Así fue el caos de la política exterior de Trump en sus primeros días en la Casa Blanca

Nahal Toosi
| Traducido por: 
Pavel Ramírez
Donald Trump firma el veto al rechazo del Congreso a su ley de emergencia nacional.
Donald Trump firma el veto al rechazo del Congreso a su ley de emergencia nacional.
  • El Consejo de Seguridad Nacional (NSC) de EEUU ha tenido tres directores desde que Trump llegase al poder en enero de 2017.
  • Varios exmiembros del NSC relatan el caos que se vivió especialmente en los primeros días de la Administración, empeñada en saltarse los protocoles de la toma de decisiones.
  • Descoordinación, falta de comunicación entre departamentos y agencias, y una caza de brujas interna: así fue el caos del Consejo de Seguridad Nacional en los primeros días de Trump.

El día después de que Donald Trump fuese elegido presidente de Estados Unidos, la asesora de seguridad nacional de la Casa Blanca, Susan Rice, reunió a su personal para tener una charla.

Alrededor de un tercio de la habitación estaba llorando. Todos estaban en shock. Trump había derrotado a Hillary Clinton, un contratiempo de proporciones históricas que prometía, como mínimo, un período de incertidumbre en la política exterior de Estados Unidos. La mayoría de los que se unieron a Rice ese día trabajaron para el Consejo de Seguridad Nacional —NSC, por sus siglas en inglés—, el grupo de élite de expertos en política exterior de la Casa Blanca. Algunos eran designados políticos del presidente Barack Obama, y ​​había pocas dudas de que estarían sin empleo para la toma de posesión.

Pero la mayoría eran miembros del personal del Gobierno de carrera, que por lo general juran servir bajo cualquier Administración de una manera no partidista. No sabían qué esperar, pero muchos estaban inquietos por la acalorada retórica de Trump en la campaña: sus elogios al presidente ruso, Vladimir Putin, su escepticismo hacia los aliados de EEUU o sus llamamientos a desmantelar el consenso de la posguerra fría sobre el comercio mundial.

Rice les dijo que deberían darle una oportunidad a Trump, que él y su equipo se merecían el beneficio de la duda. Su deber era con el país, les recordó, y deberían hacer lo que fuera necesario para ayudar a que Estados Unidos y Trump tuvieran éxito.

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Lo que Rice no pudo decirle a estos empleados del Gobierno fue que el inicio de la Administración Trump sería un momento de extraordinario tormento personal y profesional para ellos; que se les pediría que tomasen decisiones legalmente dudosas, mientras ignoraban los hechos y las evidencias sobre temas básicos para adaptarse a los caprichos del presidente; que serían vilipendiados como "remanentes de Obama" y tratados como un enemigo interno, hasta el punto en que algunas de sus vidas fueron amenazadas; que se volverían tan paranoicos que tendrían que buscar “espacios seguros” para hablar entre ellos, usar aplicaciones cifradas para hablar con sus madres; que al menos un miembro del personal lloraría en el camino a casa desde el trabajo todas las noches; y que otro llamaría a Trump "basurero incendiado" en su mensaje de despedida.

Cuando los empleados del NSC recuerdan recuerdan hoy aquellos acontecimientos, utilizan palabras como "locura", "náuseas" y "miedo". Algunos comparan la experiencia con sobrevivir a un evento traumático.

"Fue muy impactante ver a este equipo sumirse en el caos, sin tener en cuenta la legalidad o la ética, y mostrando una profunda hostilidad hacia los profesionales de carrera", explica Jeffrey Prescott, un exasesor veterano del NSC con Obama, que se mantuvo en contacto con los empleados que se quedaron. “Cada vez que me encuentro con alguien que estuvo allí en ese período, todavía parecen desconcertados y horrorizados por la experiencia. Y resultó ser un modelo de la forma en la que la Administración Trump planeaba gobernar", relata.

Los empleados del NSC creen profundamente en lo que llaman el "proceso de políticas", una manera comprobada de llevar a cabo con éxito la política de seguridad nacional y extranjera del país más poderoso del mundo. Implica un conjunto de reuniones, una oportunidad para que cada agencia participe y una revisión legal rigurosa antes de que el presidente tome una decisión importante. Los primeros días de Trump prácticamente no tenían nada de eso y los expertos en la materia, que conforman gran parte del personal de carrera del NSC, fueron ignorados, incluso rechazados. Fue un giro desconcertante e incluso aterrador para un grupo de hombres y mujeres profundamente serios cuyo trabajo puede afectar a miles de millones de vidas.

Ahora, 2 años después de la llegada de Trump, los funcionarios actuales y anteriores del Gobierno de EEUU aseguran que están preocupados por el daño a largo plazo que su Gobierno todavía está haciendo por la forma en que se toman esas decisiones críticas, con consecuencias peligrosas que no siempre son fáciles de percibir. Les preocupa que la presidencia de Trump haya envenenado la relación entre los funcionarios de carrera del Gobierno y los designados por él, amenazando la capacidad de un futuro presidente para tomar decisiones basadas en una experiencia no partidista.

Algunos se sintieron aliviados después de que el primer asesor de seguridad nacional de Trump, Mike Flynn, fuera despedido; aún debe ser juzgado después de haberse visto envuelto en la investigación federal sobre los vínculos de la campaña de Trump con Rusia. Y se sintieron alentados porque el segundo asesor de seguridad nacional de Trump, H.R. McMaster, restableció los procesos tradicionales durante su año al mando, incluso aunque a Trump no le gustara. Pero debido a que el actual asesor de seguridad nacional de Trump, John Bolton, ha descartado en gran medida estos procedimientos, los temores han resurgido desde el año pasado.

