Adiós a la era de los Hamptons para Wall Street: los banqueros cambian la playa por la oficina

Wall Street.

Tyler Le/Insider

  • El mundo económico y financiero se ha puesto patas arriba. Fue divertido mientras duró, pero ahora Wall Street tiene que abandonar la playa.
  • Para Wall Street, la pandemia fue un momento para plantearse cómo sería la vida a un ritmo más lento. Pero ese momento ha terminado y el mercado ha cambiado.

Puede parecer contradictorio, pero la pandemia fue como un soplo de aire fresco para Wall Street. En lugar de pasar el día encerrados en oficinas o vestidos con trajes, chalecos de lana, vestidos, mocasines y zapatos de tacón, los banqueros podían trabajar desde donde quisieran. Los que tenían medios para escapar de las ciudades lo hicieron. Mientras tanto, el mercado de valores subía cada vez más, como si dijera: "Adelante, mis dulces niños del verano, relajaos. Os lo habéis ganado".

Pero ya no estamos en 2020, y ese respiro de la implacable monotonía de la vida de oficina ha terminado. Se acabó el confinamiento y el "rally" que lo siguió. Se acabaron las criptomonedas. La actividad de fusiones y adquisiciones se ha ralentizado al mínimo. Por primera vez en años, Wall Street tiene que ganarse el pan. Los CEO envían a oficinas a los empleados que teletrabajan. Y las empresas se aprietan el cinturón: los despidos han afectado a cada esquina, desde altos cargos en Goldman Sachs a banqueros de inversión en JPMorgan.

Todo ello viene a decir que la diversión —una palabra que casi siempre está mal vista en el mundo de las finanzas— se ha acabado.

Las cosas ya no son fáciles en Wall Street, y en ningún lugar se ve tan claro como en los Hamptons, la zona de playa de Long Island donde los hombres y mujeres de negocios y los neoyorquinos veranean. Al principio de la pandemia, el lugar era un caos, pero ese furor ha remitido. Los restaurantes siguen llenos, pero no hay tanta gente por la calle, hay menos problemas para aparcar, menos atascos y menos colas. Y no ha sido de repente. Durante un tiempo, el lugar se llenó de, como me dijo el propietario de un negocio local en 2022, "gente con las mejores vidas viviéndolas de la peor manera".

Los vientos han cambiado. Pero lo que sigue sin estar claro incluso para los inversores más sofisticados de los Hamptons es cuánto durará esto. Nadie sabe si esta desaceleración veraniega es un bache o una señal de que está empezando la recesión que Wall Street lleva tiempo esperando. En un entorno económico tan extraño como el actual, solo el tiempo lo dirá. En cualquier caso, la belle epoque del teletrabajo de Wall Street está dando sus últimos coletazos, y cuando acabe, el mercado tendrá un aspecto diferente del que tenía la última vez que estuvieron allí.

Ante el creciente número de razones para ser optimistas respecto a la economía estadounidense, los analistas de Wall Street que pronosticaban que la recesión estaba a la vuelta de la esquina tienen que admitir su derrota.

La esperada recesión de los ricos

Seth Klarman, el multimillonario fundador del hedge fund Baupost Group, tuvo la amabilidad de tomarse un descanso de dondequiera que veranee para hacer una aparición en la CNBC a principios de este mes (en el estudio, nada menos). Durante la entrevista, reiteró su creencia de que la recesión se acerca, que es solo cuestión de tiempo.

"Creo que probablemente habrá una recesión. La economía se está ralentizando. Muchos aspectos de la ecuación de la inflación están mejor controlados, pero el objetivo de la Reserva Federal es enfriar la economía, y una forma de hacerlo es desencadenar algún tipo de recesión. Su desarrollo ha sido lento. Algunos creen que el exceso de ahorro de la gente empezará a agotarse hacia finales de año, así que quizá sea a principios de 2024", comentaba Klarman a los presentadores.

