Soy un turista estadounidense: esto es lo que no me gustó de Europa después de tres semanas de vacaciones

Alyshia Hull
| Traducido por: 
A woman posing in front of a historical site.
Anna Shepherd
  • Anna Shepherd es una turista estadounidense que viajó por España, Italia y Francia durante tres semanas.
  • Le encantó la comida, la historia y la arquitectura, pero se dio cuenta de que echaba de menos ciertas cosas americanas.
  • Era difícil encontrar condimentos y máquinas expendedoras, y muchos de los baños resultaron para ella decepcionantes.

Este artículo se basa en una conversación con Anna Shepherd, una joven de 24 años de Knoxville (Tennessee). Ha sido editado para mejorar su extensión y claridad.

Durante mi último viaje a Europa, estuve en España, Francia e Italia con mi prometido. Aunque ya había viajado a Europa en el pasado, tanto con mi colegio como con una agencia de viajes, era la primera vez que lo planeaba todo yo. 

Aunque me encanta Europa por su comida, sus bebidas, su historia y su fuerte presencia militar, hubo algunas cosas que noté en mi viaje que no me gustaron. 

1. Eché de menos algunos condimentos

A pile of condiment packets.
Mark Weiss/Getty Images

Cada vez que pedía patatas fritas, un sándwich o una hamburguesa, no venían con salsa. En algunas mesas ponían mayonesa o kétchup, pero eso era todo, nada de cosas divertidas y sabrosas como parmesano con ajo o mayonesa con chipotle.

En mi país, donde trabajaba en el sector de la restauración, siempre ofrecíamos con las comidas una selección de productos como mostaza con miel o salsa barbacoa. No vi mucho de eso en Europa y lo eché de menos.

2. El desayuno no era gratis

Two cups of coffee on a red table.
Anna Shepherd

Todos los hoteles en los que me alojé ofrecían algún tipo de desayuno, pero con cargo adicional. Muchas veces me decían algo así como: "Veo que no ha añadido el desayuno a la reserva; ¿le gustaría añadirlo ahora?". A partir de ahí, el suplemento por el desayuno oscilaba entre 8 y 15 euros.

Para ser justos, sé que algunos hoteles de Estados Unidos también cobran un suplemento por el desayuno, pero según mi experiencia, el desayuno continental suele ser gratuito. Con la excepción de las fuentes de agua para beber, no había realmente nada gratis en los lugares donde me alojé en Europa.

3. No había máquinas expendedoras

vending machines
Andrey Rykov/Getty Images

En Estados Unidos, según mi experiencia, muchos hoteles tienen máquinas expendedoras en cada planta y, si no, las tienen en el vestíbulo. En Europa, no pude encontrar ni una sola máquina expendedora en ningún sitio.

Había veces que quería comer tarde por la noche, y como muchos restaurantes estaban cerrados, tenía que quedarme con hambre. A veces, optaba por ir a McDonald's, ya que solían estar abiertos, pero eso significaba tener que ingeniármelas con el transporte público, y eso también era difícil.

4. El transporte era complicado

The back of a bus.
Bennian/Getty Images

Durante este viaje, cogí aviones, trenes y autobuses.

Todo parecía eterno. A veces, esperaba 20 minutos a que llegara un autobús, luego me bajaba y me subía a un tren para volver a esperar.

Eran muchas conexiones y echaba de menos la comodidad de conducir, algo que no hice en Europa. Pero también entiendo que el transporte público es mejor para el medio ambiente, y en eso Europa parece ser muy buena.

5. Los aseos no tenían asientos

A toilet without a seat.
Anna Shepherd

En Estados Unidos, de vez en cuando entras en el baño de una gasolinera de mala muerte, pero cuando estuve en Europa, me pareció entrar en un montón de baños de mala muerte.

Por ejemplo, en España había muchos retretes que no tenían asiento; no sé muy bien por qué. Como solución, cuando tenía que ir al baño, me agarraba a algo, me ponía en cuclillas e intentaba no caerme dentro. Para ser justos, no vi baños así en ninguno de los hoteles en los que me alojé, pero sí en cafeterías, restaurantes y bares.

También me di cuenta de que muchos baños no eran de uso gratuito: había que ser cliente o huésped para utilizar el baño.

6. No había cortinas de ducha.

Shower Curtain
Charles Gullung/Getty Images

Hablando de cuartos de baño, me di cuenta de que no había ni una sola cortina de ducha a la vista en ninguno de los cuartos de baño de nuestros hoteles.

Algunas duchas eran de cristal, y el cristal sólo cubría la mitad de la ducha o la bañera. Las duchas también eran pequeñas, lo que no era un gran problema para mí —es decir, te limpias y sales—, pero era difícil para mi prometido, que mide 1,98 y pesa 100 kilos. Le costó mucho no salpicar el agua de la ducha fuera de la bañera.

7. No había toallitas

A hand being held over a sink.
Anna Shepherd

Cada vez que nos alojábamos en un hotel, tenían dos tamaños de toalla: la grande y con la que te secas las manos. No había toallitas. 

Me pareció muy extraño, porque todos los hoteles de Estados Unidos en los que he estado tienen un montón de toallas de distintos tamaños, incluidos paños. Cuando lo comenté en TikTok, la gente pensó que era asquerosa por querer una toallita de hotel.

Entonces pregunté a mi familia y amigos si llevaban sus propias toallitas cuando viajaban, y me dijeron que no, así que ahora no estoy del todo segura de si es asqueroso o no usar una toallita de hotel. Los hoteles en los que nos alojamos tampoco proporcionaban acondicionador para el pelo, lo cual era extraño.

Siempre aprovecharé la oportunidad de volver a Europa

A pesar de estas cosas, me sigue encantando Europa. Durante mi viaje me di cuenta de lo amable que es todo el mundo; la gente de Francia fue la más amable de todos los lugares a los que fui. Fue estupendo conversar con la gente local, y en los bares incluso nos ofrecieron chupitos gratis a veces. 

Se acabó el turismo desenfrenado

En general, lo que me hace volver a Europa es la comida, la cultura y la arquitectura. Me encantan los adoquines, los distintos idiomas y también la historia. 

Aunque al final de mi estancia de tres semanas estaba un poco estresada y añoraba mi hogar, Europa es un lugar al que siempre volveré.

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