La 'inflación del yogur': cómo los lácteos inflan la cesta de la compra y la tasa subyacente

Persona comiendo yogur en el sofá

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  • La inflación subyacente ha encendido todas las alarmas tras dispararse un 7% en diciembre, por encima de la tasa general.
  • Pero la sospecha es que ese repunte se debe al subidón de 4 o 5 productos que ni siquiera deberían incluirse en el cálculo de la subyacente.

Justo cuando parecía que la inflación estaba bajo control y daba un respiro al bolsillo, llega la tasa subyacente y se dispara por encima, volviendo a encender alarmas.

Mientras que la tasa general de precios se relajaba al 5,7% en diciembre, 1,1 puntos menos que en noviembre, la inflación subyacente (que no tiene en cuenta el precio de la energía ni alimentos sin elaborar) sorprendía repuntando un 7%.

Es más, en cuestión de un año, la subyacente ha pasado de estar en el 2,2% de enero al 7% de diciembre.

"El repunte de diciembre es bastante sorprendente. La tasa subyacente no crece de repente y pega el subidón porque sí", explica Manuel Hidalgo, colaborador en la Fundación Alternativas y profesor de Economía aplicada en la Universidad Pablo de Olavide.

Para buscar la causa del subidón hay que fijarse en lo que está pasando con el precio de los aceites, la restauración y, especialmente, los lácteos, una partida que, a ojos de Hidalgo, está inflando la tasa subyacente y no debería incluirse, al tratarse de productos con precios muy volátiles.

"La sospecha que tenemos muchos es que la subyacente ha subido mucho por 3 o 4 productos", casi todo lácteos, apunta Hidalgo.

Qué es la inflación subyacente

La inflación subyacente mide cuánto se han encarecido de media los productos sin tener en cuenta la energía y los alimentos no elaborados. Es como sacar estos 2 elementos de la cesta de la compra para calcular cuánto más cuesta consumir cada mes.

La razón por la que se excluyen energía y alimentos no elaborados del cálculo es porque, en comparación con otros bienes y servicios, son enormemente volátiles. Su precio sube y baja constantemente, influido por factores tan cambiantes como el propio clima (si hay heladas, mucho viento o sequías, por ejemplo).

La 'sorpresa subyacente' de diciembre

En el caso de la sorpresa de la subyacente en diciembre, una parte del repunte viene del lado de los precios de la restauración, que subieron un 7,6% respecto a diciembre de 2021, lo que refleja que el aumento de costes energéticos y de los alimentos ya se han trasladado a precios finales en la hostelería. 

En otras palabras: el pincho de tortilla en el bar cuesta más caro porque refleja desde el plus de factura que abona el establecimiento por el precio de la energía, hasta el subidón de precios del aceite, los huevos o las patatas.

Son precisamente los alimentos los que han disparado su precio, ahora que la energía empezaba a dar tregua. En diciembre, los alimentos se encarecieron un 15,7%, alcanzando un récord histórico, y todo apunta a que las subidas seguirán instaladas en la economía durante este año y el que viene.

Visto este subidón, que comenzó en abril pero se aceleró en septiembre, el Gobierno aprobó una reducción del IVA a los alimentos para aliviar su impacto en el bolsillo de los hogares.

"Es verdad que los alimentos han crecido mucho y en el subyacente están solo los alimentos más frescos", confirma Jesús Ruiz-Huerta, director de Laboratorio de la Fundación Alternativas.

Partido de fútbol en España

El 'efecto yogur' sobre la inflación

Que la inflación subyacente aumente significa que, desde hace ya varios meses, toda esa tormenta de costes energéticos y de materiales que sufrían las empresas se ha estado trasladando a precios finales de los productos que fabricaban.

Esto es así, pero no del todo. Resulta que la inflación subyacente ahora mismo está adulterada por el efecto de los lácteos, una partida que el INE no excluye del cálculo de esta tasa y que, sin embargo, deberían estar fuera. 

"La sospecha que tenemos muchos es que la subyacente ha subido mucho por 3 o 4 productos", explica Hidalgo, y la mayoría (además del aceite) son leche, yogur o derivados lácteos.

En los últimos meses, el precio de la leche se ha disparado y ha contagiado a derivados, además de las subidas de otros productos como el aceite o el azúcar. Este subidón se produce en parte por la falta de oferta: tras el COVID-19, muchas ganaderías tuvieron que cerrar. Situación que solo empeoró con el colapso de los ganaderos españoles por la guerra en Ucrania.

"Si uno atiende a la tasa subyacente, estos productos no deberían incluirse, porque comportan una variabilidad de precios que oscila demasiado", explica Hidalgo.

Eurostat, la oficina estadística de la Comisión Europea, de hecho, excluye estas partidas a la hora de calcular la inflación subyacente de los países. Esto explica que, mientras en noviembre el INE publicaba una subida del 6,3% para la subyacente en España, Eurostat la situaba muy por debajo, en el 4%.

"Esto significa que el mal dato de la subyacente no es tan mal dato", añade Hidalgo. 

Para la economía familiar seguirá siendo un dato negativo, ya que el bolsillo nota igual ese subidón de los lácteos y el aceite. Pero el hecho de que la tasa subyacente sea menor de lo que parece sí es algo significativo para la política económica. 

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