Los médicos me diagnosticaron erróneamente durante 13 años, pero mi neurólogo finalmente encontró lo que tenía y me devolvió a la vida

Lindsay Karp
| Traducido por: 
Lindsay J. Karp headshot

Courtesy of Lindsay Karp

Miré por encima del hombro del médico mientras este señalaba unas manchas blancas en una resonancia magnética de mi cerebro. "Son zonas de desmielinización". Habló como si 13 años sin diagnóstico para la fatiga constante, el dolor y los problemas de movilidad, fueran solo un gran malentendido. 

"Tu líquido cefalorraquídeo muestra evidencias de inflamación. Se trata de esclerosis múltiple", afirmó. Sus palabras llenaron mi cerebro como las burbujas de un refresco agitado, ahogando mis pensamientos. La idea de que una simple prueba proporcionara la respuesta que me faltaba desde hacía 13 años, parecía un sueño. 

Lo había intentado todo hasta ese momento

En mi desesperación por un diagnóstico, llegué a coger vuelos de cuatro horas para conocer a otros médicos que pudiesen ayudarme. Las inútiles sugerencias de los profesionales que me habían tratado iban desde hacer ejercicio hasta la psicoterapia, pasando por bebidas mixtas como el Smirnoff con un chorrito de zumo de arándonos, como si eso pudiese detener el declive que mi cuerpo estaba sufriendo. 

A los 10 años de presentar los síntomas, pensé que jamás iba a recibir un diagnóstico final para lo que me pasaba y que tendría que vivir con dolor el resto de mi vida. Pero aquí estaba, en esta sala del médico, en un día diferente al resto. Era un día que nunca pensé que llegaría. 

El médico puso delante de mí un montón de medicamentos como si tuviese que elegir un plato de un menú. Había pastillas, inyecciones, infusiones y una larga lista de reacciones adversas y posibles efectos secundarios. Sentí miedo al mismo tiempo que un alivio abrumador. 

"¿Volveré a caminar con normalidad? ¿Podrán curarse estas lesiones? ¿Se me seguirán cansando las piernas sin realizar grandes esfuerzos?". Solté todas las preguntas que durante años se habían apilado en mi cabeza y sentí que llegaban al techo. La realidad es que llevaba mucho tiempo esperando un diagnóstico, pero me di cuenta de que no me había preparado para aceptarlo. 

Pensé en la vez en que tuve que pasar por una mamografía innecesaria porque el médico lo exigía. También recordé la vez que un facultativo me dijo que no había respuesta posible, mi cuerpo seguiría decayendo hasta que el mero hecho de que existir fuese una lucha. 

Una respuesta significaba un tratamiento y yo me lo merecía más que nada. 

 

Empecé a sentirme yo misma de nuevo

Volví muchas veces en los años siguientes a la consulta del médico que me ayudó para revisiones y para tomar una medicación que eliminaba las células B y calmaba mi enfermedad. Al igual que los 13 años en los que busqué un diagnóstico, el tiempo también fue pasando durante mis primeros años como paciente de esclerosis múltiple. 

Poco a poco, mi cuerpo se fue pareciendo a lo que era antes. Poco a poco, mis brotes se asentaron y mis capacidades volvieron a ser normales con el tiempo. Por fin pude reconocerme. 

Entonces, a principios de este año, este amable e inteligente médico anunció su jubilación. La estabilidad que había conseguido, gracias a asistir a su consulta, se vino abajo. 

7 pruebas médicas que deberías empezar a hacerte entre los 40 y 50 años

De repente, volví a sentirme perdida, como durante los años en los que no sabía qué me pasaba. Él me había dado todo lo que esperaba. Este hombre me había permitido tener una segunda oportunidad en la vida y ahora tenía que aprender a recorrer ese camino sin él. No estaba segura de cómo hacerlo. 

Han pasado 6 meses desde la jubilación de mi médico, pero pienso en él todos los días. Recuerdo su carácter bondadoso y su capacidad para pensar de forma innovadora. Estoy muy agradecida por el hecho de que el universo me conectara con él y le permitiera guiarme en el inicio de mi viaje de la esclerosis múltiple. 

El día de mi última infusión en su consulta, le entregué una carta en la que le agradecía haberme salvado la vida. Sin él, seguramente seguiría sin estar diagnosticada, sin poder caminar y sin fuerzas para seguir adelante. Sin él, mis hijos no tendrían a su madre. 

No mucha gente puede decir que su vida existe gracias a un buen ser humano. Yo sí puedo. Y nunca lo olvidaré. 

Conoce cómo trabajamos en Business Insider.