Cremas radioactivas y otros 9 productos de antes que hoy nadie en su sano juicio compraría

Anuncio que promocionaba un remedio hecho con cocaína para aliviar el dolor de muelas en los niños.
Anuncio que promocionaba un remedio hecho con cocaína para aliviar el dolor de muelas en los niños.

Hoy en día todo el mundo sabe que una exposición prolongada al arsénico puede causar cáncer, lesiones cutáneas, problemas de desarrollo, diabetes...

Y aunque el tabaco se sigue comercializando, seguro que no recomendarías a una embarazada a que fumasepara calmar los nervios.

En el pasado, las cosas eran muy diferentes. ¿A tu niño le dolían los dientes? Comprarías unas gotas de cocaína. ¿Quieres probar el nuevo cosmético llegado de París? Sería una crema literalmente radiactiva.

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Hasta que la ciencia no determinó los efectos perjudiciales de algunos elementos químicos, materiales o productos, muchas marcas o inventores, inconscientes de lo que hacían, comercializaron este tipo de peligros como si de pan o café se tratasen.

Aquí tienes unos cuantos ejemplos: 10 productos (y algunos servicios) peligrosos que hoy en día nadie compraría ni aunque el anuncio de turno lo protagonizara un súper famoso. 

1. Tabaco para calmar los nervios del embarazo

Anuncios tabacos

Hubo una época en la que no solo se animaba a las mujeres embarazadas a fumar, ¡los propios médicos les prescribían tabaco! Se creía que así se controlaba el peso del bebé, calmaba la ansiedad de las mujeres y, de paso, curaba las irritaciones de garganta o nasales que estas pudieran tener.

A decir verdad, por aquella época era habitual ver a médicos en los anuncios de tabaco. Las grandes tabaqueras empezaron a sentirse inquietas por los primeros detalles sobre los efectos perjudiciales de su producto estrella, así que contrataban a especialistas en la salud para asegurar a los consumidores que fumar era algo bueno (según explica History).

Aunque no llegaron a atreverse a promocionar directamente el tabaco como ayuda para el embarazo, algunas marcas realizaron conexiones sutiles entre ambos elementos. En el ejemplo de arriba, la marca Philip Morris compara la creación de sus nuevos cigarros a la sensación de haber dado luz a un infante.

2. Cremas de belleza radiactivas

Tho Radia

En 1933, en París apareció un nuevo producto de belleza que prometía mejorar la circulación, reafirmar la musculatura, reducir la grasa de la piel, tratar las arrugas... Fue el debut comercial de una serie de cosméticos llamados Tho-Radia porque incluían torio y radio, 2 elementos radiactivos.

Hoy en día, a nadie se le ocurría ponerse un poco de radiación en la cara, pero en los años 30 los peligros al respecto aún eran desconocidos. 

"Antes de que la gente empezara a temer la radiactividad, lo único que se sabía era que contenía energía", explica Timothy J. Jorgensen, profesor de medicina de radiación de la Universidad de Georgetown, para CNN

"Se suponía que esa energía por ejemplo era genial como dentrítico, o que te daba una expresión literalmente radiante si lo usabas de crema facial. Pero nada de eso acabó siendo verdad". Y pese a que estas promesas milagrosas se fueron desmitificando, los cosméticos Tho-Radia se hicieron peligrosamente populares.

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Los productos radiactivos se expandieron: pronto surgieron pintalabios, aceites, sopas, supositorios, hojas de afeitar, bebidas energéticas e incluso preservativos.

Precisamente la bebida energética más popular de esta gama fue Radithor, que consistía en agua destilada con pequeñas cantidades de radio. Su eslogan era "Una cura hasta para los muertos" y prometía sanarlo todo, desde la diabetes hasta la impotencia sexual.

Se sabe que esta bebida mató a un famoso abogado y atleta estadounidense: Eben Byers. Debido a su popularidad, todos sabían que Byers bebía 3 botellas de Radithor diarias. Murió en 1932 y el titular del Wall Street Journal lo dice todo: "El agua radiactiva le fue bien hasta que se le cayó la mandíbula".

