La economía de Estados Unidos se parece mucho a la carrera del cerdo engrasado: la inflación se escurre de las manos de la Fed

Economía de EEUU.

Liam Eisenberg para Insider

  • La carrera del cerdo engrasado consiste en cubrir a un cerdo de grasa e intentar atraparlo mientras se escurre de las manos.
  • Y eso es exactamente lo que sucede con la inflación: vuelve a repuntar y se escurre de las manos de los bancos centrales, que pueden seguir subiendo tipos hasta forzar una recesión económica.

La carrera del cerdo engrasado es una polémica celebración que tiene lugar en algunos lugares de España que consiste en engrasar a un cerdo y perseguirlo. Aquel que logre cogerlo (una tarea difícil debido a lo mucho que resbala la grasa) puede quedarse con el animal. La tradición ha sido denunciada por organizaciones animalistas y suspendida en muchos lugares.

Desde la pandemia de coronavirus, Estados Unidos ha estado viviendo la versión económica de la carrera del cerdo engrasado: los precios han corrido libres a pesar de las garantías de los responsables políticos y los economistas de que el cerdo (la inflación) sería atrapado pronto, es decir, reducido al objetivo del 2% de la Reserva Federal.

Durante los últimos meses, parecía que por fin se había atrapado al cerdo. El índice de precios al consumo, la medida más vigilada para el control de la inflación, descendía poco a poco. Al mismo tiempo, el resto de la economía parecía resistir. El mercado laboral estadounidense gozaba de buena salud. Hasta agosto, la bolsa había protagonizado una subida gloriosa. Y los consumidores estaban más que dispuestos a gastar.

Pero, al igual que los cerdos engrasados son impredecibles, también lo es la inflación. El IPC de agosto mostró que la inflación aumentó un 3,7% respecto al mismo periodo del año anterior, por encima del 3,2% de julio y un poco por encima de las expectativas de los analistas, que apuntaban al 3,6%. Este aumento se ha debido sobre todo a la subida de los precios de la energía, pero incluso la inflación subyacente, que excluye la energía y los alimentos, ha mostrado signos de recuperación. El IPC subyacente registró un 4,3% interanual (muy por encima de su máximo del 6,6% de septiembre de 2022), pero aumentó un 0,3% intermensual, por encima del consenso de Wall Street.

Al parecer, este cerdo no corre en línea recta.

En este entorno, la estabilidad depende de la confianza que tengan los inversores y los responsables políticos en lo cerca que están de atrapar al cerdo. Pero la incertidumbre abre toda una serie de interrogantes sobre el futuro. Por ejemplo, ¿qué ocurrirá (y cómo de feas se pondrán las cosas) si el cerdo consigue escaparse? ¿Cómo será la economía si la persecución se prolonga? ¿Hasta qué punto habrá que ensuciarse para atraparlo?

Si perdemos el control de la inflación, los tipos de interés tendrán que mantenerse más altos durante más tiempo, lo que endurecerá las condiciones financieras para consumidores, gobiernos y empresas. Los consumidores acabarán dejando de gastar y los menores beneficios empresariales perjudicarán a la bolsa. Esto quiere decir que la recesión sigue estando sobre la mesa y que aún hay margen para que los bancos centrales cometan un error, resbalen y caigan al barro mientras el cerdo sigue corriendo.

Moviéndose en el desorden

En la desordenada economía que nos ha dejado la pandemia, no es fácil determinar exactamente por qué la inflación está siendo tan pegajosa. En economía básica, la inflación se produce cuando la demanda de bienes o servicios supera la capacidad de oferta o producción de esos bienes y servicios. La oferta se vio limitada por el cierre de fábricas, la paralización de la cadena de suministro y el cierre de empresas. Al mismo tiempo, la demanda era mayor gracias a las ayudas gubernamentales, el aumento de los ahorros y el gasto desmedido tras el confinamiento. El desajuste entre lo que la gente quería y lo que la economía era capaz de producir hizo subir los precios de todo, desde coches y lavadoras hasta los billetes de avión y las copas en los bares. Y, a pesar de que el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, y otros aseguraron que se trataba de algo transitorio, en realidad fue el comienzo de algo que dura ya 3 años.

Money Insider 26 septiembre

La Fed ha hecho todo lo posible para intentar que el cerdo de la inflación vuelva al corral y, en los últimos meses, parecía que se acercaba a su objetivo. La inflación medida por el IPC alcanzó un máximo del 9% en junio de 2022 y no ha dejado de bajar desde entonces. Muchos economistas predijeron que la Reserva Federal tendría que aplastar el lado de la demanda de la ecuación con el fin de luchar contra la inflación (y aplastar la demanda con el tiempo significaría dañar el mercado laboral). Pero Mike Konczal, economista del Instituto Roosevelt, sostiene en un reciente artículo que el principal motor de la reciente desinflación ha sido la normalización del lado de la oferta. Como señaló Konczal, hemos asistido a un descenso de los precios a pesar de la fortaleza del mercado laboral y de la demanda de los consumidores. Así que el descenso, argumentó, debe venir del lado de la oferta: las empresas por fin están pudiendo hacer llegar a la gente los productos que necesitan sin problemas. 

En España, la situación ha sido similar, ya que la inflación general llegó a bajar hasta el 1,9% mientras seguía demasiado elevada en el resto de Europa. Sin embargo, ha vuelto a repuntar, algo que vemos con más claridad en el precio de cosas como el aceite de oliva o la gasolina.

