Los padres de la moda reivindican su papel ante la irrupción de la inteligencia artificial: "No somos sustituibles"

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  • La IA promete transformar todo tipo de industrias en un terremoto del que no escapa ni la moda y reabre un cisma laboral ante quien la hace posible.
  • Diseñadores y patronistas reconocen la ventaja de la herramienta, pero reivindican su papel innegociable en el sector: "No somos sustituibles". 

"Se triunfa con lo que se aprende", decía la icónica Coco Chanel. El mensaje es claro, pero el dilema surge cuando el aprendizaje va a un ritmo y la tecnología —irremediablemente— a otro. 

"Se trata de un oficio que se tarda años en aprender, requiere de mucho rodaje. De prueba y error", la que habla es Montserrat Gallego, diseñadora y patronista desde los 15 años y presidenta del Triángulo de la Moda, el principal colectivo de fabricantes y mayoristas del sector. 

La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en la industria textil es un hecho, como lo es la presión extra que supone su aplicación en la moda, una industria que, pese a estar a la vanguardia como pocos sectores, parte de algo tan terrenal como un profesional gestando una prenda desde cero. 

Los tiempos hoy son otros y la explosiva democratización de la IA generativa, popularizada por la herramienta de OpenAI, ChatGPT, desemboca en una nueva encrucijada laboral de la que no escapa ningún sector, incluido, el textil. 

Así, el discurso buenista de estar ante una herramienta que viene a hacer la vida más fácil convive con el temor de muchos otros, resumido por Sara de la Rica, catedrática de economía en la UPV/EHU: "La IA no destruirá empleo pero sí generará perdedores". 

Ante este nuevo tablero, la moda busca encontrar su hueco, pero tratará de hacerlo sin sacrificar el papel innegociable de quien hace la industria posible: diseñadores y patronistas.

De Mango a las startups disruptivas: el cambio que ya está aquí

Cómo de profunda será la integración de la IA en los grandes operadores de la industria es todavía una incógnita. Pero ya hay algunos primeros acercamientos, como el de la catalana Mango con la creación de Lisa, su propio ChatGPT.

De uso interno, la empresa explica que la tecnología asistirá a todo lo relacionado con la producción, lo que incluye desde el análisis de las tendencias, hasta llegar al proceso más profundo: abordar la etapa creativa de ideación y diseño de producto o texturas.

Ante la obligada pregunta de cómo será su impacto a nivel laboral, Mango insiste en que se trata de "un copiloto para sus empleados que ayudará a extender sus capacidades porque la tecnología nos hará más humanos o no será". 

Mucho más trascendental es lo que está por venir desde startups como Fabbric, una empresa española capaz de crear colecciones de moda 100% digital. Este carácter disruptivo incluye, fundamentalmente, el diseño. 

A la pregunta de si con ellos se pierde el papel del diseñador, la fundadora, Alba Rocafort, explicaba que tal y como lo conocemos hasta ahora sí: "Apostamos por patrones 3D. Dejamos de depender de que alguien lo esté haciendo a mano". En su equipo no hay diseñadores de moda ni patronistas, una prueba evidente de la ruptura con la industria tradicional. 

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Buscar el equilibrio para defender lo insustituible

El patronaje, explican desde la confederación Moda España, es una profesión fundamental en la industria y su papel evolucionará para adaptarse a los nuevos retos. Y hoy, el desafío pasa por no obviar el papel protagonista del 3D o la IA, lo que a los ojos de la asociación sirve para "abrir nuevos horizontes y posibilidades".

Tampoco pasan por alto la reducción de costes. Su incorporación empuja la creación de prototipos virtuales que evitan la producción de prendas, lo que redunda en positivo en la sostenibilidad. Ante ello, la sinergia entre los dos mundos se presenta casi una obligación: "La combinación de la inteligencia artificial y la humana, sin duda, genera un producto final innovador". 

Pero la realidad de la industria pasa también encarar el cisma laboral que puede implicar la aplicación de la tecnología ante ciertos procesos. Prueba de ello es lo que advertía la OCDE en uno de sus últimos estudios: un 27% de los empleos dependía de habilidades que podrían ser fácilmente automatizadas en el futuro con el avance de la inteligencia artificial.

"Una patronista no puede ser sustituida por la IA", defiende Montserrat Gallego, quien sí admite que existe un resquicio: el qué y cómo se elabore. 

"Si te dedicas a hacer prendas planas que son 'sota, caballo y rey', como una camiseta o una sudadera, pues sí, pero cuando quieres hacer algo que tenga un mínimo de detalle, que implique tendencia y varias colecciones, es imposible. No se puede trabajar así". 

En suma, prosigue, "trabajamos a medida para una población. Son incontables los pormenores a tener en cuenta, y si esto fuese fácilmente sustituible, toda la industria estaría pagando millonadas".

Pese a creer en una estrecha colaboración con la IA, la confederación lo tiene claro. Sí, son innumerables las ventajas de esta tecnología, pero sigue sin alcanzar lo más importante: "Solo la inteligencia humana es capaz de traducir la emoción y cultura de una región".

Es ahí, donde la moda, al menos de momento, no tiene rival. 

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