Por qué Occidente no puede detener los ataques de los rebeldes hutíes contra los buques en el mar Rojo

Michael Peck
| Traducido por: 
El destructor de misiles guiados USS Carney de la Armada estadounidense derrota una combinación de misiles Houthi y drones en el Mar Rojo el 19 de octubre de 2023.

US Navy/MCS2 Aaron Lau

  • Estados Unidos y sus aliados occidentales están descubriendo que existen pocas opciones para detener a los hutíes.
  • Los rebeldes controlan un territorio que está muy cerca del estrecho por el que pasan los buques, a los que amenazan con drones y misiles. 
Análisis Faldón

Cuando se trata de poder militar en bruto, Estados Unidos y sus aliados no deberían tener problemas para aplastar a los hutíes que están atacando buques de carga en el mar Rojo.

Pero a medida que los misiles continúan interrumpiendo las rutas marítimas mundiales y las cadenas de suministro, Occidente está descubriendo que no existen demasiadas opciones para detenerlos. Los repetidos ataques de las fuerzas estadounidenses y británicas —incluido el hundimiento de varios barcos hutíes— no parecen haber disuadido al grupo rebelde chií en Yemen, una de las naciones más pobres del mundo devastada por la guerra.

Los hutíes no son una gran potencia militar, y no necesitan serlo. Disfrutan de tres ventajas que magnifican su capacidad para sembrar el caos y dificultan que Occidente pueda detenerlos.

En primer lugar, la geografía. La naturaleza ha decretado que el mejor atajo para los barcos que viajan entre Europa o la costa este de Estados Unidos a la India y Asia oriental es el canal de Suez, en Egipto, que conecta el mar Mediterráneo y el océano Índico. 

Por eso, las naciones lucharon desesperadamente por controlar esa vía navegable tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial. Según diversas estimaciones, hasta el 15% del comercio mundial y entre el 20% y el 30% de la carga que llega a los puertos de la costa este de Estados Unidos pasa por el canal de Suez, de 193 kilómetros de largo. 

El canal siempre ha sido vulnerable, como se puso de manifiesto cuando el gigantesco portacontenedores Ever Given encalló en 2021, interrumpiendo el comercio mundial durante semanas. Pero el problema actual no es el canal de Suez en sí, sino la amenaza a la que se enfrentan los buques que atraviesan el mar Rojo y el estrecho de Bab el Mandeb ("puerta de las lágrimas" en árabe), delimitado por Eritrea y Yibuti al oeste.

Bab el Mandeb tiene solo 112 kilómetros de largo y 32 de ancho, y está al alcance de misiles antibuque terrestres, drones e incluso obuses que disparan proyectiles de largo alcance. A diferencia de la mayoría de las autopistas, no hay desvíos si se bloquea el estrecho.

El segundo problema es tecnológico. Las armas antibuque modernas son potentes, pero lo suficientemente sencillas como para que incluso un grupo rebelde pueda manejarlas (Hezbolá utilizó un misil de crucero C-802 de fabricación china para dañar un buque de guerra israelí en 2006). Los drones son baratos, e incluso uno pequeño puede causar daños menores en un gran buque.

Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, los hutíes disponen de un arsenal variado de misiles antibuque, en su mayoría procedentes de Irán, pero con modelos soviéticos y chinos más antiguos. Los misiles de crucero antibuque incluyen el P-21 Termit de la era soviética y el C-801 chino (con un alcance de hasta 128 kilómetros), así como el Ghadir iraní (298 kilómetros) y el Quds Z-0 (al parecer hasta 804 kilómetros). Los hutíes también disponen de misiles balísticos antibuque de fabricación iraní con un alcance de unos 480 kilómetros, así como de drones.

Estos misiles se disparan desde lanzadores móviles que pueden cambiar rápidamente de ubicación. Pueden disparar un cohete y luego alejarse antes de que el ejército estadounidense pueda localizar el punto de lanzamiento y atacarlo con un misil de crucero Tomahawk. Los hutíes están familiarizados con estas tácticas desde su guerra de 9 años contra la coalición liderada por Arabia Saudí, que los bombardeó sin descanso.

La geografía agrava la amenaza tecnológica. La mejor defensa de un barco no son los cañones ni los inhibidores, sino el espacio abierto. Incluso un portaaviones gigante es difícil de detectar en la inmensidad del océano, y el radar de a bordo de un misil antibuque solo puede escanear un área pequeña.

Por eso Estados Unidos y otros países invierten tanto esfuerzo en satélites, aviones de patrulla y sensores: para proporcionar datos de seguimiento en tiempo real que permitan guiar un misil cerca de un buque en movimiento. Pero el paso de Bab el Mandeb solo tiene 32 kilómetros de ancho, lo que significa que los barcos pueden ser rastreados por radares terrestres, pequeñas embarcaciones, pequeños drones o incluso por un observador en lo alto de una colina con unos buenos prismáticos.

Bajmut

El tercer problema es político. El grupo rebelde afirma que solo atacan barcos israelíes por solidaridad con Gaza, pero muchos de los barcos no tienen nada que ver con Israel. La verdadera razón parece ser el intento de Irán de utilizarlos para convertirse en la potencia dominante en el Golfo Pérsico y Oriente Próximo. Aunque los hutíes no son marionetas de Irán, tienen un fuerte apoyo en el cercano Irán y su gobierno chií, de línea autoritaria, y su enfrentamiento con Israel es una postura popular entre su población y en los Estados árabes en general. Teherán no solo ayuda a los hutíes con armas y dinero: al parecer, buques iraníes les facilitan información sobre los movimientos de buques en el mar Rojo. 

Al igual que la ayuda soviética y china sostuvo a Vietnam del Norte, el apoyo iraní podría sostener a los hutíes indefinidamente. Es poco probable que las sanciones contra ellos, como la medida de Estados Unidos de volver a calificarlos de organización terrorista, sean eficaces contra un grupo obsesionado con el martirio al que no parece preocuparle demasiado que su propia gente se muera de hambre.

Esto no significa que el grupo rebelde sea invencible. Tal vez un número suficiente de ataques occidentales contra sus plataformas militares y de vigilancia —e incluso contra sus líderes— podría marcar la diferencia (Estados Unidos ya ha llevado a cabo numerosos ataques con aviones no tripulados contra Al Qaeda en Yemen). Un acuerdo de paz en curso para poner fin a la guerra civil de Yemen, que según las estimaciones de la ONU ha causado 227.000 muertos, podría influir en su comportamiento. O quizás los rebeldes decidan centrarse en las necesidades de un país tan asolado por la pobreza que la mitad de la población sobrevive con el equivalente a 2 dólares al día.

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