“Hacer la política de seguridad nacional es realmente difícil. Se trata de decisiones de vida o muerte. Si eres el presidente, deberías querer la mejor información y el mejor análisis que el Gobierno pueda ofrecerte ", comenta Joshua Geltzer, quien se desempeñó como director del departamento contraterrorismo bajo la Administración Obama y durante las primeras semanas bajo la de Trump. "El proceso es lo que te da esa información".

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Para reconstruir la vida en el Consejo de Seguridad Nacional durante los albores de la presidencia de Trump, POLITICO ha hablado con cerca de tres docenas de funcionarios gubernamentales actuales y anteriores. Muchos sirvieron en el NSC durante el primer año de la Administración Trump, primero a las órdenes de Flynn, que duró menos de un mes, y luego con McMaster.

Otros ocuparon cargos dentro y fuera del Gobierno, pero estaban en contacto con el personal de carrera del NSC. Casi todas las personas solicitaron el anonimato para proteger sus trabajos actuales y para discutir con franqueza asuntos delicados. Muchas de las anécdotas aquí descritas no se han compartido públicamente antes. Y, por lo que sabemos, esta es la primera vez que cualquier medio de noticias ha tratado de contar la historia completa de esas semanas iniciales de inquietud.

A pesar de las repetidas solicitudes, pocas personas designadas por Trump han aceptado ser entrevistadas para esta historia. Pero una que lo hizo, Tom Bossert, ha ofrecido una amplia defensa del primer año y medio en el NSC, que cubrió en su cargo como asesor de seguridad nacional de Trump.

Bossert explica que cada oficina de la Casa Blanca tiene su intriga palaciega, pero que para los altos funcionarios la prioridad era asegurarse de que el presidente estuviera contento con la información que estaba recibiendo y el apoyo del personal que estaba recibiendo. "Sin importar los desacuerdos o frustraciones del personal, creo que el mandato de McMaster y de mí mismo produjo una sólida política de seguridad nacional que reflejaba la visión del mundo del presidente Trump y confío en que, si hubiéramos continuado, el general Flynn y yo habríamos obtenido los mismos resultados", asegura Bossert.

El personal de carrera, sin embargo, dice que el ambiente era feo. En esas primeras semanas, asegura, todos sus movimientos fueron vistos con sospecha por parte de un nuevo liderazgo propenso a creer que un "Gobierno en la sombra" estaba conspirando para minar a Trump.

En un ejemplo particularmente revelador, un exempleado del NSC recuerda haber informado a una persona designada por Trump que la Administración debería replantearse una orden ejecutiva propuesta porque podría socavar los esfuerzos para proteger los derechos humanos. "Le dije: 'Esto podría hacer que el presidente se vea realmente mal'", comenta el exempleado a POLITICO. La persona designada por el presidente respondió: "Al presidente no le importan las cosas que te interesan a ti, y mientras más pronto lo sepas, mejor".

La breve transición

Mucho antes de las elecciones, los empleados del NSC invirtieron enormes cantidades de tiempo en garantizar una transición sin problemas entre las administraciones. Prepararon carpetas llenas de información, desde las implicaciones de un cambio de Gobierno hasta el momento adecuado en el que los informes sobre, por ejemplo, la trata de personas deben presentarse en el Congreso. El objetivo era ayudar a los candidatos políticos entrantes, y al presidente, a estar listos para la toma de posesión.

Así que prepararon el material y esperaron. Y esperaron.

Con pocas excepciones, pasaron varias semanas antes de que los funcionarios de Trump se presentaran para hablar. Algunos no llegaron hasta finales de diciembre o principios de enero, a menudo celebrando solo una, tal vez dos reuniones con el personal. En varios casos, las personas designadas por Trump que se reunieron con el personal del NSC nunca se unieron al NSC. Eso significaba que muchos empleados del NSC no tenían ni idea de quiénes serían sus jefes inmediatos hasta unos días antes de que Trump asumiera el cargo.

Los empleados del NSC trataron de ser comprensivos: ni siquiera Trump pensó que ganaría, eso lo sabían, y su equipo no estaba completamente preparado para formar parte del Gobierno. Además, muchas figuras republicanas de seguridad nacional habían rechazado a Trump, reduciendo el elenco de los posibles reclutas. Pero, con el tiempo, a medida que los funcionarios nombrados por Trump llegaban, algo más quedó claro: el trabajo de transición del personal había sido en vano.

"Habíamos preparado una extensa documentación para ellos. No había absolutamente ninguna señal de que alguno de ellos hubiera leído nada de eso", comenta un exmiembro del personal. Fue un estribillo que POLITICO ha escuchado en varias ocasiones.

Otro exfuncionario del NSC asegura que, a diferencia de muchos de sus colegas, pasó una gran cantidad de tiempo con los representantes de transición de Trump. Algo se reveló. "Se puso más el foco en las personas, la Administración y la estructura organizativa que en las cuestiones de política sustantivas", asegura el exfuncionario. “No estaban interesados ​​en el material que habíamos preparado. Era más como '¿Por qué este personal está organizado de esta manera? ¿Quiénes son los funcionarios? ¿Quiénes son los altos cargos? ¿Quiénes son los directores?'. Era inusual y preocupante", según el exfuncionario.

La falta de transición también dio lugar a preguntas que se prolongaron durante meses sobre si muchas de las designaciones políticas de Trump tenían las autorizaciones de seguridad adecuadas, una situación muy inusual.

