Por qué en realidad no hay ninguna epidemia de soledad

| Traducido por: 
Epidemia de soledad de Estados Unidos.

Iana Kunitsa/Getty Images, Abanti Chowdhury/BusinessInsider

  • Tanto la principal autoridad sanitaria en el gabinete del Gobierno de Joe Biden como las startups de salud mental han diagnosticado mal el problema de Estados Unidos.
  • La realidad es que, según muestran diversos estudios, no se sabe lo suficiente sobre la soledad y la sensación de los ciudadanos como para hablar de epidemia.

En Estados Unidos se podría decir que el doctor Vivek Murthy, la principal autoridad sanitaria en el gabinete del Gobierno de Joe Biden, es el 'doctor soledad'. Desde 2017, la 'epidemia de soledad' de Estados Unidos es el centro de su agenda de salud pública. Ha escrito varios artículos de opinión y un libro superventas y aparecido en docenas de programas de noticias y podcasts advirtiendo sobre las terribles consecuencias de este azote mortal.

El pasado mes de mayo, Murthy habló de su preocupación más urgente hasta la fecha, un aviso oficial titulado Nuestra epidemia de soledad y aislamiento. En sus 80 páginas, Murthy desgrana el alcance de esta enfermedad y la necesidad de detenerla. "Si no lo hacemos", escribe, "seguiremos destruyéndonos hasta que ya no podamos mantenernos en pie como comunidad o país".

Con el informe, se dispararon los titulares: "La soledad alcanza niveles epidémicos y está matando a los estadounidenses", USA Today; "Esta epidemia de aislamiento es tan perjudicial como fumar", Bloomberg; "La epidemia de soledad en Estados Unidos llega a la restauración", The Atlantic. Business Insider publicó el año pasado una serie de reportajes sobre la soledad moderna hablando de epidemia, entre ellos uno que escribí yo misma

En los últimos meses, varias personalidades se han alzado para luchar contra este brote de soledad. Hillary Clinton argumenta que la soledad ha hecho a los votantes estadounidenses más vulnerables al extremismo político y ha desempeñado un papel en su derrota frente a Donald Trump. El senador demócrata Chris Murphy, del estado de Connecticut, presentó un proyecto de ley para crear una estrategia nacional de lucha contra la soledad. La doctora Ruth, toda una eminencia como terapeuta sexual y socióloga, fue nombrada a sus 95 años primera "embajadora de la soledad" del estado de Nueva York.

Por otra parte, ha nacido todo un sector de nuevas startups financiadas por capital riesgo para salvarnos del problema. Ofrecen apps y experiencias que abarcan desde viajes internacionales en grupo para mujeres millennials hasta un "centro comunitario 2.0" con sede en Brooklyn que ofrece meditación en grupo y ejercicios de movimiento. 

Pero hay un problema: la epidemia de soledad no existe.

"Epidemia" describe una enfermedad que se propaga, a menudo en un corto periodo de tiempo. Sugiere que algo es mucho peor hoy que en el pasado. Aunque está claro que millones de estadounidenses se sienten solos y aislados, no está claro que el problema sea más grave ahora que antes. Un metaanálisis de 2021 (citado en el informe de Murthy) descubrió que las tasas de soledad autodeclaradas entre los adultos jóvenes no han dejado de aumentar desde la década de 1970. No obstante, el sistema de medición a lo largo del tiempo se ha mostrado incoherente y confuso. Incluso los autores advierten en su metaanálisis que "el término frecuentemente utilizado de 'epidemia de soledad' parece exagerado". 

Sencillamente, no sabemos lo suficiente sobre la soledad como para calificarla de epidemia.

Para muchos estadounidenses, la soledad puede estar disminuyendo. Un reciente estudio revisado por expertos concluye que los ciudadanos de mediana edad afirman sentirse menos solos que hace 20 años. "A pesar de que los medios de comunicación y el diálogo público retratan la soledad como un problema cada vez peor, se sabe poco acerca de cómo la prevalencia de la soledad ha cambiado con el tiempo", escribieron los investigadores. Una encuesta de Gallup de 2023 revelaba que las tasas de soledad en EEUU han disminuido de forma constante desde el punto álgido de la pandemia. Otro estudio de la Universidad de Michigan (también publicado meses antes del informe de Murthy) concluía que los estadounidenses de entre 50 y 80 años tienen muchas menos probabilidades de sentirse solos ahora que en 2020. 

Apple Vision Pro.

