La carne cultivada en laboratorio tiene letra pequeña: implica sacrificio animal por el uso de esta sustancia

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- La carne de laboratorio es una de las alternativas más ambiciosas del momento. En teoría, es más sostenible, libre de sufrimiento animal e igualmente rica en nutrientes como la proteína.
- Sin embargo, Mother Jones informa que se ha detectado que muchas compañías de carne cell-based utilizan suero bovino fetal, o sangre extraída de fetos de vaca no nacidos.
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La carne de laboratorio es una de las promesas emergentes con más peso en la transición proteica.
A mitad de siglo, todo parece indicar que parte del pastel del mercado estará ocupado por alternativas basadas en plantas, productos versátiles como los hongos o ingredientes cultivados in vitro gracias a la fermentación celular y las impresoras 3D.
En teoría, la carne cultivada está libre de sufrimiento animal, no implica sacrificio, conserva las propiedades nutricionales intactas y permitirá que en tu plato puedan acabar alimentos impresos en 3D en laboratorio como pollo, la codiciada carne de vaca waygu, auténticos chuletones e incluso alimentos marinos como la lubina, el salmón o el marisco.
Sin embargo, desde Mother Jones informan de que muchos productos cárnicos cultivados en laboratorio contienen una cantidad impactante de sangre, basada en suero bovino fetal (SFB) o sangre extraída de fetos de vaca no nacidos.
Este dato puede propiciar que las personas veganas, vegetarianas y que optan por esa carne por no implicar sacrificio animal declinen su consumo.
Carne cultivada no apta para veganos
Desde Fisher Scientific explican que el SFB es un suplemento de medios de cultivo celular que ayuda a mantener el crecimiento celular y satisfacer los requisitos metabólicos. Se emplea para ensayos específicos, investigación especializada y cultivo celular básico.
Para conseguir el suero se recurre al procesamiento de sangre fetal recolectada durante el proceso de la matanza del ganado, mediante punción cardiaca o umbilical. La sangre proviene de los fetos no nacidos, extraídos de sus madres después de que sean sacrificadas.
Esta sustancia contiene proteínas vitales necesarias para ayudar a crecer y replicar células animales en entornos de laboratorio.
No obstante, presenta varios problemas: en primera instancia, requiere la muerte de un animal, lo que choca frontalmente contra parte de su público objetivo, mientras que su precio es extremadamente elevado.
El suero bovino fetal puede llegar a costar 1.000 dólares por litro, por lo que según los cálculos de Mother Jones propiciaría que las compañías que lo utilizan tengan que vender la carne a precio de oro, de forma que no podrían obtener los esperados beneficios.
Solamente para cubrir los gastos, medio kilo de carne de laboratorio valdría la friolera de 200 dólares, según un análisis de 2020 de la Universidad Davis en California, según los investigadores
“Habría que formar una cadena de suministro completamente nueva”, dijo a la revista Christina Agapakis, bióloga sintética que se desempeña como directora creativa en la firma de biotecnología Ginkgo Bioworks.
El suero bovino fetal también se emplea para la ingeniería de tejidos en medicina regenerativa, así como para el desarrollo de vacunas.
Queda por resolver como se resolverá el problema: aunque compañías como Eat Just, responsable del primer pollo de laboratorio comercializado en el mundo, y que se despacha en Singapur, emplean un nivel muy bajo de suero bovino, no se puede considerar el producto ni vegano ni libre de matanza.
Los desafíos por delante implican encontrar un sustituto competitivo y libre de sufrimiento animal para el suero bovino fetal, perfeccionar las máquinas para escalar la producción a niveles industriales y hacer más rentable la producción de carne in vitro.
Los analistas no esperan al menos ver precios competitivos hasta la próxima década, aunque los inversores siguen duplicando sus apuestas con la confianza en que el futuro de los filetes se halle en una probeta. En 2030, podría haber carne cultivada más barata que la convencional, y con una huella ambiental radicalmente menor.
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