La tormenta económica perfecta causa estragos en el sector fotovoltaico: “Si queremos una industria propia, tenemos que proteger su desarrollo”

paneles solares

reuters

  • La producción de las placas solares sufre desde hace meses un proceso de reestructuración tras el aumento de la oferta china y el descenso de la demanda. 
  • "Las mayores disrupciones se están produciendo por la reducción de costes", explica el experto de APPA renovables Javier Lázaro.   

La tormenta económica perfecta está causando estragos en el sector fotovoltaico español y europeo desde hace meses, y el futuro es cada vez más oscuro. La importación masiva de placas solares chinas, el descenso de la demanda de nuevas instalaciones y la desaparición de subvenciones del fondo Next Generation de la Unión Europea están forzando al sector a reestructurarse: cierran empresas, otras se desplazan a Estados Unidos y los despidos están a la orden del día

“Las mayores disrupciones se están produciendo por la reducción de costes”, explica Javier Lázaro, de la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA Renovables), una asociación que reúne a las empresas de energías renovables españolas. 

La batalla de China por hacerse con todo el mercado de placas solares está desequilibrando el mercado. Su estrategia de bajada drástica de los precios y la reducción en la exportación de tierras raras (necesarias para la fabricación de las placas) hacen cada vez más difícil su producción a nivel europeo. 

China se está comiendo el mercado global

Un informe de Wood Mackenzie aseguraba a finales de noviembre que China ha invertido 130.000 millones de dólares en la industria solar, con un resultado claro: el país asiático tiene el 80% de la cuota de mercado mundial de capacidad de producción de placas solares. 

Su capacidad de producción ya es muy superior a la del resto de grandes productores y en 2023 ha exportado un 34% más de placas solares que en 2022, según datos de Ember, un think tank especializado en energía renovable. 

“El sector está acostumbrado a la reducción de costes. Se han reducido un 90% en los últimos 12 años. Pero este proceso se ha acelerado en 2023, lo que ha provocado una fuerte caída de los precios”, sostiene Lázaro. 

La empresa suiza de fabricación de placas solares, Meyer Burger, anunció recientemente que “está lista para cerrar” su fábrica de Freiberg, en Alemania, para centrarse en aumentar su producción en Estados Unidos. 

Un edificio agrícola con el techo lleno de placas solares.

Allí, ya existen políticas desplegadas a nivel nacional para proteger la fabricación. La Ley de Reducción de la Inflación (IRA en inglés), a través de su mecanismo para la descarbonización de la economía, ha puesto a disposición de las empresas estadounidenses créditos para la producción y promociona con incentivos fiscales la compra de piezas fabricadas allí. 

Todavía les faltan suministros como obleas, células solares o vidrio que tienen que importar, pero tienen un plan claro para desarrollar la producción nacional. “Si queremos una industria propia, tenemos que alentar y proteger su desarrollo”, defiende Lázaro. 

Jorge Morales, ingeniero industrial y director del medio especializado Próxima Energía, cree que Europa necesita un plan parecido. “Si no establecemos algún tipo de ventaja competitiva para favorecer la fabricación europea, no va a haber más remedio que echar a las fábricas. Hay que apoyar con subvenciones el producto que haya sido fabricado en Europa”, asegura Morales, porque en costes es imposible ganar al país asiático. 

Aranceles no, subvenciones focalizadas

La Comisión Europea ha planteado la imposición de aranceles, pero la medida no ha sentado bien el sector. Walburga Hemetsberger, directora ejecutiva de SolarPower Europe, la patronal europea de la energía solar, dijo que estaban “horrorizados por los rumores de que se podría iniciar una investigación de defensa comercial sobre la energía solar”. 

Desde el sector proponen otras medidas como garantías estatales y líneas de crédito para los fabricantes europeos, además de ajustar y prolongar las normas de ayuda estatal. 

“Las subvenciones deberían tener en cuenta la procedencia del producto”, defiende Morales. En vez de una ayuda generalizada para los usuarios que quieren poner placas solares, sería más efectivo para proteger el mercado nacional si estas ayudas se ligan a que el productor de las placas sea europeo. “Francia ya lo está haciendo”, subraya el experto. 

Ahora mismo, las empresas encargadas de la instalación no pueden comprar placas europeas. Sus precios son prohibitivos comparados con las que vienen de China. “El instalador no puede permitirse comprar productos españoles porque el precio final se le encarece muchísimo”, dice Morales, y añade que las placas que vienen de allí son competitivas también en cuanto a servicio al cliente, garantía de calidad y monitorización. 

Imposible competir. 

Desde APPA Renovables, Lázaro no es tan negativo con respecto al futuro. “Los fabricantes europeos tienen un gran reconocimiento internacional, no compartimos esa visión tan pesimista sobre el sector. Si Europa quiere tener una industria potente, especialmente en un mercado que supera los 350.000 millones de dólares anuales, como es el de las renovables, debe apostar por proteger y por impulsar a sus empresas”. 

Cuellos de botella en la concesión de permisos

Aunque la empresa tenga las placas solares listas para instalar en un terreno, los problemas no se acaban ahí. La Administración no ha sido capaz de adaptarse a la gran demanda de instalación de nuevas plantas. Analizar las peticiones de los proyectos solares y eólicos para obtener la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) y otros permisos tiene a las autoridades colapsadas. 

“Las autorizaciones para sacar adelante un proyecto fotovoltaico en España son muy lentas. Cuesta mucho sacarlo adelante. Normalmente, la tramitación de un proyecto grande lleva cinco años, aunque la construcción solo lleva seis meses”, asegura Morales. El resto es conseguir los papeles para poder realizar la instalación, una dificultad que impide acelerar la transición ecológica y los objetivos marcados por la Agenda 2030. 

La pandemia marcó un antes y un después. Impulsó una tendencia que ya existía, pero que se consolidó tras el encierro pandémico, la creciente conversación sobre el cambio climático y la guerra de Ucranio, que disparó los precios de la electricidad. El cambio se vio de forma clara el año pasado: durante los primeros ocho meses de 2023 se produjo tanta energía de solar fotovoltaica como en todo 2022. 

Ahora la industria está pasando por un momento de regulación después del boom. Holaluz, empresa instaladora de placas solares, hizo en noviembre un ERE para despedir a 200 personas, el 27% de su plantilla. Justificaron la medida en la necesidad de “seguir con la adaptación a las necesidades reales y actuales del mercado”, y se quejó de “los tipos de interés elevados” que no favorecen la inversión y “la moderación de precios”. 

Esa situación ha provocado una caída del mercado entre el 25% y el 50%, aseguraba la compañía. Por eso, las empresas están pidiendo ayudas europeas y españolas para mantener una industria que se tambalea. Como defiende Lázaro: “No se trata de impedir el desarrollo de terceros, solo de cuidar el propio”. 

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