Esta visión pesimista no es infrecuente en Wall Street: numerosos CEO, economistas y analistas llevan tiempo hablando de recesión. Pero, a pesar de que se acumulan las predicciones, la economía estadounidense sigue desafiando a la gravedad. El consumo sigue alto, a pesar de que los tipos de interés han pasado del 0% a más del 5% en poco más de un año. Restaurantes, bares y hoteles siguen contratando trabajadores para satisfacer la demanda. Y tras una breve desaceleración, el mercado inmobiliario vuelve a estar en alza.

Quizás sea una señal de que el resto del país no ve el peligro, pero ese optimismo no ha llegado a los inversores del mercado inmobiliario de los Hamptons. Lee Felty, agente inmobiliario del equipo Kulman Harrison de Compass en Nueva York, comenta que los compradores más ricos coinciden en que falta poco para una recesión. "Sin duda, el mercado ha cambiado y no está tan acelerado como en los últimos tiempos. Todavía nos falta algo de inventario. Los compradores de clase media y alta parecen seguir teniendo los medios para comprar, pero están siendo muy cautos", señala Felty.

Esto quiere decir que el furor en las transacciones inmobiliarias vistas en los Hamptons en los últimos años no se va a producir esta temporada. Cuando el mercado estaba al rojo vivo en 2021, Jim Chanos, multimillonario inversor en corto y fundador de Chanos & Co, vendió la mansión frente al mar que compró en 1991 por 2,6 millones de dólares por la friolera de 60 millones. Felty afirma que ahora, en cambio, la acción estaba en lo que viene a ser la parte baja de Hampton, en torno a los 3 millones de dólares.

Los niños son nuestro futuro

Llevo más de un año advirtiendo a mis amigos y conocidos del mundo de las finanzas que no se acomoden, y que están locos si piensan que los CEO de Wall Street, como Jamie Dimon, de JPMorgan, y David Solomon, de Goldman Sachs, no harán que todos los trabajadores vuelvan a las oficinas de Manhattan. Ahora incluso Citigroup, el banco que tenía la política más permisiva de todas las oficinas, está advirtiendo a sus empleados de que cualquiera que no cumpla el número mínimo de días en la oficina se enfrentará a las consecuencias.

Y eso también tiene consecuencias para los Hamptons. Con el teletrabajo, los jóvenes banqueros con un poder adquisitivo alto podían pasar allí largas temporadas, meses tal vez. Naturalmente, esto disparó el mercado de alquileres. Este año, eso se ha acabado. "Este año, el mercado de alquileres se ha resentido mucho. Se opta más por alquileres de corta duración", explica Felty.

Pero la debilidad no se aprecia solo en la demanda: la oferta también ha cambiado. Los banqueros que pensaron "¿por qué no?" y compraron casas en Long Island mientras todo el mundo teletrabajaba también tienen que volver a la oficina. Así que este verano quieren alquilar sus viviendas. "Tenemos más inventario de lo habitual", confirma Felty.

La vuelta a la oficina implica también el regreso a las normas sociales más clásicas de Wall Street. La visita de rigor a los Hamptons siempre fue un rito de iniciación para los jóvenes del sector. Pero a principios de la pandemia, ese rito de iniciación se convirtió en un auténtico caos. Durante la pandemia se llegó a tener la sensación (delirante) de que existía una especie de paridad entre todos los banqueros, desde los subordinados hasta los jefes. 

Ningún incidente (error) lo ilustró mejor que la trágica historia del asociado de Goldman en un almuerzo en Hamptons en 2020 que se atrevió a presentarse a sí mismo y a un grupo de compañeros banqueros júnior a Solomon en plena jornada laboral. Solomon se indignó al ver a un empleado que debía estar trabajando pasando el rato, y lo mandó de nuevo a la oficina, según Bloomberg. Ese tipo de encuentro es otra cosa que puedo prometer que no se verá en los Hamptons en 2023.

