Cuidado con el bótox: estos son los llamativos efectos secundarios que puede tener sobre el cerebro

Aplicación facial de bótox en una paciente.
Aplicación facial de bótox en una paciente.
  • Es uno de los tratamientos estéticos más demandados. Se basa en la toxina butolínica A que combate las arrugas y líneas de expresión, al inhibir ciertas contracciones musculares.
  • Pero dejar de fruncir el ceño puede tener consecuencias. Una investigación ha encontrado un efecto secundario del bótox sobre el procesamiento de las emociones. Esto se debe a los mecanismos del cerebro para reconocer las expresiones de las personas.

El bótox puede ayudar a reducir las arrugas y a aumentar el volumen de los labios. Pero a costa de algunos efectos secundarios notables en el cerebro.

El tratamiento se basa en la toxina botulínica A, una neurotoxina paralizante elaborada por la bacteria Clostridium botulinum que empezó a estudiarse como un tratamiento muscular en los 70. 

Se usó primeramente en los párpados caídos. Hasta que a una doctora se le ocurrió comprobar qué pasaría si lo inyectara en la frente. Era Jean Carruthers y lo probó sobre sí misma. ¿El resultado? "Jean ya no frunce el ceño desde 1987".

Ahora una investigación de la Universidad de Irvine (California) sugiere que este bloqueo muscular derivada del bótox puede tener un sorprendente efecto secundario sobre el procesamiento de las emociones. Esto se basaría en los mecanismos más básicos que emplea el cerebro para reconocer las expresiones de las personas.

El bótox es en realidad el nombre comercial de un producto, aunque por metonimia ha terminado designando a todos los tratamientos basados en el mismo principio. En España existen 4 medicamentos autorizados con toxina botulínica: Botox, Dysport, NeuroBloc y Vistabel. NeuroBloc. Aunque no todos están aprobados para los mismos usos.

 

La toxina botulínica, —que también se encuentra en algunos animales, como el pez globo. Lo que explica el peligro de ingerir este manjar de la comida japonesa—. tiene en realidad muchas utilidades en la medicina, entre los que se incluyen combatir la ansiedad, las migrañas o la sudoración excesiva.

Ahora bien su utilidad para los retoques estéticos es la más conocida. Un uso que no ha dejado de aumentar en los últimos años, también entre los más jóvenes.— Ejemplo de esto el baby bótox, que aplica la toxina en dosis muy bajas en zonas de la cara donde se forman líneas de expresión para frenar la actividad muscular antes de que  aparezca la arruga—.

 

En España no solo crece el interés por estos tratamientos, sino que además la edad media de acceso a la medicina estética ha pasado de los 35 a los 20 años en 2021, según un estudio de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME). 

Tal y como recoge el informe, de los 626.778 tratamientos faciales realizados ese año, el 42% correspondieron a toxina botulínica, "⁠consolidándose como el tratamiento facial más realizado tras la pandemia". Le siguen el ácido hialurónico (32%) y los tratamientos para mejorar la calidad de la piel (20%).

Los efectos de no fruncir el ceño

El mecanismo de acción de la toxina botulínica para combatir las arrugas se basa en su capacidad para bloquear determinadas señales nerviosas que producen la contracción de los músculos. Como resultado este se relaja, y deja de contraerse involuntariamente. 

Lo que significa decir adiós a las patas de gallo y las arrugas de la frente. Con el coste de una cara que ha perdido parte de su movimiento natural.

En el estudio se controló la actividad cerebral en 10 mujeres de entre 33 y 40 años a las que se inyectó bótox para inducir parálisis temporal del músculo responsable de fruncir el ceño, conocido como músculo glabelar. La investigación tenía por objetivo comprender cómo los propios gestos de alguien afectan a la interpretación emocional.

Para ello se registró la actividad cerebral de las participantes mientras observaban imágenes de rostros con distintas emociones (alegría, tristeza, o enfando) antes y después de recibir el tratamiento. Los resultados mostraron cambios en la actividad de la amígdala, una región cerebral clave en el reconocimiento de las emociones.

Los autores del trabajo sugieren que restringir nuestras propias gesticulaciones podría dificultar la llamada retroalimentación facial. Según esta teoría, "cuando vemos una cara enfadada o feliz, contraemos o flexionamos los músculos correspondientes para recrear la expresión y ayudarnos a identificar la emoción reflejada", explica sobre esto un artículo en The Conversation.

El Botox es la toxina más peligrosa del mundo: ¡Y nos la inyectamos en el cuerpo!

Entonces, continúa "la prevención del ceño fruncido con el bótox impediría la formación de estas microexpresiones, afectando al procesamiento de las caras emocionales". Lo que podría tener consecuencias en las relaciones sociales al impactar negativamente en la interacción social efectiva.

Si bien la muestra analizada fue llamativamente pequeña y aún queda mucho por investigar sobre cómo el cerebro interpreta las emociones, estos hallazgos podrían ayudar a valorar las posibles consecuencias de someterse a un retoque estético.

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