Ciencias de la salud y tecnología, las ramas que más crecerán en la próxima década: así ve el futuro de la educación superior Rosa Visiedo, rectora del CEU San Pablo

  • Ciencias de la salud y tecnología son las ramas del conocimiento que más pueden crecer en los próximos 10 años, augura Rosa Visiedo, rectora del CEU San Pablo.
  • Aboga por una educación integral para competir con la formación especializada que ofrecen ya empresas como Google: "A la universidad no solo se viene a adquirir conocimiento técnico".

Es una de las preguntas que más inquieta a padres y alumnos: ¿qué camino escoger? La respuesta viene condicionada a su vez por una buena cantidad de variantes, como qué quiere hacer el joven en cuestión y, sobre todo, qué va a pedir el mercado laboral dentro de unos años

Porque la vocación, naturalmente, es algo a lo que hay que atender, pero por sí sola no da de comer. Palabra de periodista.

Para ayudar a responder esta cuestión, Rosa Visiedo, rectora del CEU San Pablo en Madrid, lanza su vaticinio para los próximos 10 años a petición de Business Insider España

"La rama de Ciencias de la salud goza, valga la redundancia, de una salud envidiable. Medicina y Enfermería por supuesto, pero también, Odontología y Psicología son carreras con buenas perspectivas. Creo que la tendencia seguirá", explica Visiedo.

A ellas se añaden las consabidas carreras de carácter técnico y tecnológico, que viven de hecho un momento de explosión en el que la demanda de profesionales incluso supera lo que las universidades y centros de formación son capaces de ofrecer.

Esto, explica la rectora, poco a poco pasará: la oferta se equilibrará con respecto a la demanda. Con todo y con eso, la transición hacia un ecosistema aún más digital permitirá a ingenieros (especialmente ingenieros de sistemas), programadores y técnicos encontrar dónde desarrollar su actividad.

A ellos se añadirán los egresados de nuevas titulaciones en industrias a las que tradicionalmente España ha sido más o menos ajena, como la animación y los videojuegos.

Se trata de unos conocimientos a cuyo desarrollo contribuirá, precisamente, la creciente competencia de lo que se conoce como universidades corporativas, es decir, empresas que proponen a alumnos de todo el mundo sus propias formaciones. 

El ejemplo paradigmático es Google, que, junto con una buena cantidad de cursos online gratuitos, ofrece también formaciones en cuestiones especialmente candentes como pueden ser hoy en día el marketing digital y la inteligencia artificial.

"Es una formación necesaria, pero no deja de ser algo muy especializado. Yo creo que a la universidad se va también a otras cosas. Además de adquirir conocimientos para desarrollar una profesión, a la universidad se viene también a madurar, a construir un proyecto vital", comenta Visiedo.

"Me gusta pensar que preparamos a los alumnos no solo para que desarrollen su trabajo, sino que los preparamos también para la vida".

Especial Día de la Educación

Una educación en habilidades blandas para atraerlos a todos

Y por ahí pasa también en general el futuro de las universidades. A nadie escapa que el CEU San Pablo, una universidad privada, compite en Madrid con otras 10 universidades también privadas y 6 públicas, algunas tan grandes como la Universidad Complutense, que es la universidad presencial que acumula más alumnos en España.

Eso, sin contar las que ofrecen formación esencialmente online tanto en España como en el mundo. La competencia hoy en la educación posobligatoria es feroz, y todo apunta a que lo será todavía más en los próximos años.

¿Qué puede hacer en un contexto así una institución educativa que aspira a atraer cada año a más alumnos mientras el número de actores crece también?

Parte de la respuesta, opina Visiedo, se encuentra en lo que se conoce como soft skills, las habilidades blandas que tanto demandan las empresas mientras el grueso de padres y docentes siguen insistiendo en embutir en los alumnos toneladas de información técnica.

A la rectora ni siquiera le convence el concepto: "No me gusta llamarlo soft skills ni hablidades blandas porque adquirirlas cuesta mucho, es un proceso muy duro", relata.

La cuestión, comenta Visiedo, es mucho más importante de lo que muchos piensan. Hay puestos de trabajo y dinero en juego. 