En los días inmediatamente posteriores a la inauguración, un exoficial de inteligencia de la Marina llamado Robin Townley se presentó en las oficinas de la Dirección de África. Townley esperaba asumir la división de África como director general. El personal del NSC le dio la bienvenida y al poco tiempo ya estaba leyendo material de alto secreto. Pero, a los pocos días, Townley desapareció. Una persona de recursos humanos del NSC informaba poco después a los empleados de carrera que Townley no tenía una autorización de seguridad adecuada. Si volvían a ver a Townley y compartían algo remotamente sensible con él, advirtió esta persona, podrían perder sus propias autorizaciones de seguridad.

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Fue un momento aterrador para un grupo cuyo medio de vida dependía de esas autorizaciones. "Temes que la gente busque alguna excusa para que te despidan", comenta una persona que vivió aquel episodio. "Y si te despiden por un problema de autorización de seguridad, no es solo que te despidan de un trabajo, sino que es toda tu carrera", expone.

Townley, cuya historia ya había sido descrita por POLITICO en el pasado, ha declinado hacer comentarios.

Flynn, un oficial de inteligencia retirado con distinciones en Irak y Afganistán, fue un partidario incondicional de Trump durante la campaña y se convirtió en el asesor de seguridad nacional, mientras ya estaba bajo sospecha por sus vínculos con Rusia. Los cientos de empleados del NSC que en ese momento trabajaban para Flynn seguían esperando que saludase a la plantilla, aun utilizando un correo electrónico para presentarse. No escucharon ni una palabra.

Pasaron casi dos semanas antes de que Flynn convocara a una reunión a todo el personal, y solo después de que el clamor creciera. El tono de la reunión fue extrañamente político, según varios asistentes, y Flynn elogió a Trump y se jactó de la inteligencia del presidente. Flynn también aseguró que EEUU necesitaba adoptar un enfoque diferente hacia Rusia, viéndolo más como un socio que como un adversario.

"No tenía ningún sentido", explica un asistente. "Muchos de nosotros dejamos la sala y discutimos después el contexto del comentario de Rusia, y fue como, 'Guau, ¿realmente acaba de suceder?'. Parecía como si [Flynn] fuera completamente ingenuo, en el mejor de los casos, con la política exterior. Pensaba que Rusia no era un problema", relata.

A pesar de su creciente inquietud, durante los 24 días en que Flynn se desempeñó como asesor de seguridad nacional, el personal de carrera del NSC intentó mantener el proceso de políticas en marcha. Convocaron reuniones de nivel inferior y conversaron con contrapartes de todo el Gobierno de Estados Unidos sobre los desafíos que se avecinaban. También intentaron mantener a Flynn informado de sus preocupaciones.

Pero él rara vez respondió, tal y como varias personas han explicado a POLITICO. Incluso los altos cargos del NSC nombrados por el presidente tuvieron problemas para reunirse con él. Algunos dijeron que parecía no querer alejarse de Trump. Algunas direcciones siguieron enviando notas a Flynn sobre temas clave. "Finalmente, alguien nos dijo que dejáramos de enviar cosas porque nadie lo estaba leyendo", recuerda un exmiembro del personal.

Flynn a veces tomaba decisiones sin contar con los empleados relevantes del nivel inferior. El 1 de febrero de 2017 organizó una sesión informativa televisada para decir que Estados Unidos estaba "oficialmente advirtiendo a Irán" por el lanzamiento de prueba de un misil balístico del país.

Normalmente, una advertencia tan trascendental requeriría de un debate con el personal de carrera de NSC, que tendría que prepararse para cualquier acción de seguimiento. Pero los directores para Irán en la sección de Medio Oriente del NSC recibieron el aviso con una hora de antelación, según una persona familiarizada con el incidente. (A través de su abogado, Flynn se ha negado a comentar este suceso).

En su esencia, el proceso de políticas del NSC involucra una serie de reuniones, comenzando en el nivel del director del NSC y llegando hasta una reunión de miembros de las agencias más relevantes; y, a menudo, terminando con una reunión del Comité de Directores. Los directores son jefes de gabinete y otros altos funcionarios. Estas reuniones ofrecen a todos la oportunidad de participar y mantenerse sincronizados. En última instancia, el presidente toma las decisiones basadas en las recomendaciones que surgen de estas sesiones.

Así es como el NSC ha funcionado en gran medida en la era moderna. Como institución, el NSC se estableció por primera vez en 1947 para ayudar a coordinar la política de seguridad nacional en todo el Gobierno. Pero diferentes presidentes han usado el cuerpo de diferentes maneras, modificando su estructura como mejor les parece. La versión moderna del NSC, incluido su proceso de toma de decisiones deliberadas, a menudo se atribuye al marco establecido bajo la Administración de George H.W. Bush, por el entonces asesor de seguridad nacional Brent Scowcroft, un militar a menudo descrito como un "agente honesto" por dar a todos en la mesa la oportunidad de compartir sus puntos de vista.

Scowcroft se hizo cargo del NSC unos años después de que el escándalo de venta de armas a Irán [en 1985 y 1986] manchara gravemente la reputación de la institución. Se dice que ayudó a recuperar su altura al instituir algunas innovaciones, como el Comité de Directores y el aún más pequeño Grupo Central de asesores principales del presidente. Scowcroft, quien apoyó a Clinton ante Trump en 2016, describe aquel rol como doble: "Lo primero fue ejecutar el sistema, hacer que el proceso funcionase de manera eficiente, y brindarle al presidente las perspectivas que necesitaba... Mi segundo rol fue proporcionarle una fuente de asesoramiento que no estuviese sesgada por las responsabilidades e intereses del departamento".

El NSC de Obama fue ampliamente criticado por ser demasiado difícil de manejar, demasiado microgestivo y demasiado obsesionado con el proceso; su decisión inicial de aumentar el número de tropas estadounidenses en Afganistán, por ejemplo, se produjo después de al menos 10 reuniones del presidente con su equipo de seguridad nacional.

