Los jóvenes estadounidenses con dinero sólo quieren una cosa: esta silla de 7.000 dólares

Emily Stewart
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Para determinados jóvenes de clase media con un buen empleo, la silla y la otomana Eames de Herman Miller son la cúspide del estatus.
Para determinados jóvenes de clase media con un buen empleo, la silla y la otomana Eames de Herman Miller son la cúspide del estatus.

iStock; Rebecca Zisser/BusinessInsider

  • La primera vez que oí hablar de "La silla", me sorprendió que alguien estuviese dispuesto a gastar 7.000 dólares en un artículo así.
  • Sin embargo, descubrí todo un fenómeno entre la clase media, un nuevo símbolo de estatus que todos los hombres parecen querer. 
  • Así es como una silla Herman Miller de 7.000 dólares se ha convertido en el nuevo Rolex.

La primera vez que escuché hablar de "La silla" fue a un técnico en un concierto de LCD Soundsystem en el barrio neoyorquino de Queens. Un compañero de trabajo se la había recomendado a principios de semana y él encargó la silla en el acto, gastando nada menos que 7.000 dólares (unos 6.550 euros), animado, eso sí, por unos martinis. Más tarde se lo conté a una amiga diciéndole que me asombraba que alguien gastase tanto en una silla que "me sonaba que también estaba en el MoMA o algo así". Resulta que ella conocía esa silla de Herman Miller llamada Eames, que viene acompañada de una otomana para apoyar los pies. Me dijo que conocía a un financiero y a un técnico que la tenían.

Había descubierto un auténtico fenómeno: a los tíos les encanta esa silla. "Estoy convencido de que la mayoría de los tíos se levantan y van a trabajar para poder permitirse algún día tener este sillón en su salón", escribió este mes un usuario de Twitter/X en un post viral acompañado de una foto del producto.

Para ciertos perfiles algo interesados en el diseño, la silla Eames se ha convertido en la pieza imprescindible. El interés ha aumentado en los últimos años y, aunque Herman Miller no revela cifras de ventas, Amy Auscherman, directora de archivos globales y patrimonio de marca de MillerKnoll, la empresa matriz de Herman Miller, afirma que puede "afirmar con seguridad" que se están vendiendo más sillas Eames que nunca.

Los tíos parecen querer una única cosa, esa especie de tumbona de cuero "súperbarata" (o una de las muchas imitaciones más económicas).

"La silla Eames es básicamente un meme", señala Joel Vanderveen, un joven de 35 años de Minnesota que creó un subreddit hace una década dedicado a todo lo relacionado con Eames. "Es algo así como: 'Oye, soy un tío. Vivo solo. Gano mucho dinero. ¿Qué es esta silla? Voy a comprarla, simplemente porque puedo'", describe.

La silla y la otomana Eames fueron creadas por el dúo de diseñadores del siglo XX Charles y Ray Eames y lanzados al mercado por Herman Miller, ahora bajo MillerKnoll, en 1956. Se fabrica en serie, y el precio no es barato: el conjunto nuevo cuesta 7.395 dólares (6.834 euros), más impuestos y gastos de envío. Pat Kirkham, profesor de historia del diseño en la Universidad londinense de Kingston y autor de un libro sobre la pareja, me comenta que los Eames estaban consternados por el elevado precio de la silla y la calificaron de "miserablemente cara". La pareja tenía muchos diseños, pero este es, con diferencia, el más reconocible.

Bolso de Hermès.

"Hasta hace 10 años, cuando la gente me decía que tenía una silla Eames, nunca sabía a cuál se referían", explica Kirkham.

La Eames pretende ser una versión actualizada de una silla club inglesa del siglo XIX con el aspecto cálido y acogedor de un guante de béisbol bien usado. Y aunque la silla no se creó con el sello "Para tíos", tras casi 70 años de marketing y cultura, ha desarrollado cierta reputación.

"No la modelaban como especialmente masculina, pero creo que se ha publicitado y promocionado más con hombres en ella", afirma Kirkham.

La silla apareció en las páginas de las revistas masculinas de los años 60 y, con el tiempo, se abrió camino en la cultura popular: en los años 90 se pudo ver en la serie Frasier.

"Siempre me ha parecido interesante, por no decir divertido, que la silla apareciera en la revista Playboy como símbolo de estatus", afirma Auscherman.

"Te sientes bien en ella. Te sientes el jefe de la casa"

Ese símbolo de estatus persiste. Entre los hombres de cierta edad (y tamaño de cuenta bancaria) la silla es una señal de éxito. Es lo bastante clásica como para transmitir una sensación de estilo, aunque sea un poco tópica. La Eames es un artículo de lujo de alta calidad y codiciado, algo que queda bien en persona, en Instagram o de fondo en una llamada de Zoom.

"Te sientes guay en ella. Te sientes el jefe de la casa. Y como es cara, es aspiracional porque ocupa mucho espacio", dice Julia Mack, diseñadora de interiores de Brooklyn, Nueva York.

Es una elección obvia para los hombres a los que les gusta el diseño y para los que no. Piel negra, base de madera, colocada en un salón o en un despacho y voilà, una pieza única.

"Los hombres pueden sentirse inseguros sobre lo que quieren, sobre todo cuando están solteros, y si saben que esta pieza es icónica y duradera, es una elección fácil", indica Jennifer Jones, diseñadora principal de Niche Interiors en San Francisco.

De hecho, para Kyle, un gestor de hedge funds de 39 años de Brooklyn que accedió a hablar conmigo con la condición de que omitiera su apellido por si sonaba "gilipollas", fue precisamente eso, una compra de soltero". Ha querido la silla Eames desde siempre, y después de años de verla en Tumblr y en blogs de diseño, finalmente la compró en 2021, justo después de una ruptura.