Eric Klinenberg, profesor de Sociología de la Universidad de Nueva York, considera "desconcertante" que dirigentes de la sanidad pública como Murthy no "celebren públicamente la mejora" y estudien cómo y por qué se ha producido. "Imagina que eres un dirigente público que se enfrenta a una epidemia de sida y ves un descenso del 20 o 25% en la prevalencia de la enfermedad en un periodo de dos años. ¿No llamarías la atención sobre el éxito del proyecto y tratarías de explicar realmente cómo hemos hecho descender las cifras?", reflexiona.

Julianne Holt-Lunstad, catedrática de Psicología de la Universidad Brigham Young y redactora científica principal del informe, afirma que la soledad está lo bastante extendida como para ser motivo de gran preocupación. Pero incluso ella admite que no está claro si está empeorando. "La tasa exacta de prevalencia y si está aumentando o no es algo debatible", resume. 

Además, algunas de las consecuencias negativas para la salud que se advierten en el informe son cuestionables. "Murthy ha hecho sonar una alarma que no es tan claramente causal como muestra el informe", afirma Dave Sbarra, profesor de Psicología de la Universidad de Arizona cuya investigación cita el propio Murthy. "Algunas de las conclusiones van más allá de los datos existentes", critica. En concreto, la afirmación de un gráfico del informe de que "la falta de conexión social es tan peligrosa como fumar 15 cigarrillos al día" es "terriblemente engañosa". 

Murthy no ha querido hablar conmigo para este reportaje. Su oficina me dijo que apoyaba el informe y que seguía la definición de epidemia de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Sin embargo, hace solo cuatro años, el propio Murthy reconocía la incertidumbre en torno a los resultados sanitarios. Declaró al podcast Freakonomics que "aún estamos en las primeras fases de comprensión" de cómo afecta la soledad a nuestra salud. Aunque tenemos datos que demuestran una asociación, tenemos menos estudios que prueben la causalidad".

Lo más preocupante de todo, es que un diagnóstico erróneo sobre la soledad pueda llevarnos a tomar los tratamientos equivocados.

La mayoría de las soluciones propuestas por Murthy, políticos, influencers y startups tienden a centrarse en cómo debe reaccionar la persona que se sienta sola. "Responde a esa llamada de un amigo", escribe Murthy en el informe. "Di lo que verdaderamente sientes". 

Sin embargo, muchos expertos sostienen que la soledad y la desconexión social son síntomas de problemas más profundos, como la pobreza o la falta de acceso al sistema de salud. Llamarlo "epidemia de soledad", entonces, puede ser un poco como llamar al COVID "pandemia de estornudos". A Holt-Lunstad le preocupa que trabajar para eliminar la soledad sea "algo así como deshacerse del dolor sin abordar su causa". A medida que exageremos o malinterpretemos la soledad, será más difícil encontrar soluciones que realmente ayuden a los más vulnerables. 

Lo que necesitas saber para estar informado

Lo que necesitas saber para estar informado

¿Te gusta lo que lees? Comienza tu día sabiendo qué piensan y qué les preocupa a los ejecutivos de las principales empresas del mundo con una selección de historias enviada por Business Insider España a primera hora cada mañana.

Recibe la newsletter

La soledad es una afección moderna en la historia de la humanidad, y sigue estando mal definida y mal medida.

Antes del año 1800, la palabra loneliness apenas se utilizaba en inglés. Evolucionó a partir de la palabra oneliness, que significaba "solo" y no conllevaba la misma carga emocional. Muchos de los primeros americanos consideraban la soledad como una forma de acercarse a Dios. 

Con la industrialización y el secularismo occidentales, la sociedad empezó a ver la soledad como algo negativo, distinto a lo que había sido hasta el momento, sobre todo algo repugnante que había que evitar a toda costa. Pronto los vendedores empezaron a promocionar la tecnología como medio para aliviarla; un anuncio de Bell Telephone de 1912 presumía de que el teléfono "destierra la soledad". A mediados del siglo XX, la reflexión en torno a la soledad era una auténtica moda en boca de todos, desde los Beatles hasta el famoso sociólogo David Riesman. Y en 1978, psicólogos de la Universidad de California en Los Ángeles publicaron una serie de preguntas para una encuesta llamada Escala de Soledad, que casi 50 años después sigue siendo lo más parecido a una métrica estandarizada en Estados Unidos. 

