Google, Disney, Meta y Tesla: descubre a los nuevos caseros de Estados Unidos

James Rodriguez
| Traducido por: 
Tras años de escasez de viviendas, empresas como Google, Meta y Disney están tomando cartas en el asunto.
Tras años de escasez de viviendas, empresas como Google, Meta y Disney están tomando cartas en el asunto.

Arantza Pena Popo/Business Insider

  • Las grandes tecnológicas controlan el ámbito digital desde hace mucho, de modo que ahora planean dar el siguiente paso: convertirse en propietarias de viviendas.
  • Google, Meta e incluso Amazon están explorando la construcción de miniciudades con viviendas asequibles, tanto para empleados como para el resto de personas.

En las representaciones digitales de North Bayshore, una enorme urbanización propuesta en Mountain View (California, Estados Unidos), pueden verse edificios relucientes y peatones alegres y animados. Hay mucho de lo que presumir: 7.000 nuevas viviendas, tres barrios distintos y casi 300.000 metros cuadrados de locales comerciales y espacios comunitarios. Sin embargo, las imágenes no muestran ningún indicio de la empresa que está detrás de todo el proyecto: Google.

Empresas como Google y la matriz de Facebook, Meta, conquistaron el ámbito digital hace mucho tiempo, estableciendo las reglas básicas de cómo se busca, se interactúa y se compra en Internet. Pero no contentas con esto, ahora trabajan en grandes ofertas para ampliar su alcance. 

Ahora también quieren ser propietarias de viviendas.

En Estados Unidos, estas grandes tecnológicas están utilizando su influencia y recursos para construir modernas ciudades empresariales, miniciudades que contarán con todos los elementos de la vida cívica tradicional, como viviendas, tiendas y espacios públicos. Estos nuevos proyectos no tendrán logotipos corporativos en todos los edificios y muchas de las viviendas estarán a disposición del público en general, no solo de los empleados. 

Tras años de escasez de viviendas en Estados Unidos, empresas como Google, Meta y Disney (no conocidas precisamente por construir nuevas viviendas) están tomando cartas en el asunto. Sus creaciones tienen nombres como Middlefield Park y Willow Village, pero bien podrían llamarse Zucktown o Google City, USA. Y aunque las promociones prometen miles de nuevas viviendas, los planes son también un reconocimiento tácito del pésimo estado del mercado inmobiliario estadounidense y del papel que estas empresas han desempeñado en la subida de los precios de la vivienda cerca de sus sedes.

Las compañías que están detrás de estos proyectos sostienen que pueden ayudar a resolver la falta de viviendas asequibles en el país, pero es justo abordar los planes con un saludable grado de escepticismo. Las "ciudades-empresa" de Estados Unidos tienen una larga historia de explotación y conflictos laborales. Aunque los planes actuales no suponen un regreso a aquellos oscuros días del siglo XIX y principios del XX, probablemente tampoco marcarán el comienzo de una nueva era de utopías tecnológicas futuristas. A juzgar por los planes presentados hasta ahora, los Googles y los Metas del mundo no apuntan tan alto. Sus visiones de la vida urbana se parecen mucho a lo que ya estamos acostumbrados a ver de los promotores inmobiliarios modernos: edificios de oficinas de cristal, parques verdes y calles principales peatonales con cafeterías, bares y atractivos edificios de apartamentos. 

Es bonito, pero no precisamente innovador.

En lugar de las ciudades flotantes o las aldeas con cúpulas con las que soñaron los escritores de ciencia ficción (y Peter Thiel), estos planes muestran que lo que estas empresas han estado buscando desde el principio es una forma de superar a sus competidores. Quieren atraer y retener a los mejores talentos y, en el mejor de los casos, conseguir que vuelvan a la oficina. No es de extrañar que, en estos momentos, el sector inmobiliario residencial parezca una buena apuesta. El noble objetivo de construir más viviendas a precios asequibles es la guinda del pastel. 

Pero no te equivoques: estas firmas solo llevarán a cabo sus planes mientras se ajusten a sus objetivos empresariales.