3. Coca Cola con cocaína

latas de Coca Cola

Sí en tu infancia eras de los que pensaban que la Coca Cola se llamaba así porque inicialmente llevaba cocaína... pues tenías razón. ¡Punto para tu yo del pasado!

Tal y como apunta Business Insider, esta mítica bebida fue creada por un farmacéutico llamado John Pemberton. A finales del siglo XIX, la ciudad de Atlanta estaba pasando por una corta era de prohibición de bebidas alcohólicas. Así que Pemberton respondió a la situación creando un vino falso que contenía sabores de fruta, extractos de nuez de kola y hojas de coca.

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Y de esta forma, nace la Coca Cola. En su fórmula original, incluía una cantidad significativa de cocaína. Esta primera iteración duró poco: en 1903 fue retirada y la cocaína desapareció de la fórmula secreta. La bebida sigue usando extracto de hojas de coca para mantener su sabor, pero la marca retira todo atisbo de cocaína. 

Pero la cocaína no solo se utilizó en bebidas. Por ejemplo, se comercializaron unas gotas de cocaína cuyo objetivo era ayudar a los niños a aliviar sus dolores de muelas. En aquel momento los padres no sabían al peligro al que exponían a sus pequeños, claro está.

También existieron pastillas de cocaína que se hicieron tremendamente populares porque ayudaban con dolores de garganta y otros problemas bucales. Era habitual que cantantes famosos de la época se tomaran muchas de estas pastillas para preservar su voz.

4. Jaulas externas para que los bebés se aireen

¿Cómo reaccionarías si, paseando por la calle, alzaras la vista y vieras a un bebé metido en una jaula precaria que podría caerse en cualquier momento? Seguramente irías a sermonear a sus padres por tomar esa decisión, pero en el pasado habrías comprado este producto para tus propios niños.

En 1894, uno de los libros más populares sobre el cuidado de bebés era The Care and Feeding of Children, del doctor Luther Emmett. El ensayo recomendaba fervientemente airear a los niños. Es decir, dejarlos expuestos a la intemperie.

Se creía que airear mejoraba la habilidad de los bebés a resistir resfriados y que en general les ayudaba a estar más sanotes. En otras palabras: los buenos padres eran aquellos que exponían a sus niños a temperaturas bajas.

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Poco tiempo después, Eleanor Roosevelt, antes de ser Primera Dama, se tomó eso de airear al pie de la letra. En 1906 cogió una jaula que había comprado para las gallinas y la modificó para convertirla en un parque infantil que colgó afuera de su ventana.

Ese gesto de Roosevelt inspiró en 1922 a Emma Read, que patentó la jaula para bebés portátil. "Es bien sabido que los padres tienen muchas dificultades para airear a los niños y criarlos adecuadamente en ciudades tan pobladas", explicó Read en su patente (a través de All That's Interesting).

"El objetivo de este invento es dejar a los niños y bebés suspendidos en el exterior del edificio a través de una ventana abierta".

En 1930, las jaulas portátiles se popularizaron tanto que era normal alzar la vista y ser saludado por un bebé inconsciente de la situación.

Lo más increíble de esta historia es que no ha quedado registrada ninguna muerte debido a este producto. Su final, a mediados de siglo, se produjo por una renovada mentalidad de lo que significa ser buen padre (y gracias a que estos se preocupaban de que la polución del tráfico afectase a sus niños aireados).

5. El mortal amianto como decoración navideña

Amianto

Es bien sabido por casi todo el mundo que el rodaje de la película El mago de Oz fue todo un infierno, hasta el punto que ya es imposible verla con ojos inocentes. Pues aquí tienes otro pequeño trauma que añadir a la colección de anécdotas sobre su producción: ¿recuerdas la nieve que aparece en la peli? No es nieve real. Es amianto.

Este responsable del mesotelioma, un cáncer mortal, era usado en el pasado como nieve artificial en todo tipo de decorados navideños. Los estudios cinematográficos y de televisión no tenían reparo alguno en usar el amianto. Sin ir más lejos, RTVE fue una de las que utilizó este material durante los años 70 y 80 cada vez que se necesitaba mostrar nieve (a través de Nius Diario).