El portavoz de la Casa Blanca, Hogan Gidley, en un comunicado a POLITICO, reconoce las críticas a Obama. Trump "heredó un NSC inflado y disfuncional de la Administración Obama, que había distorsionado enormemente el equilibrio entre las agencias y la Casa Blanca", según Gidley. "El presidente Trump reconoció estos problemas de inmediato y los corrigió con, entre otras cosas, una orden ejecutiva que reestructuró y reorganizó el NSC para que sirviera mejor al presidente y al pueblo estadounidense".

Pero al principio de la era Trump, no parecía haber ninguna organización estructurada en absoluto.

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Una mañana, durante la primera semana completa de la presidencia de Trump, un empleado del NSC asegura que recibió una llamada de un amigo que se ocupaba de cuestiones militares, preguntándole si sabía que el presidente había dado el visto bueno al Pentágono para proseguir con más ataques contra terroristas en Yemen. El miembro del personal estaba confundido: el tema se estaba discutiendo en el NSC, tras haber sido transferido por el Gobierno de Obama. ¿Pero cuándo llegó al presidente la idea de los ataques en Yemen? Muy pronto, se enteró: Flynn, el secretario de Defensa, Jim Mattis, y un puñado de otros funcionarios habían abordado el tema directamente con Trump durante una cena esa misma semana y el presidente había aclarado sus planes.

Flynn y otros funcionarios, según los informes de la época, consideraron que estaba bien hacerlo porque Trump quería un proceso de toma de decisiones más rápido cuando se trataba de tales ataques militares. Y los antiguos y actuales funcionarios estadounidenses enfatizan en que si Trump, o cualquier presidente, quiere tomar una decisión de esta manera, es en gran medida su derecho. Pero, más tarde esa misma semana, el personal del NSC y los funcionarios de otras agencias se sorprendieron cuando fueron convocados a una reunión sobre el mismo tema. "Me pregunté a mí mismo: '¿Por qué exactamente nos reunimos? ¿Qué estamos haciendo aquí?'", recuerda uno de los asistentes. "Se tomó la decisión y al mismo tiempo se celebraron estas reuniones", relata.

La decisión de Trump a la hora de la cena sentó las bases para una redada de las fuerzas de operaciones especiales de EEUU contra una célula terrorista de Al Qaeda en Yemen en los días inmediatamente posteriores a la reunión de los asistentes, el 29 de enero de 2017. La redada salió mal, con el accidente de la aeronave estadounidense involucrada en el largo tiroteo con militantes que mataron a un marine, y la muerte de al menos a una docena de civiles. En retrospectiva, nadie argumenta que la redada hubiera sido diferente si se hubiera seguido el proceso apropiado del NSC. Pero la secuencia de decisiones en un tema de tal gravedad dejó a muchos empleados del NSC profundamente preocupados.

Durante semanas, el personal de carrera del NSC no tenía información acerca de cómo la Administración Trump alteraría la estructura del NSC; un exfuncionario asegura que algunos en broma se referían al organigrama secreto como "El Proyecto Manhattan". Otros exempleados comentan que los designados por Trump a veces eran explícitos acerca de no querer replicar los procesos de toma de decisiones del pasado, incluso a veces actuando como si fuera una manera de borrar el toque de Obama, cuando tales procedimientos eran anteriores al expresidente demócrata.

No ayudó que Flynn realmente no tuviera el control total del NSC o del proceso interinstitucional. Técnicamente, Bossert, el asesor de seguridad nacional de Trump, tenía el mismo rango que el asesor de seguridad nacional, provocando a algunos miembros del personal del NSC la sensación de que tenían que informar a dos jefes que no parecían estar cómodos entre sí. Esa inquietud continuaría con McMaster, el sucesor de Flynn.

Luego, hubo roles-comodín desempeñados por personas como Jared Kushner, el yerno y consejero de Trump, o el estratega jefe de la Casa Blanca, Steve Bannon, a quien se le otorgó la autorización para participar en las reuniones del Comité de Directores, un privilegio inusual para un asesor político. Kushner, por su parte, parecía dirigir su propio espectáculo; por ejemplo, él negociaría directamente con los funcionarios mexicanos sin decirle nada ni siquiera al personal superior del NSC. Kushner mejoraría la coordinación con el tiempo, según señalan los exempleados del NSC. Mientras, un funcionario de la Casa Blanca asegura a POLITICO que Kushner "siempre ha seguido meticulosamente los protocolos" sobre las interacciones con los líderes extranjeros.

Un hombre designado por Trump, el conservador Sebastian Gorka, se presentaba en reuniones al azar, aunque nunca estuvo claro si tenía la autorización de seguridad adecuada. Y, a menudo, planteaba puntos de vista sin relación con el tema tratado. Un exfuncionario de la Casa Blanca recuerda que Gorka decía cosas como: "Si miras lo que hizo Napoleón..." y todos decían: "Ni siquiera sé cómo responder a eso".

Durante la breve etapa de Flynn, los miembros del personal del NSC se sorprendieron cuando dos hombres que dijeron que eran asociados de Donald Trump Jr., el hijo mayor del presidente, se presentaron en las oficinas del NSC en el edificio de la Oficina Ejecutiva de Eisenhower, con insignias que indicaban que alguien en el ala oeste les había dejado entrar. Llegaron con un plan de 10 puntos sobre cómo Estados Unidos podría convertir al presidente de Venezuela, Nicolas Maduro, en un títere de los Estados Unidos.

