Europa busca su diplomacia tecnológica: por qué están en juego soberanía y derechos y en qué te afecta, según esta prestigiosa politóloga

Raquel Jorge Ricart, politóloga y experta en políticas tecnológicas públicas que trabaja en el 'think tank' Real Instituto Elcano.
Raquel Jorge Ricart, politóloga y experta en políticas tecnológicas públicas que trabaja en el 'think tank' Real Instituto Elcano.

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  • La politóloga Raquel Jorge Ricart detalla en esta entrevista con Business Insider España cómo está diseñando Europa su diplomacia tecnológica.
  • El Viejo Continente busca su espacio en la era tecnológica entre la Ruta de la Seda digital de la China tecnonacionalista o la potencia tecnológica consolidada que es EEUU.
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EEUU es hoy por hoy una potencia tecnológica. China, también, fruto de la estrategia tecnonacionalista que puso en marcha hace años. Europa es consciente de que se ha quedado algo rezagada. La exministra de Educación Pilar del Castillo, ahora eurodiputada, destacaba en Business Insider España las oportunidades que el Viejo Continente tiene para equipararse en la contienda.

También José Antonio Gil Celedonio, director de la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) destacaba hace unos días en esta web la necesidad de que España y Europa impulsen su soberanía industrial, una cualidad ligada a esa soberanía tecnológica. China, Japón y EEUU acaparaban en 2019 el 78% de las protecciones registradas sobre sistemas de inteligencia artificial en todo el mundo.

El pasado mes de marzo Europa presentaba sus planes de digitalización de cara a 2030. La Unión espera impulsar su soberanía tecnológica albergando la producción del 20% de los chips de todo el mundo en el Viejo Continente, entre otras medidas. Y en octubre del año pasado el comisario de Mercado Interior lanzaba una advertencia: ya se llegó tarde a la primera oleada de los datos, la de los datos personales. No puede pasar lo mismo con la oleada de los datos industriales.

Para todo ello, Europa está diseñando su diplomacia tecnológica. Una diplomacia tecnológica que tiene que responder, eso sí, a los intereses de un bloque efectivo. Cosa que, como tal, no existe todavía, lamenta la experta Raquel Jorge Ricart.

Jorge Ricart es politóloga. Figura en una lista de 35 jóvenes por debajo de 35 años elaborada por el think tank CIDOB con el apoyo del Banco Santander, es miembro del observatorio OdiseIA sobre el impacto social y ético de la inteligencia artificial, y forma parte de la European Leadership Network. Disfrutó de una beca Fullbright en la Elliot School of International Affairs de la George Washington University, donde se especializó en políticas tecnológicas.

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Admite que Europa está "intentando competir" en diversos temas, pero la experta considera que "falta realmente que haya un bloque". "Que dentro de la Unión Europea haya un bloque conjunto donde todos vayan a una con los mismos procedimientos, con la misma visión y con el mismo mandato". Para Raquel Jorge, "una cosa es consensuar estándares conjuntos" y otra es que "ante situaciones de crisis", "de tensión en lo geopolítico, todos los estados miembros vayan realmente de la mano".

Se trata de una cuestión incomparable, pero un buen ejemplo de cómo esa diplomacia tecnológica europea todavía está en construcción es la demora con la que se tardó en desarrollar e interoperabilizar las famosas aplicaciones de rastreo de contactos para frenar los contagios de coronavirus a mediados de 2020. Varios países miembros se vieron forzados a aceptar el marco que impulsaron Google y Apple de forma unilateral.

La sociedad debe conocer cómo impacta la tecnología en ella

¿Qué es la diplomacia tecnológica? "Es una cuestión que nos vamos a tener que preguntar todas y todos", abunda la politóloga. "Todavía no hay una definición fijada a nivel académico ni a nivel institucional, más allá de desarrollos que hayan podido hacer Dinamarca o Estonia. Eso te permite tener el beneficio de la duda y un margen de maniobra para definir cómo quieres que sea tu diplomacia tecnológica".

Por ejemplo, el caso danés: crearon la figura de un embajador tecnológico que abrió oficinas en Silicon Valley y en ciudades chinas. "Lo proyectaron con una visión económica bastante significativa, pero también desde el punto de vista de sus intereses nacionales: de seguridad, derechos humanos o intereses comerciales".

En la diplomacia tecnológica los estados ponen en juego sus capacidades comerciales y sus soberanías industriales y tecnológicas. "Pero no es solo soberanía. También es capacidad para actuar: saber proteger tus cadenas de provisionamiento en la Unión, reducir la dependencia, saber proyectar tus capacidades hacia el exterior, o alcanzar acuerdos comerciales pero también proyectos específicos de cooperación al desarrollo en tecnología, o de capacitación del sector público en lo digital, y lograr acuerdos marco entre países".