Las ciudades modernas de las empresas

Tras años de planificación, burlas y reuniones de los consejos de administración locales, los últimos proyectos de las ciudades-empresa están cobrando fuerza. En junio, el ayuntamiento de Mountain View aprobó el plan general del proyecto North Bayshore de Google, una asociación entre el gigante tecnológico y la inmobiliaria australiana Lendlease. 

La nueva comunidad sustituirá un parque de oficinas suburbano por un nuevo barrio en expansión en el corazón de Silicon Valley. Los planes prevén la construcción de hasta 7.000 nuevas viviendas con "distintos niveles de renta", así como parques, restaurantes, tiendas y más de 3 millones de metros cuadrados de espacio de oficinas en 50 hectáreas. Aproximadamente el 15% de esas viviendas tendrán un precio inferior al del mercado, aunque la ciudad aún no ha fijado los umbrales de renta exactos para acceder a ellas. 

Mountain View también ha dado luz verde al plan director de Middlefield Park, otro proyecto de Google que propone derribar los edificios de oficinas e industriales existentes y construir casi 2.000 nuevas viviendas, así como más oficinas y locales comerciales.

Una manifestación por el derecho a la vivienda celebrada en Madrid en 2015.

Y hay otros nombres conocidos entrando en acción. El año pasado, el ayuntamiento de Menlo Park votó unánimemente a favor de los planes para Willow Village, el proyecto de Facebook de casi 24 hectáreas que también se conoce como "Zucktown". Promete más de 1.700 viviendas, así como oficinas, hoteles y comercios, junto a la sede de Meta en 1 Hacker Way. 

Walt Disney World también tiene previsto iniciar el año que viene la construcción de 1.400 viviendas asequibles en 32 hectáreas a pocos kilómetros de su principal parque temático de Florida, según anunció la empresa en primavera. Cerca de allí, Universal también está construyendo 1.000 apartamentos asequibles y 16.000 metros cuadrados de locales comerciales. 

Aunque las compañías seguirán siendo propietarias de los terrenos en los que se construirán las viviendas, en cada uno de estos casos se están asociando con promotoras tradicionales para construir y explotar los edificios. En otras palabras, no se acabará pagando el alquiler directamente a Google. Y cualquiera que cumpla los requisitos puede solicitar el alquiler, no solo los empleados.

Representación aérea de Catchlight Crossings, la urbanización de viviendas asequibles que se construirá en terrenos reservados por Universal Destinations & Experiences en Florida Central.
Representación aérea de Catchlight Crossings, la urbanización de viviendas asequibles que se construirá en terrenos reservados por Universal Destinations & Experiences en Florida Central.

Wendover Housing Partners

Otras empresas están probando una táctica diferente. ¿Recuerdas la búsqueda de la sede HQ2 de Amazon? En la búsqueda nacional, ciudades como Hartford (Connecticut) y Toledo (Ohio), ambas en Estados Unidos, se volcaron para ofrecer los incentivos económicos más generosos mientras el titán del comercio electrónico buscaba su segundo hogar y un lugar donde ubicar a unos 25.000 trabajadores. Finalmente, el proyecto aterrizó en Arlington, Virginia, y la primera fase de HQ2 se inauguró en mayo, con dos edificios de oficinas de 22 plantas y un nuevo parque público. 

Amazon no está construyendo viviendas directamente como Google y Facebook, pero el Amazon Housing Equity Fund de 2.000 millones de dólares se ha comprometido a apoyar el desarrollo de otras viviendas en el área de DC, Nashville y Seattle, extendiendo la influencia directa de la empresa más allá del espacio de oficinas a los mercados de vivienda que casi con toda seguridad sentirán los efectos de su expansión en los próximos años.

Por supuesto, no sería un debate apropiado sobre utopías sin la presencia de Elon Musk. Al parecer, el CEO de Tesla está sentando las bases de una nueva ciudad llamada Snailbrook en miles de hectáreas cerca de Austin, donde los empleados de sus diversas empresas, incluidas Boring Co., Tesla y SpaceX, podrían vivir algún día a precios inferiores a los del mercado.

