"Hay que tenerle más miedo a la estupidez natural que a la IA": así ve el futuro de la tecnología de moda el ingeniero y experto Josep Maria Ganyet

Josep Maria Ganyet

Jordi Borràs Abelló, Catosfera / Wikimedia

  • El ingeniero Josep Maria Ganyet ha trabajado para empresas como IBM y Deutsche Bank y es especialista en IA desde hace años.
  • "Uno de mis mentores me dijo que hay que tener más miedo a la estupidez natural que a la inteligencia artificial", explica, escéptico sobre esta tecnología, a Business Insider España.

A sus 59 años, Josep Maria Ganyet, ingeniero informático con experiencia en gigantes como IBM y Deutsche Bank, pionero de internet, empresario y experto en IA, podría esconderse tras toneladas de jerga técnica inalcanzable para el común de los mortales. 

En vez de eso, ha escogido el camino de la claridad, lo que le ha convertido en una de las voces más interesantes del panorama tecnológico. Defensor siempre de opiniones propias alejadas de discursos trillados, es colaborador desde hace años de medios como Rac 1 y La Vanguardia.

Ganyet es además uno de los analistas que más y mejor ha reflexionado en España sobre cuestiones que atañen a la tecnología y las maneras de gobernanza que esta trae consigo. Lo ha hecho en libros como La democràcia mor al núvol (La democracia muere en la nube).

Convencido de todo lo bueno que puede traer consigo la tecnología, pero profundo conocedor también de todos los riesgos que trae consigo, Ganyet lleva tiempo advirtiendo sobre el papel que juegan ya las redes sociales en la conformación de ciertas corrientes de opinión.

Cuando, en el marco del Tech Spirit Barcelona, una convención tecnológica anual que reúne cada año en la ciudad condal a un buen puñado de expertos en tecnología, se sienta a hablar con Business Insider España, resulta inevitable empezar por donde empiezan casi todas las conversaciones hoy al hablar de tecnología: la IA.

"Los medios tenemos la gran responsabilidad de explicarla bien, porque parece que está todo dividido entre un optimismo exacerbado y un pesimismo que tampoco se justifica", empieza explicando Ganyet.

"No encontramos el punto medio. Hay quien dice, como Musk, que en un futuro esto será cosa de pulsar un botón y dar una renta universal a todos, y hay quien piensa que esto va a acabar con la civilización y con la democracia. A mí me gusta citar siempre a mi profesor Ramón López de Mántaras, uno de los que más sabe en Europa de esto. Él siempre dice que debemos temer más a la estupidez natural que a la inteligencia artificial. Y ojo, que de la estupidez natural hay mucho más".

En su opinión, existe ya un cierto ruido que hace que se estén confundiendo términos como la inteligencia artificial general y la específica: "Hay gente que habla equivocadamente de IA fuerte e IA débil y cosas así. Tenemos que contarlo bien. Tenemos que decir que esta es una tecnología que nos va a dar muchas muchas oportunidades, pero que también va a hacer sufrir a otra gente, como ha pasado siempre".

A su modo de ver, la IA ni siquiera hace que esta generación sea distinta al resto, como dicen muchos oráculos tecnológicos: "Mi abuela pasó de vivir en un pueblo donde no había agua corriente ni electricidad a conocer la penicilina y ver al hombre llegar a la luna. Fíjate qué cambio: de iluminarte por la noche con un quinqué a conocer la sanidad pública y no morir a los 50 de una gripe".

No, Ganyet no opina que los seres humanos estemos ante una tecnología capaz de sustituirnos, como se plantea también desde ciertos foros aceleracionistas. De hecho, plantea, ni siquiera se sabe si tal cosa es posible en un mundo en el que, por ejemplo, ni siquiera se conocen todavía todos los secretos del cerebro humano.

"Las tecnologías que realmente cambian el mundo son invisibles: la electricidad, internet, el 5G, la conectividad inalámbrica, el wifi... Si para entrar en el metaverso, otra tecnología que iba a cambiar el mundo, tengo que llevar unas gafas que pesan dos kilos, al final me las quitaré", explica Ganyet.

¿Dónde radica, por tanto, la principal novedad de la IA? Para Ganyet, la verdadera revolución de la IA ha venido con la generalización de su uso.

"La IA lleva ahí un tiempo, pero antes tenías que montarte tu programa con Python o utilizar una interfaz. Ahora, alguien que sepa usar WhatsApp lo puede usar. Personas mayores, niños... Es fantástico. Es una democratización de la tecnología".