Pero, al igual que los cerdos engrasados son impredecibles, también lo es la inflación.

Por supuesto, la persecución del cerdo no ha terminado. Normalizar las cosas por el lado de la oferta ha sido un proceso lento, pero en muchos aspectos esa era la parte fácil: las empresas quieren volver a poner en marcha su producción. Pero, con la inflación aún por encima del objetivo de la Reserva Federal, está claro que todavía tenemos que recalibrar un poco por el lado de la demanda. Esto significa que podemos estar entrando en la fase más complicada y resbaladiza. 

Más allá de las cifras del IPC general y subyacente, más altas de lo deseado, hay otros indicios de que los precios pueden estar acelerándose otra vez. Por ejemplo, el IPC subyacente, que excluye los costes de la vivienda, además de los precios de la energía y los alimentos, para tener una idea de la tasa de inflación subyacente de las empresas de servicios comunes. La medida, que ha atraído cada vez más la atención de la Reserva Federal, se aceleró hasta el 0,37% intermensual, la lectura más alta desde marzo. Y el índice de precios a la producción, que trata de determinar lo que pagan las empresas por los recursos para funcionar, subió un 0,7% en agosto, la lectura más alta desde junio de 2022 y muy por encima del aumento del 0,4% esperado por los economistas.

La principal razón para dudar del control de los precios es el consumidor estadounidense. Pero, dadas sus ganas de gastar, será más difícil (y más doloroso) atrapar al cerdo por el lado de la demanda. Hasta ahora, la Reserva Federal ha intentado frenar la demanda subiendo los tipos de interés del 0% a más del 5%, encareciendo así el dinero. Los consumidores se han mostrado lo suficientemente fuertes como para soportar estos mayores costes de endeudamiento. Y, por un lado, esto ha sido una buena noticia. Pero, por otro, su deseo de gastar hasta el último dólar en entradas para Taylor Swift está haciendo que el cerdo sea más difícil de atrapar. El último informe del IPC mostró que los precios de la comida fuera de casa aumentaron un 6,5% respecto al año anterior, mientras que los servicios de transporte (taxis, Uber...) subieron un 10,3%. Si algo sabemos de este cerdo es que le gusta la fiesta. 

Si la inflación vuelve a subir de forma significativa, la Reserva Federal se verá obligada a reanudar las subidas de los tipos de interés. Cuanto más tiempo se mantengan altos los tipos, cuanto más se endurezcan las condiciones financieras, más presión veremos sobre el consumidor y las empresas. Este es el escenario que preocupaba a algunos economistas: que subiendo demasiado los tipos, la Reserva Federal pudiera llevarnos a la recesión. Sería entonces cuando veríamos despidos y malestar en la bolsa.

Está claro que la Reserva Federal y otros bancos centrales vigilan de cerca esta posibilidad. El presidente de la Reserva Federal de Chicago, Charles Evans, declaró que prefería pasarse de frenada con las subidas de los tipos y sufrir una leve desaceleración antes que caer en la estanflación. Del mismo modo, el Banco Central Europeo subió los tipos la semana pasada, a pesar de los temores de recesión en el continente. "La inflación ha bajado y queremos que siga bajando y reforzar ese proceso", explicó la presidenta del BCE, Christine Lagarde, en una rueda de prensa posterior a la decisión. "Y lo hacemos no porque queramos forzar una recesión, sino porque queremos que la estabilidad de precios vuelva para la gente que se está llevando la peor parte de la inflación", añadió.

Realidad de bolsillo

Existe la posibilidad de que todo esto se resuelva por sí solo. A principios de este mes, el CEO de JPMorgan, Jamie Dimon, afirmaba que el consumidor acabará agotando los ahorros pandémicos acumulados hacia Navidad. Si Konczal, del Instituto Roosevelt, está en lo cierto, es necesario que esto suceda para que la inflación baje. En el mejor de los casos, esta desaceleración gradual bastará para atrapar al cerdo de verdad: el lado de la oferta se curará, mientras que la demanda de los consumidores se enfría lo suficiente para mantener las cosas niveladas, que sería lo que los expertos llaman un aterrizaje suave. Sin embargo, cuanto más persista el ciclo de subidas de la Reserva Federal, cuanto más se prolongue la persecución, más probable será que el aterrizaje sea forzoso.

Tras un verano de esperanza, la posibilidad de que esta persecución acabe mal pesa claramente en la mente de los inversores y, cuanto más preocupados están, más nerviosos se muestran. Los inversores inseguros tienden a plantearse más preguntas como: ¿Hasta qué punto se ajustan los modelos de la Reserva Federal a la realidad? ¿Qué ocurre si interpretan mal los efectos de los precios de la gasolina?

Justin Simon, gestor de carteras del hedge fund Jasper Capital asegura que se empezará a ver en breve cómo los inversores comienzan a desconfiar del dato de inflación subyacente. 

Para que no se nos olvide por qué estamos persiguiendo a este cerdo: la Oficina del Censo de EEUU publicó datos que muestran que la renta media de los hogares ajustada a la inflación cayó en 1.750 dólares en 2022. Los estadounidenses son más pobres debido a la alta inflación. Dejarlo correr no es una opción. 

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