No es la primera vez que una gran potencia teme a una economía emergente: la tensión entre EEUU y China se asemeja a la de Gran Bretaña y Alemania en la primera globalización

El presidente estadounidense, Joe Biden, habla virtualmente con el líder chino Xi Jinping desde la Casa Blanca en Washington, en noviembre de 2021.
El presidente estadounidense, Joe Biden, habla virtualmente con el líder chino Xi Jinping desde la Casa Blanca en Washington, en noviembre de 2021.

REUTERS/Jonathan Ernst

La primera era de la globalización acabó en la Primera Guerra Mundial (IGM), con la imposición de una economía emergente a la hegemónica del momento en el Viejo Continente: Alemania y Gran Bretaña, respectivamente. 

La segunda era de la globalización, que arrancó en 1928 y se extiende hasta nuestros días, podría tener otro desenlace fatal. Los expertos no quieren alarmar, pero el Nobel de la Paz que fue reconocido por sus esfuerzos para lograr un alto al fuego en la guerra de Vietnam, Henry Kissinger, ya lo ha hecho.

"Hay un cierto paralelismo, aunque no queremos alarmar con el final, entre la primera globalización y donde estamos con la segunda", cuenta en una entrevista con Business Insider España el catedrático de Economía Aplicada, José María Serrano Sanz, investigador en el equipo Sector Exterior e Integración Monetaria (SEIM) de la Universidad de Zaragoza.

"La primera globalización se apoya en la existencia de un país líder y completamente hegemónico, Gran Bretaña, al que le empiezan a aparecer competidores. El principal competidor es Alemania, que lidera la segunda Revolución Industrial junto a Estados Unidos. De manera que será Gran Bretaña, entre las grandes naciones, la primera en dudar de la globalización", añade.

Ahora mismo estamos viviendo la conminación de otra gran potencia por una economía emergente: Estados Unidos y China

"Por eso estamos escuchando a gente tan sensata e inteligente, como Kissinger, decir que hay más riesgo ahora de una guerra mundial que durante la propia Guerra Fría". El economista se refiere a las palabras del que también fue secretario de Estado de EEUU:

"Dos países con la capacidad de dominar el mundo se enfrentan como los contendientes finales. Se rigen por sistemas internos incompatibles. Y esto está ocurriendo cuando la tecnología significa que una guerra haría retroceder a la civilización, si no la destruiría", refleja el periodista Niall Ferguson en una entrevista realizada a Kissinger, en The Times.

El líder se siente amenazado

En el escenario actual, la gran potencia es Estados Unidos y la economía emergente, China. 

"El líder se siente amenazado y empieza a pensar que esto de que haya una regla para todo el mundo no es lo razonable. En este caso, el competidor está claro quién es: China", explicita Serrano Sanz.

De ahí que los últimos gobiernos norteamericanos hayan empujado hacia un mayor grado de proteccionismo. Bill Clinton, George Bush, Barack Obama (con su "nuevo proteccionismo"), Donald Trump y, ahora, Joe Biden.

La pandemia no es la razón por la que las empresas tendrán que pagar más por lo mismo: qué ha pasado en 40 años de cadenas globales de valor que ahora nos hará "vivir peor"

La globalización, al final, se sostiene sobre un conjunto de situaciones de estabilidad institucional internacional, que en cualquier momento puede quebrar. Así lo hizo constar Trump en el documento que firmó autorizando aranceles por valor de 50.000 millones de dólares a los productos chinos, que inició la guerra comercial con el gigante asiático

Y, más recientemente, con la pandemia y la guerra de Rusia en Ucrania, los últimos shocks económicos que han puesto en jaque la cadena de producción global.

"Estados Unidos en lo que está pensando es en que quizás no le interese este sistema, que a quien favorece es a China. De modo que vuelve a ser la potencia hegemónica la que quiere acabar con la globalización. Aunque a China tampoco le interesa, ahora le conviene", añade el experto.

Al final, gracias a la globalización, las economías emergentes se han convertido en economías especializadas en producciones clave —como sucede con los semiconductores en Taiwán, el nuevo punto caliente entre EEUU y China—, donde la entrada de inversión extranjera directa, la tecnología y los acuerdos comerciales han propiciado un crecimiento sostenido de las rentas. 

China, por ejemplo, es ya hoy la segunda economía más grande del mundo.

El 'American First' es el 'China First' de todos los Gobiernos chinos

Ambos países están buscando sus propios intereses. Se apoyan en las economías de las que necesitan obtener materias primas, combustible o productos estratégicos. Por esta razón, cuando uno de ellos siente una amenaza en algunos de los países que considera parte inalienable de su territorio, se empiezan a ver desfiles verdes por mar y tierra.

"El American First tan reconocido de Trump es el China First de todos los Gobiernos chinos", subraya Serrano Sanz en la entrevista.

El punto caliente (en ebullición) es Taiwán, el estado insular a 180 kilómetros al este de China, donde se producen los semiconductores de TSM (Taiwan Semiconductor Manufacturing, por sus siglas en inglés). Este fabricante produce cerca del 60% de chips a nivel mundial

Los iPhone chinos ya no serán 'fabricados en Taiwán': Apple pide a sus proveedores taiwaneses que cambien el etiquetado para evitar represalias

La semana pasada, Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, se convirtió en la legisladora estadounidense de más alto rango en viajar a Taiwán en 25 años. En sus propias palabras, la visita es una señal de que EEUU "no abandonará" a Taiwán a pesar de las amenazas de China. 

Pero esta no concibe que políticos extranjeros visiten la isla autogobernada, por lo que ha extendido las maniobras militares en torno a Taiwán y ha congelado la cooperación con EEUU en materias clave. La potencia norteamericana también aprobó la Ley de Chips y Ciencia por la que diferentes compañías no puedan aumentar su producción en China. 

Intel, Samsung, ASML y la famosa TSMC, entre ellas.

Según Kissinger, esperar a que China se vuelva occidental ya no es una solución posible. Las potencias tienen una mínima obligación común de evitar que ocurra una colisión catastrófica.

"No tenemos por qué acabar igual [en una guerra mundial], pero veremos una recomposición de la escena económica internacional, de la escena institucional internacional", coincide Serrano Sanz en la entrevista con Business Insider España.

Descubre más sobre , autor/a de este artículo.

Conoce cómo trabajamos en Business Insider.