Soy un médico de 83 años que sigue trabajando 50 horas semanales: ni siquiera pienso en jubilarme, todavía tengo cosas que aportar

Este artículo está basado en una conversación con el Dr. Joseph Maroon, neurocirujano de 83 años, residente en Pittsburgh (Estados Unidos), sobre su decisión de seguir trabajando a su edad en lugar de jubilarse. El texto se ha editado por razones de extensión y claridad.

A mis 83 años, me divierto más haciendo lo que hago que en el pasado.

Mi carrera empezó en 1972, cuando me incorporé al departamento de neurocirugía de la Universidad de Pittsburgh tras terminar mi residencia. He trabajado en el campo de la neurocirugía durante 51 años.

Durante décadas, mi trabajo diario consistió en diagnosticar y tratar a pacientes con problemas graves en el cerebro y la columna vertebral, principalmente mediante cirugía. Hace cinco años, decidí dejar de realizar cirugías y centrarme, en cambio, en diversos proyectos de investigación, y aumentar mi labor de tutoría y enseñanza de residentes y estudiantes de medicina.

Actualmente, trabajo entre 40 y 50 horas a la semana, entre seis y diez horas al día, en investigación, conferencias y tutorías. Trabajo tanto ahora como cuando operaba.

No voy a jubilarme hasta que tenga que hacerlo.

Todavía me siento relevante en mi profesión

Operé a pacientes hasta los 77 años. Sigo pensando que podría operar, pero creo que los pacientes podrían cuestionarlo a mi edad. A veces, en neurocirugía, las operaciones son muy largas, y pensé que era mejor no sobrepasar el límite, pero sigo viendo pacientes y haciendo consultas.

Tenía ganas de dedicarle más tiempo a la investigación. Actualmente, trabajo en un proyecto sobre aplicaciones quirúrgicas de realidad aumentada, entre otras cosas. Como cirujano, puedes trabajar con una sola persona a la vez. El trabajo que hago ahora puede llegar a miles de pacientes.

Soy profesor de la Universidad de Pittsburgh, neurocirujano asesor de los Pittsburgh Steelers de la NFL, director médico de World Wrestling Entertainment (WWE) y presidente del Comité Asesor Científico Nacional de la Fundación Chuck Noll, que apoya la investigación sobre formas de diagnosticar y tratar lesiones cerebrales, principalmente las que se producen en el deporte.

En mi departamento me han acogido como miembro veterano. Con 50 años de experiencia, creo que aún hay cosas que puedo aportar, como la investigación y la aportación de sugerencias a los más jóvenes como mentor. Sigo sintiéndome muy relevante en mi profesión.

Creo que mi familia se sorprende un poco de que siga trabajando, pero también se alegra y me anima.

Existe un debate en el ámbito político en torno a la edad

Es difícil generalizar, pero si la calidad de vida de una persona es tal que, mental y físicamente, es capaz de trabajar hasta más tarde, sin duda lo animo. Si se ha sufrido un derrame cerebral o se padece demencia precoz, son factores que entran en la ecuación de cuánto tiempo o con qué eficacia se puede trabajar.

Actualmente, hay un debate en torno al presidente Joe Biden sobre la conciencia cognitiva. Creo que la gente es consciente de su edad y de la del expresidente Trump.

A los 70 años, tuve que someterme a una prueba neuropsicológica, así como a un examen físico, para seguir operando. Los controladores aéreos, los pilotos y otras personas también tienen que someterse a pruebas similares. ¿Hay que tener esto en cuenta para quienes trabajan en política? Dejaré que otros lo decidan.

Cada persona envejece a un ritmo diferente en función de factores genéticos y epigenéticos, así que no hay una edad que considere límite. Algunas personas de 90 años son tan agudas como pueden serlo; otras de 60 tienen importantes problemas para procesar la información.

En cuanto a cuándo debe jubilarse una persona, creo que es cuestión de evaluar sus facultades mentales y físicas con un escrutinio objetivo. ¿Todavía conserva sus sentidos? ¿Sigue funcionando su cerebro al nivel que crees que debería en este momento? Personalmente, me siento bastante cómodo en ambos casos.

Nunca pienso en la jubilación.

El trabajo y el ejercicio me mantienen ocupado y sano

Fui atleta en la universidad, pero cuando me metí en medicina, me centré casi por completo en mi trabajo.

En 1979 se produjo un "terremoto vital" cataclísmico y mi padre murió de un infarto a los 60 años. Tuve que dejar la neurocirugía. Un día operaba el cerebro a pacientes con tumores y a la semana siguiente trabajaba en una área de descanso de camiones que mi padre le había legado a mi madre, llenando el depósito de camiones de 18 ruedas y preparando hamburguesas.

Pasó aproximadamente un año antes de que volviera a la neurocirugía. Estaba muy deprimido, tambaleante y apenas funcional.

Durante este tiempo, me di cuenta de que tenía mucho "éxito" en términos de autoridad y reconocimiento, pero había descuidado otros aspectos de mi vida.

Un día, un amigo me llamó y me dijo: "Joe, tienes que salir a correr". Le contesté: "Tengo 9 kilos de sobrepeso y estoy muy deprimido", pero encontré un par de zapatillas y di cuatro vueltas a la pista del instituto. Estaba cansado y sin aliento, pero aquella noche ocurrió algo muy extraño. Dormí por primera vez en cuatro meses.

Fue un punto de inflexión para mí. Empecé a entrenar de forma cruzada. Me compré una bicicleta y aprendí a nadar. Luego me inscribí en un mini-triatlón. Se convirtió en mi estilo de vida. Probablemente, he hecho unos 80 triatlones, incluidos ocho Ironman.

Decidí que mi objetivo era morir "joven" lo más tarde posible.

Intento hacer ejercicio entre una hora y una hora y media al día, cinco o seis días a la semana.

El trabajo que hago, además del ejercicio, me permite utilizar el cerebro, lo que desarrolla la neuroplasticidad. En cierto modo, el cerebro es como un músculo; necesitas "usarlo si no quieres echarlo a perder". La investigación y el trabajo me mantienen plenamente ocupado. Interactúo con los demás y me planteo retos.

Me siento muy realizado con lo que hago ahora.