Fui profesor particular de los hijos de la élite Rusia hasta el estallido de la guerra de Ucrania: uno de ellos tenía su propio masajista

Cameron Manley
| Traducido por: 
Imagen de archivo de un niño con una tablet (no uno de los estudiantes rusos) y el Puerto de Mónaco.
Imagen de archivo de un niño con una tablet (no uno de los estudiantes rusos) y el Puerto de Mónaco.

Rebecca Nelson/Getty Images and John Harper/Getty Images

  • Fui profesor de los hijos de oligarcas y políticos rusos. Impartía las clases en áticos, yates y mansiones en la exclusiva periferia de Moscú.
  • El estallido de la guerra en Ucrania me hizo darme cuenta de lo aislados que estaban los niños. 

Este artículo se basa en los recuerdos de Cameron Manley, de 24 años, colaborador de Business Insider, que trabajó como profesor particular en Moscú y, tras la invasión a Ucrania por parte de Rusia, en Mónaco. Los nombres de los alumnos han sido modificados para proteger su identidad.

A finales de 2021, empecé a trabajar para una agencia internacional de clases particulares en Moscú. La agencia contaba entre su clientela con algunos miembros de la élite rusa, así que enseguida me vi inmerso en un entorno de jets privados, propiedades vigiladas y chóferes personales.

Trabajé en Moscú hasta la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, cuando me trasladaron a Mónaco.

Cobrábamos 150 dólares (unos 140 euros) por hora como mínimo por las clases, pero los tutores con más experiencia y aquellos que ofrecían clases más específicas para evaluaciones de colegios privados o exámenes de inglés se cobraban más caras.

Para ser profesor no requerían ningún tipo de titulación oficial, pero los padres solían estar dispuestos a pagar siempre que los tutores hablasen inglés nativo y tuviesen relación con el sistema británico de enseñanza privada o con alguna de las mejores universidades del Reino Unido.

Para muchas de estas familias, los 140 euros la hora eran calderilla, algo que podía apreciarse por los lugares en los que dábamos las clases: áticos en Mónaco, mansiones en Moscú y yates.

Exposición de yates de Mónaco.
Exposición de yates de Mónaco.

Mandoga Media/picture alliance via Getty Images

El dinero que la élite rusa estaba dispuesta a pagar a profesores particulares jóvenes e inexpertos era abrumador. Tenía conocidos que trabajaban cuidando niños y ganaban sueldos muy superiores a las seis cifras. A otros les ofrecían sueldos igualmente desorbitados por pasar los veranos dando clases en yates en lugares como San Bartolomé, en el Caribe, o navegando por todo el mundo.

El presidente ruso, Vladímir Putin, pronuncia un discurso durante el desfile militar del Día de la Victoria en la Plaza Roja, en el centro de Moscú, el 9 de mayo de 2023.

Daba clases en lujosas villas y áticos

Los niños a los que enseñábamos, de entre cuatro y dieciocho años, solían tener chóferes privados que los llevaban en Range Rovers o Mercedes-Benz con cristales tintados. En Moscú, muchas de nuestras clases tuvieron lugar en Rublevka, una finca vigilada por la élite en el oeste de la capital, donde el residente ruso Vladímir Putin posee una casa.

Muchos de los niños a los que enseñábamos vivían en un mundo totalmente distinto al que habíamos conocido. Un compañero mío daba clases extraescolares allí a un niño de ocho años llamado Iván. En una ocasión, su familia planeó un viaje de fin de semana para alejarse de la capital: "Espero que no haga mal tiempo para coger el helicóptero y no tener que conducir", me dijo.

También nos dedicábamos a la educación en casa de dos alumnos: Alexei, de 13 años, y su hermana pequeña, Elena, de 11. La primera vez que vi a Alexei, entró en nuestra oficina con unas zapatillas Balenciaga de 1.000 dólares (unos 900 euros) y un reloj que valía al menos cinco veces más.

Pero era un niño agradable, aunque, al igual que Iván, parecía algo desconectado de la realidad.

En una clase, se sorprendió al oír que no teníamos personal en casa que nos atendiera: "¿Hace siete meses que no te dan un masaje? A mí me dan masajes todos los días, tengo mi propio masajista", nos dijo.

Elena era menos comunicativa y no parecía disfrutar del fastuoso estilo de vida que llevaba. "Odio mi vida", solía decir.

Mis compañeros y yo nos preocupábamos cada vez más por su bienestar. No le gustaba dar las clases ella sola, quería estar con amigos en un colegio normal. Pero sus padres insistían. Parecía atada a la vida en la que había nacido.

Lo que necesitas saber para estar informado

Lo que necesitas saber para estar informado

¿Te gusta lo que lees? Comienza tu día sabiendo qué piensan y qué les preocupa a los ejecutivos de las principales empresas del mundo con una selección de historias enviada por Business Insider España a primera hora cada mañana.

