Cómo componer una canción cuando el público ya lo ha escuchado casi todo: un estudio revela un incremento exponencial de la sorpresa melódica en el pop desde hace más de 60 años

Videoclip Childish Gambino

Childish Gambino / YouTube

  • Diversos estudios han analizado la música pop desde 1958 hasta hoy.
  • Los expertos han descubierto que los compositores tratan siempre de romper con respecto a los esquemas que los anteceden.
  • Se ha perpetuado así una situación que denominan inflación de sorpresa melódica. 
  • Tras 70 años, concluyen, cada es más difícil salirse de los esquemas esperables porque lo esperable cada vez es más extraordinario.
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Los primeros acordes, con sus ritmos africanos y su coro gospel, anticipan una canción animada, alegre, algo que uno tararearía en mitad de un paseo durante un día soleado. Lo es, al menos, hasta que llega el segundo 55. Suena un disparo y This is America, tema del actor Donald Glover, más conocido en el mundo de la música como Childish Gambino, se convierte en otra cosa.

De repente, pasa a ser algo oscuro. En el minuto 1:55 exacto, lo vuelve a hacer: suena de nuevo un coro gospel que amaga con llevar la canción por otros lugares y el propio Glover se encarga de acabar con ellos y recuperar el tono sombrío. 

Todo ello, mientras baila, sonríe y se contonea junto con un grupo de colegiales al tiempo que, a espaldas de ellos, suceden palizas, incendios, robos e, incluso, el mismísimo apocalipsis, representado de forma bíblica por un jinete de ropa negra que cabalga a lomos de un caballo blanco.

El contraste forma parte del mensaje: mientras nos distraemos con las sonrisas y los bailes de las redes sociales, las injusticias se suceden una tras otra sin que nadie las detenga. Pero hay algo más. Para los expertos, el modo que tiene Childish Gambino de cambiar entre melodías con acordes mayores y una profunda percusión con aire de trap responde a un fenómeno todavía más profundo.

This is America, que vio la luz en 2018, encabeza el listado de canciones con mayor sorpresa armónica de los últimos 60 años, según un reciente estudio publicado por la revista especializada Frontiers in Human Neuroscience cuya tesis central es que, desde hace más de medio siglo, vivimos lo que los expertos denominan un "momento de inflación en sorpresa melódica".

Los compositores, explica el estudio, aprenden de quienes les antecedieron, y en el mundo del arte, lo que hoy es una revolución, mañana será la norma una vez el público se haya acostumbrado. Así, una vez analizadas las listas de éxitos de las 100 canciones más vendidas desde 1958 hasta 2019, desde Johnny B. Goode de Chuck Berry hasta Bud Guy, de Billie Eilish, la primera conclusión es que los primeros lugares de la lista se asocian con temas que introducen mucha sorpresa armónica, que rompen con lo que el oyente cree que va a pasar.

Esto fue, por ejemplo, a ojos de expertos como Nahúm García, músico y productor, la clave de que, hace 4 años, la canción Despacito, de Luis Fonsi, se convirtiera en todo un fenómeno mundial, tal y como explicó García en sus redes sociales.

Hasta aquí, mas o menos, algo que ya se intuyó en 2017, cuando Scott Miles, neurocientífico de la Universidad de Georgetown, en EEUU, un hombre especializado en cómo percibe la música el cerebro y uno de los directores de la investigación, subrayó en una investigación anterior cuál era el concepto clave para entender el éxito de las canciones más escuchadas del mundo: la sorpresa. No obstante, rápidamente surgió una duda: ¿esto había sido siempre así? 

Sí y no. La sorpresa armónica, explica este estudio posterior, siempre ha sido un elemento importante en las canciones que aparecen en los primeros lugares de la lista Billboard, que recoge los 100 sencillos más vendidos de EEUU. Sin embargo, su importancia ha aumentado cada año que ha pasado.

Para contentar al público, explican los autores del estudio, los compositores han abusado de la sorpresa melódica como si se tratara de un medicamento: como funcionaba, lo han administrado a discreción a sus potenciales oyentes, lo que ha ocasionado que estos hayan aumentado su resistencia ante ella. Esto a introducido a la música en una espiral en la que los oyentes reclaman cada vez más sorpresas porque las reciben y las reciben porque las reclaman.

Hoy, en la era del trap, que encuentra sus orígenes en una mezcla entre estilos como el rap, el grunge o el hardcore, y en mitad del éxito de artistas como Rosalía, que ha convertido la fusión de estilos en un estilo, muchos compositores se afanan por responder a una pregunta que les resulta cada vez más difícil: ¿cómo sorprender cuando, tras décadas explotando todo tipo de esquemas novedosos alejados de lo convencional, ya casi nada lo hace?

"Las expectativas de los que eran adolescentes en el año 2000 son diferentes de las que tienen quienes lo fueron en 2005. Estos últimos crecieron expuestos a una música que tenía un cierto contenido sorprendente. Cuando, como jóvenes, se convirtieron en los impulsores de la música pop, han necesitado un mayor nivel de sorpresa armónica para provocar el mismo efecto dopaminérgico que sus antecesores, que son 5 años más viejos", explica al respecto David S. Rosen, coautor del estudio y experto de la Universidad de Drexel, en EEUU, en declaraciones recogidas por el medio especializado Ars Technica

La música se dirige hacia otras formas de generar emociones

La siguiente cuestión es clara. ¿Hay un techo para la sorpresa armónica de las canciones? ¿El arte es infinito o, como en toda burbuja, la inflación de la sorpresa melódica está a punto de llegar a su límite antes de desplomarse?

Esto es exactamente lo que quieren investigar en los próximos años investigadores como Miles y Rosen. Por ahora, una primera aproximación a través del estudio de los los acordes de las canciones revela la existencia de lo que denominan un cierto "umbral estético", es decir, un momento en que las innovaciones se agolpan tanto y tan rápido que dejan de resultar atractivas a oídos del público. Hay, según estas primeras indagaciones, un techo.

Variación de la sorpresa armónica a través de las secciones de las canciones, con la sorpresa armónica calculada utilizando la distribución de acordes.
Variación de la sorpresa armónica a través de las secciones de las canciones, con la sorpresa armónica calculada utilizando la distribución de acordes.

Frontiers in Human Science

Esto no significa que la música se vaya a agotar: "Nadie escucha solo una sucesión de acordes, sino toda la canción. Cuando observamos otras características, hemos encontrado algunas pruebas de que la sorpresa en una característica particular se saturará y migrará a una característica diferente", explica al respecto Miles en Ars Technica.

Si la capacidad de innovar en cuanto a los acordes se saturara, opinan los expertos, los compositores centrarían su atención en aspectos como el timbre, como ya sucedió en la década de los 80 cuando se pasó del rock progresivo a los sintetizadores; y si la capacidad de sorprender en este rasgo también lo hiciera, la atención se iría entonces a aspectos como las letras, como sucede con el rap, que no destaca muchas veces tanto por la complejidad de sus melodías como por sus enredadas rimas.

En última instancia, los compositores tendrán que ingeniárselas para, partiendo de lo que ya existe, crear nuevos estilos, la forma máxima de innovación musical.

Miles ofrece al respecto en Ars Technica una reflexión final: "Todo se reduce a cómo orquestamos el aprendizaje y cómo hemos evolucionado para desarrollar la cultura. Nuestras expectativas estadísticas sobre las regularidades armónicas no están codificadas. Estos centros de aprendizaje estadístico están muy cerca de los centros de vinculación emocional de nuestro cerebro. No solo interviene la dopamina, sino también lo hacen la serotonina y la oxitocina".

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