Como cualquier experiencia subjetiva, la soledad es difícil de medir. A menudo se confunde con el aislamiento social (tener pocas relaciones e interacciones sociales), que puede medirse de forma más objetiva. "Puedes estar aislado y no sentirte solo, puedes sentirte solo y no estar aislado", resume Holt-Lunstad. El público utiliza el término soledad para describir un montón de otros fenómenos, incluidas las relaciones tóxicas. Recientemente, la Cámara de Comercio de Estados Unidos nombró a Washington DC la ciudad más solitaria de todo el país simplemente porque tiene la mayor proporción de hogares unipersonales, a pesar de los estudios que sugieren que las personas que viven solas en realidad socializan más que las casadas. 

La escala estándar de 20 preguntas sobre la soledad de la UCLA pide a los participantes que califiquen sus relaciones y sentimientos de conexión. Incluye preguntas como: "¿Con qué frecuencia te sientes parte de un grupo de amigos?" o "¿Con qué frecuencia sientes que nadie te conoce realmente bien?". Yo misma he respondido a la encuesta varias veces. Aunque siempre he obtenido una puntuación baja, lo que indica que no me siento especialmente sola, me he dado cuenta de que mis respuestas dependen en cierta medida de cómo me sienta ese día. Es más probable que diga que me siento aislada de los demás "a veces" si esa semana he trabajado muchas horas desde mi apartamento y no desde la oficina.

Aunque la escala está pensada para medir cómo se siente la gente en general, no hay una forma universalmente aceptada de utilizarla. De hecho, muchas encuestas utilizan una versión abreviada en la que solo se formulan tres preguntas. "El problema es que hay diferentes estudios que utilizan una forma distinta de la Escala de soledad de la UCLA o que la puntúan de forma diferente", afirma Holt-Lunstad.

La escala determina si el grado de soledad de alguien es bajo, moderadamente bajo, moderadamente alto o alto. Algunos estudios cuentan tanto los casos moderados como los graves (lo que da lugar a estudios que muestran que más de la mitad de la población se siente sola), mientras que otros se centran solo en los casos graves. Otros (a los que no se hace referencia en el informe de Vivek Murthy pero que se citan ampliamente en los medios de comunicación) abandonan cualquier tipo de estándar. "Hay muchísimas encuestas que se inventan preguntas sobre la soledad y no utilizan la escala de soledad de la UCLA ni ninguna otra escala validada", explica Holt-Lunstad.

Otro factor que complica las cosas: no toda la soledad es mala. Muchos psicólogos consideran que lo que denominan soledad transitoria es un sistema de alarma biológico saludable que, como el hambre o la sed, impulsa a una persona a reconectar cuando se encuentra aislada.

Los investigadores creen que lo realmente perjudicial es la soledad crónica, que tiende a autoperpetuarse y a ser destructiva. Sentirse solo con regularidad es "una forma de sesgo de información negativa, en la que las personas tienden a buscar pruebas que confirmen que están en la periferia social, prestan atención a la información negativa y se quedan atrapadas en esta especie de bucle", afirma Sbarra.

Pero la soledad crónica y transitoria tampoco están claramente cuantificadas. El informe de Vivek Murthy no explica la diferencia entre ambas ni ofrece medida alguna de ninguna de ellas. Como dice Klinenberg, "es como si tuviéramos una palabra para 'nieve' y tuviéramos que encontrar a los esquimales de la soledad". 

Aunque la "epidemia de soledad" sea una exageración, estamos convencidos de que es real, en parte porque estamos muy ansiosos por creer que las cosas han cambiado a peor. El psicólogo social Adam Mastroianni ha descubierto que creer en el declive moral a lo largo del tiempo es un rasgo atemporal de la psicología humana. Estamos predispuestos a aferrarnos a las noticias negativas que oímos hoy y a recordar recuerdos felices de ayer. Los intelectuales y los políticos argumentan, sin fundamento, que los estadounidenses son peores y están más tristes que nunca. 

"Ven cosas que han cambiado definitivamente (como que antes la gente no tenía smartphones y ahora sí) y asumen que saben lo que esos cambios implican para la experiencia humana. Pero se está subestimando hasta qué punto las personas se adaptan a los cambios de su entorno", dice Mastroianni.

Si la gente cree que algo ha empeorado recientemente, es más probable que crea que puede solucionarse. Así que enmarcar la soledad como una epidemia tiene sentido, según Mastroianni, si el objetivo es conseguir que el público se preocupe por un problema de antaño. "Los problemas nuevos parecen más urgentes. Hay un umbral muy bajo para que la gente reclame una crisis", señala el experto.