Recibe la newsletter

El trabajo me sorprendía constantemente

En el trabajo conocí a dos tipos de padres: los que gastaban miles de dólares en sus hijos porque se preocupaban por ellos, y los que gastaban el dinero precisamente para no tener que pensar en sus hijos. Me dio la sensación que muchos de los padres eran de este segundo tipo.

Lo habitual era tener poco o ningún contacto con los padres, y tratar con las niñeras y los chóferes de los niños. Para muchos de los progenitores, prestarnos atención era sin duda un estorbo en sus lujosas vidas.

Una vez tuve que dar una clase en una villa costera de Saint-Jean-Cap-Ferrat, una zona exclusiva entre Niza, en el sur de Francia, y Mónaco. La casa estaba en una calle privada y entré por un gran portón automático plagado de cámaras de seguridad. Estaba distribuida en dos plantas, con piscina, gimnasio totalmente equipado, sauna y baño turco.

Mónaco.

Philippe Jacquemart/EyeEm/Getty Images

Cuando llegué, me dijeron que los niños, de cuatro y seis años, no habían terminado su sesión de entrenamiento personal y que tendría que esperar fuera, en la calle.

Al final, la niñera me dijo que me buscaría un sitio para sentarme "fuera de la vista", así que me metieron en un gran vestidor situado en el rincón más alejado de la casa. Los niños entraron una hora más tarde.

Algunos intentaron sacar a sus hijos de Rusia tras el inicio de la invasión

Cuando estalló la guerra en Ucrania, varias familias acudieron a nosotros en busca de plazas escolares para sus hijos en Occidente o en los Emiratos Árabes Unidos, adonde huyeron muchos rusos adinerados.

Dubai.
Dubai.

Jorg Greuel/Getty Images

Había una familia con tres hijos pequeños que buscaba colegios en Dubai.

Hablándonos en perfecto inglés por Zoom desde sus viviendas palaciegas, que podíamos ver por el fondo de los vídeos, parecían educados y brillantes. Más tarde descubrimos que eran nietos de un alto político ruso que había desempeñado un papel fundamental en el inicio de la guerra en Ucrania.

No se nos escapaba la ironía de que algunos de los que habían desempeñado un papel clave en ayudar a Putin a iniciar su brutal invasión estuvieran ahora intentando ayudar a escapar a sus hijos de Rusia.

Los niños solían hablar de política y de la guerra

Putin posa con estudiantes durante una reunión para el Concurso Maestro del Año de Rusia en el centro de educación infantil Sirius el 8 de octubre de 2015 en Sochi, Rusia.
Putin posa con estudiantes durante una reunión para el Concurso Maestro del Año de Rusia en el centro de educación infantil Sirius el 8 de octubre de 2015 en Sochi, Rusia.

Sasha Mordovets?getty

La empresa para la que trabajábamos nos había dicho explícitamente que evitáramos hablar de política con los alumnos, ya que el Gobierno estaba tomando medidas contra los manifestantes, y eso podría habernos puesto en peligro a nosotros y a los estudiantes.

Pero los críos sacaban el tema muy a menudo, y en sus comentarios se apreciaba la ideología que seguramente habían absorbido en casa. "Después de todo, Ucrania es nuestra", me dijo Alexei en una clase justo después de que comenzara la invasión en febrero.

Iván, refiriéndose a una foto de Putin, dijo una vez: "¡Es increíble! ¿No te parece increíble?". 

"Debería abrir una oficina en Kiev. Es precioso", me dijo irónicamente en otra ocasión uno de los padres.

 

Hubo pequeñas victorias

Enseñamos a muchos alumnos diferentes, pero solo una parecía darse cuenta de lo afortunada que era. Elizaveta, de 15 años, expresaba con frecuencia su descontento con la Rusia de Putin. "Estamos matando a miles de ucranianos inocentes. Es horrible", dijo una vez.

Esa semana la habían expulsado del colegio por teñirse el pelo y había pedido a sus padres que le reservaran algunas clases con un tutor para no retrasarse. Sus padres querían enviarla a un colegio privado inglés en septiembre.

"Lo mejor que puedo hacer ahora es irme de Rusia. Es la última opción que me queda. Quizá desde el extranjero pueda hacer algo bueno", me dijo.

Elizaveta era una anomalía, y la mayoría de las veces había que conformarse con pequeñas victorias. Recuerdo perfectamente haberles dicho a nuestros alumnos educados en casa que mis compañeros y yo habíamos decidido abandonar Rusia.

A Elena parecía que no podía importarle menos.

Pero Alexei se mostró realmente disgustado.

Era como si el prisma a través del cual veía el mundo se hubiera, si no roto, al menos arañado un poco.

Conoce cómo trabajamos en Business Insider.