Al decir estas últimas palabras, Ganyet se corrige: "Bueno, es más bien una generalización". 

Porque si alguien ha reflexionado sobre el verdadero significado de la democracia, es él: "No es una democratización porque estas herramientas al final están en manos de unas pocas personas a quienes la tecnología dará mucho poder. Siempre ha sido así".

Y eso que, al menos sobre el papel, la idea de muchos de quienes están detrás de estos avances es hacer un mundo mejor. Valga pensar por ejemplo en los orígenes de OpenAI, una empresa concebida en su día como una organización sin ánimo de lucro y como una entidad abierta por completo a la comunidad.

"Desde 2019, en OpenAI hay lucro y desde luego no son nada abiertos, con lo que el nombre resulta hoy bastante engañoso", recuerda Ganyet, que también guarda en la memoria los supuestos esfuerzos que Meta, antaño Facebook, hizo en su día por mejorar los debates que se daban en su plataforma.

"El metaverso fue el intento de respuesta de Facebook a Los papeles de Facebook", resume Ganyet sobre aquel episodio. 

Los papeles de Facebook, un conjunto de revelaciones que se filtraron hace años a los medios de comunicación, demostraron ante los tribunales que la empresa de Zuckerberg no solo no hizo nada por atajar los discursos de odio, sino que los fomentó por entender que estos aumentaban el tiempo que la gente pasaba en su plataforma.

De igual manera, también mostraron que la salud mental de los adolescentes que pasan horas y horas contemplando físicos irreales en Instagram no fue tampoco nunca una prioridad. Mucho antes que esto, Facebook se preguntaba también cómo conseguir que ellos pasaran más horas enganchados.

"Hace más de 10 años, un ingeniero que es un artista, Ben Grosser, sacó un plugin que eliminaba los likes de Facebook. No hay nada más sencillo para ellos que implementarlo al menos en usuarios de menos de 16 años para evitar ciertas dinámicas. No lo hicieron nunca y no lo harán", explica Ganyet.

A partir de aquí, la pregunta es obligada: ¿sucederá lo mismo con la IA?

"Estuve en algunos de los debates en el Parlamento Europeo sobre la AI Act [primera ley europea que regula la IA, recientemente aprobada]. Lo que no parábamos de repetir es que no podíamos cometer los mismos errores que con las redes sociales, que no se regularon hasta que no fueron ya demasiado grandes".

De la democracia del voto a la democracia del like

Asalto al Capitolio en enero de 2021.
Asalto al Capitolio en enero de 2021.

Tyler Merbler / Wikimedia

Con este propósito de enmienda ya en mente, hay expertos que piensan que la tecnología está abriendo en realidad una buena cantidad de puertas, oportunidades históricas que los seres humanos pueden aprovechar.

Uno de ellos es Aaron Bastani, que en su libro Fully Automated Luxury Communism: A Manifesto (Comunismo del lujo totalmente automatizado: un manifiesto) opina que, con las herramientas que existen hoy en día, sí que sería posible una justa distribución de los recursos.

Basta, explica Bastani, con poner toda la tecnología al servicio de algo que en realidad ya intentaron en el siglo pasado hombres como el expresidente chileno Salvador Allende: un socialismo de los datos en tiempo real. Nada de vagos planes quinquenales: economía social en vivo y en directo.

Pero el castillo de naipes teórico de hombres como Bastani se desmorona ante una realidad en la que las redes sociales, lejos de encender la chispa de un nuevo socialismo utópico, han traído consigo imágenes como las del asalto al Capitolio de EEUU en 2021.

Para Ganyet, es el resultado de pasar de la democracia del voto a la democracia del like.

"A mi generación se le dijo que, con los votos, cada cuatro años podíamos cambiar nuestro destino. Y nos lo creímos. Luego, vimos que con otro papel, el dinero, también podíamos votar. Finalmente hemos descubierto que con cada tuit, cada like y cada reseña que dejamos en internet, también cambiamos las cosas. Hasta cuando no hacemos nada y nos limitamos a ser geolocalizados lo hacemos".

En este contexto, explica el experto, han surgido infinidad de personalidades que se han dado cuenta de que en un mundo donde la atención está dispersa y la información llega fragmentada y descontextualizada, ellos pueden liderar las corrientes de opinión.

"El medio es el mensaje. Lo hemos visto con Trump y con Bolsonaro, y el último ejemplo ha sido Milei. Mensajes populistas pensados para las redes sociales, cortos, simples y rotundos para llamar la atención y quedarse los titulares. Estamos en una platocracia, o una videocracia, como lo quieras llamar".

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