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Para eso, la aproximación a esta diplomacia tecnológica no puede ser solo desde un punto de vista comercial, si bien Raquel Jorge abunda que, por la propia naturaleza de la tecnología, esta debe "generar una confianza muy sólida, permanente y continuada con el sector privado". La diplomacia tecnológica se reduce a saber cómo gobernar la tecnología: "Hacer que la tecnología sea una aliada de la paz, de la seguridad y del impacto social positivo en la vida diaria de las personas".

Y para eso es indispensable que la sociedad civil "esté realmente concienciada". "Que adquiera técnicas para poder conocer cómo son los impactos de las tecnologías en su día a día. Porque la tecnología impacta en derechos y libertades fundamentales, y también en la protección de sus infraestructuras críticas". Los recientes ciberataques en EEUU a un oleoducto y a una depuradora de aguas lo demuestran.

Europa comienza a institucionalizar su diplomacia

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NicoElNino / Getty Images

Su experiencia en Estados Unidos le permite comparar cómo han evolucionado las políticas tecnológicas en el Viejo Continente y allí. "En EEUU el debate ha avanzado de una forma distinta. Es cierto que a nivel de política pública comenzaron antes. Pero muchas veces pensamos que todo el trabajo que las instituciones europeas están haciendo con las Big Tech es reciente, y en la década de los 2000 ya se plantearon escenarios de regulación con Microsoft", recuerda.

"En Europa se ha buscado ir por un frente de convertise en poder regulativo. En estos últimos años, las instituciones europeas se han dado cuenta de que es importante mirar la parte regulatoria, pero también la parte geopolítica y de posicionamiento". Ahí entra otra cuestión: la del poder blando.

El poder blando es un término acuñado por Joseph Nye, geopolitólogo de la Universidad de Harvard, en la década de los 90, según recuerda El Orden Mundial. "Es la habilidad de un Estado para persuadir a otros países evitando el uso de la fuerza o la coerción, valiéndose de medios más sutiles, como su cultura, su modelo social o sus valores políticos", resume el medio.

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"Hacer de la política tecnológica un aspecto más del poder blando", incide la politóloga entrevistada por Business Insider España. "La Unión Europea está bien valorada en ese aspecto porque ha sabido jugar muy bien ese poder. Ha sabido proyectarse al exterior". Pone de ejemplo el hub Digital4Development (D4D), con el que despliega colaboración al desarrollo con terceros países a través de sus tecnologías. "Está haciendo una especie de poder blando, aunque todavía no lo ha geopolitizado".

Mientras sigue construyendo esa diplomacia, en el marco europeo se están poniendo en marcha diversas iniciativas como EU Cyber Direct, una serie de ejercicios con cuerpos diplomáticos de estados miembros a los que se le ponen en difíciles tesituras, aunque simuladas: ¿cómo reaccionaría el cuerpo diplomático de un estado miembro frente al ciberataque sobre una infraestructura crítica de un país aliado, por ejemplo? 

A medida que esta diplomacia se cimenta, Raquel Jorge hace una importante matización: "Muchas veces se confunde diplomacia digital con diplomacia tecnológica. La digital sería el uso de las redes sociales y de las tecnologías para mejorar tu actividad diplomática. Por ejemplo, cuando embajadores y embajadoras usan Twitter. Después está la diplomacia tecnológica: busca gobernar las tecnologías".

"Siempre me ha interesado esa visión que mezcla el humanismo con la tecnología"

Raquel Jorge Ricart es una de las voces de referencia a la hora de hablar de políticas tecnológicas públicas. Ha regresado a España tras haber pasado por Francia, Reino Unido y Estados Unidos formándose. Ya en el país británico trabajaba en una consultora realizando informes de prospectiva y análisis de políticas públicas.

Fue en aquel momento cuando detectó la cada vez mayor incidencia de la tecnología en las políticas públicas. "Desde pequeña ya tenía un interés personal por temas de ciencia y tecnología y siempre me ha gustado tener esa visión que mezcla el humanismo con la tecnología", expone.

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"Toda revolución industrial en la historia ha ido de la mano de un progreso tecnológico, como cuando el descubrimiento del fuego permitió a la humanidad avanzar". Sí reconoce que en España todavía no hay un grupo de expertos nutrido y formado en estos ámbitos, ya que se trata de un fenómeno incipiente que cada vez cobra mayor relevancia.

Igual que cobra cada vez mayor relevancia el interés de la ciudadanía por saber cómo algoritmos y nuevas tecnologías afectan en su día a día. "Es un poco bola de nieve. Cuando estás metida en estos temas vas leyendo cada vez más noticias sobre estos asuntos y te vas concienciando". Pero "sí es cierto", ríe, "que en casa de herrero, cuchillo de palo": a pesar de su curiosidad personal siempre ha tratado de limitar su presencia en redes y en casa siempre ha sido "más de leer en papel".

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