No es de extrañar que la mayor de las nuevas urbanizaciones sea obra de gigantes de Silicon Valley. Según Grant Bollmer, profesor de medios digitales en la Universidad de Queensland (Australia), la industria tecnológica moderna se construyó sobre la utopía californiana y la creencia de que "conectar a las personas" es la respuesta a muchos de los problemas del mundo. Después de acaparar todos los dólares de la publicidad digital y exprimir toda la atención de nuestros ojos adictos a las pantallas, el siguiente paso lógico es construir una nueva ciudad donde puedan ponerse en práctica los principios fundacionales del mundo tecnológico. No hay más que ver los descabellados planes de California Forever, la propuesta de las élites de Silicon Valley para convertir 22.000 hectáreas de terreno rural en la ciudad del futuro. Parece que los multimillonarios con tiempo libre no pueden evitarlo.

"La fe en la democracia es débil, así que se tiene la idea de que podemos crear una ciudad ideal y un mundo ideal. Podemos estructurarlo según los principios incorporados a estas tecnologías que hemos creado y los valores que hemos creado", afirma Bollmer.

El proyecto California Forever.

Pero las empresas también son implacablemente pragmáticas, máquinas de obtener beneficios en deuda con accionistas que vigilan de cerca todos sus movimientos. Margaret Crawford, catedrática de Arquitectura y directora del programa de Diseño Urbano de la Universidad de California en Berkeley, explica que, aparte de sus elevados ideales, las ciudades de las empresas modernas también son buenas propuestas comerciales. A estas empresas les interesan dos cosas: retener mano de obra cualificada y conseguir una publicidad positiva que las haga parecer cívicas. 

Construir viviendas cerca de sus sedes cumple ambos requisitos: los desplazamientos son la principal razón por la que los empleados no quieren volver a la oficina a jornada completa, según Gallup, mientras que la falta de viviendas asequibles en las ciudades está obligando a más gente a trasladarse lejos de donde suelen estar situadas las oficinas, según un estudio de Fannie Mae. En un artículo reciente para Harvard Business Review, el economista Edward Glaeser y el consultor Atta Tarki sostienen que las empresas deberían considerar la ayuda a la vivienda como una parte más de un paquete de beneficios más amplio, junto a los chefs en el lugar de trabajo o un gimnasio en la oficina, que anime a los empleados a quedarse y ser más productivos. Aunque estos proyectos no sean explícitamente para los empleados, es lógico que los favorezcan trabajadores deseosos de saltarse todo ese tráfico de camino a sus escritorios.

Las viviendas asequibles cerca de las oficinas tienen buena prensa y también sentido desde el punto de vista empresarial. Pero en el momento en que las nuevas viviendas no se ajusten a los objetivos de una empresa (si una compañía está recortando puestos de trabajo o abandonando oficinas), es probable que también frene sus grandes planes para un nuevo barrio. Construir nuevas ciudades es un trabajo complicado que requiere mucho tiempo. Y si algo nos ha enseñado la historia es que a menudo están condenadas al fracaso.

Una historia preocupante

Las ciudades-empresa de los siglos XIX y XX también tenían algo de utópico, al menos en teoría. En muchos casos, fueron una respuesta práctica a la necesidad de viviendas cerca de las fábricas o aserraderos, que solían estar situados en lugares áridos sin los servicios necesarios para mantener contentos a los trabajadores, como iglesias o bibliotecas. La ciudad de la Hershey Company en Pensilvania, fundada hacia 1909, dio prioridad a este tipo de bienes comunitarios desde el principio, a la vez que ofrecía viviendas asequibles que los trabajadores podían alquilar o comprar. En un momento dado, el 3% de la población estadounidense vivía en ciudades de empresas, según The Economist.

La gente empieza a ver la empresa como la gallina de los huevos de oro, y no quieren hacer nada que pueda ofenderla

Pero la idea de un lugar dominado por una sola empresa (donde tu jefe no solo es el dueño de tu casa, sino que también dirige tu iglesia y las escuelas de tus hijos y te vende todo lo que necesitas en la tienda de la empresa) siempre ha sido una propuesta arriesgada. En muchas ciudades-empresa, las compañías utilizaban este sistema para mantener su control social, amenazando a los trabajadores descontentos con el desalojo si se declaraban en huelga. Cuando tu empresa es todo tu mundo, lo que está en juego es infinitamente más importante.

