Tu Fitbit y tu Apple Watch pueden acabar perjudicando tu salud

Kelli María Korducki
| Traducido por: 
Los dispositivos de seguimiento de la actividad física se han impuesto. Pero, ¿está la avalancha de datos de fitness mejorando la salud?

Arantza Pena Popo/ Insider

  • Las pulseras y relojes de actividad, junto a las aplicaciones de deporte que cuentan los pasos y miden las pulsaciones, ya están en todas partes pero, ¿están mejorando en la práctica la salud de quien las usa?
  • Muchos se han animado a intentar estar en forma con esta nueva tecnología, pero utilizar los datos como si fuesen una especie de Biblia puede tener consecuencias dañinas para la salud.

En los últimos siete u ocho años he desarrollado un hábito. Cada vez que tengo un momento de descanso durante el día, sin pensarlo mucho, abro una aplicación de mi smartphone para comprobar el número de pasos que he dado. Si es tarde y la cifra es baja, es probable que decida salir y caminar un poco. Si es baja al final de un mes de mucho trabajo, intento dar unos cuantos algunos paseos largos para subir la media. Y si es baja al final de un año intenso, seguramente acabe en una espiral de remordimiento: ¿Qué estaba haciendo con mi tiempo, exactamente, que fuera más importante que conseguir un mínimo de pasos diarios?

La creciente omnipresencia de este tipo de aplicaciones me ha hecho sentir culpable. En la última década, ha llegado al mercado una gran variedad de relojes inteligentes, aplicaciones de seguimiento de la actividad e incluso ropa deportiva de alta tecnología, cada uno de ellos con la promesa de hacer que sus usuarios lleven una vida más sana. Estas herramientas cuentan los latidos del corazón de una persona, las horas de sueño e incluso la longitud de cada paso (y si debería o no preocuparse por ello). Se programan en nuestros teléfonos, se llevan en la muñeca e incluso nos las imponen algunos jefes repulsivos. Regímenes enteros de fitness, repletos de complejos sistemas de puntos y recompensas digitales, se diseñan en torno a los datos que acumulan. Lo que antes era solo una herramienta útil para los aficionados a estar en forma se ha convertido en un mercado multimillonario. 

Pero, ¿realmente contribuye esta avalancha de datos a que la gente estén más sana? 

Aunque algunas personas se sienten motivadas para hacer deporte porque su teléfono o su reloj se lo recuerdan, para otras puede convertirse en una fuente de peligrosa preocupación. Lejos de ser una solución milagrosa para llevar una vida sana, estas herramientas siempre activas y la cultura de la autosuperación que fomentan pueden obstaculizar nuestro bienestar.

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Cuando los números toman el control

Los 10.000 pasos han sido generalmente el objetivo de referencia de las aplicaciones para smartphones y dispositivos de fitness. Pero a pesar de su arraigo cultural, la marca de los 10.000 pasos no fue desarrollada por científicos. Surgió de una campaña de marketing de la empresa japonesa Yamasa para promocionar su nuevo aparato contador de pasos durante los Juegos Olímpicos de Tokio 1964. 

Estudios reales revisados por expertos han demostrado posteriormente que se necesitan muchos menos pasos al día para reducir significativamente el riesgo de mortalidad, y sin embargo los 10.000 pasos siguen siendo la regla de oro. El atractivo de los 10.000 pasos tiene cierto sentido: es un número redondo y fácil de recordar, y en Asia Oriental simboliza la idea de abundancia.

Y lo que es más importante, proporciona un objetivo de salud tranquilizador y directo, más fácil de cumplir que una visión más global del bienestar.

La investigación sugiere que un enfoque numérico del bienestar socava la formación de hábitos sostenibles y saludables

Cuando se lanzó la primera pulsera Fitbit en 2009, 45 años después de que Yamasa consolidara el ideal de los 10.000 pasos, se inició un auge de los wearables de fitness y se desató una fiebre por los datos relacionados con la salud. Entre 2010 y 2015, las ventas de la empresa pasaron de 58.000 a casi 21,4 millones de dispositivos al año. 

Al igual que el iPhone revolucionó el mercado de la telefonía móvil, el debut del Apple Watch hace 8 años consolidó los dispositivos de fitness como el producto estrella para llevar una vida sana sin ayuda de un profesional. Esta avalancha de datos sobre la salud de fácil acceso ha tenido sin duda algunos efectos positivos. Numerosos estudios han demostrado que los dispositivos de seguimiento de la actividad física pueden motivar a los usuarios a hacer ejercicio, al menos a corto plazo. Dado que una abrumadora mayoría de personas no cumple las pautas semanales de ejercicio recomendadas por expertos, incluso un pequeño impulso en el movimiento puede tener implicaciones significativamente positivas para la salud. 