Los conceptos básicos, según personas familiarizadas con el incidente, fueron los siguientes: Estados Unidos liberaría a dos sobrinos de la primera dama de Venezuela, que estaban en prisión por cargos de drogas; a cambio, Venezuela liberaría a un joven estadounidense encarcelado por dudosos cargos de armas; luego, Trump se reuniría con Maduro y los dos resolverían algún tipo de acuerdo en el que Estados Unidos levantaría las sanciones contra el Gobierno del país a cambio del acceso sin restricciones de las compañías estadounidenses al mercado venezolano rico en petróleo.

El discurso al completo parecía ser "un pretexto para una gran oportunidad de negocios para ellos", comenta una persona familiarizada con el incidente.

Para demostrar su buena fe, los hombres, Gentry Beach y Wadie Habboush, llamaron al ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela frente a los empleados del NSC, dejaron un mensaje de voz y mostraron una foto de ellos mismos con Maduro, según otra persona familiarizada con el episodio. “Sacaron una foto de ellos abrazando a Maduro. Era como: 'Sí, estuvimos en Venezuela hace dos semanas'. Y todos estaban haciendo el gesto de aprobación de Trump ", explica esa persona.

El incidente hizo temblar a los empleados del NSC, que informaron de inmediato a los oficiales legales de la institución. Uno de los empleados estaba tan alarmado por lo que se le había pedido que considerara que redactó una carta de renuncia. Los hombres que lanzaron la idea incluso lograron reunirse con Bannon.

Habboush y Beach no han respondido a los mensajes de POLITICO. Su plan, sin embargo, no fue adoptado. Incluso Bannon, conocido por sus opiniones poco convencionales, dudó, y además, desde el principio, Trump albergó una antipatía hacia Maduro, a quien recientemente decidió no reconocer como el presidente de Venezuela.

Una mala política exterior, pésimamente ejecutada

"El propósito del NSC no es hacer que el presidente se ajuste al NSC, sino hacer que el Gobierno federal mejore la manera en que un presidente toma buenas decisiones", argumenta James Carafano, un analista de política exterior de The Heritage Foundation, un think tank conservador afín a Trump. “El presidente es un hombre muy centrado en los resultados. No le preocupa ganar bonito. Solo está preocupado por ganar. No solo creo que no le importe el proceso, sino que ve el proceso como un impedimento potencial ".

El personal de carrera en ese momento sabía, por supuesto, que Trump llegó a la presidencia sin haber servido nunca en el Gobierno. Pero la falta de voluntad del presidente para profundizar significaba que las decisiones difíciles a menudo se retrasaban porque las personas se veían obligadas a adaptarse.

A instancias de Flynn, el Gobierno de Obama se había abstenido de decidir si armar a los combatientes kurdos para ayudar a recuperar la ciudad siria de Raqqa del grupo terrorista Estado Islámico. Según dos ex empleados del NSC, inmediatamente después de que Trump asumiera el cargo, el personal del NSC envió a Flynn y sus principales oficiales un memorando detallado de aproximadamente 10 páginas que presentaba los pros y los contras de armar a los kurdos, junto con cada documento que Trump necesitaba para firmar la decisión.

Transcurrieron algunas semanas y un asistente de Flynn le dijo a los empleados que lo que habían enviado era demasiado largo y complicado. ¿Podrían acortarlo? Así que los empleados recortaron el documento a la mitad. Días después, una nueva instrucción: ¿podrían reducirla aún más y convertir gran parte de ella en gráficos? El presidente prefería las fotos. Así que los miembros del personal del NSC, con la ayuda de oficiales de inteligencia, idearon una versión gráfica. El problema se prolongó de todos modos: no fue hasta mayo cuando Trump decidió armar a los combatientes kurdos.

Los exempleados del NSC hablan de aquel episodio con incredulidad y enfado. Después de todo, a principios de febrero de 2017, tras enviar el memorándum inicial, el Washington Post citó a un alto funcionario de la Administración Trump que aseguraba que la decisión de armar a los kurdos se retrasó porque el plan presentado tenía vacíos como resultado de que “el trabajo del personal es pobre”.

"Todos nosotros decíamos: 'No tenemos idea de dónde diablos viene esto'", comenta un exmiembro del personal del NSC. “Si tuviera que adivinar, ahora me pregunto si Flynn y su gente querían ganar tiempo. Puede que haya sido un trabajo del personal que tardó, pero no fue un trabajo de mala calidad", defiende.

Quizás, más que nada, las órdenes ejecutivas que Trump emitió, o trató de emitir, en su primera semana ilustraron ese desorden.

Los nuevos presidentes a menudo emiten una serie de órdenes ejecutivas al asumir el cargo, Obama lo hizo, pero esas acciones tienden a revertir órdenes previas o directivas bastante simples con largos plazos de implementación. Por el contrario, algunas de las órdenes que los asesores de Trump intentaron aprobar en sus primeros días fueron complejas, medidas políticas legalmente turbias que afectan a numerosos distritos electorales, y que se suponía que tendrían efecto rápidamente.

El 23 de enero de 2017, el primer día hábil completo de la Administración Trump, un puñado de proyectos de órdenes ejecutivas llegó a las bandejas de entrada de varios miembros del personal de carrera de NSC. Incluían la infame prohibición de viajar que, entre otras cosas, prohibió a los ciudadanos de los EEUU ir a 7 países de mayoría musulmana e impidió temporalmente que Estados Unidos aceptara refugiados.

Esa orden fue un documento largo, de aproximadamente 3.000 palabras, con muchas implicaciones para la seguridad nacional. Claramente, había sido escrito por un puñado de designados por Trump, algunos de los cuales habían trabajado como miembros del personal del Congreso, y aparentemente se inspiró en la promesa de la campaña de Trump de prohibir la entrada a los musulmanes de Estados Unidos.