"No creo que sea exagerado pensar que me obsesionaba, lo cual es un poco triste y patético. Pero cada vez que pasaba por una tienda Design Within Reach, siempre tenía que parar y sentarme en la silla y decirme a mí mismo que algún día, cuando lo consiguiera, por fin me haría con una", explica.

La compara con un Rolex o un Porsche, símbolo de estatus para muchos y populares también para los "puristas y locos de remate" que se obsesionan con los detalles. En su opinión, la silla Eames es uno de esos raros artículos de lujo que cumple todos los requisitos, tanto para principiantes como para expertos. Aprecia la artesanía y sabe que es algo que tendrá durante mucho tiempo.

"Es lo mismo que una buena mesa de comedor, un buen sofá o una obra de arte en la pared, pero con cierta funcionalidad", afirma.

"No creo que sea exagerado pensar que me obsesionaba con ello, lo cual es triste y patético"

A Zak Cole, de 36 años, residente en Nashville y socio director de un estudio de emprendimiento Web3, no le preocupaba parecer un idiota. Dice que su intención era parecer "pretencioso". Solía trabajar en diseño de producción en Los Ángeles, donde veía la silla utilizada para transmitir una sensación de refinamiento en los platós, y se compró una para su despacho de casa en la primavera de 2021. Le gusta la historia, la calidad y la estética, y no le duele que la gente lo comente cuando la ve de fondo en las videollamadas.

"Creo que es una reminiscencia de una época pasada, y mucha gente tiene esa mentalidad empresarial. Y tener ese tipo de silla es una especie de indicador de éxito. Casi todo lo que se compra hoy en día es de Wayfair o algo así, o de Ikea. Todo es basura de usar y tirar. Y nadie pone cuidado en el diseño. Es como si todo fuera moda rápida, comida rápida, muebles rápidos", afirma.

Pero no todo aquel que tiene una silla Eames la tiene nueva, cara o incluso de verdad. En mi reportaje he encontrado a un par de tipos que la habían heredado: uno de su abuelo de Michigan, de los años 60, y otro de su padre de Minnesota, que la había cambiado por trajes de su tienda de ropa en los años 80. Algunos los habían conseguido con descuento: uno porque era arquitecto, Kyle porque su ex novia conocía a alguien que le hacía un 50% de descuento y la ruptura fue amistosa. Shawn Pasternak, investigador de Washington de 31 años, compró una imitación de 1.500 dólares (unos 1.400 euros) el año pasado cuando se mudó a su piso de un dormitorio

"Obviamente, vi la opción de Herman Miller de 7.500 dólares, y luego vi otras a distintos precios que parecían básicamente iguales desde el punto de vista funcional. Así que para mí, no era una cuestión de 'necesito el modelo más caro'", explica.

Ninguno de los hombres con los que he hablado podía precisar exactamente por qué querían la silla: es una aspiración, es bonita, es cómoda, aunque no tanto como un sofá o un La-Z-Boy. La silla Eames también parece ecológica: no van a deshacerse de ella en dos años. Algunos mencionaron que podría ser una inversión. Muchos compraron las sillas durante o después de la pandemia, en un momento en que mucha gente tenía dinero para gastar y no tenía dónde gastarlo, y pasaba mucho tiempo en casa.

"Creo que ese tipo de conciencia sobre los interiores se generalizó durante la pandemia. Y también coincidió con el hecho de que algunas personas tuvieran el dinero extra para invertir en estas piezas para sus hogares, que son icónicas, están bien hechas y son reliquias", opina Auscherman.

"Me gustaría decir que no es algo aspiracional, y que no es tan superficial. Pero probablemente lo sea un poco"

Derek Guy, escritor y comentarista de moda masculina, opina que el fanatismo por los Eames entre los hombres es una mezcla de los que se interesan por el estilo moderno de mediados de siglo y los que simplemente quieren ser flexibles. En general, la tendencia encaja en una estética contemporánea más amplia, vagamente hípster.

"Todas estas cosas han señalado un cierto tipo de clase media. Hablamos de un hombre demócrata liberal blanco, no rico pero con un sueldo alto. Para muchos de ellos, la silla es una señal de estatus", explica Guy.

Pero la producción silla Eames puede hacerla menos deseable para algunos. Los consumidores que se sienten atraídos por los artículos de lujo suelen valorar los que son escasos, y la silla no lo es. Loren Kreiss, un diseñador de interiores de Los Ángeles que ha expresado su desagrado por la silla Eames en las redes sociales, me indica que "la ha superado totalmente". En su opinión, es demasiado común para justificar su elevado precio si es auténtica, y si se trata de una imitación, es demasiado básica.

"Hemos visto suficientes sillas Eames para 20 vidas. Si se trata de una reliquia familiar o de una pieza vintage, la cosa cambia. Pero si vas a gastar de más o a comprar una imitación, yo soy de los que dicen 'qué más da'. Di más con menos", reflexiona.

Los hombres jóvenes, sobre todo los que tienen ingresos más altos, disponen de un buen poder adquisitivo. Como muchos de ellos se casan más tarde o renuncian a comprar casa, también tienen efectivo para gastar. Algunos invierten su dinero en juegos de azar, mientras que otros lo hacen en una lujosa silla de cuero que evoca a Mad Men.

En general, Kyle está contento con su compra. A su nueva novia le gusta y su perro sabe que no debe tocarlo. Tiene que hacer un esfuerzo consciente para sentarse en ella; si no, se le olvida. No es tan cómodo como el sofá, y la idea de que le haría leer más no funcionó.

"Me gustaría decir que no es una aspiración, y que no es tan superficial. Pero probablemente lo sea un poco", concluye.

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