Pero el uso de amianto como nieve artificial no quedó relegado al mundo televisivo: se acabó comercializando para que las familias pudieran colocarlo en el árbol o en otras decoraciones para tener una Navidad blanca en casa.

6. Arsénico tóxico para el cutis

Arsénico

El arsénico es un semimetal que hoy en día se ha reconocido como extremadamente tóxico, además de ser el veneno preferido de muchos asesinos en novelas de Agatha Christie y compañía.

Aunque en el siglo XIX la sociedad era ya consciente del peligro del arsénico, se consideraba que unas pequeñas dosis no iban a hacer daño a nadie. Como resultado, se acabó usando para casi todo. 

Por ejemplo, las damas victorianas compraban obleas de arsénico que blanqueaban la piel. Y es que estaba muy mal visto que una mujer de clase alta tuviera la piel bronceada: significaba que había trabajado, ¡y eso de trabajar era cosa de pobres!

El arsénico también fue usado para condimentar comida, veneno para ratas, medicina... pero quizás su función más desconocida sea la decorativa. Y es que también se utilizaba como pigmento para los tapices y el papel pintado.

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En concreto, fue el químico Carl Wilhelm Scheele el que descubrió el primer pigmento verde de arsénico en 1775 (según explica el blog del Museo de Arte de San Luis). Después de dar con otras variantes, logró introducir con éxito el arsénico en el mundo de la pintura y de la decoración hogareña.

La sociedad de aquel entonces se vio atraída por este peligroso componente debido a que lograba dar a los tapices un toque natural muy vívido; daba la sensación de estar paseando por un parque en lugar de estar encerrado en casa. 

A finales de 1860, después de muchos informes sobre muertes misteriosas de niños pequeños, y de familias enteras, los médicos lograron entender los efectos dañinos del arsénico como pigmento y se prohibió su uso.

7. Ermitaños reales para los jardines

Ermitaño

En las películas y en la ficción, cuando el protagonista tiene un dilema moral o está en un atolladero, suele aparecer de repente un anciano sabio que le da el consejo magistral de turno que acelera la trama hacia su clímax.

¿Te imaginas pasear por tu jardín y toparte con un anciano consejero? Pues eso era precisamente lo habitual en los jardines de los adinerados durante el siglo XVIII.

En aquella época, sobre todo en Reino Unido, se hizo muy popular tener una cueva en el jardín o en los terrenos señoriales. La función principal de estos lugares era meditar y reflexionar; alejarse del cada vez más bullicioso mundo industrializado. 

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Como resultado, a los ricos del momento se les ocurrió decorar estas cuevas con ermitaños. No: no eran estatuas como los enanos de jardín actuales. Eran ermitaños de verdad. Gente a la que se le pagaba para vivir dentro de las cuevas o alrededores y representar una vida de contemplación y aislamiento.

Algunos de estos ermitaños eran meramente decorativos por así decirlo; se miraban, pero no se tocaban. Otros, no obstante, debían estar disponibles por si los invitados necesitaban consejo. Se les animaba a ser instruidos, a leer y a meditar de verdad todo lo posible para resolver toda clase de dilemas.

Hoy en día a nadie en su sano juicio se le ocurriría apostar por esta forma idílica de esclavismo. Aunque algunos de estos ermitaños estaban bien pagados, la realidad era más cruda que la idea conceptual, hasta el punto que acabó siendo considerado uno de los peores trabajos de esa época según una serie documental del Canal 4 británico enfocado en este tema.

8. Mandar bebés por correo

Bebés por correo

Hubo un tiempo en Estados Unidos en el que hubiera sido normal encontrarte a un bebé entre las facturas que te había dado el cartero

El 1 de enero de 1913, el Departamento Postal de Estados Unidos admitió el envío de paquetes. Hoy en día es algo habitual, pero en aquel momento fue una novedad que permitía mandar todo tipo de utensilios, como ollas, paraguas u horcas.

El problema es que en los documentos iniciales sobre este servicio no se especificó qué se podía mandar y qué no. Solo se aclaraba cuánto se debía pagar en sellos según el peso del paquete. Así que los bebés más livianos podían ser mandados a un módico precio, ideal para que los abuelos pudieran ver a sus nietos mientras los padres estaban ocupados con sus cosas.