Por lo general, una orden ejecutiva de tan inmenso impacto habría sufrido semanas, sino meses, de una revisión interinstitucional coordinada por el NSC. En cambio, ese lunes por la noche, los exempleados del NSC dicen que se les pidió que revisaran la prohibición de viajar, así como alrededor de media docena de otros proyectos de órdenes ejecutivas en menos de un día.

Los empleados del NSC se apresuraron a desacelerar las cosas, advirtiendo a los asistentes de Trump que las órdenes ejecutivas podrían dañar la seguridad nacional de los Estados Unidos. Por ejemplo, la prohibición de viajar afectaba a los iraquíes, una medida que probablemente enfurecería al Gobierno de Irak, uno de los principales socios de contraterrorismo de Estados Unidos.

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La prohibición también consideraba que el programa de reasentamiento de refugiados en EEUU es una amenaza terrorista potencial, a pesar de la evidencia casi objetiva. Y parecía dar preferencia a los refugiados no musulmanes, aludiendo a una prueba religiosa potencialmente ilegal.

Los políticos designados por Trump ignoraron las advertencias, por lo que los empleados de NSC alertaron a los colegas de otras agencias con la esperanza de que hablaran y cambiaran el discurso. Instaron a los abogados del Gobierno a que tuvieran tiempo para sopesar las consecuencias y, silenciosamente, esperaron a que las noticias de la prohibición llegaran a los activistas de derechos humanos y a los periodistas (lo hicieron).

Nada de eso importaba. Trump firmó la prohibición de viajar ese viernes, lo que provocó protestas en todo el país y fallos judiciales en su contra. En última instancia, el Tribunal Supremo confirmó una versión revisada de la prohibición.

El episodio de la orden ejecutiva afectó gravemente al personal de carrera en varios niveles. Por un lado, ellos, los expertos no partidistas, no habían sido consultados antes de redactar las órdenes, y cuando finalmente lo hicieron, se ignoró su consejo. También fue la primera evidencia real de que parte de la retórica de campaña más feroz de Trump, que muchos esperaban que abandonara cuando estuviera en el cargo, se traduciría en política.

Hoy en día, varios exfuncionarios admiten que vieron que los ataques contra los refugiados, en particular, eran maliciosos. Pero algunos también aseguran que si Trump realmente quisiera excluir a los refugiados o ciudadanos de países específicos, lo hubieran ayudado a hacerlo de una manera más inteligente.

Funcionarios contra políticos

Aproximadamente el primer mes, los miembros del personal de carrera del NSC que se quedaron después de Obama, siguieron usando sus viejas insignias, que tenían un tono de verde diferente al de las insignias que llevaban los nuevos designados políticos; como resultado, los políticos los trataron con desprecio, incluso excluyéndolos de las conversaciones después de mirar sus insignias. Finalmente, todos obtuvieron las insignias más nuevas.

Otros miembros del personal de carrera dicen que se convirtieron en objetos de sospecha debido al lenguaje que usaron, como decir "inmigrantes indocumentados" en lugar de "ilegales". Un exfuncionario de EEUU que con frecuencia trató con el NSC dice que dejó de llevar su edición impresa de The New York Times a la Casa Blanca porque los designados por Trump le lanzaban miradas desagradables.

Los funcionarios de carrera en la Dirección de Medio Oriente del NSC fueron tratados excepcionalmente mal, según numerosos funcionarios gubernamentales actuales y anteriores. Su director en ese momento, Derek Harvey, fue nombrado por Trump y abiertamente pensó que los miembros del personal de carrera eran más cercanos a los demócratas y podrían no ser leales al nuevo presidente.

Les comentó que había mirado sus páginas de Facebook para evaluar sus inclinaciones políticas; incluso presentaba a esos empleados a funcionarios de otros países como "remanentes de Obama", lo que los minaba sus relaciones con sus homólogos extranjeros.

El personal de carrera en la Dirección de Medio Oriente intentó mantener la calma, pero un incidente durante el primer tramo de la administración provocó un conato de revuelta, según varias personas entrevistadas. La oficina del NSC encargada de escribir la Estrategia de Seguridad Nacional del Gobierno de Trump había enviado una encuesta a las otras direcciones. Una pregunta les pedía que enumeraran los mayores obstáculos a los que se enfrentaban para lograr sus objetivos.

El personal de carrera en la sección de Medio Oriente se sorprendió al ver que uno de los elementos enumerados como un obstáculo al que se enfrentaba su dirección era, parafraseando, "los remanentes de Obama". Los funcionarios, furiosos, se enfrentaron a Harvey y sus principales oficiales.

Un portavoz ha declinado comentar las acusaciones contra Harvey.

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Se cree que los funcionarios políticos de Trump hablaban con frecuencia con periodistas que trabajaban para medios de comunicación conservadores. Durante meses, esos medios publicaron nombres de oficiales de carrera del Servicio Civil y del Servicio Exterior en el NSC y otras agencias gubernamentales cuyas lealtades consideraban sospechosas. 

Los ataques no tenían precedentes, según los veteranos de Washington de ambas partes. Los funcionarios de carrera se sintieron traicionados, porque era obvio que los políticos con los que trabajaban todos los días filtraban información engañosa a la prensa conservadora. "Fue una locura que no pudiéramos confiar en nuestra propia gente", comenta un exmiembro del personal. Pero la desconfianza fue en ambos sentidos cuando se trataba de fugas. Cuando una noticia llegaba a los medios de comunicación, desde las órdenes ejecutivas hasta los relatos de las extrañas conversaciones de Trump con los líderes extranjeros, los políticos sospechaban que eran filtraciones del personal de carrera.