"Una de las cosas que ocurre rápidamente es que la gente empieza a ver la empresa como la gallina de los huevos de oro", señala Hardy Green, autor de The Company Town: The Industrial Edens and Satanic Mills that Shaped the American Economy. "No quieren hacer nada que pueda ofenderla", añade.

Las ciudades-empresa se fueron desintegrando gradualmente a medida que aumentaban los salarios de los trabajadores y éstos accedían al automóvil, lo que les permitía vivir más lejos de las fábricas y lograr más autonomía. Hoy, el experimento se recuerda sobre todo como un fracaso, caracterizado por las malas condiciones de trabajo y los frecuentes enfrentamientos con los sindicatos.

Esta vez es diferente

Dada la historia de las viviendas construidas por empresas, cabe preguntarse hacia dónde se inclinarán los nuevos proyectos: hacia la versión idealizada de viviendas más baratas y servicios preciados, o hacia un resultado más distópico en el que dependamos más de empresas que ya se han infiltrado en todos los aspectos de nuestras vidas.

El cementerio de proyectos abandonados puede ofrecer algunas pistas sobre lo que vendrá después. En mayo de 2020, Sidewalk Labs, una rama de la empresa matriz de Google, Alphabet, abandonó sus planes de construir un nuevo barrio de alta tecnología en casi 5 hectáreas a lo largo del paseo marítimo de Toronto. La empresa declaró oficialmente que su asociación con la ciudad se había disuelto a causa de la pandemia, pero resultó que la firma había estado haciendo planes en silencio para adquirir 350 hectáreas de terreno adyacente para un campus completo de Google y un campo de pruebas para algunas de sus tecnologías más salvajes. Cuando desveló esos planes, tanto el público como los cargos electos locales se opusieron a la idea, obstaculizando y acabando con todo el proyecto.

Los representantes de Google presentaron el barrio inicial como "el distrito más innovador de todo el mundo", así que quizá no debería haber sido una sorpresa que sus ambiciones se extendieran mucho más allá de unas meras 12 hectáreas. Josh O'Kane, un reportero que siguió de cerca los planes para el periódico Globe and Mail de Toronto y más tarde escribió un libro sobre toda la saga, comenta que los errores y la muerte del proyecto reflejaban un malentendido fundamental de cómo trabajan los promotores con los gobiernos municipales. Ni todo el dinero del mundo podía convencer a la opinión pública, y los socios "cuasigubernamentales" locales se negaron a dejarse avasallar.

Es fácil decir que la empresa es benévola o amenazadora, pero la realidad está en un punto intermedio

En comparación, los planes de Google en Mountain View son mucho más moderados. Toda la palabrería sobre la ciudad del futuro se ha sustituido por viviendas asequibles y espacios más tradicionales para empresas locales y parques públicos. El proyecto sigue siendo enorme, sin duda, pero Google ya habló en su día de desempeñar "un papel mucho más importante en la vida pública" que el esbozado en la actualidad, según O'Kane.

Puede que Google y otras grandes empresas hayan aprendido la lección de la debacle de Toronto. Desde luego, parece que ahora están probando una táctica diferente: proponer proyectos más tradicionales llenos de palabras de moda en urbanismo, como "uso mixto" y "transitable", en lugar de lanzar aldeas de ciencia ficción donde los robots recogen la basura y tu perfil de Facebook es tu carné de identidad.

Por eso, la cuestión de en qué extremo se situarán estas nuevas ciudades-empresa (una utopía tecnológica o un régimen de señores todopoderosos) es probablemente discutible. Según Crawford, de la Universidad de Berkeley, el verdadero resultado se situará en algún punto intermedio no tan emocionante. No obstante, conviene recordar que no se trata de promotores inmobiliarios al uso.

"Supongo que mi lema es: es complicado. Es fácil decir que la empresa es benévola o amenazadora, pero la realidad está en un punto intermedio", señala Crawford

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