Precisamente ese fue uno de los casos registrados, según Thought Co. En 1913, un bebé de Batavia, Ohio, fue enviado a su abuela, que vivía a más de un kilómetro a distancia. Los padres pagaron 15 centavos para sellar al bebé, y aseguraron su trayecto por 50 dólares.

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Por suerte, ningún bebé fue extraviado o sufrió percances durante el poco tiempo que duró este servicio. Cuando llegaban estas extrañas peticiones, el Departamento Postal elegía a su personal de confianza e incluso permitía que los padres seleccionaran al transportista.

El viaje más largo en ese sentido tuvo lugar en 1915. Una niña de 6 años viajó desde la casa de su madre en Pensacola, Florida, hasta la de su padre en Christiansburg, Virginia: más de 1.000 kilómetros que prácticamente los pasó en el tren de mercancías y paquetes.

Lejos de sentir vergüenza al respecto, el servicio de correos se enorgulleció y lo consideró "una gran oportunidad para padres y familiares muy alejados los unos de los otros".

No obstante, a partir de 1915 este servicio llegó a su fin. Se renovó la documentación y quedó bien claro que no: no se podían mandar humanos por correo, aunque sean pequeños.

9. Jarabe de heroína para la tos

Jarabe de heroína

Si a finales del siglo XIX tu niño tenía tos o bronquitis, ibas a la farmacia más cercana y pedías que, por favor, te dieran el nuevo jarabe de heroína marca Bayer. No fue la primera en comercializar este opioide, pero su jarabe fue el de más éxito gracias a ser el sucesor de su práctica aspirina. Se cree, por cierto, que se decidió llamarlo heroína a secas para asociarlo con la palabra heroica.

El fármaco fue vendido sin problemas entre 1898 y 1910 como sedante para la tos y sustituto para la morfina, pues se pensaba que la heroína era menosadictiva. Hasta la Enciclopedia Británica la recomendaba (a través de Wikipedia):

"En la tos de la tuberculosis es de recibo utilizar pequeñas dosis de morfina, pero para esta enfermedad en particular es mejor reemplazarla con frecuencia por codeína o heroína, que alivian la tos seca sin los efectos narcóticos posteriores a la administración de morfina". 

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No fue hasta más tarde que se descubrió que la heroína se convierte en morfina cuando es absorbida en el hígado. Con el hallazgo, llegó el giro irónico: se acabó concluyendo que su adicción era incluso más intensa. Literalmente el remedio fue peor que la enfermedad.

Tras este descubrimiento, y numerosos casos de pacientes que acabaron siendo adictos a este jarabe para la tos, Bayer suspendió la producción de la heroína en 1913. No obstante, este opioide se siguió usando como terapia de reemplazo para los adictos a la cocaína y a la morfina hasta 1930. Y en Alemania se pudo seguir comprando heroína en farmacias hasta 1971.

10. Gasolina para el café descafeinado

Tomar el café en ayunas

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¿Alguna vez te has preguntado cómo se quita la cafeína del café? El proceso original era tremendamente peligroso, ya que usaba benceno, una sustancia tóxica que hoy en día se utiliza, entre otras cosas, como componente principal para combustible de coches.

Todo empezó con un accidente, como otras muchas invenciones. En 1905, Ludwig Roselius descubrió que parte de su envío de granos de café había quedado mojado por agua de mar durante su trayecto en barco. Pero descubrió que los granos mojados tenían menos cafeína que los secos.

En lugar de contentarse con usar agua marina para quitar la cafeína del café, Roselius buscó un método más rápido. Fue así como descubrió que la cafeína se disuelve en menos tiempo con el benceno.

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En aquel momento, no se sabía que el benceno, al ser inhalado, incluso en pequeñas cantidades, puede provocar irritaciones en el tracto respiratorio, dolores de cabeza, mareos, irritaciones en los ojos, en la piel... Una exposición más larga, o una dosis mayor, puede provocar problemas sanguíneos e incluso cáncer (a través de Scientific American).

Por suerte, ya no te debes preocupar por nada: ya no se emplea benceno en tu café mañanero y se apuesta por métodos seguros como, precisamente, un procesamiento con agua.

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