Mi marido es un ahorrador y yo una derrochadora: 3 reglas sobre el dinero nos mantienen en paz (y nos ayudan a generar riqueza)

Olivia Christensen, la autora, con su marido.
Olivia Christensen, la autora, con su marido.

Olivia Christensen

  • Mi marido es un ahorrador y yo una derrochadora, una dinámica que ha provocado varias peleas a lo largo de nuestros 14 años juntos.
  • Después de varias pruebas y errores, hemos establecido tres reglas que nos ayudan a hablar sobre el dinero y a crear riqueza.
  • A la vez, somos más sinceros, respetuosos con las posturas del otro y más humildes.

En algún lugar del mundo, hace ya mucho tiempo, a alguien se le ocurrió la idea de tomar todas nuestras posesiones terrenales y compartirlas con un compañero de vida

Desde entonces, todo ha sido un poquito más difícil en la vida. Sobre todo, el dinero y las relaciones, una combinación especialmente complicada. Tan difícil que el 36,1% de las parejas citan el dinero como la causa de su divorcio. Seguramente, esta sea la razón por la que el 24% de las parejas deciden no compartir cuentas bancarias. 

Pero para la mayoría de nosotros, el camino directo para compartir las cargas de la vida con nuestras parejas significa compartirlo todo. 

Así lo hemos hecho mi marido y yo, incluso desde antes de casarnos. Adoptamos la actitud de "lo mío es tuyo" hace 14 años, en cuanto nuestra relación pasó de ser casual a seria. Y, como te podrás imaginar, nuestras peleas sobre el dinero empezaron más o menos en la misma época. 

Ser una pareja de gastadores/ahorradores no siempre es fácil

Uno podría pensar que elegir a una persona que comparte los mismos objetivos y valores debería eliminar todos los conflictos financieros, y mi marido y yo compartimos valores y objetivos, pero eso no se traduce en que tengamos la misma estrategia financiera

Por ejemplo, ambos valoramos la comodidad, pero para mi marido comodidad significa sentirse seguro, lo que consigue ahorrando lo suficiente para hacer frente a todo lo que la vida le depare. Para mí, un estilo de vida cómodo significa estar literalmente cómoda físicamente. En otras palabras, mi marido es ahorrador y yo una derrochadora

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Esta dinámica gastador/ahorrador resulta familiar a cualquiera que haya compartido las finanzas con otra persona. Si eres el ahorrador, sabrás que hay pocas cosas tan desmoralizador como comprobar tu cuenta bancaria y ver una cifra más pequeña de la prevista, excepto si eres el derrochador que, a pesar de ser un adulto, sabe que va a tener problemas por comprarse un bocadillo de 8 dólares.

Eso es lo que pasa cuando se comparten las finanzas: todo el mundo se siente mal al mismo tiempo. A menos, claro, que encuentres la manera de que funcione. 

Las 3 reglas que seguimos para mantener la paz

1. Honestidad

Sí, la honestidad es la base de las buenas relaciones en general, pero cuando se trata de dinero, tiene más matices que elegir no enviarle mensajes a un ex a espaldas de tu pareja. Cuando dos personas intentan compartir el dinero, el conflicto suele surgir de las buenas intenciones, que son opuestas a los intereses del otro

Yo misma he justificado en alguna ocasión ocultar compras porque no quería otra discusión. Mientras que los ahorradores pueden tener la tentación de esconder dinero para proteger a su pareja de sí mismos. Pero cuando quitamos todas las buenas intenciones y justificaciones de nuestras acciones, nos quedamos con mentiras —y no hay otra forma de verlo—. 

En nuestro matrimonio, las mentiras y el andar a escondidas no sólo erosionaron la confianza que compartíamos, sino que, cuando se trataba de nuestras finanzas, también nos impedía conocer a fondo nuestra situación económica. 

Mientras yo mantenía a mi marido al margen de la mayoría de mis compras, él, por su parte, empezó a exagerar un sombrío panorama financiero para asustarme y que dejara de gastar. En medio de esta vorágine de artimañas, ahorrar e invertir no eran opciones.

