Juventud, energía y una fuente casi infinita de ideas, pero la misma dureza de siempre: así es fundar una empresa antes de tener edad para poder conducir

Una niña monta en patinete en una pista de aviones

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  • Entre las ventajas de intentar emprender antes de los 18 años destaca la gran capacidad de niños y adolescentes de pensar en muchas soluciones para un mismo problema, explican docentes y expertos.
  • "Ellos no tienen los prejuicios que tenemos nosotros. Al pensar una idea, los adultos solemos pensar primero en qué limitaciones puede tener eso que se nos ha ocurrido. Los niños lo hacen justo al revés", resume la directora del Colegio Internacional de Aravaca.
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Son un manojo de nervios. Hace unos días, apenas unos minutos antes de salir ante el público del South Summit, evento que reunió la semana pasada en Madrid a 1.200 inversores y 6.800 startups, a 4 chicos de entre 10 y 15 años la tensión del momento apenas les permite responder con monosílabos. 

No es para menos. Al igual que muchos de los emprendedores que se dieron cita en uno de los encuentros marcados en rojo por el ecosistema europeo de startups, menos de un cuarto de hora después, uno tras otro, se subirán al escenario para explicar cómo funciona la empresa que acaban de crear.

En principio, no se espera de ellos que atraigan una lluvia de dinero en forma de rondas de inversión para sus startups, pero eso no significa que no haya cosas importantes en juego. Para empezar, deben defender el orgullo de sus respectivos colegios.

Pero, sobre todo, deben defender un proyecto desarrollado junto con sus compañeros durante todo un año. Deben explicar por qué su startup es interesante y por qué sus ideas van a funcionar.

La actividad se encuadra en uno de los programas de la Fundación Créate. Esta pone en marcha cada año desde hace una década proyectos que buscan despertar en las aulas la curiosidad al tiempo que se ofrece a los alumnos un aprendizaje orientado a resolver problemas prácticos, cotidianos, que forman parte del mundo real.

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Para ello, los colegios deben apuntarse en su web y los docentes deben acudir a unas charlas formativas en la que se los introduce en la metodología de la Fundación Créate, que consiste en utilizar proyectos como el de fundar una empresa como vehículo para recorrer el currículum que deben impartir los docentes en una o varias de sus asignaturas.

El resultado final es una startup que los alumnos empiezan presentando primero a sus compañeros y luego a los jueces de la propia Fundación Créate a través de un video.

Los proyectos elegidos tienen la oportunidad de presentar sus empresas en eventos como South Summit Kids, la versión para niños y adolescentes de South Summit, y Drawing ED, el mayor evento de innovación educativa y emprendimiento juvenil de España.

La Fundación Créate tiene ya abierto el plazo de inscripción para el curso 2021/2022, y las charlas formativas para los docentes están fechadas para finales de noviembre y principios de diciembre.

Pros y contras de emprender antes de los 18

Fundar una empresa antes de tener edad para sacarse el carné de conducir tiene ventajas que en realidad son inconvenientes e inconvenientes que finalmente resultan ser ventajas.

En la primera categoría cabe incluir un problema identificado por los 4 jovencísimos emprendedores con los que habló Business Insider: el aluvión de ideas que impide ver el bosque.

Si en una empresa fundada por adultos una de las primeras dificultades es hallar respuestas para problemas concretos, en las empresas de niños y adolescentes el problema es justo el contrario: si algo sobra son propuestas.

"En nuestro caso, lo más difícil fue elegir un proyecto y ponernos a montarlo, porque teníamos muchas cosas que queríamos hacer", explica Íñigo López, alumno del colegio Valdefuentes y miembro de la empresa Huermanía.

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"Al principio, tienen muchísimas ideas, y algunas son verdaderamente alocadas. Por eso hay que ir guiándoles en el proceso, hay que invitarles a que de vez en cuando vean las noticias y busquen inspiración en lo que pasa alrededor", dice Marta Martínez, directora del Colegio Internacional de Aravaca, que lleva años participando en el programa.

"Ellos no tienen los prejuicios que tenemos nosotros. Al pensar una idea, los adultos solemos pensar primero en qué limitaciones puede tener eso que se nos ha ocurrido. Los niños lo hacen justo al revés", explica Martínez.

Alumnos ponentes en South Summit Kids 2021 en Madrid.
Alumnos ponentes en South Summit Kids 2021 en Madrid.

Fundación Créate/South Summit Kids

Íñigo López da fe de ello: "Cuando conté el proyecto en casa, me dijeron que cómo íbamos a ser capaces de hacer cosas tan difíciles. Les dije que bueno, que todo es empezar y ponerse".

En ese proceso, relata Martínez, de cuando en cuando surgen ideas que en realidad no son tan disparatadas como se pueda pensar en un principio. 

"Una vez un alumno que vio el estrés que le produjo a su madre pinchar una rueda del coche propuso unos chalecos reflectantes que dieran masajes y emitieran calor para relajar a la persona que se los tiene que poner en mitad de la carretera. Al poco tiempo, vino mi marido emocionado porque había comprado un chaleco que vibraba y daba masajes. ¡Eso ya lo habían propuesto mis alumnos!".

Con todo, cuando se les pregunta si se ven fundando su propia empresa cuando sean adultos, los ponentes de South Summit responden, casi como un solo hombre: "¡No, eso es muy difícil!".