Las investigaciones indican que por cada 2.000 pasos que una persona da al día, su riesgo de muerte prematura puede disminuir entre un 8% y un 11%. 

Jóvenes alegres

Amanda Paluch, epidemióloga de la actividad física y kinesióloga de la Universidad Amherst de Massachusetts (Estados Unidos) que estudia los beneficios para la salud de la tecnología de seguimiento de la forma física, afirma que para las personas "moderadamente activas" como yo, las aplicaciones y los wearables pueden ser "una gran herramienta". 

Cuantificar nuestro movimiento facilita el aumento gradual de los incentivos para el ejercicio diario, lo que ayuda a prevenir lesiones y, en general, hace que ser más activo sea más factible. Muchos productos de seguimiento de la forma física también incorporan funciones de intercambio social, que pueden darnos una mejor perspectiva de nuestros hábitos en comparación a los de otras personas, proporcionando competencia sana como motivación. 

Aunque el sentimiento de culpa y la ansiedad que me producen las últimas horas de una jornada laboral de 300 pasos no son necesariamente buenos, si esa cifra me empuja a dar un par de miles de pasos antes de que la cuenta se reinicie a medianoche —como a veces ocurre—, contribuye positivamente a mi salud. Es una tirita que funciona de forma esporádica para aliviar el hecho de estar continuamente sentada. Pero a pesar de todas las ventajas, ese diluvio de datos también puede estimular fijaciones poco saludables y consecuencias negativas en el futuro.

No hay una única medida de salud que sirva para todos

A pesar de su postura favorable al seguimiento, Paluch admite que vivir según los números de una báscula o una pantalla tiene sus inconvenientes. "Lo que ocurre con la actividad física, o con cualquier tipo de comportamiento saludable, es que depende de cada persona. La cantidad de actividad que se necesita para obtener diversos beneficios para la salud (como reducir la tensión arterial, mejorar la salud mental o disminuir el riesgo de enfermedades cardiovasculares) varía según la persona", comenta.

El régimen de ejercicio óptimo para una persona depende de una amplia variedad de factores: su edad, si tiene o no una enfermedad crónica e incluso su composición genética. Esta variabilidad implica que esforzarse por cumplir unos objetivos generales puede ser un arma de doble filo. 

La investigación sugiere que un enfoque numérico del bienestar debilita activamente la formación de hábitos saludables sostenibles, ya que convierte en un juego los objetivos de bienestar físico sin tener en cuenta el cuadro global de lo que un cuerpo concreto puede necesitar en un día determinado y reduce en la práctica el cuidado de nuestros complejos sistemas a objetivos arbitrarios.

Esta vía puede ser útil para aquellos que necesitamos listas de tareas pormenorizadas para poder hacer algo, pero no ayuda mucho a tomar decisiones saludables más allá de alcanzar determinados puntos de referencia diarios. Si satisfago mis necesidades calóricas con una dieta a base de cerveza y patatas fritas, por ejemplo, no importa realmente que esté consumiendo tanta energía como la que puedo quemar. 

"Cuando uno está obsesionado con los números, puede (perdón por la expresión) joderse el cerebro"

"Si veo mi actividad física únicamente como un resultado numérico, entonces no me queda más remedio que pensar en mi cuerpo como una cantidad de algo. Quizás solo soy una cantidad de grasa o solo soy capaz de una cierta cantidad de potencia", advertía John Toner, profesor de ciencias de la salud de la Universidad de Hull (Reino Unido), en un paper de 2018 publicado en la revista Performance Enhancement & Health

Toner continuó explicando que, aunque la medición podría estimular a una persona a aumentar la cantidad de deporte que hace, también puede disminuir su motivación intrínseca para realizar esas actividades a largo plazo. Incluso puede hacer que esas actividades sean menos agradables, convirtiendo lo que debería ser ocio en otra tarea de productividad.

Luego está el asunto del acoso y la presión. Muchas aplicaciones y wearables de seguimiento de la salud y la forma física emiten notificaciones a lo largo del día para instar a sus usuarios a alcanzar sus objetivos de movimiento. Aunque estos pequeños recordatorios pueden ser útiles para algunos, también juegan con las inseguridades de los usuarios sobre sus logros personales y pueden hacer que la gente se fije demasiado en los números. En algunos casos, los usuarios reorganizan toda su vida de forma perjudicial para alcanzar sus objetivos diarios. 

