Soy de la generación Z y he estado sin smartphone 9 meses: esto es lo que he aprendido

Este artículo se basa en una conversación con Ella Jones, de 23 años, de Belfast (Irlanda del Norte), sobre su experiencia al intentar controlar el tiempo que pasa frente a una pantalla. El texto que sigue ha sido editado por razones de extensión y claridad.

Nací en el año 2000 y no recuerdo ningún momento en el que mi familia no tuviera ordenador.

No tuve teléfono hasta los 12 años, cuando ahorré para comprarme un Samsung Galaxy Young. Mi etapa en las redes sociales empezó cuando tenía unos 13 años. Tenía un iPhone 3GS y estaba en Instagram, Snapchat, Tumblr y YouTube: era normal que todo el mundo en mis círculos sociales las usara.

En la universidad, pasé por fases en las que Instagram me resultaba adictivo y trataba de desintoxicarme de él. Un verano, mi novio, ahora mi marido, me dijo: "¿Qué pasaría si no tuviéramos nuestros smartphones?".

Nunca me lo había planteado. Repasamos todas las cosas esenciales para las que usamos nuestros smartphones. En mi caso, para mensajes de texto, llamadas y Google Maps.

Nos preguntamos si habría algún teléfono que no fuera un smartphone, pero que tuviera todas esas funciones. Decidimos probarlos como experimento para ver si podíamos reducir nuestra dependencia de la tecnología. Mi novio se compró un Nokia 800 y yo el Nokia 2720 Flip en julio de 2021. Quería un móvil con la posibilidad de plegarse.

Acabé usándolo durante nueve meses hasta que dejó de ser práctico y conseguí un trabajo que me exigía tener un teléfono mejor.

Descubrí que dependía de la tecnología más de lo que pensaba.

Tener un teléfono con tapa me quitó el impulso de hacer cosas en el teléfono sin pensar

El teléfono de tapa que tenía era torpe y lento. Había que pulsar el botón hasta tres veces para escribir una letra y no tenía pantalla táctil. No tenía el diseño rápido, colorido y adictivo que asocio a los smartphones.

Me quitaba el impulso de hacer cosas en el teléfono sin pensar porque ralentizaba el proceso. No parecía "inteligente", aunque tuviera acceso a internet.

Tenía chats de grupo en WhatsApp, pero no era capaz de seguir el ritmo de los mensajes por lo mucho que tardaba en escribir, así que pasaba menos tiempo interactuando con ellos.

El teléfono tenía una tienda de aplicaciones. En teoría, podías usar Facebook, pero la pantalla es del tamaño de un pulgar, así que no se puede interactuar realmente con el feed. Apenas lo usaba para entrar a echar un vistazo en las redes sociales.

Tenía Google Maps, pero no me leía las indicaciones, lo que significaba que no podía usarlo mientras conducía y tenía que escribir las indicaciones en notas adhesivas. Con el tiempo, empecé a memorizar rutas y mejoré mucho en la navegación.

Aunque no utilizaba el teléfono con tanta frecuencia, a menudo lo sustituía por tiempo en el portátil. No es que dejara de utilizar las redes sociales, ya que seguía consultando Instagram y viendo YouTube en la web con el ordenador.

Su cámara era una porquería y eché de menos poder hacer fotos. En los restaurantes suelen tener códigos QR que hay que escanear para ver los menús. Yo tenía que pedirle a mi amigo que lo hiciera o pedir un menú físico, que a menudo no tenían.

Tuve que volver a tener un smartphone para trabajar

Dejé de utilizar el teléfono de tapa al cabo de nueve meses. Hubo un periodo intermedio en el que todavía estaba intentando averiguar si el teléfono de tapa encajaba en mi vida, y empezar un nuevo trabajo en junio de 2022 como creadora de contenidos para una empresa llamada StudentCrowd cambió el rumbo de esa decisión: necesitaba un smartphone para gestionar las redes sociales.

También sentía que tener un teléfono de tapa me impedía conocer gente y comunicarme con facilidad.

Ahora uso un iPhone 12 mini, que me regaló mi cuñado en noviembre de 2023.

Tiene grabación de vídeo 4K, que es algo muy importante para mí porque hago videos para YouTube. Y sin duda, he tenido la tentación de descargarme muchas aplicaciones.

Tengo la sensación de haber fracasado, pero ya no estoy tan pegada al móvil como antes

Al tener un móvil de tapa, quería luchar contra la cultura de la comodidad y el consumo excesivo de contenidos.

Creo que luchar contra la corriente es bueno. Debemos cuestionar las cosas, pero fue difícil. Cada día, mi enfoque de las tareas cambiaba, como cuando reservaba tiempo para hacer cosas en el portátil o escribir indicaciones.

En una carrera, si intentas correr en dirección contraria a los demás, solo conseguirás que te arrastren. Creo que quizá eso es lo que me ha pasado a mí. He intentado correr hacia atrás y luchar contra ello, pero la tecnología y la sociedad acaban empujándote hacia delante, así que he tenido que dejarme llevar.

Tengo la sensación de haber fracasado ahora que vuelvo a tener un smartphone.

Pero también tengo la confianza de saber que no voy a caer en la adicción porque he visto que puedo vivir sin un smartphone. Si llegara un punto en el que sintiera que utilizo demasiado el teléfono, sabría que puedo volver a utilizar un teléfono de tapa.

Antes de tener un teléfono de tapa, pasaba cinco horas o más al día con mi smartphone, pero ahora creo que son más bien una o dos. En diciembre decidí que no usaría Instagram ni Facebook en 2024.

Siento que ahora no estoy tan pegada al teléfono como cuando era adolescente.