El estado de ánimo era especialmente duro para las mujeres y las minorías. En su mayor parte, los designados políticos por Trump eran hombres blancos, un número desproporcionado con antecedentes militares. Fue un cambio radical respecto a los años de Obama, donde muchas mujeres y minorías ocuparon puestos clave en el NSC.

Un empleado musulmán encontró la atmósfera tan insoportable que dimitió después de 8 días. Una exfuncionaria de la Casa Blanca asegura que parecía que todas las designadas por Trump llevaban faldas o vestidos, así que ella comenzó a hacer lo mismo.

Cuando McMaster relevó a Flynn, una empleada le envió un correo electrónico instándole a eliminar el sexismo. "Espero que estén de acuerdo", escribió a McMaster, "en que esta cultura de la misoginia amenaza la credibilidad de una organización destinada a servir a todos los estadounidenses y minimiza aún más la influencia ya debilitada de las mujeres en el personal".

Canales privados para huir de los políticos de Trump

La desconfianza de los designados políticos en el personal de carrera llevó a estos últimos a tomar medidas que nunca hubieran podido imaginar con presidentes anteriores.

Debido a que el proceso de políticas se rompió en gran medida, los funcionarios buscaron formas de compartir información con colegas de otras agencias y entre ellos mismos para que los funcionarios relevantes supieran lo que estaba sucediendo. Muchas aplicaciones encriptadas, como Signal o WhatsApp, se utilizaron para comunicarse en lo que creían que era una forma imposible de rastrear. "Mi madre empezó a usar Signal", recuerda un exmiembro del personal.

Algunos se reunieron para hablar en lugares considerados como “espacios seguros”. La gente de todo el NSC se dirigía a uno de esos lugares para usar las líneas telefónicas seguras y llamar a sus colegas para obtener o compartir la poca información que podían. Los pasillos del edificio de oficinas ejecutivas de Eisenhower se convirtieron en zonas de intriga, al igual que los baños. 

Un exmiembro del NSC regresó durante los primeros meses de la Administración Trump para la fiesta de despedida de otra persona. Cuando le preguntó a la gente que cómo estaban, al menos 6 personas se negaron a decir algo delante de los demás. En su lugar, cada uno lo llevó a una esquina cerca de una ventana. De los designados por Trump, dijeron: "Estas personas son incompetentes. Literalmente no saben lo que están haciendo, y no les importa saber lo que están haciendo", recuerda esa persona, añadiendo que los empleados, abatidos, lamentaban: "No sé por qué estoy haciendo esto. Nadie escucha el consejo profesional".

Otra persona que abandonó el NSC antes de que Trump se hiciera cargo, comenta que los colegas que aún prestaban servicio se ponían en contacto con él para pedirle orientación profesional y apoyo emocional. "Me vi a mí mismo como un psicólogo", asegura.

Numerosos miembros del personal de carrera decidieron documentar todo lo que pudieron, lo que se conoció como "ponerlo en el registro". Eso a menudo significaba poner ciertas ideas y opiniones en correos electrónicos o poner en copia a otras agencias en las comunicaciones. Muchos empleados sabían que al incluir a las agencias, la información estaría sujeta a la Ley de Libertad de Información y podría algún día ver la luz o, incluso, aterrizar en los libros de Historia.

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Algunos admiten que esperaban que las personas en las agencias filtraran la información a los reporteros. Y muchos reconocen que querían un registro, en algún lugar, con ellos mismos objetando las políticas que creían que podían ser ilegales. Una herramienta particularmente útil fue la función de "seguimiento de cambios" en documentos compartidos en lo que se conoce como el "portal" de NSC. Los empleados se aseguraban de usar esa función al iniciar sesión.

Los exempleados insisten en que tenían razones para ser paranoicos. Hubo rumores de que los designados políticos habían lanzado un programa de "amenazas internas" completo, con vigilancia telefónica para descubrir las filtraciones de otros miembros supuestamente desleales. También hubo informes de listas negras de personal de carrera a quienes los designados políticos querían despedir. El personal de carrera se mostró inquieto acerca de si sus teléfonos celulares estaban siendo utilizados para espiarlos; algunos dejaban los dispositivos en casa.

"¡Hacíamos nuestro trabajo!", comenta otro exempleado del NSC. "Pueden llamarnos como quieran, pero no creo que nos hayamos convertido en un 'Gobierno en la sombra'. Fuimos profesionales y hacíamos nuestro trabajo".

También era emocionalmente agotador, incluso para los estándares de las personas que han trabajado en zonas de guerra y han tratado de detener los genocidios. Con Flynn, un miembro del personal del NSC en ese momento recuerda llorar en el camino a casa todas las noches. Otros practicaban yoga o cocina. Algunos ponen en las paredes de sus oficinas imágenes de héroes personales como inspiración. Muchos encontraron su trabajo tan ignorado que dejaron de realizar los típicos días de 12 a 16 horas y se iban a casa temprano. Y casi todos bebían más alcohol.

La llegada de McMaster

La llegada de McMaster fue un gran refuerzo para la moral, e incluso luchó para mantener el orden y reducir la paranoia.

El teniente general tomó las riendas del NSC días después de la destitución de Flynn a mediados de febrero de 2017 y rápidamente organizó una reunión en la que los asistentes aseguran que enfatizó que quería y agradecía la información de los colaboradores no partidistas. Advirtió contra el uso del término "remanente de Obama" y pronto reinstituyó las reuniones tradicionales que conformaban el proceso de política interinstitucional.

También propuso la eliminación de Bannon de la lista de personas incluidas en las reuniones del Comité de Directores del NSC, un esfuerzo que los partidarios de McMaster describieron como un intento por despolitizar las decisiones de seguridad nacional. McMaster también aseguró a los empleados del NSC que se sintieran libres de acercarse directamente a él con sus preocupaciones, y muchos lo hicieron.

