El mandato de volver a las oficinas parece más bien una estrategia para que los CEO, obsesionados con el trabajo, recuperen su poder sobre los empleados

Hasan Chowdhury,
Sarah Jackson
| Traducido por: 
David Solomon, CEO de Goldman Sachs.
David Solomon, CEO de Goldman Sachs.

Danny Moloshok/Reuters

  • Los jefes que permitieron el trabajo totalmente a distancia durante la pandemia ahora quieren que los trabajadores vuelvan a la oficina.
  • Los expertos afirman que las órdenes de volver a la presencialidad proceden de ejecutivos de primera línea, a menudo hombres, que dan prioridad al trabajo sobre la conciliación de la vida laboral y familiar.
Análisis Faldón

Fue bonito mientras duró. Ahora todos los jefes están obsesionados con que sus empleados regresen a trabajar a las oficinas.

Grandes empresas como Goldman Sachs, Meta y Zoom están presionando, en distintos grados de severidad, para que los empleados vuelvan físicamente a las oficinas, poniendo fin a la tendencia con la que los trabajadores podían trabajar desde donde quisieran.

Goldman Sachs ya ha avisado a sus trabajadores de que tienen que estar en la oficina 5 días a la semana, sin condiciones. Las tecnológicas han tomado la iniciativa. Por ejemplo, el incumplimiento de la política de 3 días a la semana que Mark Zuckerberg ha impuesto en Meta conlleva ahora la amenaza de despido. Y es probable que otros le imiten.

¿Por qué?

"Ahora mismo el mercado laboral es más flexible y hay más talento que aún no ha sido fichado, por eso, creo que los empresarios piensan que podrán salirse con la suya", explica a Business Insider Grace Lordan, profesora asociada de Ciencias del Comportamiento en la London School of Economics. 

Las compañías se sienten fuertes al adoptar un planteamiento del tipo "si te gusta bien, si no te gusta, contratamos a otro". 

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Un cierto tipo de CEO —en su mayoría hombres que pasan de largo la mediana edad, según Lordan— recurren a este método de "mando y control" para reconstruir una base de empleados que se ajuste a su idea de productividad y diligencia.

"Para este determinado grupo de personas representadas en todos los sectores, la creencia de que la presencialidad es productividad, es perfectamente racional: si alguien no quiere venir a la oficina significa básicamente que no es alguien que quiera añadir valor a la empresa", añade Lordan.

Elon Musk tiene muy claro que quiere que los trabajadores de sus empresas, desde X (Twitter) a Tesla, estén presentes en la oficina, ya que ha llegado a calificar el trabajo a distancia de "moralmente incorrecto".

"Para la mayoría de los empleados, el trabajo es parte de la vida, pero no toda ella", explica el economista de Stanford Nick Bloom. "Estos CEO de élite probablemente trabajan más de 100 horas a la semana y están mucho más centrados en el trabajo". Los mandatos simbolizan la aguda desconexión que existe ahora mismo entre la forma en que los CEO y los empleados conciben el trabajo.

Todo forma parte de una búsqueda más amplia de poder. Varias empresas que se beneficiaron de un auge pandémico del negocio, sobre todo en el sector tecnológico, se lanzaron a la contratación masiva y una de sus consecuencias fue la Gran Renuncia, cuando los trabajadores renunciaron sus puestos a cambio de mejores condiciones.

Con el teletrabajo como colofón, los trabajadores de cuello blanco disfrutaron brevemente de una autonomía sin precedentes a la hora de decidir cómo y dónde trabajaban.

Para los directores ejecutivos, ahora se trata de "ellos contra nosotros", añade Bloom, lo que contrasta fuertemente con el impulso de la época de la pandemia hacia un liderazgo amable y empático.

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Esa actitud significa que determinados tipos de empleados saldrán perdiendo, y es probable que los mandatos de regreso a la oficina también perjudiquen a la diversidad si se aplican estrictamente.

Por regla general, las mujeres con hijos pequeños tienen "preferencias muy fuertes" de quedarse en casa y están en contra de ir a la oficina 5 días a la semana, asegura Bloom, mientras que los que se trasladaron lejos de las zonas caras durante la pandemia también pueden ver esta obligatoriedad como un desincentivo para seguir en la empresa. 

"Las tasas de abandono del trabajo son más elevadas, pero no se distribuyen uniformemente", afirma Bloom.

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