La empresa como vehículo para aprender

Otro factor común que se repitió en casi todos los proyectos presentados en South Summit Kids fue la preocupación por el medioambiente y una confianza casi infinita en que en un futuro más o menos próximo la tecnología será capaz de resolver problemas que hoy parecen graves.

Por ejemplo, Greendrone, del propio Colegio Internacional de Aravaca, quiere crear drones capaces de limpiar municipios enteros.

Un camino parecido recorre Ecoworld, proyecto presentado por el CEIP Gonzalo Fernández de Córdoba. En su caso, los drones y la IA sirven rescatar a las personas que migran desde África hasta Europa a través del Estrecho de Gibraltar. 

Desde el Colegio Gaudem van incluso más allá. Ellos se quieren anticipar a la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera con COciety, una empresa que busca desarrollar tanques llenos de bacterias modificadas genéticamente para que lleven a cabo un proceso masivo de fotosíntesis.

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"Los proyectos están planteados no tanto para que piensen en hacer negocio y ganar dinero, sino para que intenten mejorar la sociedad", comenta al respecto Pablo López, docente del Colegio Gaudem.

"En nuestro caso, por ejemplo, había muchos alumnos preocupados por la contaminación. Primero, pensaron en unas zapatillas que mejoraran el medio ambiente. Pero, en el proceso, dieron con una bacteria particular y con la idea del tanque. Yo les guié un poco, pero la verdad es que fue cosa suya", cuenta López.

Precisamente la curiosidad, explica Isabel Navarro, directora general de la Fundación Créate, tiene que ser el motor de los proyectos.

"Es vital. Si damos con esa clave, les enganchamos también a la escuela. Es lo que hace que ellos quieran seguir en el colegio, que piensen que están aprendiendo y que esto sea producto del descubrimiento, de ponerse a andar".

David Arroyo, de Ecoworld, tiene claro su mayor aprendizaje: "Aprendí mucho sobre la vida de las personas que migran a España, la mala vida que pueden llegar a tener y lo mal que les acogemos a veces. Por eso se nos ocurrió lo de usar los drones para facilitar que por lo menos lleguen".

El principio de algo más

Si alguien conoce de primera mano los nervios que se pasan presentando un proyecto y la implicación que se puede llegar a tener en un negocio montado antes de cumplir los 18 años ese es Iago Campo

Emprendedor de 20 años, es un exalumno del Colegio Internacional de Aravaca que se animó a montar su primer emprendimiento antes de cumplir los 18 años. Lo hizo tras participar en el programa de la Fundación Créate con un pequeño negocio de venta de camisetas personalizadas al momento.

"¡Fue un desastre!", recuerda, riéndose mientras habla con Business Insider. "Compramos camisetas de un montón de colores y, hasta que no nos pusimos a intentar venderlas, no nos dimos cuenta, por ejemplo, de lo difícil que era personalizar las camisetas rojas y negras. Fue todo un aprendizaje".

El caso es que Campo se enganchó a la idea de emprender. La adrenalina de tener una idea que puede funcionar, la inteligencia colectiva que surge del trabajo en equipo y la ilusión y las ganas que se ponen en un proyecto propio fueron para él elementos más que suficientes como para volver a intentarlo.

Todavía era un adolescente cuando cayó en cuenta de que muchos de sus compañeros iban a clase conduciendo un tipo concreto de coche para el que no se necesita carné de conducir. Ahí había un mercado.

Con el recuerdo de su primera experiencia emprendedora y de esas camisetas negras y rojas imposibles de personalizar, Campo se sintió capaz de aprender de sus errores y se animó a fundar Micros Quantis, una startup especializada en la compraventa, el alquiler y el servicio de reparación de estos vehículos. Este año espera facturar a finales de este año entre 60.000 y 80.000 euros con ella.

La cantidad alcanza para que la empresa funcione con lo que genera. Por ahora, suficiente. Estudiante de un grado en Administración y Dirección de Empresa con un máster en Data Science en CUNEF, su prioridad es acabar los estudios y, sobre todo, no confundir la precocidad a la hora de emprender con saltarse etapas de aprendizaje. 

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Al fin y al cabo, nunca se sabe dónde puede estar la próxima camiseta negra o roja, la siguiente dificultad no contemplada en el plan inicial.

Aceleradoras y rondas de inversión quedan para más adelante: "Hay que tener los pies en el suelo. Se puede emprender a edad temprana, pero las cosas llegan a su tiempo. Por ahora, nosotros estamos en la universidad, nada va a cambiar mucho de un año para otro. Esto es algo que nuestros padres nos han inculcado mucho. La universidad condiciona, y no queremos arriesgarnos a tener un dinero que no podemos usar por falta de tiempo", explica Campo. 

Lo que sí tiene claro es el valor pedagógico que tiene intentar hacer funcionar una empresa: "Se aprende muchísimo con estos proyectos. La vida no funciona como te la enseñan en una clase de inversión de activos. La vida es la relación con clientes, con socios...".

Pero Campo tiene claro que todo nació de aquel primer emprendimiento, de ese puesto de camisetas personalizadas: "Sin aquel proyecto, creo que mi empresa no existiría, directamente. El programa no te enseña todo sobre cómo fundar una empresa, pero te muestra que existe un camino. Eso es algo que no se enseñan en ninguna asignatura".

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