Por estas acciones, McMaster se ganó enemigos entre los designados políticos. Los escritores de medios conservadores pronto comenzaron a publicar historias que sugerían que Trump no estaba contento con McMaster y que estaba molesto por el proceso de políticas que el asesor de seguridad nacional volvió a instituir (lo que resultó ser cierto).

Algunos activistas de extrema derecha acusaron a McMaster de ser antisemita. Se cree que muchas de las filtraciones provienen de Bannon y sus aliados. En particular, McMaster atrajo críticas por sus esfuerzos en gran parte exitosos para convencer a Trump de que Estados Unidos no debería retirar sus tropas de Afganistán. Bannon, que no ha querido hacer comentarios, se muestra muy escéptico con respecto a la presencia continua de Estados Unidos en el país, un escepticismo que comparte Trump.

Aún así, en otoño de 2017, McMaster, quien tampoco ha querido hacer comentarios, había logrado deshacerse de muchos de sus detractores más feroces, incluido Harvey, Bannon o Gorka.

Lo que McMaster no pudo cambiar fue al propio presidente. No importaba qué hechos, evidencias consejos le ofrecieran McMaster y su personal del NSC; el presidente a menudo ignoraba esa información.

En los días posteriores a la primera visita de la canciller alemana, Angela Merkel, a la Casa Blanca, durante la presidencia de Trump, en marzo de 2017, se le dijo al personal de carrera del NSC que el presidente quería decirle a Merkel que otros países de la OTAN le debían dinero a los EEUU. ¿Podrían preparar un informe sobre el tema?

Los empleados del NSC se pusieron a trabajar y regresaron con lo básico: que los países de la OTAN no le deben dinero a los Estados Unidos porque no es así como funciona la alianza militar; se supone que cada país de la OTAN debe gastar al menos el 2% de su PIB en Defensa, y que mientras muchos no cumplían con ese compromiso, otros lo cumplían o estaban en vías de hacerlo. En resumen, nadie "debía" nada a Estados Unidos.

El personal de carrera del NSC presentó esta información a un alto funcionario de la Administración en el ala oeste. Según uno de ellos, el funcionario respondió: "El presidente lo va a decir de todos modos, así que necesitamos ayudarlo".

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Los empleados de la carrera estaban desconcertados.

"Dijeron: 'No importa todo eso, lo va a hacer de todos modos, así que dennos cosas que ayuden al caso'. En cierto modo fue aterrador'', relata un miembro del personal, que asegura que se negó a seguir contribuyendo: "No lo hice. No quiero mentir".

Trump despidió a McMaster en marzo de 2018, reemplazándolo como asesor de seguridad nacional por John Bolton, un exembajador estadounidense en Naciones Unidas. Aunque Bolton es famoso por su conocimiento de la burocracia gubernamental, ha recurrido al modelo de Flynn en el NSC. Rara vez tiene reuniones del Comité de Directores y, a pesar de llevar en el puesto de trabajo durante casi un año, aún no ha celebrado una reunión.

Su aparente indiferencia hacia el proceso político, combinado con el estilo de improvisación de Trump, ha alimentado su incoherencia en varios temas. Todavía no está del todo claro, por ejemplo, cómo o cuándo EEUU retirará sus tropas de Siria, a pesar del anuncio sorpresa del presidente a mediados de diciembre de que tal movimiento es inminente.

"El resultado ahora es un NSC de una persona: Bolton", asegura un exfuncionario del NSC.

Un portavoz de Bolton ha rechazado estas declaraciones y ha explicado: "Como ha mencionado repetidamente el embajador Bolton, la racionalización de la estructura del Consejo de Seguridad Nacional para mantener a Estados Unidos de manera eficiente seguirá siendo una prioridad para esta Administración".

Mirando hacia atrás, muchos dicen que, a pesar de las intensas presiones que sufrieron, se alegran de haber seguido el consejo de Susan Rice y se quedaron para ayudar al nuevo Gobierno, incluso si han sido vilipendiados o ignorados. Cuando se le pregunta si, al mirar hacia atrás, estaba contenta de haber ofrecido ese consejo, Rice explica a POLITICO: "En general, aliento a las personas a unirse y permanecer en el servicio público y continuar sirviendo a nuestro país lo mejor que puedan. Las apuestas son demasiado altas para hacer lo contrario ".

Un ejemplo reciente de esas grandes apuestas, señala Tom Donilon, el antecesor de Rice como asesor de seguridad nacional con Obama: la reunión de Trump de hace unas semanas con el líder norcoreano Kim Jong Un, que terminó en fracaso. "Una cumbre con estas previsiones estaría sujeta a la planificación de escenarios en el proceso interinstitucional", escribe Donilon en un correo electrónico, observando que, en general, "la cumbre claramente no estaba adecuadamente preparado ".

Entre los observadores del NSC, existe una sensación de alivio de que no se haya producido una crisis importante de seguridad nacional durante esas primeras semanas. La pregunta ahora, según muchos, es si la máquina de la política exterior de Estados Unidos con Bolton es lo suficientemente funcional como para manejar un gran imprevisto.

"Si no tienes un proceso, entonces, cuando ocurra una crisis, no podrás reunir a las personas adecuadas para obtener una respuesta coherente", explica Ivo Daalder, exembajador de EEUU ante la OTAN y que ahora dirige el Consejo de Chicago sobre Asuntos Globales. "Y, en esta Administración, todas las crisis que hemos tenido hasta ahora se han autoinfligido. No hemos tenido ni una del exterior ".

 Este artículo fue publicado originalmente en la web de Político Europa.

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