"Muchas veces hemos detectado que las empresas lo que hacen es exigir una serie de conocimientos mínimos. A partir de ahí, se fijan en las capacidades personales de cada uno. Lo que decanta finalmente la decisión de optar por un candidato u otro es esto, no lo que saben".

En esto, amplía Visiedo, tendrán también su papel los estudios de carácter humanístico, algo que puede parecer contracultural en un contexto cada vez más tecnológico pero que para la rectora tiene todo el sentido. En un mundo cada vez más dependiente de la tecnología, opina, hará falta quien haga el contrapeso y traiga consigo todo lo que la tecnología no puede proporcionar por sí misma.

"Las humanidades aportan un conocimiento más general, más integrador, ayudan a transmitir valores, a generar pensamiento crítico, a desarrollar capacidades personales como las habilidades de comunicación o la capacidad de seguir aprendiendo", explica.

"Cada vez se habla más de empresas que requieren profesionales que salen del ámbito de la Filosofía, por ejemplo, o de la Lingüística. Son perfiles que hasta hace poco parecía que no iban a tener sitio. Hoy lo están teniendo".

Ilustración sobre mujer científica

El Plan Bolonia, un punto y aparte a la educación universitaria

Pero a todo punto se llega después de haber recorrido un camino. En las últimas décadas, en la universidad española este tiene nombre y apellido: Plan Bolonia.

Firmado con la entrada del nuevo milenio en la ciudad que le dio nombre por un grupo de países europeos entre los que se encontraba España, este venía a traer consigo la modernización definitiva de la educación posobligatoria.

Entre sus principales innovaciones, sustituyó créditos de las antiguas licenciaturas y diplomaturas españolas por ECTS, una nueva manera de contabilizar las horas lectivas que equiparaba las asignaturas españolas con las extranjeras, lo que en teoría debía facilitar la movilidad entre universidades.

Además, simplificó el sistema educativo: en vez de diplomaturas de 3 años y licenciaturas de 5 años, los estudiantes solo podrían optar por grados, en su mayoría de 4 años. 

Interpretado por muchos como una privatización de facto de la universidad, el Plan Bolonia fue introducido con no poca polémica en España. Cerca de 15 años después de su entrada en vigor, es momento de hacer balance.

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"El Plan Bolonia no ha cambiado la universidad tanto como se suponía que iba a hacerlo. Pero yo creo que sí ha servido para avanzar mucho. Ha potenciado la movilidad entre universidades incluso con grados conjuntos. Hoy es muy habitual además que los alumnos vayan de Erasmus al menos un semestre. Son cambios que se han consolidado", opina Visiedo.

La docente lo tiene claro: "Bolonia supuso un antes y un después en el sistema universitario, no solo en España, sino en el sistema universitario europeo". 

Esto, aclara, no quiere decir que no haya lagunas.

"Los métodos de evaluación, en cambio, no han cambiado tanto como se suponía que iban a hacerlo. Hay dinámicas que cuesta más alterar", comenta la rectora en alusión a unos exámenes finales que, con Bolonia, debían perder peso en favor de una enseñanza más práctica y centrada en el día a día del alumno.

Con todo, dice la docente, doctorada en Ciencias de la Información, la educación superior ha sido capaz de ir adaptándose a una nueva generación que muchas veces es definida con sorna como la mejor preparada de España.

"De verdad lo son, lo dicen los datos. Estoy muy en contra de la mala fama que les otorgan. Ya cuando yo estudiaba se decía que los jóvenes éramos esto o aquello. La verdad es que forman parte de una generación que se relaciona de forma diferente con la información, lo que nos debe obligar a repensar cómo enseñar. No son mejores ni peores que ninguna generación, son distintos".

Con esto en mente, la docente es partidaria de encontrar un equilibrio entre la nueva docencia y la enseñanza de siempre. 

"Todo en su contexto. Una clase magistral puede ser maravillosa. Esto se puede sumar perfectamente a seminarios prácticos que obliguen a mover en equipo lo que uno sabe. No soy partidaria de innovar por innovar. Hay que hacerlo para lograr objetivos".

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