Ser honestos el uno con el otro, incluso cuando eso implique tener que discutir y ceder el control, nos permite comprender mejor de cuánto dinero disponemos, cuánto dinero gastamos y qué decisiones nos permitirán alcanzar nuestros objetivos financieros compartidos. 

2. Respeto mutuo

Una vez, en medio de una desagradable discusión sobre si debíamos comprar un colchón de segunda mano, llamé a mi marido "Scrooge McDuck" (el Tío Gilito). Aunque fue una pulla malintencionada y tonta, también resume lo que yo sentía sobre sus ideas de ahorro. 

Él también pensaba algo parecido sobre mí, como que tenía la perspicacia financiera de un niño de 7 años en una tienda de caramelos con 100 dólares para gastar. 

Puede que los dos tuviéramos algo de razón, pero las caricaturas que nos hacíamos el uno al otro eran las responsables directas de nuestra falta de transparencia a la hora de hablar de dinero

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Por eso, el cambio más importante que hicimos en nuestra forma de compartir las finanzas fue reconocer que nuestra dinámica de gastador/ahorrador no tenía por qué ser una batalla de opuestos, sino que podía ser un equilibrio de puntos fuertes

Ser ahorrador significa que mi marido siempre está pendiente de posibles dificultades financieras. Esta vigilancia nos ha permitido vivir con 10 dólares la hora en nuestro apartamento en vez de seguir viviendo en el sótano de casa de sus padres. Y seguramente algún día, esta vigilancia será la diferencia entre trabajar hasta morir o jubilarnos cómodamente. Con lo que tengo suerte de tenerle. 

Pero ser una derrochadora significa que estoy dispuesta a asumir riesgos financieros que, por sí solo, mi marido habría tenido demasiado miedo de asumir. 

Por ejemplo, en el mejor momento del mercado para vender nuestra casa, tuve que presionarle para que cediera y, con ello, ganamos 120.000 dólares. También he hecho nuestras vidas exponencialmente más agradables insistiendo en lujos como viajar y colchones que no estén infestados de chinches. En esos momentos es él el que tiene suerte de tenerme.

3. Humildad

El respeto mutuo requiere algo más que reconocer lo que la otra persona tiene que ofrecer. También significa admitir que un estilo financiero no es necesariamente superior a otro

Como habrás sospechado por mi comentario de "Scrooge McDuck", mi instinto no me lleva a mostrar mucho respeto por los tacaños. Mi comentario interior se acerca más a: "Mira, otro tacaño que cree que va a hacerse multimillonario durmiendo en sábanas de 80 hilos y cambiando la tostada de aguacate por un plato de papilla". 

Pero tengo que ser más humilde, reprimir el sarcasmo y reconocer que la gente que ahorra su dinero para un día lluvioso es sabia porque tiene razón, la lluvia es inevitable. Y los ahorradores, como mi marido, luchan por aceptar que su prudencia financiera no les hace necesariamente más sabios que sus homólogos del "ahora es ahora". 

 

Nuestro sentido de la superioridad es lo que nos lleva a descartar lo que nuestras parejas aportan, y al descartarlas, estamos creando un entorno en el que parece que la única jugada segura es esconderse, mentir y omitir. 

Para que mi marido y yo estuviéramos lo bastante de acuerdo en las finanzas como para crear riqueza, primero tuvimos que reconocer que nuestras formas individuales de hacer las cosas no eran las únicas correctas. Mi marido tuvo que aceptar con humildad la venta de nuestra casa, a pesar de que su indecisión le parecía la opción más sensata. 

Yo tuve que renunciar a muchas compras inmediatas que creía que debían tener prioridad, para hacer las cosas a la manera de mi marido y destinar el 10% de sus ingresos a su 401(k). Pero pudimos ahorrar 60.000 dólares para la jubilación en cinco años, y yo ya no recuerdo cuáles fueron esas compras. 

Sí, nuestras reglas son sencillas y cualquiera haría bien en adaptarlas a su relación, pero lo que descubrimos a base de intentos, fracasos y más intentos es que, cuando se trata de dinero, todo se vuelve un poco más tenso. Lo correcto nunca es presionar hasta que la otra persona se venga abajo, sino hacer todo lo posible por dar lo mejor de nosotros mismos al otro. 

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