Durante ese periodo de 2020, parecía fuera de lugar que un CEO reprendiera a un empleado subalterno por disfrutar del mismo descanso de los apretados edificios de Nueva York. Pero en la jerarquía tradicional de Wall Street, se da por sentado que un CEO disfruta de más tiempo "en el este", como se suele decir, que sus subordinados.

Wall Street, pese a las oportunidades y los elevados salarios, es un sistema de aprendizaje. Los banqueros jóvenes se curten haciendo el trabajo sucio, y cuando ascienden pasan a supervisarlo. Solo después, unos pocos elegidos tienen la oportunidad de dedicarse a una actividad financiera interesante e importante. Ascender, requiere tiempo, paciencia, y relacionarte con los altos cargos. Es un negocio de observar y aprender. Corregir el modelo financiero de alguien en persona es mucho más fácil que hacerlo por internet. Aprender a relacionarse con los clientes o elaborar estrategias para negociar un acuerdo requiere tiempo cara a cara, la capacidad de mirar a la gente a los ojos y entender cómo están sopesando sus opciones. Nada de esto se puede enseñar a distancia.

Habrá (y ha habido) resistencia a volver a la oficina, pero, como me dijo hace poco un gestor de hedge fund mientras comíamos en los Hamptons, absolutamente todo el mundo estará de vuelta en sus escritorios este otoño. Y punto. Sea cual sea su rango. Naturalmente, los de menor rango son los primeros en volver. Lo que quiere decir que este verano se podrá ir a la playa sin tener que tropezarte con analistas borrachos cada 3 metros.

Inversores de Wall Street

Adiós a una era

La realidad es que el teletrabajo nunca iba a funcionar para todo Wall Street, dada la dramática influencia de la pandemia en los mercados. La inflación, que no se había visto en Estados Unidos desde la crisis financiera, volvió a rugir con fuerza. El mundo económico y financiero se ha puesto patas arriba. Fue divertido mientras duró, pero ahora Wall Street tiene que abandonar la playa.

Hay profesionales de las finanzas con más de una década de experiencia que nunca han visto lo que ocurre cuando los tipos de interés suben por encima del 0,25%. Ahora, superan el 5% y no parece que vayan a bajar pronto, lo que cambia toda la fuerza gravitatoria del mercado. Cambia la estructura de cualquier operación que implique deuda, o el atractivo de cualquier empresa que tenga deuda. Las clases de activos que antes no eran atractivas, por la falta de rendimiento, volverán a serlo. El mercado está desarrollando una nueva estructura. Y mientras los banqueros jóvenes y de nivel medio se adaptaban a este panorama empresarial, los jefes que se suponía que debían enseñarles han pasado estos años disfrutando de los lujos de los Hamptons.

Para Wall Street, la pandemia fue un momento para plantearse cómo sería la vida a un ritmo más lento. Pero ese momento ha terminado y el mercado ha cambiado. Las acciones podrían continuar el rally que iniciaron a finales del año pasado, o podrían caer en picado. Las fusiones y adquisiciones se han desplomado, y con ellas las comisiones de los banqueros. Y cuando hay menos para repartir, la mentalidad del mundo de las finanzas de "comes lo que matas" significa que las empresas morirán de hambre a menos que se apresuren. Wall Street debe vaciar la playa y volver a la oficina. Seguro que fue divertido mientras duró.

Un caballero bastante relajado que conocí en el abarrotado bar Almond de Bridgehampton dijo que este verano sería una "temporada suave". Topping Rose, la joya de la corona de los hoteles de los Hamptons, decidió cancelar su fiesta del 4 de julio. Maison Close, el lugar de moda entre los famosos del SoHo que iba a inaugurar un local en Montauk el fin de semana del Día de los Caídos, sufrió un devastador incendio antes de abrir. Esta noticia conmocionó a los Hamptons, pero (por decirlo educadamente) a nadie con quien hablé de ello le sorprendió. Estaba a punto de ocupar un espacio grande, bonito y caro justo en el momento en que todo el mundo se marchaba. 

Es hora de cerrar.

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