China, la fábrica de la moda mundial, está más debilitada que nunca pero tiene un plan para recuperar el pulso: dejar de ser un gran bazar

China

Reuters

Una nueva era en las cadenas de suministro del mundo textil se ha abierto paso. 

Al impacto del COVID-19, le siguió un parón productivo, especialmente en países como China, considerada la gran fábrica del mundo. 

Ningún gigante textil occidental y con notable dependencia de Asia quiso quedarse atrás y trató de buscar una alternativa refugio en localizaciones más cercanas. 

Como resultado, China ha perdido peso y países como Marruecos y Turquía —este último ya era una pieza fundamental en la confección de prendas vaqueras— han ganado esplendor. 

Pero ahí no acaba la historia: la pandemia cesó, pero las contrariedades no. La reciente invasión de Ucrania por parte de Rusia ha derivado en un contexto internacional cargado de tensiones.

A la progresiva subida de las materias primas y a un descontrolado precio de la energía, que llevan meses tensionando el margen de beneficio de las empresas textiles, se le añade una inflación histórica que anticipa una recesión

Y a las empresas le toca volver a virar y mirar a Asia para intentar aplacar la subida de precios y salvaguardar sus márgenes. 

China vuelve a ser clave, pero su rol no es el de siempre. Su economía está más debilitada que nunca pero parece haber dado con la fórmula para recuperar el pulso: dejar de ser el gran bazar de la moda mundial. 

El discreto intento de reducir la dependencia de China

Si durante años el acercamiento de la industria textil a Occidente eran sólo una buena intención, la crisis del coronavirus hizo del intento una necesidad. Pero romper del todo con China es imposible para el sector.

Turquía ha ido ganando terreno dentro de las cadena de suministro de las grandes firmas de moda.  Para la catalana Mango, es ya el segundo polo productivo, con 210 fábricas, solo por detrás de la todopoderosa China (263). Para Tendam, la dueña de Cortefiel, supone el sexto proveedor, con 22 de los 324 socios que tenía al cierre de 2020, según su última memoria disponible.

La otra cara de los resultados de Inditex: el aumento del nivel de inventario aprieta las tuercas de su joya logística y anticipa un cambio de modelo

Inditex, acostumbrada a ir un paso por delante de la industria, ya era antes de la crisis sanitaria uno de los gigantes que más fabricaba en cercanía —en torno al 60% de su producción—. 

De la memoria anual de 2021—ejercicio concluido en enero de este año—, se desprende que Turquía ya es el segundo clúster productivo, con 194 proveedores. Por detrás, le siguen Marruecos (173) y Portugal (151). 

Una fuente conocedora a la operativa de Inditex explica que la estrategia con Turquía pasa por invertir para acercarse a Portugal que, sostienen, se ha convertido en la punta de lanza en el ciclo corto, pero aún sigue siendo caro. España lo es aún más. 

Pese a esta reorientación, China sigue siendo el centro con 415 proveedores, un 23% más que un año antes. Lo mismo sucede con el número de factorías, que han aumentado en 298 puntos, hasta 3.035.

Fuera de China, entre el resto de núcleos productivos que han ido ganando notoriedad destacan India y Bangladesh, por delante de Pakistán, Vietnam, Camboya y Egipto.

China está más debilitada que nunca...

"El abastecimiento en Asia y la venta en los países occidentales sigue siendo la pregunta correcta en términos de costes pero, si hablamos de continuidad y flexibilidad, es otra cosa", explica en una publicación de LinkedIn Pau Almar, experto en moda.

"Muchos han sido los intentos por buscar alternativas pero hay que asumir que China es un centro importante y esto será difícil que cambie", dice Beatriz Irún, doctora en Economía y experta en el mercado chino.

Recuerda la profesora que, cuando en 2007, Vietnam entró en la Organización Mundial del Comercio (OMC), gran parte de la industria migró de China al país en busca de una mejor relación calidad- precio, pero la mayoría acabó volviendo una década después. 

"China es una prioridad", sostiene la experta. Y subraya que el país asiático ha aprendido a hacer las cosas bien y ha dado con la clave. "Tienen una industria auxiliar, algo muy importante y que en otras partes de Europa ha ido desapareciendo y que hace imposible la vuelta de la producción a Occidente", explica Irún. 

Pese a la importancia de China como país productor, el cambio de era y los desafíos que afronta son innegables: su posición frente al mundo está más debilitada que nunca y tiene que rearmarse.

El yuan chino se ha debilitado alrededor de un 8% frente al dólar en el último año y el país trata ahora de recuperar el pulso tras los estrictos confinamientos para frenar los últimos coletazos del COVID-19. 

...pero tiene la receta para rearmarse: dejar de ser el gran bazar

China parece tener clara la fórmula para sobreponerse: una metamorfosis acompañada de un nuevo rol en el tablero mundial. 

Antaño, explica Almar que ha pasado por puestos de dirección en Zara o Mango, se compraba absolutamente todo en China: "Ahora la tendencia macroeconómica es otra; ha dejado de ser hace tiempo de ser un sitio al que ir a comprar barato".

De hecho, explican fuentes del sector, en China ahora se compran productos muy complejos que en cercanía tendría un coste excesivo o, fundamentalmente, prendas exteriores —desde prendas con manga a abrigos— que, al tener un precio venta al público más elevado, permiten un mayor margen.

Almar explica que el país ha ido apostando más por el valor añadido y, aunque de forma aún discreta, también por la ecología. De hecho, las directrices de su presidente, Xi Jinping, giran ahora en torno a impulsar las energías limpias

 

Pero el viraje no solo pone en el centro a la ecología, sino también a la innovación constante. 

Un informe de Mckinsey&Company refleja esta pugna en el país: la de hacer que un enfoque en lo digital se traduzca en un mejor rendimiento financiero.

"La transformación digital para mejorar la eficiencia se está expandiendo a medida que se desacelera el crecimiento del mercado", sostiene el estudio, que no pasa por alto el cambio de roles: "Los minoristas se están centrando en la calidad de la mercancía para impulsar las ventas". 

Un avance que también comparte Irún, que explica que el país está inmerso en su hoja de ruta conocida como MIC25 —acrónimo Made in China 2025— en alusión al plan gubernamental chino y que contempla la digitalización de su industria productiva. 

"Son tecnológicamente los más avanzados", apoya Almar. La cuestión, continúa, es que el progreso conlleva un aumento de precios que se suma una mano de obra cada vez más cara. 

El camino no es nuevo. Un estudio sobre el mercado textil chino del año 2017 ya lo anticipaba, subrayando la capacidad de China en materiales textiles inteligentes —desde resistentes a la humedad o ignífugos— y la estrategia basada en sustituir el liderazgo en costes por la diferenciación. 

5 años después, las conclusiones sigue plenamente vigentes: el apetito innovador de China persiste. 

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