Además, la soledad es un tema atractivo, fácil de entender y de relacionar, y es en gran medida apolítico. Tanto los políticos republicanos como los demócratas dicen preocuparse por el tema, aunque propongan soluciones distintas. La Administración Biden no se enfrenta al tipo de reacción política que tiene cuando aborda otros problemas de salud pública, como la violencia armada o el COVID-19.

Soledad.

Pero más allá de la semántica, enturbiar el problema de la soledad y el aislamiento perjudica temas sociales más profundos. 

Como ha escrito Jill Lepore, Murthy tiende a señalar la soledad como la raíz de todos los problemas mentales, físicos y sociales. Su "argumento de que todo puede reducirse a la soledad" sugiere que trabajar la desconexión social es un cambio fundamental en el modo de vida de los estadounidenses, más que un conjunto de soluciones concretas a problemas como la pobreza y la discriminación. "No es una agenda política. Es una acusación contra la vida moderna", escribe.

Aunque en su informe esboza soluciones políticas para la soledad (invertir en infraestructuras sociales como bibliotecas y financiar más investigación científica), Murthy se centra en cambiar el comportamiento individual. Cuando habla en público, aconseja realizar actos de servicio, llamar a nuestros amigos en lugar de pasar tanto tiempo en las redes sociales y enviar mensajes de voz en vez de mensajes de texto. Habla de crear un movimiento para dar prioridad a la conexión social y de un "reto de conexión" en el que los ciudadanos midan sus interacciones sociales como los pasos de un Fitbit.

"Invertir en bibliotecas, parques, jardines accesibles y centros de mayores: eso es mucho más efectivo que contestar al teléfono cuando llama tu amigo"

El pasado mes de octubre, Eric Klinenberg pidió a Murthy que describiera qué soluciones colectivas, y no individuales, aliviarían la soledad. Pero la autoridad sanitaria se reafirmó en su lista de intangibles: la amabilidad, la generosidad, el servicio y la amistad eran sus principales soluciones. "El movimiento para reconstruir la conexión no es ante todo una cuestión de políticas, ni siquiera de programas. Se trata de una elección moral fundamental que tenemos que hacer sobre el tipo de sociedad en la que queremos vivir", dijo Murthy.

Murthy, la máxima autoridad médica de Estados Unidos, tiene razón al afirmar que la vida se ha vuelto mucho más atomizada y asocial, pero instar a la gente a que guarde sus teléfonos durante la cena no es el tipo de solución estructural que se busca en los responsables de salud pública, ni tampoco aborda la causa del problema. "Son cosas estupendas para las relaciones: sin duda ayudarían a las personas a sentirse más conectadas con quienes las rodean. Pero esto no es 'invertir en un mejor sistema sanitario para que la gente sepa que va a ser atendida si está enferma'", afirma Klinenberg

La atención y los recursos en el mundo de la salud pública son limitados, y exagerar la omnipresencia de la soledad podría distraer la atención de problemas políticos más profundos (los fallos del sistema sanitario, la deuda de los estudiantes y las dificultades en los colegios) que alimentan la soledad y siembran la desconfianza en las instituciones. No es de extrañar que los grupos más marginados de la sociedad, es decir, personas con bajos ingresos, enfermos, personas de color y homosexuales, sean los más expuestos a la soledad, según demuestran los estudios. Reconstruir la red de seguridad social y ampliar el acceso a los centros públicos de comunidad son soluciones clave para lo que Klinenberg llama no una epidemia de soledad, sino "aislamiento estructural".

"Me parece una especie de maniobra política. Invertir de verdad en bibliotecas, parques y jardines accesibles, centros de mayores, instalaciones deportivas y plazas públicas que funcionen como lugares de reunión será mucho más eficaz que contestar al teléfono cuando te llame un amigo", sentencia Klinenberg.

También existe el riesgo de que el alarmismo y la confusión sobre la soledad diluyan la influencia de las advertencias de los responsables de salud pública. En 2020, Jerome Adams, la entonces máxima autoridad sanitaria estadounidense, dijo a los ciudadanos que dejaran de comprar mascarillas porque no eran eficaces para detener la propagación del COVID-19, una afirmación infame. Más tarde, por supuesto, supimos que no era así. Después, por supuesto, el daño ya estaba hecho.

A pesar de toda la atención que ha suscitado la soledad y el aislamiento en Estados Unidos, para curar el problema, parece que el 'doctor Soledad' necesita una segunda opinión.

Conoce cómo trabajamos en Business Insider.