevaban tres años aferrados a la ausencia de cancelación oficial como último hilo de esperanza, pero Fincher ha puesto fin al ghosting. “Es una serie cara y, a ojos de Netflix, no conseguimos atraer suficiente audiencia como para justificar una tercera temporada”

Que una serie aclamada por público y crítica no haya pasado el corte ilustra hasta qué punto la máxima que guía la continuidad de un programa no es tanto la calidad o el prestigio sino algo bastante más pragmático: el equilibrio entre tus costes y el retorno que tiene para la compañía. 

O, en palabras de Netflix, su eficiencia. 

De Mindhunter no existen dados de audiencia oficiales. La serie terminó mucho antes de que Netflix comenzase a publicar semanalmente las horas acumuladas de sus 10 contenidos más vistos en el site Netflix Top 10. El impacto cultural de la serie, no obstante, es más que evidente. Cuenta con registros extraordinarios tanto en IMDB (con una puntuación de 8,6) como en Rotten Tomatoes (con un 96% de aceptación, por delante de shows estrella como The Crown o Stranger Things).  

Que se haya cancelado, mientras otras series de peor calidad han tenido continuidad, ha aumentado el debate en torno a la pertinencia de los criterios empleados para la renovación y cancelación de programas y los catálogos resultantes de dichas políticas. 

De nada sirve que el contenido sea solvente, pertenezca a un género con mucha demanda, tenga un buen elenco y una base de audiencia apasionada si los visionados que genera no justifican esa inversión. Si cuesta mucho se tiene que ver mucho. Y con Mindhunter, según el propio Fincher, ese ha sido el problema. 

Netflix

La máxima del contenido eficiente 

El negocio de los contenidos es exactamente eso: un negocio. Como tal, requiere que las inversiones sean capaces de satisfacer unos objetivos mínimos. En el caso de Netflix, la necesidad de lograr un retorno por cada dólar invertido se hizo muy evidente con su debut en el ámbito de la producción original

Si se sobreestima la eficiencia de un contenido licenciado a un tercero siempre existe la posibilidad aligerar la carga financiera no renovándolo. Pero cuando es la propia compañía la que financia el contenido una inversión con escaso retorno, este se convierte en una pesada mochila de la que no es posible librarse, sobre todo para quien que no explota comercialmente sus originales mediante licencias a terceros.

La eficiencia de los contenidos fue, de hecho, el mantra que contribuyó a disipar gran parte del escepticismo que los inversores tenían con respecto al modelo de negocio de Netflix, basado en la comercialización del contenido en una plataforma única basada en la suscripción, directa al consumidor, sin intermediarios, sin anuncios y sin ventaneo de ningún tipo

Ted Sarandos, CEO de Netflix, llegó a asegurar en 2015 que la programación original era más eficiente que el contenido licenciado: “En términos de gasto, estamos pasando de ser eficientes a súper eficientes”.

Las capas de la eficiencia 

Todo contenido que se estrena en Netflix tiene un valor directamente conectado al número de horas de visionado que es capaz de generar. La eficiencia del contenido, por tanto, se traduce en una ratio que se calcula basándose en el coste por cada hora vista. Ese dato, las horas vistas, se ha convertido en uno de los elementos estructurales del éxito de la programación de Netflix. Pero la correlación entre la inversión y el número de horas de visionado no es el único factor que se tiene en cuenta a la hora de valorar la eficiencia de un contenido.

En la eficiencia de un contenido también tiene una influencia significativa el impacto del programa en la base de clientes, tanto en términos de captación como de retención (en especial entre aquellas personas que llevaban tiempo sin ver contenidos y estaban en riesgo de cancelación). Es cierto que las cifras de suscriptores han dejado de ser la principal vara de medir la salud del streaming, pero el papel de los contenidos como catalizador de suscriptores sigue teniendo un valor especial, en especial a la hora de reforzar determinadas demografías. 

La resonancia que un contenido es capaz de generar es otra capa fundamental de su eficiencia, ya que asigna al programa un valor especial por las consecuencias que se derivan de dicha popularidad. Para Netflix, por ejemplo, la resonancia mundial de El juego del calamar habría generado un impacto de valor cercano a los 900 millones de dólares, según datos difundidos por Bloomberg a partir de memorándums internos de la compañía de Los Gatos. 

Este impacto de valor, según dicho medio, es una métrica interna que valora el peso individual de cada contenido. El programa habría sido, por tanto, eficiente no solo en base a la ratio entre el coste total de la serie (21,4 millones de dólares) y las horas de visionado generadas (más de 1.650 millones en los primeros 28 días) sino también gracias a la popularidad global que consiguió. 

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La resonancia permite detectar otra capa en la eficiencia de los programas: la influencia a la hora de reforzar la percepción de la marca. Los contenidos que logran una gran notoriedad terminan transfiriendo sus valores a la plataforma que les sirve de vehículo. En un mercado tan saturado de contenido, posicionar la marca en la mente del consumidor es fundamental no solo a la hora de reforzar la relación con el servicio, sino también a la hora de alimentar una propiedad intelectual fuerte y fértil. 

La programación de calidad y la programación eficiente tomaron caminos separados hace tiempo. Ahora parece importar más la última, dada la saturación del mercado, la aceleración de la vida comercial del producto en streaming y el volumen de estrenos. 

El mercado quiere rentabilidad no sorpresas económicas, riesgos innecesarios o triquiñuelas financieras para ocultar la realidad. Tal vez por eso la tercera temporada de Mindhunter nunca tuvo ninguna oportunidad.   

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