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Algunos estudios han revelado que el seguimiento del ejercicio puede estar vinculado a patrones de conducta restrictiva en pacientes con trastornos alimentarios, y cada vez se investiga más si el uso de dispositivos portátiles de seguimiento del estado físico contribuye a la aparición de trastornos alimentarios.

"Cuando uno está obsesionado con los números, eso puede (perdón por la expresión) joderse el cerebro", afirma Cathleen Kronemer, entrenadora personal en San Luis (Misuri, Estados Unidos). Durante sus más de 30 años de trabajo, ha visto a muchos clientes obsesionarse con las calorías, los kilómetros, los pasos y los kilos, desde mucho antes de la llegada de los actuales dispositivos tecnológicos de seguimiento. Pero el auge de los nuevos aparatos ha dado lugar a lo que Kronemer denomina tecnorexia, un término que designa a las personas que utilizan los dispositivos de fitness para restringirse la comida y hacer ejercicio en exceso. Según Kronemer, fue esa misma tendencia la que la llevó a un programa residencial de tratamiento de la anorexia en el año 2000, donde le pusieron una sonda de alimentación. 

Hoy, Kronemer comprende los dos lados del debate sobre el seguimiento de la forma física. Aunque estas aplicaciones y dispositivos portátiles no son el origen de los trastornos alimentarios y el exceso de ejercicio, suponen un riesgo real para las personas que luchan por separar la búsqueda de la salud de las rígidas normas que pueden aplicar las métricas de fitness. Al mismo tiempo, reconoce que muchas personas se benefician del empuje que pueden proporcionar los números, los objetivos y un poco de competición. Su propio marido reconoce que su Apple Watch le ha servido para hacer más deporte.

"En un mundo perfecto, la gente diría 'déjame usar estos datos como guía' en lugar de 'déjame creer en esto como en la Biblia'", dice Kronemer. "La gente lo trata como un GPS. Si dice: 'Sigue recto tres calles y luego gira a la derecha', piensan: 'Más me vale no hacer otra cosa que eso. Y si lo hiciera, sería un fracaso'. Creo que tiene que haber un término medio, pero las personas no funcionan con un término medio".

Optimización sin fin

Aunque el atractivo de las aplicaciones de seguimiento de la forma física tiene mucho que ver con los trucos psicológicos que ejercen sobre los usuarios, también atraen a la gente porque se adaptan fácilmente a nuestras aceleradas vidas. Los horarios de trabajo sobrecargados, los desplazamientos dependientes del coche y la nefasta comodidad de los servicios de entrega de comida a domicilio hacen que sea más difícil que nunca cuidar de nosotros mismos. 

Un estudio realizado por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en San Luis reveló que, en 2016, el adulto estadounidense medio pasaba 6,5 horas al día sentado, una hora más que en 2007. Teniendo en cuenta el continuo aumento de las comodidades basadas en aplicaciones, la cifra actual puede ser aún mayor. 

 

Estas presiones modernas, combinadas con la obsesión por optimizar la eficiencia, han llevado a la gente a dejar de lado los hábitos saludables. Y la tecnología del fitness está ahí para facilitarnos la tarea. De hecho, se dice que el contador de pasos japonés original se creó tras un intercambio entre el fundador de Yamasa y un médico que sugería que la nueva prosperidad de la nación había dado lugar a nuevas comodidades que, a su vez, desalentaban la actividad física. 

La búsqueda de la forma física se ha integrado en la (sobre)ética del trabajo. En lugar de valorar el bienestar como algo digno de ser perseguido por derecho propio, la forma física se persigue como un medio para alcanzar un fin: la gente hace ejercicio para estar más concentrada y ser más productiva en el trabajo, o para tener más confianza en sí misma para ser mejor trabajadora, o para ser más atractiva para —lo has adivinado— tener éxito en su carrera. 

Cuando el contador de pasos de mi aplicación de salud me recuerda lo poco que me he movido, me siento fracasada. Pero en realidad, esas cifras suelen significar que he vivido mis días dando prioridad a la realización de más y más tareas, y luego haciendo lo que puedo para desestresarme y repetir el proceso el día siguiente. Cuando mi número de pasos es bajo, es porque estoy trabajando duro y poniendo mi bienestar en último lugar.

El seguimiento de la forma física no es una solución milagrosa, pero no es necesariamente contrario a la causa. A pesar de mi ambivalencia, sospecho que siempre recurriré a ciertas herramientas tecnológicas para mantenerme activa y responsable, espero que durante muchos años. Para otras personas, las herramientas pueden perjudicar más que ayudar. Cada persona, y cada cuerpo, es diferente.

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